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La memoria del cuerpo en «estado de danza». Entrevista a Marcela González Cortés

Por Valentina Pucci |

Estas preguntas fueron ideadas originalmente como “preguntas para Marce”: es que de ese modo la nombro, con familiaridad, y así también las concibo en mi mente. Las pienso para ella por la confianza que me han dado los años, porque ha sido mi maestra formadora en la danza desde niña, con el amor que eso implica, hasta el día de hoy.

Por eso, desde ese lugar tan personal, como quien indaga junto a ese otro con quien ha caminado mucho tiempo, nos embarcamos en este diálogo en diferido, como si estuviésemos en un bar, o en una mesa alrededor de unos mates y, charlando, comenzáramos a hacer una bitácora de lo vivido: de sus experiencias, de su infancia, de su Chile, del Tucumán adoptado, de los “viajes” personales, íntimos y de los profesionales… De su camino por la danza como investigación introspectiva y profesional, como hacer y ser-artístico, como autopercepción –como bailarina y como profesora, como coreógrafa y como intérprete– y también sobre su didáctica de la danza, tanto en cuanto al como aprehendió la técnica ella misma, como a la forma en que lo transmite. Un poco de todo esto se encuentra en estas preguntas, en un intento por resumir, rememorar o incluso de reseñar una vida a través de esta disciplina de las artes del movimiento, de la danza contemporánea.

  • ¿Cómo fueron tus primeros pasos en la danza, como medio de expresión? ¿A qué edad fueron esos primeros pasos y qué recordás de esos comienzos?

No tengo la claridad de a los cuantos años empecé a darle una cierta importancia a la danza, creo que siempre me gustó… Me gustaba ver bailar a mis primas los temas de moda, las admiraba como se divertían bailando y yo las seguía, podía copiar todo y seguir todos los movimientos, me era fácil. También adoraba ver los videos musicales, me gustaba ver a los bailarines, me fijaba en eso y también en los cambios de imágenes, las luces, la dinámica que tenían los videos. Bailaba frente a mis amigas a veces, a pesar que siempre fui tímida, pero cuando bailaba me sentía libre… Recuerdo una anécdota de muy niña donde bailaba la coreografía de un tema de Rafaela Carrá y mis amigos se reían mucho cuando empecé, pero luego se empezaron a callar y me terminaron aplaudiendo… Claro, yo había estudiado toda la coreografía, sabía lo que estaba haciendo, no me importaban sus risas… Creo que ese fue el momento en que pude reforzar la danza que había en mí.

Comencé a tomar clases de danza clásica a los 8 años, en una academia de la ciudad donde vivía en Chile, en Chuquicamata (actualmente la ciudad no está habitada, fue un importante campamento minero del norte de Chile donde mi padre trabajaba). Tenía como maestro un bailarín que había sido del elenco del prestigioso Ballet Municipal de Santiago de Chile, Iván Fuenzalida. Con él aprendí la técnica clásica (escuela inglesa) durante 5 años. Casi nunca falté a clases y ensayábamos mucho para las presentaciones que teníamos, bailábamos en el Teatro Sindical de la ciudad y recuerdo que teníamos maquillador y vestuarista; se encargaban las telas a Alemania y en el último tiempo que comencé a usar zapatillas de punta, se encargaban a EEUU (las zapatillas Capezio). A los 13 años me mudé a la ciudad de Antofagasta en Chile y audicioné para el Liceo Experimental Artístico (secundario con materias artísticas y con una marcada ideología socialista… Estábamos aún en dictadura). Rendí el examen de ballet, donde no quedé en la selección, fui suplente, pero se desocuparon vacantes y accedí a la entrevista con el maestro y recuerdo que no me trató muy bien, era muy rígido…me dijo que tenía que trabajar mucho y sobre todo amar la danza. (El maestro Agustín Ponce, que había sido bailarín del Ballet de Vadim Sulima, bailarín ruso de los Ballet Kirov y Bolshoi, que se había quedado en Chile).

Trabajé cuatro años con él (la técnica rusa Vagánova) y terminé siendo solista y primera bailarina en las presentaciones del Ballet del LEA.

Paralelamente, a los 16 años me tomaron como pasante en el Ballet de Cámara de la Corporación Cultural de Antofagasta y en 1988 ya era parte del elenco. Tuve en ese año la posibilidad de conocer coreógrafos y maestros reconocidos de Chile.

