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ISSN 2684-0626

 

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Libros Tucumán es una librería especializada en literatura de Tucumán ubicada en Lola Mora 73, Yerba Buena – Tucumán.

 

 

 

 

 

ALEJANDRA DÍAZ, UNA BREVE MIRADA

Por Mónica Cazón |


Ella, la que nombra la vida
y los peces 
al dolor, los instantes brevísimos de luz.
La ella del no-olvido, de la entrega 
que rasga el horizonte 
y palpa el impacto vital 
de la palabra.
La intensa, loca 
que alborota con sus alas
las ciudades. Ella, 
la poeta.


M.C.

 Alejandra Díaz es la chica beat, la mujer cóndor, pero, sobre todo, la poeta. En el sentido más amplio del significado, como es el de, mediante la escritura, expresar emociones, pensamientos, sentimientos o sensaciones de una manera peculiar. Según diversas fuentes, la poesía como género literario tiene sus más profundas raíces en la tradición de la literatura oral, llegando más tarde a transmitirse por escrito cuando en la antigüedad empezaron a difundirse sistemas de escritura lo suficientemente complejos como para expresar lenguaje poético mediante símbolos escritos. Díaz, a través de sus textos, recorre regiones desconocidas. Una mujer que observa, contempla, reflexiona y escribe, que ha hecho de la poesía su lengua. El modo de comunicarse con el mundo. 

       En 2013, Díaz publicó La piel del mundo; en 2016 vio la luz Polaroid, y participó en Arpegio, de la Colección Antologías Ensamble de Voces. Y Ceremonias-memoria del agua (2017).  

           Dice la escritora En cuanto a lo ceremonial, no he pretendido dedicarme a lo religioso o sacral, pero sí a los actos más comunes, habituales, que forman parte de nuestras vidas, incluso a los que realizamos significativamente en actos propios intransferibles, íntimos en un intento de búsqueda de orden en lo caótico de la vida misma. Asocio los recuerdos, apelo al no-olvido, la memoria de los antepasados, los sueños son a veces el escenario de temas comunes a nuestra historia insertos en una sociedad (La Gaceta, 2017)

En Ceremonias-memoria del agua, la autora se manifiesta en Sinfonía: es leve el sonido/que hacen las flores/cuando caen a la tierra/es una canción/mezcla de silencio/y minúsculo retumbe/ se vive renaciendo/ en estas ceremonias/ un chamán que/mirando a la luna/al sol/ oliendo el aire/ tras huellas en ríos/recupere la memoria/de los pueblos /conociendo/la dirección de los vientos/dibuje un norte/un sur/que sin palabras/sepamos de una vez/qué hacer con todo/con todo lo perdido.

       Contundente poema que marca la reconstrucción de la memoria, de las costumbres de su tierra y la fabricación de lo que creemos recordar con veracidad y sin embargo se diluye en el agua. Versos despojados, de ritmo parejo y vocabulario cuidado.  El sujeto lírico, la voz que se filtra a través de la poeta, no en un ser insatisfecho, sino alguien que asume la pérdida y exhorta a seguir disfrutando la vida. 

       Dice también esta mujer, Desde que yo recuerdo me interesaron las sociedades, sus casi imperceptibles movimientos. Y su relación con los cuerpos, siempre en danza, en una banda ancha que va desde pulsiones biológicas hasta aspiraciones místicas, anclados en neurosis, bailando con el eros. Las sociedades escriben su marca en el cuerpo. Lo nutren, lo violentan, lo seducen. Lo enajenan. Mis narraciones se ocupan de esos movimientos poco o nada perceptibles, casi invisibles, cotidianos (Blog de Narradoras Argentinas) lo que nos confirma la versatilidad con la que encara la hoja en blanco.   

      Interesada también en otra lengua, y otras culturas, Díaz afirma que suele escribir versos sin respetar los signos de puntuación para darle continuidad a los sentimientos. 

Vuelca su escritura en otro de sus compromisos, la historia latinoamericana, las problemáticas del exilio y del ser mujer.  

       La rebelión consiste en mirar una rosa hasta pulverizarse los ojos (A. Pizarnik) es la cita con la que comienza el libro La piel del mundo (2013). Allí, la autora habla de esa piel interna y externa, la piel que todo lo vive, y nos desgarra con el tema de los desaparecidos en las dictaduras latinoamericanas y las madres que buscan a sus hijos.

