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PENSANDO UN POCO EN LOS ESCRITORES TUCUMANOS DESDE JUJUY

Por Meliza Ortiz |

Yo conozco Tucumán por haber ido a hacer cosas literarias. Antes cuando era chiquita pasamos por ahí y me quedó grabado un parque grande que vi a través de la ventanilla del auto de mi familia, que ahora creo que debe ser el Parque 9 de Julio. Pero la primera vez que fui yo sola en colectivo a Tucumán y me interné en las calles del centro buscando un restaurant donde ya estaban reunidos otros a la hora de almorzar, que es la hora a la que yo llegué, fue para una vez que me invitaron a ir al Mayo de las Letras, en 2008. Yo había publicado hacía poco mi primer libro de poesía y fui a leer poemas de ahí. La visita fue como medio rápida. No me acuerdo mucho de quiénes más estaban en las mesas de lectura esa vez. Como que no me hice amiga de nadie esa vuelta, capaz por timidez. Me acuerdo, sí, que al día siguiente, antes de volverme a Jujuy, fui hasta el Ente Cultural a dejarle un ejemplar de mi libro al director de Letras, Ricardo Calvo, que era el que me había invitado. También me acuerdo que en la entrada del Caviglia me crucé con el profe Arturo Álvarez, mi profe de Literatura Europea en la facultad en Jujuy, que viajaba todas las semanas desde Tucumán y era un capo que le encantaba de verdad la literatura y el cine y que tenía humor. Me contó que su hija trabajaba en el Ente y capaz por eso él estaba ahí. Pero tengo como lejano el recuerdo y de lo que más me acuerdo es de las calles del centro, de cómo atravesar la terminal para llegar a donde están los taxis, y del hotel, que estaba bueno. 

Después de eso, a fines de ese mismo año conocí a poetas tucumanos a través de la publicación de la antología “Poesía Joven del Noroeste Argentino”, que editó Santiago Sylvester con el Fondo Nacional de las Artes. En la presentación que se hizo en Salta, conocí a Manuel Martínez Novillo, Fabián Soberón, Denise León, Sylvina Bach, Pablo Dumit, Myriam Leal, Guillermo Siles… Había otros poetas tucumanos en la antología pero quizá no fueron a esa presentación y por eso no me acuerdo.

En el siguiente viaje a Tucumán, que fue en 2011, fui a un Simposio de Literatura del NOA organizado por la UNJu, la UNSa y la UNT, que también se hizo en el Caviglia, a una mesa panel foro de escritores del NOA en el nuevo milenio. Ahí estábamos con otros poetas de la región y había un escritor tucumano más grande que nosotros, que leyó cosas como de ciencia ficción extraña como un poco místicas –o quizá mi memoria me lo tironea para ese lado-, que se llamaba Arturo Álvarez Sosa –igual que mi profe, pero con “Sosa” al final- y que parecía como un poco distante, como si no le pareciera del todo correcto que estuviéramos ahí al lado de él unos veinteañeros foráneos y desconocidos leyendo poesía breve y coloquial sobre nuestras vidas privadas transcurriendo en el mundo real. Creo que ni nosotros ni él hicimos por saludarnos o por saber de qué se trataba todo lo que estaba pasando en esa como tensión que se respiraba en el medio entre él y nosotros, entre nosotros y él (con todo respeto, señor Álvarez Sosa). Pero bueno, ahí en el palier de entrada al edificio del Ente, había una librería puesta exclusivamente para el Simposio, como una especie de feria de libros pero que la atendía una sola persona: un chico tucumano alto al que le pregunté si le podía dejar algunos ejemplares de mis libros para poner ahí a la venta y que me dijo que sí. La cosa es que ese chico después, a la salida, nos invitó a un compañero jujeño del evento y a mí a ir a tomar un café al frente para charlar. Se trataba de Alfredo Aráoz, que trabajaba en el área de Letras del Ente, que también escribía –y escribe- y que insistía en que nos quedáramos más tiempo en Tucumán, lo cual no podíamos hacer porque ya teníamos los pasajes de vuelta comprados para salir en un par de horas de vuelta a Jujuy y porque era como muy de pronto todo. Quizá fue porque en vez de café nos tomamos una Norte. Pero la cosa es que a partir de ahí quedamos en contacto con Aráoz y nos hicimos amigos, digamos.

Así, al año siguiente, en 2012, a través de Aráoz (gracias Aráoz), me volvieron a invitar al Mayo de las Letras. Ahí me tocó leer en una mesa donde conocí a María Belén Aguirre y un muchacho que creo que era su marido, y que estaba un poco enojado porque algunos se pasaban del tiempo de lectura y como que directamente te lo hacía saber en voz alta en medio de la mesa. Cuando terminó la mesa, yo le hice un comentario en tono amigable sobre eso pero me quedó la sensación de que al muchacho como que no le hizo gracia (perdón muchacho). Ellos se fueron porque se tenían que ir y yo me quedé charlando con Alfredo y otra gente escritora que empecé a conocer ahí, porque habían ido a escuchar las lecturas, como por ejemplo Rodrigo Suárez Ledesma, que ahora vive en las playas de Cataluña pero que entonces vivía en Tucumán. (Dicho sea de paso, porque no es estrictamente un dato tucumano pero lo quiero decir, también ahí la conocí a Belén Cianferoni, de Santiago del Estero, que también había leído en la mesa). La cosa es que de ahí nos fuimos con esta banda de gente a un bar llamado Pangea, donde tomamos cerveza, que es la mejor parte de cualquier evento cultural (pido perdón a los eventos culturales por estas declaraciones. Gracias), y ahí apareció Pablo Donzelli (el responsable de que yo esté escribiendo este artículo y que me dijo que no era necesario que lo nombrara aquí en esto que estoy escribiendo pero yo igual lo nombro porque sí me parece sumamente necesario, aunque el muchacho sea mitad santiagueño y mitad tucumano) y también estaba Máximo Olmos. Ahí me contaron de la existencia de la revista Trompetas Completas y me regalaron un par de ejemplares, gracias. Rodrigo Suárez Ledesma me dio su libro “Una noche exacta” que viene en una pequeña cajita de fósforos cuyo cajoncito interno se abre tirando de un hilito y adentro está en miniatura el libro. Gracias Rodrigo. Alfredo me tiró un maní adentro de mi vaso de cerveza. Gracias Alfredo. Con ellos seguimos en contacto. Una vez que fui a la Feria del Libro de Buenos Aires a atender el stand de Jujuy, me encontré de nuevo con Donzelli, que estaba en el stand de Tucumán, y me dio su novela “Jugo” y yo le di mi libro de teatro. (Y así con Donzelli nos seguimos intercambiando material: en enero yo le mandé mi ultimito libro de poesía y él me mandó “El diario de Pablo”. Gracias Pablo). 

Después en la facultad, en Literatura del NOA, me enteré de la existencia de, y leí, la novela “Una lágrima por el cóndor” de Dardo Nofal. Y también conocí por ese medio al grupo La Carpa, donde estaba el capo salteño Manuel J. Castilla y cuyo líder era Raúl Galán, jujeño (carita de guiñar un ojo y sacar la lengua al mismo tiempo, je). En el grupo La Carpa había muchos más, no sólo de Tucumán, sino también de varias provincias del NOA, y se conocieron todos ahí en ese polo de la cultura del Norte que era el Jardín de la República, desde donde emitieron la polémica declaración de que en esta parte del país la poesía empezaba con ellos. 

Retomando la crónica de viajes, la siguiente vez que fui a Tucumán, fue con los chicos de la revista y editorial Intravenosa, en 2013, y fuimos a la FLIA (Feria del Libro Independiente y Alternativa) que se hizo en el hermoso patio de la sala teatral La Sodería. Ahí estaba Álvaro Cormenzana (jujeño, pero también un poco tucumano Álvaro) y, además de los que ya eran amigos del viaje anterior, ahí lo conocí a Marx Bauzá, que ya éramos amigos por Facebook desde un poco antes. 

Otra vuelta que fuimos a Tucumán en 2014 con una obra de teatro que la presentamos en el Festival “Tinku” en Tafí Viejo y también en la sala de El árbol de Galeano, lo conocí a César Di Primio, que también escribe, en un bar del centro que tenía barriles de madera a modo de mesas. 

En Jujuy también conocí a algunos escritores tucumanos que vinieron por ejemplo a las distintas ediciones del Festival “Sumergible”, como Gabriel Gómez Saavedra y su plaqueta de poesía “Huecos”, Horacio Baca Amenábar y su libro “Sucedáneos”, Renata de Santis, Dardo Solórzano, Victoria López Vera y su libro “Demasiado”. Y en el último Encuentro de Escritorxs “Banzai” estaban Nacho Jurao, Gabriela Olivé, Fabricio Jiménez Osorio (que es de Santiago del Estero pero me parece que vive en Tucumán). También en Jujuy lo conocí a Víctor Redondo cuando yo trabajaba en un centro cultural al cual él fue a leer sus poemas (y que nació en Buenos Aires pero vive en Tucumán). Y fue también en Jujuy, si mal no recuerdo, que llegó a mis manos «El libro de la alegría» de Alejandro Nicolau, de una vez que vino Alejandro con Rodrigo Suárez Ledesma y se hizo con ellos una ronda de lectura en el bar de otro centro cultural de acá, en 2012. Y después, en agosto de este año vinieron los escritores cronistas de Tucumán Zeta a presentar su libro de crónicas de mirada ultralocal tucumana “Aquí adentro”: Exequiel Svetliza, Pedro Noli y el ya mencionado y distinguido Alfredo Aráoz. 

¡Ah! Y conozco a un dramaturgo tucumano: Martín Giner (que no nació en Tucumán pero vive ahí). No lo conozco en persona pero vi una obra suya dos veces, “Freak show”, puesta en escena por dos grupos teatrales distintos: uno de Santiago del Estero y otro de Formosa, en la Fiesta Nacional del Teatro, que en 2014 se hizo en Jujuy. 

También podría nombrar más escritores tucumanos que conocí muy recientemente en el III Festival Intergaláctico de Escritores –Oficial- FIDEO, pero en realidad no puedo porque sería hacer trampa, ya que sólo puedo poner datos recabados espontáneamente sin haber sabido que lo estaba haciendo, y eso es necesariamente hasta la fecha en que me llegó la invitación a escribir esta columna, que fue el 2 de octubre de 2019 a las 20:13 hs. Perdón. Gracias.   

Mi balance, si es que hay que hacer un balance, es que hay mucha gente tucumana que escribe, muy distinta entre sí en todo, y que conozco más a los de mi generación que a los de antes o a los “canónicos”, que seguramente existen, y cuyos nombres no me animo mucho a aventurar por miedo a meter la pata y que no sean tucumanos o algo. (Insisto: escribo esto sin fijarme nada en Internet ni en ningún lado). También que conozco a más poetas que a narradores o dramaturgos. 

Quizá podría agregar más gente, pero estos son de los que más me acuerdo y la consigna era “no investigar”, lo cual me parece perfecto porque así es más espontáneo todo. Sólo puse a los escritores que conocí en persona (salvo los “canónicos” como los de La Carpa y eso, que por razones generacionales obvias no los conocí personalmente) y a quienes escuché leer o cuyos escritos leí o vi en escena.

Así que hasta aquí llega mi memoria. Y bueno, me despido con el clásico “perdón si me olvido de alguien”, pero en serio perdón si me olvido de alguien. Es que, bueno, “todos estos años de gente”, diría el flaco Spinetta… (que nació en Buenos Aires pero se hizo amigo de Mercedes Sosa, lo cual ya lo tucumaniza bastante). 

4 respuestas a “PENSANDO UN POCO EN LOS ESCRITORES TUCUMANOS DESDE JUJUY”

  1. Ezequiel dice:

    Puede ser que en la FLIA hayas leído un poema que contaba que veías boxeo con tu papá y te explicaba cosas técnicas?

    • Meliza dice:

      Siii! Es muy probable que haya leído ese ahí! ☺

  2. Raquel Guzmán dice:

    Buenísimo el artículo, se podría haber llamado crónica de los escritores-taxi o cómo leer a nuestros amigos del Noa y no morir en el intento. Besos!

    • Meliza dice:

      La idea de «escritores-taxi» está muy buena! 🙂

      Gracias, Raquel!
      Besos!

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