Por Renzo Cecenarro |
No es cosa sencilla recibir tanta data fotográfica –y de golpe- al abrir las redes en nuestro celular. Es difícil ubicarse en esa partida de ajedrez adonde unx decide constantemente qué ver, qué recibir. A mí me sienta cómoda la seguidilla del humor, pero también la interpelación profunda, de quien trata de crear sentidos sociales y emociones con la mirada. Amo encontrar fotos que disputen territorios, que contradigan o que digan otro poder, que tranquilicen o den ganas de abrazar, que te dejen deshilachadx, que luchen vociferando, que vivan y que también se anulen fugazmente como la ciclista que pedalea a la velocidad de un viento. Y el universo de partida es vasto, los lenguajes actúan como jardines colgantes o como pastos secos. Todo vale, nadie no juega. La diversidad nos motiva, todo trabajo es un arte, hasta mi viejo es un productor contundente de fotos, pero también los sentidos son efímeros, el público es efímero, las distracciones cuestan horas y el capitalismo es insoportable.
Luego de tirarle varios idiay a mi celular buscando esto que no sé bien qué es pero que no puedo parar de relacionarlo con el tiempo y la dimensión simbólica de la realidad, aparece en el inicio una foto de @_blackmambo_ que como díptico se vuelve tríptico, me confunde para lograr detenerme, y sosteniéndome en una tremenda paz, me permite oír un relato de entrecasa.
De niño también me ocurría esto: cada tanto me dejo llevar por los reflejos del vaso de agua. Pero ahora es distinto. Una gota de suavidad lo colma. Los tonos provienen de ambientes amables, bañados por la luz de una ventana. Alguien mira la nada desde su colchón, y la nada desembarca. La flor mira y es la voluntad de mirar la que la vuelve persona. Respira su propia madera, amanece, se mueve lento aunque no podamos percibirlo. Es la historia inicial. A partir de ella ingreso a la cuenta, y automáticamente se reconoce música visual. Armonías tenues que se vinculan con mucha definición. A primera vista la arquitectura del sitio despierta frescura, pero también seriedad, concentración, relajación. No hay gente riendo. La desnudez se propone como principio discursivo. Las curvatorias son de ámbar, y cálidamente recordamos que la piel es un verbo vegetal.
Lo que parecía ser otro polvoroso día en la mente se vuelve una exploración continua, decidida a que olvide mis programaciones diarias. Cedo a la navegación, y obtengo un suceso muy valioso: llenar de preguntas mi tarde de otoño.
cuerpxs agrietándose como insectos
cuerpxs ahuecados como flores
cuerpxs nido
cuerpxs de brote
cuerpxs costuras de alambre
cuerpxs de naturaleza política, de nervaduras indóciles
Rodrigo Salinas tiene en su laboratorio un imán óptico con el cual pellizca momentos perfectos de despojo. Luego los suelta al vacío cual mariposas. Y con vacío no me refiero a ausencias o desprotección, sino a momentos inertes de nuestra vida diaria, a movimientos trazados por algún soplo de los huesos. Una respiración alma, un aleteo antiguo, una reseca cáscara de mandarina, una herida naranja en la pared, o un brillo de los pelos en la axila, o el aceite que chorrea por las manos cuando la sensualidad las encandila. Siento una buena alegría al oler la alquimia de estas escenas, y escucho además a las plantas cambiar el color en sus hojas.
Desde mi actividad consciente tiendo a generar hipótesis ideológicas cuando observo el archivo de unx colega. Aparecen de golpe abriendo algunos cajones, tirando rayos equis de una sola palabra: ¿deseo? ¿qué? ¿cuánto? ¿creo? ¿a quién? ¿identidad? El fotograma es una palabra contextual. Y las texturas de Rodrigo son tan diminutas que necesitan del silencio para evocar las fuerzas y el dolor de existir. Fuerzas son las heridas. Fuerzas son germinar y amar, distanciar y explorarse.
Sigo el recorrido virtual, y también me detienen las filosas frases que acompañan las imágenes. Varias reflexiones se vuelven un debate interior. Aparecen brazos danzantes, piernas aisladas, cada mirada es una voz: ¿de qué sentís que estás fabricadx?. Una planta seca también habla de mí. A veces siento que la lluvia no me toca. El dorado dominante en las fotos no me recuerda a ningún sol, y por eso abarca la imaginación. Esta estrella es femenina, amamanta a bichos y plantas. Dadora luminotecnia. En concreto: los objetos sirven al placer del contacto, el goce sirve al acontecer del cuerpx.
