Por Pablo Campos | Hay escrituras en las que la forma prosa acusa el soplo de la poesía. Ignoro si ese aliento, en el caso de los cuentos de “Cuadernos de Penélope”, fluye deliberado, o es un hermoso emergente del afán narrativo. Sea como fuere, apropio y agradezco ese feliz desconcierto. No bien comenzar el libro, una y otra vez volví a “El reloj no llama”, tentado por el fulgor