La escritora sale de esa epidermis, se desnuda y alcanza la piel del mundo con sus alegrías y dolores que atesora en la memoria, y luego fluyen.  Cada verso escrito con precisión y cuidado. En el siguiente poema, la autora se desespera, toma conciencia de la importancia de la palabra, de esa palabra que no alcanza, pero que defiende a rajatabla.

Como en otro de sus poemas Escribir: La palabra es una utopía/cuando uno se aproxima a nombrar/ no alcanza…/entonces uno camina/aparece el frutero/la vendedora de diarios/la vecina y los perros/acurrucados en la escarcha/pueden decirse niños y seguir teniendo una sombra/que no abarca al niño/pero la historia es un indudable concierto/tiene alas de papel y un ruido/de hoja labrada a veces con sangre/a veces con luces/escritas en el agua, en el fuego del mundo/en un grafiti que es el mundo-mudo/de quienes lo inventamos día a día

           Lo cierto es que surge una voz que parece relevar sutilmente otras voces, propias, que vencen la realidad con una potente lírica. Porque la autora nos da, se brinda, escucha las “otras voces”, como dice Juarroz, entre quien da y quien recibe/entre quien habla y quien escucha/ hay una eternidad sin consuelo/el poeta lo sabe.           

          Intensa, cuando manifiesta, en Lazos de su libro Polaroid, (2017)  mis padres no envejecen/solo van perdiendo paulatinamente la visión/es decir ahora se crean mundos/completando el que conocían/años y años modos de mirar/de ver las cosas la vida/entonces uno allá/el otro más cerca cuenta/he visto el cielo de Grecia/- dice mi padre –/mientras me muestra las fotografías/ he visto a tu padre volviendo a la casa /- dice mi madre –/entonces entiendo/mi padre habita otro lugar/no necesita quién/le indique el norte/mi madre nos ve en casas de infancia/- su fortaleza es enorme – 

pienso/habrá que volverse niños/para verla reír en la plaza/ allá están las palomas “- le digo/“me esperan– dice. Nuevamente su mirada se detiene en el otro, ese otro que puede ser un amigo, familiar, o el mundo mismo. Finito e infinito.
    Cuando habla del significado de su escritura, Díaz nos relata Nada sucede, sin que el universo se conmueva, desde ahí, desde ese acto sublime nos deslizamos como río de palabras, que son sentires, que son miradas, que son caricias.

    Escribo desde los sueños, desde el amor, ese pez escurridizo al que nunca se alcanza, ese utópico ser que me abraza de a instantes brevísimos, que no tiene un nombre ni un rostro. El amor que es una obra de arte » viva » que se transforma permanentemente y es libre, desde mí, desde un » otro”, al que no he conocido todavía.

    Escribo por no morir.  (pieldemundo.blogspot.com)

     Pasado y presente, memoria, problemáticas sociales, universo, amor-muerte-desamor, abandono, ritmo, música, tradiciones y mucho más, nos propone la poeta en sus escritos. Lo que está claro es un concepto de escritura que maneja con fluidez. Auténtica y aguda, deliberadamente poética.     

     Gelman lo dijo Para mí la poesía puede ser un árbol sin hojas que da sombra. Es el lenguaje calcinado, último. Es un modo de interrogar la realidad, interrogándose. Creo que no podría vivir sin ella.

    Al parecer, Alejandra Díaz tampoco puede vivir sin ella.

7 respuestas a “ALEJANDRA DÍAZ, UNA BREVE MIRADA”

  1. Querida Mónica, uno recibe tus palabras que dan luz sobre lo que uno de sí mismo no puede decir y así tejemos un acto poético entre tu generosidad de lectora- inmensa escritora- a mi mundo poético. Gracias gracias, por esa mirada y tu presencia amiga de siempre!

    • Mónica dice:

      Un gusto leerte, un gusto y un privilegio conocer a la poeta desde siempre. ¡Gracias a vos Alejandra Díaz!

  2. Susana dice:

    Es un placer leer a ambas Domingo literario

  3. Ana Maria Mopty dice:

    Excelente poesia de Alejandra Diaz y excelente y respetuoso comentario de Monica Cazon. Agradecimiento a las dos.

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