Muslo rígido de pies caracola.
Clavícula de tallo y secreto.
Rodilla tensa, mirada dura, células que hacen sombra.
Esta mujer es de arcilla.
Un culo se desprende del espejo y naturalmente camina.
Me encanta que el perfil entero se pueda leer como un todo artístico. Aunque las estaciones varían, la tesitura de los colores hidrata la mirada de quien visita.
El mineral que predomina es el óxido de hierro. Anaranjado o amarillento, el contraste más fuerte lo tiene con los retratos en blanco y negro, y con el delicado bordó que nos recuerda que también somos animales sanguíneos. Animales desalumbrades, con herencia mamífera, decididxs a construir nuestra propia sexualidad. La fotografía de Rodrigo verbaliza la desnudez incallable. Esto que estoy siendo ahora, mi plenitud y mis mambos. Una entrega bellísima, y micro momentos de timidez. También hay un poco de encierro, mucho de ciudad, habitaciones que se abren y se cierran a la clorofila humana.
Me parece que cada retrato en el perfil tiene un destello íntimo de autorretrato. Desde lo que observo, la exploración es la dosis más potente. Lxs seres desnudadxs solfean sus bellezas y revelan ciertas incomodidades. Algunas fotos se vuelven atrapantes por su actitud confrontativa, tanto en la mirada como en lo rabioso de la pose. No hay mambo con estar en bolas. La circunstancia de modelar se vuelve anatómicamente algo inesperado, que la vista no prefigura ni supone. @_blackmambo_ encuentra el detalle y lo destaca con un una composición acertada. Esto genera curiosidad y efecto de perspicacia.
Toda biografía es un imperecedero rompecabezas de fragmentos y contradicciones.
La fotografía es diagnóstico repentino de un hacer y de un ahora que no se puede postergar. Puro tiempo. Pero también deseo escribir que esto no es un ensayo. Nada corresponde con nada de forma directa. No cabe destacar ninguna coherencia. Quizás emocionalmente no sea el mismo de hace unos segundos, y la luz filtrada en mis pupilas desde la mediación digital permite otros espectros. Las huellas que inconscientemente deciden quedarse crean una peli de cine mudo. Dos horas con el celular en la mano, fragmentos que son de otrxs que me hacen ser y me resignifican. El camino al que nos enfrentamos es al de la opresión: queremos ver las diferencias, lo que no está permitido ver, para crear muchos mundos con lo que vemos. Estas fotografías quieren que yo también desadormezca. Las cosas parecen dulces, y lo son. Pero detrás de la dulzura hallan manifestación y poder propio. Me encantaría que los pezones y los genitales no estén borrados u ocultos, así no hay que suponer ninguna línea, ninguna textura. Es lamentable que las aplicaciones virtuales confundan la electricidad artística e instalen la censura. El prejuicio se ha vuelto un automatismo robótico.
Scroll hacia arriba, regreso al inicio, la furia de la anteúltima foto publicada me sorprende. Hay un grito de desolación. ¿Nos escondemos de la intemperie o de la soledad del mundo? ¿Dormir para revisar, no ver para poder estar? ¿Quién soy ellx cuando estuvimos en la calle y la identidad rozaba una ausencia? ¿Qué desnudez se volverá una quimera?
Una cama en la calle significa dormir con la boca hacia abajo. Pienso que el ejercicio del cuerpx necesita de una casa y de un afuera. Como la sagrada vida de las plantas.
Rodrigo Salinas nace en 1984 en Tucumán, lugar en el que reside actualmente. Terminó de cursar la Tecnicatura Universitaria en Fotografía en la Facultad de Artes de la Universidad Nacional de Tucumán, y se formó en Gestión Cultural en la USPT de Tucumán.
Se desempeña como fotógrafo y gestor cultural freelance, e impartiendo clases particulares de fotografía.
Músico, fotógrafo y escritor criado en la provincia de Catamarca. Es egresado del Profesorado en Letras de la Universidad Nacional de Tucumán. Ha trabajado en diversas casas culturales del NOA como tallerista y colaborador, y participó en la prensa alternativa y la radio digital. Sus ensayos han sido publicados en diversas revistas literarias de Tucumán y Buenos Aires. Entre sus últimos trabajos como fotógrafo se destacan la tapa de Aguafuertes silvestres (libro póstumo de Roberto Arlt, publicado en 2019) el arte-disco de La ofrenda, de Cribas (editado en Japón y La Plata en 2020).