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ISSN 2684-0626

 

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«está comprobado que una comunidad que apoya su literatura tira menos papeles en el piso»

Libros Tucumán es una librería especializada en literatura de Tucumán ubicada en Lola Mora 73, Yerba Buena – Tucumán.

 

 

 

 

 

Cinco claves literarias para el taller tucumano ideal

Por Diego Puig |

Dar talleres literarios o de escritura o de narrativa –o como prefieran llamarlos– puede ser agobiante o divertido, puede hacerte sentir pleno, torpe o desanimado. Y en gran medida el resultado depende de cada grupo, de sus dinámicas, de las sensibilidades que los conforman. Y cada lugar, como cada grupo, tiene sus peculiaridades, sus características y necesidades. Tucumán tiene las propias.

1) Una vez –el año pasado– di una clase de escritura tan buena que mientras volvía a mi casa me sentí pleno. Pleno como si hubiese trascendido o resuelto el problema de la alienación que permea e irrita la labor productiva en nuestro tardocapitalismo. Creo que hasta debo haber levitado un poco, por alguna calle oscura en los límites entre Barrio Norte y Barrio Sur, Laprida por Mendoza seguramente. Pero fue esa vez nomás. Muchas otras veces me quise matar (en Buenos Aires, con esos alumnos que me trataban como si cualquier cosa que yo les pudiera ofrecer ya la hubiesen considerado y descartado). Por lo general, dictar talleres de escritura es un trabajo más, con una dosis generosa de camaradería. En Tucumán, los participantes (no da llamarlos alumnos) o son muy atentos y respetuosos o te matan con la indiferencia y se desprenden silbando bajito. Aquí nadie  aprecia a los que se visten de artistas ruidosos, ni los excesos de personalidad ni el ego exorbitante.

2) Es muy difícil dar un buen taller de escritura. Es difícil darle a un escritor en ciernes, al participante entusiasta pero frágil, ansioso o arriesgado, meticuloso pero ingenuo la palabra justa para elevar su empresa, para acompañar su arte.

Una vez escuché decir que los buenos talleres dan ganas de escribir. Deben servir para entusiasmar, alentar y/o propulsar la escritura. ¿Pero cómo se corrige sin desmoralizar? ¿Cómo se señala sin imponer? ¿Cómo se presenta una tarea vasta y compleja pero sin certidumbres en una manera que extraiga lo mejor del que escribe y no lo aleje o lo cierre en sí mismo? Porque la lógica narrativa no tiene nada que ver con la catarsis psicoanalítica, el vómito de palabras y conceptos profundos y abstractos, tampoco con las historias que nos proponen o recomiendan desde la tía al amigo pasando por el taxista hasta cualquier desconocido; ni mucho menos con ese lenguaje tupido que la gente asocia con la literatura, ay el problema de la floritura. Escribir en serio es un ejercicio profundamente personal, honesto, poderoso, pero de una alquimia misteriosa.

No está claro qué tiene Tucumán en particular para ofrecer a los lectores locales y del mundo: ni en términos de una sensibilidad a sus escritores: ¿Cerros? ¿Amistad? ¿Peña? ¿Una ciudad universitaria? ¿Caos? ¿Tradiciones conservadoras? ¿Algún híbrido? Esa búsqueda, esa pregunta  –descubrir, percibir, revelar una sensibilidad única– está en el corazón de todo buen taller.

3) Tucumán es tierra fértil para los talleres de escritura. Una ciudad con mucho arte, con inquietudes creativas, con historia, educación e infraestructura. Entusiasta tanto para el arte como para la buena vida. Pero, ¿quién participa de un taller literario? A veces es gente solitaria, a veces se trata de gente con demasiadas ideas, a veces las neurosis, los egos y la falta de humildad es todo lo que los participantes traen a un taller. Hay cosas más difíciles de enseñar que el arco dramático, el concepto de conflicto o las matrices narrativas. Pero una cosa es segura, a los talleres tucumanos viene gente que todavía no ha leído lo que debería leer.

