Suscribirme

ISSN 2684-0626

 

Aquí puede hacer su aporte para la revista La Papa: 

1/4 KILO
1/2 KILO
1 KILO
5 KILOS

«está comprobado que una comunidad que apoya su literatura tira menos papeles en el piso»

Libros Tucuman

libros tucuman

 

 

 

 

 

 

 

El mapa de una redención

Por Pablo Toblli | 

El poeta de El cauce y la costumbre no le teme a la resignificación de la voz en la madurez, en un pulso de sujeto lírico sutil y despojado, porque reencauza las marcas del deseo y de ciertos designios de una infancia, en las distintas ramificaciones de un poeta que, por momentos, exhibe un cosmopolitismo exquisito. De esta forma, Guillermo Siles recorre la experiencia de los viajes y las relaciones, filiándose con una raza de poetas que no le teme al tedio vulgar, al simple desamor irrevocable, a las decepciones de una amistad aclamada, porque el lirismo de estos poemas intenta resolver los distintos cromatismos de la existencia en pequeños intervalos que rediman el dolor: Me dice con la alquimia / de su portugués suave y pausado / quién sabe si el dolor / o la contemplación de la belleza / lleguen a brillar como el oro / –o algo semejante– / en el lugar de antiguas cicatrices / me cuenta que los japoneses / utilizan una técnica para reparar / objetos de cerámica rasgados / enaltecen la zona dañada / rellenando las grietas con oro / creen que cuando algo / ha sufrido daño y tiene historia / se vuelve más hermoso.

El poeta alza la vista, se erige del dolor y la angustia en la permeabilidad de una metáfora, como si fuera un flâneur afincado en la salvación visual, donde resuelve todos los tiempos que lo atraviesan, en la conquista imperceptible de un instante en que lo entendió todo: un café, un mero caminar despabilado en las grandes urbes a las que Guillermo vuelve con devoción: Frente a plaza Güemes / encontré un café / con lenguaje propio. / En el portal de entrada / han pintado hojas amarillas / y escribieron: / dejate llevar por el otoño. / Adentro del local / se leen otras frases: / crisolero de corazón / o nacido para crisolear. / Los sobrecitos de edulcorante / exhiben la inscripción / LIBRE / de culpas. / […] Al fondo a la derecha hay baños para crisoleras y crisoleros… / Abandono la lectura / dejo las notas / organizo el día. / Después salgo / y sigo mi camino / como un crisolero más / en este barrio.

El artista redime toda desgracia, no se enfrasca en la angustia de las marcas del pasado sino que las vuelve material de invención, porque es un escritor que, sobre todo, encuentra el cauce de su nombre en la apertura de las diferentes callejuelas del deseo y la complejidad de la percepción que lo salva cada día: mejor / buscar algún reflejo / en la fuente de la gracia. / Mirar alrededor, / caminar con lentitud / por el boulevard charcas / hasta el café de esquina Bulnes / y oír la música / del viento.

En este nuevo libro de Guillermo Siles, advertimos que la madurez de una lengua y una existencia nos embebe en una lluvia de sentimientos, como si estuviese todo el mapa de una vida contenida. Es así que, como todo sujeto lírico que transita la madurez de su voz, no sabemos del todo si los textos son felices o tristes, abigarrados en el dolor o en la impotencia; más bien este conjunto de poemas reviste un pulso sutil que nos va llenando de un mapa posible de itinerarios donde resguardarnos a nosotros, sujetos globalizados y bichos de ciudad: Callecitas de La Habana o de Quito, / playas de Salvador / palafitos de Castro / Berlín-Barcelona-París…/ la pujanza y la ruina. / ¿Qué huellas dejará la memoria / en la intensa geografía?

En todo caso prima la nostalgia, la adaptación obligada a encauzar los destellos de la niñez, pero  dejándolos volar en la amistad, los libros, las calles, los amores, sin perder aquel antiguo fuego que lo hace ser quien es, un poeta: Que la voz no se aparte / que retorne en el aire / en la luz de cada día, / la belleza del mundo y su herida / reclaman ser nombradas. / […] La obstinación puede más / y salgo a beber el sol / mientras nos dura el día / es la segunda oportunidad / aquí en la tierra / bajo el cielo sagrado de Cusco.   

