Por Fabián Soberón |
Alberdi fue escritor, pensador, político y músico. Además de haber escrito El crimen de la guerra y Bases (entre otros), Alberdi escribió textos sobre música y tocó el piano con dedicación. Como un Roland Barthes anticipatorio, el muchacho nacido en Tucumán anotó algunas ideas sobre la moda y sobre las vicisitudes de la sociedad de su tiempo.
Pola Suárez Urtubey publicó un pequeño libro sobre los escritos musciales de Alberdi. También existe el tomo (publicado por Emecé) que compila los textos sobre música del propio Juan Bautista Alberdi. En «El espíritu de la música» –un breve diccionario que emula el célebre diccionario de Rousseau– Alberdi escribe una definición de músico que desilusionará a algunos: músico es menos el intérprete que el que compone y piensa la música.
En la entrada dedicada al genio, sostiene una idea en el marco del romanticismo ya reinante: «el genio no necesita definición; se siente únicamente». Dice, también, que Beethoven es más temerario que Mozart y Haydn y agrega: “nadie ha conocido mejor que él los efectos de la instrumentación, en que ha hecho muchísimos descubrimientos: pero comúnmente es bizarro y parece más bien improvisar que seguir un plan meditado”. Por el contexto de la afirmación, podemos suponer que Alberdi consideró a Beethoven como un compositor extravagante a pesar de “los defectos que se le escapan” en sus piezas. Destaco esta consideración de Alberdi para mostrar no solo la opinión del tucumano sino también cómo cambian las recepciones de los compositores célebres.
Respecto a los instrumentos destaca al violín, a la flauta y al referirse a los instrumentos de percusión dice algo curioso: «parece a primera vista que todo hombre robusto es apto para ejecutarlos; se nota, sin embargo, que para el timbal es necesario una cierta soltura de puños, y un tacto que no se puede analizar, pero que se distingue fácilmente».
Quisiera detenerme en esa frase anotada al azar: “un tacto que no se puede analizar”. Alberdi parece decirnos que hay algo en la música que escapa al análisis racional, un elemento de la música –en la interpretación– que no puede ser definido, algo inasible. Alberdi –quizás en consonancia con su incipiente adhesión al romanticismo– sostiene que una parte de la realidad no se entiende (o siente) con la razón. Es muy probable que si le hubiéramos preguntado a Alberdi sobre esto, hubiera dicho que una zona de la vida no se percibe de modo mejor con la razón. Como sabemos, Alberdi no solo fue un escritor que pensó la música sino que fue un filósofo. En estas notas breves también se aprecia el pensamiento de un filósofo.
En la misma entrada, realiza una afirmación sobre la guitarra que podría sorprender a algunos lectores distraídos. Y, sobre todo, generaría enojo o bronca entre los nacionalistas al paso, esos que siempre abundan en nuestro país. Alberdi escribe: “Cuesta mucho imaginar el mejor de los instrumentos, pero no cuesta nada designar el peor. Yo pido perdón a los amantes de la guitarra: será extravagancia, será mal gusto mío; pero me parece que este instrumento ¡es muy pobre de medios! para someterse a los progresos tan rápidos del arte musical. Como los vestidos de los niños que se inutilizan completamente cuando han adquirido su desarrollo, así la guitarra solo pudo ser útil en la infancia de la música”.
¿Qué diría un nacionalista sobre el desprecio de la guitarra? Hago esta pregunta al pensar, sobre todo, en el lugar que ocupará la guitarra en la conformación de lo que Diego Fischermann designa como la invención de la música folclórica en Argentina. En contra de lo que piensan los nacionalistas conservadores, el folclore no surgió de la esencia nacional del pueblo sino que fue un invento político, una estrategia para mejorar el posicionamiento ideológico de los conservadores en el presente. Por supuesto que esto que digo es una simplificación pero el pasado y el futuro parecen no desmentir mis “extravagancias”. La opinión de Alberdi sobre la guitarra –instrumento clave en la invención del folclore– es una prueba acerca de que fue una decisión, un invento, colocar a la guitarra como raíz surgida de la esencia del suelo patrio. En todo caso, no fue la raíz esencial para Alberdi. Fue, quizás, la generalización del gusto de la generación que dijo amar la tierra, el poncho y la guitarra.
Nació en Tucumán, Argentina. Es Licenciado en Artes Plásticas y Técnico en Sonorización. Se desempeña como Profesor en Teoría y Estética del Cine y Comunicación Audiovisual en la UNT. En 2014 obtuvo la Beca Nacional de Creación otorgada por el Fondo Nacional de las Artes. Colaboraciones suyas se difunden en publicaciones nacionales e internacionales. Integra las antologías Poesía Joven del Noroeste Argentino (compilada por Santiago Sylvester, FNA, 2008), Narradores de Tucumán (compilada por Jorge Estrella, ET, 2015) y Nuestra última Navidad (compilada por Cristina Civale, Milena Caserola, 2017), así como el diccionario monográfico La cultura en el Tucumán del Bicentenario, de Roberto Espinosa (2017). Fue traducido parcialmente al portugués, al francés y al inglés. Libros publicados: la novela La conferencia de Einstein (1ª edición en 2006; 2ª edición en 2013); en el género relatos: Vidas breves (1° edición en 2007; 2° edición en 2019) y El instante (2011); en el género crónicas: Mamá. Vida breve de Soledad H. Rodríguez (2013), Ciudades escritas (2015) y Cosmópolis. Retratos de Nueva York (2017); y el volumen 30 entrevistas (2017). Como director de cine, realizó los documentales Hugo Foguet. El latido de una ausencia (2007), Ezequiel Linares (2008), Luna en llamas. Sobre la poeta Inés Aráoz (2018), Alas. Sobre el poeta Jacobo Regen (2019) y GROPPA. Un poeta en la ciudad (2020). Con los músicos Fito Soberón y Agustín Espinosa, editó el disco Pasillos azules (AERI Records, 2019).