Posteriormente postulé al cupo consular para realizar mis estudios universitarios en Argentina y lo obtuve para venir a estudiar Medicina, así que me vine con casi 18 años a Tucumán, ciudad recomendada por una familia amiga exiliada y que había vivido un tiempo aquí en Tucumán: “es una ciudad pequeña, tranquila, con una buena universidad, con un gran movimiento cultural y con mucha vegetación” … Era novedoso para mí, ya que siempre había vivido en el Desierto de Atacama y en dictadura.

Claro que no estudié Medicina… Ese año salió un decreto por el que no aceptaban a ningún extranjero para el ingreso a Medicina y, media desorientada, ya instalada y sola aquí, me inscribí en Odontología. En seguida me fui al Teatro San Martín, a la Escuela de Danza a ver las clases, donde conocí a la maestra Alicia Cruzado. Ella me sugirió que me inscriba en la Carrera de Danza Contemporánea de la Facultad de Artes y que allí iba a poder tomar clases con ella. Ahí conocí además a Elba Castría[1], con quien descubrí la danza moderna y también dejé la Danza Clásica y también dejé Odontología.

  • ¿Cómo pensás tu cuerpo, como un medio, una herramienta de expresión? ¿O como el mensaje en sí mismo, y su expresión?

Me pienso como un mensaje en sí mismo porque en  su expresión, los gestos de mi cuerpo significan, no es un cuerpo que no habla. Y según el planteo en que se embarque el cuerpo, se van a generar distintos discursos y materialidades para estudiar y analizar.

  • ¿De qué te has nutrido en tu formación como bailarina profesional y como profesora? ¿Además de la/s técnica/s, de qué otras artes o lenguajes aparte del propio de la danza?

Si bien tengo mi título de Bailarina Contemporánea de la Facultad de Artes de la UNT, no lo considero como un hecho que me “profesionalizó”. Me he nutrido de grandes maestros de otros lugares, de ver muchos espectáculos, de haber tenido la suerte de producir obra y estudios del movimiento con la maestra tucumana Beatriz Lábatte[2], en un período constante y prolongado de 15 años, con una práctica de rigor y compromiso dancístico, además de una experiencia personal de bailar en distintos eventos culturales, en cualquier piso, no específicamente en salas teatrales. Componer, dirigir, procesos que han nutrido mi reflexión de las singularidades de la danza en relación a otras artes, experiencias que aún siguen resonando. Y que han hecho que encuentre en mi danza personal, un lugar particular. Tomar cada experiencia con toda la seriedad que se merece y con un enfoque estimulante para pensar la danza.

Como Profesora me he nutrido de alrededor de unos 100 cursos que habré hecho, y lo sigo haciendo, en la medida en que puedo (un cuerpo a los 50 años ya no es el mismo, ja); además de la herramienta virtual de las redes, ¡que tenés de todo! Veo muchos videos y me detengo cuando veo algo que me interesa y lo vuelvo a ver… Intento desmenuzar qué hacen para que se muevan así.

De las artes, la más cercana por sus coincidencias de la escena, ha sido el Teatro; realizar variados cursos, teoría teatral y ver obras.  Y, en menor medida, la música lo que me llevó a estudiar una capacitación anual en Córdoba del método “Rítmica Dalcroze”, método corporal de educación musical.

Autorretrato
  • Teniendo en cuenta que venimos de un año muy difícil económica y laboralmente –específicamente para el campo de las artes– ¿cómo ves, después de muchos años de construirlo, al campo de la danza contemporánea en Tucumán? ¿Está creciendo, o diversificándose en la actualidad? Pensando en aspectos como la producción de obras, espacios de formación, oportunidades laborales, u otros…

Si bien la situación actual intensifica la precariedad de la danza en todos sus aspectos, de formación, de producción, de investigación y de circulación, creo que el campo de la danza contemporánea se ha mantenido  en esta última década aproximadamente con una situación de escasez  en cuanto a la producción de obra, siguen siendo muy pocos los grupos o elencos concertados que realizan producciones, ni hablar de temporadas, casi no hay temporadas de danza, son funciones aisladas de ciertos espectáculos, ni en el ámbito independiente, ni en el ámbito oficial. Desde esta perspectiva, destaco la última producción que realicé con La Rendija-Artes escénicas, la obra de danza “La Habilidad de los viajes” con la que realizamos una temporada en el Teatro “Rosita Ávila” y el Teatro Alberdi durante dos meses en 2019. Y lo destaco porque no tengo recuerdo de alguna obra de danza que haya permanecido en cartelera, de esta forma, en estos últimos años.

En cuanto a los espacios de formación, si bien han disminuido por las consecuencias de la pandemia, sigue habiendo una cierta movida de estudios donde se enseña danza contemporánea y la movida de concursos y audiciones se ha mantenido de manera virtual y en algunos casos de manera presencial.

También, como consecuencia de la virtualidad, sí hubo una cierta circulación de videos de danza como una necesidad de expresión, que fue pasajero y duró algunos meses, y que no llevó a una producción audiovisual profunda como la Videodanza.

No me atrevo a decir que la danza contemporánea está creciendo; sí que se empieza a ver un reconocimiento como una técnica que es necesaria para la formación de un bailarín, que no es sólo la danza clásica el sostén, ya que actualmente en el mundo y aquí en Argentina, las compañías de danza te exigen en las audiciones ambas técnicas.

En cuanto a las oportunidades laborales, estas siguen siendo muy pocas, los bailarines viajan a cualquier audición que se les presenta en el país. La situación de fragilidad laboral en los Ballet oficiales produce remoción y despidos injustos. Y las Compañías Independientes, que son escasas, no han podido componer su espíritu para dirigir, juntarse, ensayar y menos producir.

Al no estar legitimada la danza por el estado, no hay políticas de fomento, de preservación y de circulación de danza, no hay una Ley (ni provincial, ni nacional) que ampare a la danza. No hay un Instituto regulador de subsidios que pueda hacer que la actividad se mantenga y que crezca. Ser bailarín o dedicarse a la danza profesionalmente, en estos tiempos, es casi una utopía…

  • ¿Qué ideas primordiales (estéticas e identitarias) han atravesado tu danza? ¿Un maestro cuenta sus secretos, sus recetas?

En mi formación hubo una marcada admiración de la estética de la obra de Pina Bausch, no sólo en el montaje de obra, si no en la producción particular de movimiento que lograba en sus intérpretes. Posteriormente una empatía con  ciertos coreógrafos europeos, como la alemana Sasha Waltz con su trabajo compositivo en donde tendía a observar la grupalidad y los espacios de improvisación. De los belgas Anne Teresa De Keersmaeker por su minuciosa composición coreográfica y el trabajo con la música en sus obras; y Wim Vandekeybus, la fuerza y potencia de los cuerpos en sus obras, una mezcla brutal de virtuosismo y corporalidad, atravesado por elementos del cine.

Dentro de los norteamericanos, me ha interesado el trabajo de Trisha Brawn, su trabajo en la organización diferente de los cuerpos, un trabajo de una fuerte presencia articular y un tono corporal más bajo. Y, en estos últimos años, al israelí Ohad Naharin con su grupalidad exacerbada y multiplicada, como también es el caso del francés Olivier Dubois, entre otros…

Siento que el cuerpo es una cajita de memorias: hay una memoria física de movimientos, de gestos, de imágenes que han sido pregnantes a lo largo de mi vida, que han construido una manera de moverme. Y confieso que lo descubrí hace pocos años, cuando me empecé a auto dirigir, ya que antes bailaba para crear una corporalidad para otros, después de muchos años descubrí una danza que es lo que soy… Soy tan yo, que perdí el miedo de salir a escena cada vez que bailaba, ahora no me sucede.

En cuanto a si un maestro cuenta sus secretos, sus recetas, creo que es personal, particularmente cuando dictaba mis laboratorios de composición coreográfica, ponía a disposición mucho de lo que aprendí con mis alumnos. Además de trabajar con Antonella Mazzioti (bailarina tucumana con la cual trabajamos en producción y formación) en los últimos cinco años, antes de la pandemia. Teníamos una avidez de danza que hacía que cada cosa que pensábamos, encontrábamos o imaginábamos, lo compartíamos. Esa dinámica colaborativa nos llevó a producir dos obras que nos dieron muchas satisfacciones, producto de una investigación específica del movimiento: una fue “Vuelta Isla” (Ganadora de “Factoría en danza”, premio nacional de obras emergentes en 2018 y también Seleccionada al Festival de Ciudad Emergente de Bs. As. en 2016); y “La Habilidad de los viajes”; esta última constaba de dos partes Lado A y Lado B, donde nuestra propuesta física era recuperar los momentos de vida en que la danza nos atravesó, donde lo biográfico es la manera germinal de moverse. Obra que tenía la proyección de crear Lado C, Lado D, etc. Pero tuvimos que parar por la pandemia y luego de un año sin vernos no pudimos seguir y dejamos el proyecto.