Es así que el poeta husmea en los recuerdos de aquello que no quiere ser o, mejor dicho, que quiere corregir, como ese abuelo que perdió toda la felicidad por la guerra, que ya ni sentido le encontraba a la escritura de una carta a su madre, porque ya el encuentro no era posible, como en aquellas películas del neorrealismo italiano de los 50. Por el contrario, el encuentro, la plenitud de una voz capaz de reconstruirlo es lo que este yo lírico intentará. Es así, que la niñez ya no está pormenorizada en una memoria como ensayo del dolor y la inacción, sino como vector de la reflexión y la posibilidad de una subjetividad, que toma distancia y reformula: En las mañanas de otro cielo / mi padre fue el alquimista / dispuesto a transmutar sustancias / para tallar la sonrisa de los otros / pero ahora está mi padre / en la herida de su tiempo / anclado en la redondez / de un paraíso oscuro.

Todo se resuelve en la libertad de la mirada poética, pero es una libertad que enfrenta la ramificación de lo diverso, no se encorseta en la consigna de un taller literario al que asiste o en un recuerdo que lo petrifica, y esa es la gran epifanía del poeta en este libro, la liberación de las agudas percepciones que su poética le convida para cobijarlo: Llega con el aire abriéndose a la luz / y se instala en mi pecho, / resuena en las habitaciones, en el patio / como si hubiese ardido / ayer en los rincones de la casa. / En el zaguán, dispuesto a ganar la calle, me digo: / ¿Qué haré con la pequeña voz que ahora vuelve / y a otro sitio me reclama?

El poeta de este libro es capaz de hablar de todo en una lengua que explora diferentes modalizaciones de la poesía. Hay una lengua noble que se desnuda en su decir por el túnel del lenguaje, a veces contando alguna anécdota de viaje, pero sin perder nunca su elegancia y lirismo. Todas las voces se encauzan en la madurez obligada de un amor que se va, un amigo intermitente, una lectura inaprensible, una charla perfecta que fue y no será más en un café inefable: Nadie como vos para alterar / los géneros y hundirme al son / de un fado con saudade / en el lomo visible de Inglaterra o Lisboa / nadie como vos seguirá el hilo musical / la letra de una canción amada. […] / Nadie como vos en la risa hambrienta / de lo bajo / ni en la majestad de nombrar / lo atroz y su belleza / las cosas que la arena / de este indómito desierto / va borrando.

Como todo poeta de la experiencia, lucha por encontrar el perfecto balance y entendimiento con las cosas, porque la poesía es para Guillermo eso mismo, la posibilidad de encauzar las grandes preguntas y el deseo en la percepción poética que hace reunir en el verso: Un día salí a ver cómo es el mundo / navegué por el mediterráneo / por pequeños mares y canales / del atlántico y el pacífico / vagué por aldeas y ciudades / pero una entre tantas / se volvió querible / levantada sobre las márgenes del Rhin / con su catedral y su estación de trenes / furiosos trenes para andar la vida / y entender qué linda sos.

Como hemos venido leyendo, hay un perfecto balance entre madurez e inocencia. El poeta recuerda todos los objetos culturales en los que intenta reconfigurarse, así como en el poema Felice y Franz, que recupera dos esbozados escritores de comienzos del siglo XX en su bohemia: Se buscan se aman / entre charcos de cerveza / y la viruta del piso / de un antiguo / bodegón en Berlín / aferrados al abrazo / que cruje la madera / más allá de Praga / y en el claroscuro / de la postergación / la desnudez recíproca / es invitación al viaje / y encuentro de una isla / en donde respirar…/ el soplo de aire / de la deseada superficie / los arranca un momento / de la realidad y la miseria.

Este libro nos hace descubrir un sujeto que ya no podrá dejar de ser poeta a pesar de su pasado, de su porvenir y de las trampas del tiempo, y esa es la mejor noticia que nos tiene la costumbre de estos imaginarios trazados en los poemas de esta obra, porque no hay dolor sino una experiencia que se redime en los cauces de la belleza del lirismo: Estremecida de tiempo / la espesura de la yunga / va menguando / y se hace oro, la ciudad / hasta los cerros es espera. […] / Ya no grita en el cauce / turbio, callecita abajo / la correntada barre / los desechos y las penas / allá donde se inunda todo y todo es agua / que durará días y días. / Así el martirio de este barro / perdura sin dolor.

Datos del libro: El cauce y la costumbre, de Guillermo Siles

                            (Ediciones en Danza, 2020)

                             Prólogo por Silvio Mattoni

Selección de poemas de Guillermo Siles a cargo de Gabriel Gómez Saavedra:

Poemas de Guillermo Siles

2 respuestas a “El mapa de una redención”

  1. Salustiano Alvarado dice:

    Excelente resención de un libro que promete una exquisitez en tiempos de tanta oscuridad y desasosiego. Gracias Pablo T por acercarnos de un modo tan bello y certero el libro de Guillermo.

  2. Me encanta la poesía de Guillermo Siles. Todos sus recorridos están allí, plasmados hermosamente.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *