Por Mónica Cazón |
Estudios de especialistas, educadores, fundaciones y asociaciones internacionales dedicadas a la lectura, nos muestran el marcado interés que existe por encontrar un método eficiente que conduzca a los chicos a formar una comunidad lectora. Se suman bibliotecarios y padres. Entre los niños tucumanos, y en Argentina toda.
Si los padres son lectores, ya encuentran en su propia historia personal el camino que los llevó a la lectura. Ahora, si los padres no son lectores, hay una dificultad. Cuando los niños no ven libros en sus casas o no ven a sus padres leyendo, cuando el libro no forma parte de lo cotidiano, entonces es difícil despertar su interés. El niño es un gran imitador. Si nos ven felizmente leyendo un libro, un diario o una revista, ellos verán que hay un mundo que atrapa a los padres. Y de ese modo es más fácil que lleguen a ser lectores. Lo segundo que hay que tener en cuenta es que hay que leerles. Antes de dormir, en los viajes, cuando se enferman. Hay que cantarles, recitar versos, coplas. Hay que abusar de la lectura. A veces no es fácil porque los padres trabajan, están ocupados o muy cansados, pero hay que hacer el esfuerzo. El mismo esfuerzo que hacemos para comprarles sus medicinas o sus zapatillas. Criar hijos implica un gran trabajo, creo que la parte más placentera del trabajo es jugar con ellos y leerles. También tiene que haber libros al alcance de los chicos. En la casa, en las bibliotecas del barrio, en la escuela o a través del intercambio. Los padres y los docentes deben tener la convicción del beneficio de la lectura. Hay casos en los cuales un niño dice «en mi casa no había libros, pero yo me volvía loco por ellos» pero son casos excepcionales.
Sin embargo, la problemática es compleja. Encontrar la estrategia para convertir a los niños en lectores (a partir del nacimiento) es ambicioso, porque ante un mismo estímulo los chicos reaccionan de manera dispar. No es lo mismo leer que saber leer. Aplicar las estrategias metodológicas conocidas y recrearlas, es una opción. Se pueden citar algunas como leer diarios, revistas, libros y trabajar con temas de interés del niño, colorear, crear historietas, realizar dramatizaciones sobre los textos leídos, inventar letras de canciones, frecuentar ferias de libros, ciclos literarios, asistir a obras de teatro y títeres sobre textos en estudio o recreativos.
Existen dos prácticas de fomento lector que los entusiasman, las rutas literarias y la lectura aumentada, aconsejadas por las destacadas especialistas Gemma Lluch y Maite Monar Vliet de la Universidad de Valencia. Queda claro que no es lo mismo trabajar la lectura junto a familias y escuelas que cuentan con los recursos necesarios, que en otras de situación vulnerable y marginal, en donde se debe reforzar las estrategias y herramientas. El fomento de la lectura está más allá de la alfabetización y tanto padres como docentes, talleristas y mediadores debemos prepararnos, estudiar y comprometernos en el proceso.
La familia es la principal responsable en esta causa, porque a partir de la oralidad comenzamos a formar lectores, lograr que el niño busque un libro no sólo por obligación, sino porque encuentra un espacio de expansión, es lo que aspiramos. También acompañarlos en la elección de las lecturas y permitirles leer en el formato que desean, es un paso hacia adelante (la tecnología debería ser una aliada). Pero, siempre hay peros, a pesar de lo enumerado se ha comprobado que los resultados en estas cuestiones son insuficientes, entonces, tratemos de plantearnos qué es lo que no debemos hacer para alejarlos de la lectura.
Con el riesgo enorme de simplificar, me parece necesario insistir en la importancia de la no obligación y lo lúdico. Contó Vargas Llosa en 2010 al recibir el Nobel: aprendí a leer a los cinco años, en la clase del hermano Justiniano, en el Colegio de la Salle, en Cochabamba. Es la cosa más importante que me ha pasado en la vida. Casi 70 años después, recuerdo con nitidez cómo esa magia, traducir las palabras de los libros en imágenes, enriqueció mi vida, rompiendo las barreras del tiempo y del espacio.
Para reflexionar.
Imagen: La foto fue publicada con la debida autorización de los padres.
Mónica Cazón (Tucumán). Escritora, Lic. en Ciencias de la Educación y Especialista en Literatura Infantil/Juvenil. Se desempeña en la UNT en Educación No Formal. Docente en PLAT. Coordina la Asociación Literaria Lagmanovich. Fundó el CIDELIJ Tuc (Centro de Investigación, Estudio y Lectura de la Literatura infantil/juvenil -Ente Cultural-UNT- y el Laboratorio de lectura crítica e investigación “MicroLee”. Gestora cultural. Colabora en La Gaceta Literaria y otros. Lleva editos 12 libros de diferentes géneros.
impecable tu razonamiento Mónica, gracias por tan acertados conceptos y orientación
¡Gracias Isabel! Coinciden muchas escritoras y docentes, pero dejan los comentarios fuera de la página. Abrazo grande