Vuelta Isla (Ph. Marga Fuentes)
Vuelta Isla (dúo) (Ph. Marga Fuentes)
  • Y en cuanto a tu trabajo como coreógrafa: ¿cuánto está unido el trabajo como directora de obras al trabajo como profesora? ¿La creación está en relación o está unida a los bailarines que la recrean?

Según donde aplique mi trabajo. Por ejemplo en las producciones de mi Grupo La Rendija, no hay relación con la docencia, nos juntamos a investigar, producir y llegar a un producto artístico, dedicada a la creación y a la vez componer y bailar.

En cambio, en el estudio en que dicto clases, “Bajo Jardín”, tengo una tarea específica de dictar clases a alumnos de nivel intermedio y avanzado y que siempre hay una producción anual de breves coreografías que tengo que realizar y ahí sí la formación va tomando tintes diversos, muchas veces con cierta predisposición del planteo coreográfico que tengamos que realizar.

En los últimos años Bajo Jardín estuvo trabajando con la Orquesta Sinfónica de la UNT, por lo que tuve que realizar varias coreografías para bailar en un espacio acotado y con la orquesta en vivo, lo que condicionaba trabajo coreográfico y también la adaptación en las clases para reforzar ciertos aspectos que luego servirían en esas coreografías. Se tornaba un trabajo “a pedido”, hacer coreografía para tal sinfonía, tal música de película, etc.

Y, en el caso de la universidad, las materias, que enseño a los alumnos de la Carrera Profesorado de Educación Física están relacionadas al análisis del movimiento. No enseño técnicas de danza, pero sí se corresponde con los principios de movimiento, como un soporte para las materias de Gimnasia, de Expresión y de Rítmica del movimiento.

Y en cuanto a la creación, en todos los casos tanto en la producción de La Rendija y en Bajo Jardín está relacionada, unida y condicionada por los bailarines.

  • ¿Cuál considerás que es el vínculo entre el intelecto o el pensamiento y el trabajo de la danza (en cuanto a la técnica, a la composición o a la interpretación)? En tus clases siempre hacés hincapié en la relación entre el pensamiento y el movimiento, entre la intención y la acción… Incluso la acción como algo que se adelanta al movimiento desde el pensamiento.

Siempre intento conmigo, y también con mis alumnos, que se piensen, que sean conscientes, que se observen; es una ardua tarea, ya que el placer del movimiento o ciertas inercias lanzadas provocan un estar del que pocas veces se es consciente, para profundizar una formalidad y posteriormente poder volver a reproducir ese movimiento.

Más que intención, habitualmente hablo de anticipación: es una manera consiente, presente de una voluntad para atravesar el movimiento, lo que hace que haya un intento comprometido, que hace que ese cuerpo sea más verdadero. No se trata de copiar una forma solamente, no son sólo impulsos desesperados muchas veces por seguir una secuencia de clase y que al no ser presente racionalmente, se pierden  de vivir el proceso del recorrido del movimiento y que por más que lo realicen correctamente, son sólo cuerpos máquinas o cuerpos sin vida.

Pensarse, saber que estoy por realizar, entender una consigna y ser fiel a ella, como en el caso de las prácticas de improvisación de danza.

Claro está que no con sólo pensarse funciona la danza, muchas veces ocurren obstrucciones entendemos todo lo que hay que realizar, pero en el momento de la ejecución no sale. Esas obstrucciones provocan ciertas arrítmias, ciertas faltas de precisión y la falta de dominio del movimiento; en este caso es por exceso descompensado de racionalidad, inseguridades o distracciones.

La danza es práctica constante, muchas veces tu cuerpo, tu movimiento te devuelve una respuesta que luego la asimilás, la pensás, la registrás y la hacés consiente y a veces todo ese proceso ocurre muy rápido y después te das cuenta.

  • ¿Qué caminos has estado explorando últimamente, en cuanto a tu búsqueda artística o identitaria, de tu danza?