A mí, en lo personal, me interesan los talleres que además de guiar en la escritura también forman escritores. Los espacios que se permiten pensar sobre la literatura del futuro inmediato, reflexionar a propósito de la importancia de cada texto y cómo un cuento particular dialoga con la tradición, con las tradiciones y con el proyecto literario de uno mismo… la manera en que todo texto tiene siempre la posibilidad de convertirse en Arte.

Para eso hace falta escribir bastante pero hay que leer mucho más. Y mejor. Porque escribir es también dialogar con otros autores, con textos célebres u oscuros, apropiándose de lecturas y de escrituras y de autores canónicos o no y metabolizar ideas sobre la literatura y el arte. Pero en Tucumán el canon es pobre. Se leen los mismos escritores de siempre, los mismos grandes nombres, las mismas historias, el mismo lenguaje. Y esas lecturas suelen ser chatas, banales, masticadas y remasticadas mil veces.

Al taller tucumano le suele faltar mundo. Mundos personales, mundos amplios y profundos, mundos que sepan de la literatura llana, vasta, oscura y densa que le habla al mundo de hoy, cada día, todos los días. Nadie se convirtió en un gran escritor leyendo lo que todos leen, de la manera en que todos leen, repitiendo lecturas superficiales o estereotipadas y que alimentan esa solemnidad rancia con la que todavía se piensa aquí lo literario.

Por favor, estimado potencial escritor tucumano: descubrí el mundo de la literatura de los últimos diez, veinte o cuarenta años. (¡Por suerte hay ya una o dos generaciones que lo están haciendo!)

4) Enseñar también significa mostrar: pero a veces con hacer desfilar algo por delante de las narices de mis alumnos no alcanza. Y no siempre tengo todo el éxito que quisiera para que aprehendan la noción de relevancia. ¿Por qué tu texto es importante?, o mejor dicho ¿A quién le importa esto que estás escribiendo? Esa es la gran pregunta que todo buen taller eventualmente hace y la más difícil de hacer; la más dolorosa.

En centros urbanos más cosmopolitas, quizá la piel esté más curtida y la percepción de un público grande y exigente allá afuera aliviane este trabajo. (Eso, en contrapartida, produce escritores pretenciosos y soberbios, ojo.) En Tucumán, conozco muy pocos ejemplos de un verdadero hambre de grandeza en la escritura. Por eso quizá, hay talleres, me cuentan, donde la gente paga para leerse y que los lean con benevolencia.

Creo que un poco por la distancia de los grandes centros de producción, pero sobre todo por la falta de reconocimiento a importantes figuras de las letras tucumanas, ejemplos a seguir por su talento, ambición y grandeza narrativa, es que muchas veces en los talleres tucumanos se piensa y se produce chiquito y pobre.

5) Es delicado el equilibrio que todo taller debe enseñar: equilibrio entre la humildad indispensable para esforzarse y la soberbia necesaria para apuntar alto y lindo; la justa confianza en uno mismo. Es parecido al equilibrio, cuando uno lee ficción, entre entregarse al texto y desconfiar del narrador o del autor hasta no leer la última palabra. Creo haber dicho ya que un buen taller trabaja sobre la sensibilidad de cada potencial escritor: intenta mostrarle el valor del matiz, de la modulación; la precisión que evita los extremos rimbombantes y vacíos en favor de lo específico y único y especial. Y aquí volvemos a la noción de equilibrio entre una literatura universal y/o global y la narrativa local-particular. ¿Qué define a la tucumaneidad y cómo se la proyecta al infinito literario? ¿Cómo se dice en tucumano básico buena literatura?

3 respuestas a “Cinco claves literarias para el taller tucumano ideal”

  1. Maxi T dice:

    Excelente. Algún día me gustaría participar de un taller literario.

  2. Killa dice:

    Diego Puig, la verdad no pude terminar de leer tu texto, muy soberbio sos

  3. Natalia dice:

    Excelente. El mejor profe y mejor persona aún!!! Sos un capo. Te admiro Te entiendo lo que decis de Tucuman. Y por eso yo me siento tanbien no poder encajar del todo aquí. Pero a pesar de todo sigamos escribiendo y leyendo que eso salva y sana cualquier cosa de la vida je. Beso y abrazo gigante

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