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ISSN 2684-0626

 

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«está comprobado que una comunidad que apoya su literatura tira menos papeles en el piso»

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Cañaverales y manos laboriosas

Por Cecilia Vega |

En el complejo Julio Piossek, ubicado sobre la ruta 325 en el cruce con la ruta interpueblo del Cercado, Monteros, el pasado 13 de julio nos reunió entre cañaverales la inauguración del cuarto MUMORA, Con-texturas Randeras, en el marco de la cuarta edición de BIENALSUR. Fue la primera vez que se expuso en el Cercado un MUMORA (Museo móvil de la Randa) para que toda la comunidad del Cercado pueda acercarse y conocer el trabajo que vienen haciendo conjuntamente las mujeres que conforman la cooperativa Randeras del cercado junto con la artista, docente e investigadora Alejandra Mizrahi y la antropóloga Lucila Galíndez.

La Randa es una artesanía textil que llegó con los colonizadores y se instaló en Ibatín, hoy se sigue realizando en el Cercado, Monteros, ubicado a cinco kilómetros del lugar de la primera fundación de Tucumán. Esta tradición pasó de generación en generación entre las mujeres que viven en El Cercado, de madres a hijas, abuelas a nietas, tías a sobrinas y entre vecinas. La Randa es un encaje que se realiza a la aguja con hilos de algodón, primero se realiza una malla que servirá como base para los futuros bordados, estos bordados pueden ser dibujos geométricos, simétricos o radiales; los puntos que van dando forma a los bordados tienen origen en el paisaje circundante: la lluvia, la esterilla, las florcitas, el panal de abejas, las espigas, etc. Así es como, independizándose de alguna manera de su origen, éste textil logra su particularidad valiéndose de los elementos que conforman el paisaje que lo identifica.

El día de la inauguración al llegar al predio y observar el MUMORA, lo que sabía sobre la Randa cobró otra magnitud, había visto fotos de los MUMORA expuestos en varios museos, y esa misma tarde unas horas después el cuarto MUMORA fue trasladado y montado en una sala del MUNT. Sin embargo, las randas puestas en diálogo con su territorio adquirían una complejidad nueva, o, mejor dicho, develaban su complejidad. Las tramas finísimas compuestas por nudos, colores blancos y naturales, fragmentos de siluetas transparentes que dejaban ver el cañaveral, el sol fuerte, un cielo celeste intenso con apenas unas nubes, conformaban el escenario de una de las obras de arte más potentes y hermosas que tuve la oportunidad de ver.

Con-texturas Randeras trabajó la temática de la corporalidad. Cuando Alejandra Mizrahi se refiere al textil menciona la existencia de una dimensión performativa: los textiles son elaborados por un cuerpo a partir de la repetición de un gesto. Sumado a esta dimensión performática, Con-texturas Randeras, nace de una exploración del propio cuerpo de cada randera. En los paneles del MUMORA nos encontramos con fragmentos de prendas imaginadas y creadas por cada randera para sí misma. Cuellos, volados y hombreras de Randa flotaban y dejaban entrever árboles y cañas de azúcar; fragmentos de prendas que vestían a cuerpos transparentes, de los cuales una podía momentáneamente tomar el lugar, cuerpos transparentes e increíblemente generosos, que nos permitieron ver por unas horas lo que los compone.

Esa tarde en la inauguración, al hablar sobre la importancia de que se conozca el lugar donde trabajan y realizan su labor, una de las randeras dijo: “así es el cercado, rodeado de cañaverales y manos laboriosas”; me quedé pensando en esta afirmación, en las  relaciones que se crean entre el paisaje y las manos que lo trabajan, en cómo se apropian esas manos del paisaje y lo piensan, en la historia y las tensiones que existen en torno a la caña de azúcar en Tucumán y las manos de estas mujeres tejiendo nudos con ajugas finísimas. 

Este año también tuve la oportunidad de conocer a varias de las mujeres que forman la cooperativa y escucharlas hablar sobre su historia, cómo aprendieron a tejer y por qué, el gusto que sienten por el tejido y lo que significa para ellas mantener viva esta técnica; la mayoría aprendió la técnica por sus madres o abuelas, quienes, además de trabajar en la zafra, tejían para tener un dinero extra para vivir y mantener a sus familias. Pasado, presente y futuros posibles se anudaron e hicieron presente ese día en El Cercado.

Esa potencia que desprendió el MUMORA durante esas horas me recordó una de las características, a mi parecer, más importantes que posee el Arte: la capacidad de estimularnos la imaginación, que no se circunscribe solamente al ámbito de las artes, sino que se desborda y filtra a nuestra vida cotidiana, permitiéndonos crear cosas antes impensadas.

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