En mis últimas producciones, desde el 2014 me he ocupado de trabajar un lenguaje específico del movimiento: no un trabajo interpretativo, ni menos de un personaje, sino más bien hablar y construir desde el movimiento. En el 2015, con “Vuelta isla” realizamos un trabajo de movimientos desde la consciencia de los huesos (en diferentes propuestas rítmicas, energéticas y espaciales)  a partir de focos motores: polaridad cráneo-coxis (pliegues articulares y la proyección de la columna hacia las extremidades); movimientos desde las tibias, cintura escapular y huesos de los brazos, un trabajo de disociación del cuerpo en partes pasivas y activas, involucradas mediante la percepción y evidenciando del peso de los huesos. Que a partir de estos principios se generaba un estado particular, dado por la experiencia de la relación íntima con el cuerpo y la expresión física desplegada. De esa manera surgía el concepto de isla:

Lo femenino representado como un paisaje y su dimensión, LA ISLA; superficie, contorno y espacio de ella misma. La construcción de paisajes anímicos, una intimidad de caminos ya transitados.

En el caso de “La Habilidad de los viajes”, en 2019, se trataba de una danza de contenido personal recorriendo diferentes capas: de lo superficial (cuando el foco de la acción está más enfáticamente en el juego físico), por un lado; y de lo profundo (cuando el foco de la acción, como “forma-movimiento”, está integrada con contenidos psico-afectivos y puesta en juego escénicamente). De lo general al foco y del foco a lo general. Las escenas son paisajes que juegan con el espectador, abriendo su mirada; la danza “expandida” y haciendo foco y la danza “comprimida”.

La Habilidad de los Viajes – Lado A (Ph. Marga Fuentes)
La Habilidad de los Viajes (Ph. Marga Fuentes)

El planteo surge de preguntas donde dos bailarinas reflexionan sobre “las danzas que han bailado en su vida”, sobre aquellas que dejan sensaciones fuertes posibles de resucitar, que se esconden, profundas, y se despiertan para ser tomadas nuevamente… Esas danzas que son una “habilidad desarrollada” y que traen consigo también esa habilidad de despertarlas, poniéndolas en juego nuevamente (es decir, de despertar aquel contacto sensible con el movimiento, con momentos especiales grabados a fuego, y por ello haciéndose importantes frente a las demás experiencias, siendo imponentes en la memoria, memoria que es más del cuerpo que del recuerdo racional).

A partir de principios físicos elegidos se desarrolla un trabajo pautado coreográficamente con precisión, con acciones físicas que van de lo cotidiano a lo sublime del movimiento, donde la dinámica y su entramado es propio de la danza. Recursos como: la conexión de los cuerpos recorriendo el espacio; retrocesos y reversas del movimiento; trabajo con los objetos escénicos; motores de movimiento y motores expresivos (específicamente como los pies/piernas). Principios físicos, como ser: el armado y desarmado del cuerpo, las caídas y suspensiones, las vibraciones, la automanipulación de partes del cuerpo y el motor de movimiento omóplato-cintura escapular-brazos, entre otros. Todos desarrollándose como recursos técnicos corporales y como construcción de sentido, donde la banda sonora que acompaña las escenas son músicas elegidas con un significante autobiográfico particular.

Estas maneras hacen que un cuerpo en escena no sea un rol, ni un personaje. Sus discursos se fundan desde el movimiento, creando una dramaturgia específica del mismo.

No es el caso de la obra actual que estoy realizando, la cual es una obra con dramaturgia textual y dirección teatral de Diego Bernachi, “Función privada” (obra que fuera creada en pandemia, de manera virtual, y que fue presentada presencialmente en los meses de enero, febrero y marzo de 2021). Está conformada por el monólogo que realizo, “Ensayo de un adiós”, en el que actúo y bailo hacia al final, pero esa danza es una construcción desde el personaje de la obra, entonces es una representación bailada de ese personaje.

Creo que sí hubo un cambio en la elección de qué producir. Mis primeras obras estaban relacionadas con el Teatro danza, como en 2004, “Como la que se extravió…”, obra que obtuvo premio nacional como “Mejor espectáculo en otras disciplinas escénicas”, otorgado por el Instituto Nacional del Teatro, en Bs As. en 2006 y que recorrimos muchos festivales y provincias del país hasta el 2007. Si bien respondía a una estética particular del teatro danza, mi obsesión era el entramado grupal y los gestos de movimientos.

Como la que se extravió (Ph. Marga Fuentes)
Como la que se extravió (Ph. Marga Fuentes)

Para finalizar, creo que son diversas las posibilidades que me ha tocado atravesar en mi trabajo con la danza contemporánea. El trabajo docente está condicionado por el espacio o institución en que se desarrolla y que se quiere lograr con esos alumnos. Por otro lado, me involucro en el trabajo de laboratorio, el de indagar acerca de lo que se quiere lograr para la producción de una obra en particular, como lo que realizo con mi grupo La Rendija (siendo coreógrafa y bailarina a la vez). Y cómo intérprete, servir al planteo de obra que quiera lograr cierto director. Todas estas formas me han nutrido y estimulado para pensar la danza, donde mi práctica de la danza son señales de mi implicancia física y artística de mis distintos procesos.

Mordazas para mi boca no,

Ni para mi cuerpo, que forma parte de ella y de mi

Mi idea de mí misma

(V.Pucci)

Marcela González Cortés es chilena, radicada en Argentina desde 1989. En Chile integró el Ballet del Liceo Experimental Artístico (1985-1988) y El Ballet Oficial de Cámara de la Corporación Cultural de Antofagasta-Chile (1988). Ya en Argentina obtiene el título de “Bailarina en Danza Contemporánea” de la Carrera de Danza Contemporánea de la Facultad de Artes de la UNT. Es Docente en la Facultad de Educación Física de la UNT desde 1997, integra la Cátedra de Gimnasia. Investigadora de la UNT en proyectos de la Facultad de Artes desde el año 2005. Integró el Grupo Independiente de producción y formación en danza contemporánea “El Estudio” en Tucumán (1993-2014) y Fue seleccionada para el Grupo Oficial de Danza Contemporánea de la Provincia de Tucumán (2001-2004). Ha dictado cursos en Argentina, Chile y Brasil. Dirigió espectáculos de danza contemporánea, danzateatro y videodanza, desde 2004 a la actualidad, presentándose en festivales nacionales e internacionales. Obtuvo Beca “Capacitación para Directores del NOA” con el Director, Dramaturgo y Cineasta Federico León (2007-2009). Fue jurado en festivales de teatro en Tucumán, Jujuy y La Rioja.  Como Gestora, organizó los “Encuentros  Regionales y Nacionales de Teatro-danza del NOA” en Tucumán, Festivales bienales en 2002, 2004, 2006 y 2008. Directora del Grupo LA RENDIJA, producción en artes escénicas del movimiento. Actualmente integra el staff docente de la Fundación Bajo Jardín en la formación de bailarines de nivel avanzado. Fue Directora del espacio LA 11-ESPACIO DE MOVIMIENTO, en formación y experimentación en técnicas relacionadas al movimiento, desde el 2015 en Tucumán-Argentina.


[1] Elba Castría fue una legendaria bailarina, docente y coreógrafa. Considerada un ícono de la danza en Tucumán, fue la impulsora de la creación de la carrera de Danza Contemporánea en la Facultad de Artes de la Universidad Nacional de Tucumán (UNT). Falleció el 5 de octubre de 2016, en San Miguel de Tucumán. Fuentes: https://www.lagaceta.com.ar/nota/884324/actualidad/mujeres-provincia-elba-castria.html y https://balletindance.com/2016/11/10/elba-castria/ .

[2] Beatriz Lábatte es docente, investigadora, bailarina y coreógrafa de la Universidad Nacional de Tucumán, y referente de la danza contemporánea a nivel nacional. En sus clases y también en sus textos ha realizado un aporte fundamental a las problemáticas de la danza, el teatro y las artes del movimiento, desde hace más de 30 años. Fue docente de la cátedra de Técnica Corporal I y II de la carrera de Teatro en la Facultad de Artes. Su libro más reciente es Racionalidad técnica y cuerpo danzante. Devenires escénico-teatrales, publicado por el Instituto de Artes del Espectáculo de la Facultad de Filosofía y Letras de la UBA. Fue la impulsora de la creación del Ballet Contemporáneo de la Provincia, al iniciar su Curso Anual de Danza Contemporánea, en el 2000. Fuentes: https://enteculturaltucuman.gob.ar/ballet-contemporaneo/ y https://www.lagaceta.com.ar/nota/737757/actualidad/beatriz-labatte-hay-estallido-corre-limites.html.

2 respuestas a “La memoria del cuerpo en «estado de danza». Entrevista a Marcela González Cortés”

  1. FB dice:

    Conocí a otra Marcela en la danza su pasión . Marcela entregando y expresando lo que ama en el escenario, completo la Marcela que conocía la Profesora mi Colega

  2. Ayelén dice:

    No sabía que no hay una ley de danza! Qué lindo leer así sobre Marce, cuántas referentes mujeres para seguir conociendo y reconociendo.

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