Con la participación estelar de los poetas Sylvina Bach y Gabriel Gómez Saavedra
Por Diego Puig |
Para cerrar el año y completar la segunda entrega de Correcciones a cielo abierto, La Papa y esta sección tienen el honor de recibir los textos, la belleza y la lucidez de dos de los poetas tucumanos más geniales de su generación. Muy arriba en la consideración de sus pares y de lectores de todo el país, Gabriel Gómez Saavedra (Concepción, 1980; autor de los libros Era, Escorial y Siesta) y Sylvina Bach (San Miguel de Tucumán, 1975; autora de los libros Cuadernos de Jonás, Niña de humo y La escena invencible) ya son parte del canon poético tucumano, un selecto grupo lleno de nombres rutilantes, de talento descomunal y de poéticas mayúsculas.
Sensibles y graves, audaces y profundos, estos dos autores muestran un hambre de grandeza en su poesía, un compromiso verdadero con la mejor literatura por lo que no sentimos más que felicidad y orgullo al poder ser testigos de la cocina de su trabajo. Cuatro increíbles poemas inéditos, comentarios sagaces con sus respectivas réplicas y unas amorosas minientrevistas hacen que este sea el mejor modo de decirles a ustedes ¡Hasta el año próximo! cuando nos reencontremos para más Correcciones a cielo abierto. Pero antes, por favor, disfruten este lujazo.
Devolución de Gabriel a propósito de los poemas de Sylvina:
Estimada Syl:
Encontré en estos poemas un rasgo que está presente en varias de tus obras anteriores: la construcción de un espacio que condensa dos características que pueden tomarse como antagónicas: la estabilidad y la fragilidad. Pero que en tus composiciones juegan como dos fuerzas que dan entidad a una tensión oscura que es la protagonista principal de los poemas y que, con gran pericia, nunca dejás caer en la condescendencia, sosteniéndola, así, como una amenaza efectiva.
Si me permitís, va una observación que surge de la lectura de estos dos poemas: evitaría versos que demoran la acción central (por ejemplo, los versos 3-5 de “Estoy en la ciudad pequeña…” y 1 y 2 de “Dónde estabas hijo…”) y buscaría comprimir más la escritura.
Respuesta de Sylvina al comentario de Gabriel
Mi estimado:
Creo que has captado la dicotomía central que ocupa la mayoría de mis escritos; en tus palabras, la fragilidad y la estabilidad. Yo la llamo lo efímero y lo perdurable.
He reescrito los poemas según tus observaciones, y coincido con vos en que cobran mayor fuerza. Los recortes me han parecido sumamente acertados y sugeridos no sólo desde la profundidad del lector de poesía, sino desde una calma que siempre admiro, y de tu trayectoria como coordinador de talleres que te otorga la pericia de sugerir con levedad sosteniendo el estilo y la forma del poema original.
Preguntas de Gabriel para Sylvina
G: ¿Solicitás habitualmente a lectores que realicen devoluciones a tus poemas? ¿Cuáles son los límites de esa intervención?
S: Nunca he pedido a un lector de mis poesías una devolución de su lectura. En parte porque persiste algo del orden. Siento que la experiencia de leer un poema es íntima, intransferible, y que una devolución sólo puede ser espontánea cuando algo en el lector despierta la necesidad de comunicarla. No sería capaz de interferir en esa intimidad; aún cuando el poema haya salido de mi mano, creo que una vez que está en un libro ha iniciado un viaje propio y ya no es más mío. Sin embargo cuando alguien hace referencia a un poema mío, me siento honrada o conmovida. Es diferente con un poema inédito; en esos casos sí acudo a la mirada cariñosa y experta de poetas amigos que, como en tu caso, son espejos necesarios para alcanzar el mejor destino del poema y pueden intervenir sobre aquellos lugares comunes que una suele habitar al escribir. Generalmente son poetas con quienes me une un afecto sincero y lo suficientemente fuerte como para poder intervenir y podar aquello que otros lectores o poetas no se atreverían, sin piedad alguna.
G: ¿Qué signos de la reescritura te brindan la seguridad de que el texto se encamina hacia el resultado final?
S: Ésta pregunta me parece la más difícil, tal vez porque la reescritura me cuesta particularmente. Suelo escribir de manera muy espontánea y a veces me atasco en una sola palabra que me gusta a la que entiendo que debo pero no quiero renunciar (como ejemplo, en mi primer poema, nevisca; sé que es débil ,sé que quita fuerza a la imagen, pero salió desde una imagen interna que no encontró otra manera de manifestarse). Creo que, en definitiva, los indicadores son muy certeros: que nada sobre (me cuesta mucho escribir poemas largos por esto), que no haya versos cursis o muy obvios, y algo que desde las entrañas me diga ya está, es esto.
G: ¿Qué utilidad pensás que puede tener la exposición de estas correcciones para los lectores de La Papa?
S: ¡Siento que el principal aporte que estas correcciones a cielo abierto pueden hacer a los lectores de La Papa es inspirarlos a hacer lo mismo!
Para aquellos que no escriben es un intercambio dinámico que facilita una comprensión del proceso creador.
Para los que lo hacen, resulta muy claro, desde los hechos, cuánto enriquece un texto (en nuestro caso, un poema) la mirada y la intervención de un otro. Enriquecer en el caso de tus observaciones no implica sumar, se traduce como “menos es más”. Has quitado lo que sobra, has advertido algo que muchas veces me ocurre: un verso que da origen al resto del poema finalmente ya no debe permanecer; (fue necesario para la construcción de lo que sigue, pero una vez terminado el poema puede borrarse como la línea inicial de un boceto cuando se termina el dibujo). De cualquier manera, esa idea originaria ya está condensada en la forma y el sentido del poema. Es notable cuánto ayuda esta mirada externa a lograr dos aspectos fundamentales: salir de los lugares comunes propios que una normalmente habita cuando escribe, y no perder lo propio intentando figuras o formas nuevas con las que se busca justamente evitar esto, pero que pueden llevarnos a perder el sello propio que queda como una marca de agua en el poema.
Gracias a Diego Puig y a La Papa por esta convocatoria que he disfrutado tanto, a vos por esta correspondencia generosa, a cada lector que pase por aquí.
Sin ser ajena a los sucesos del mundo y del país, no puedo menos que despedirme con tres palabras: paz, memoria y poesía. Un gran abrazo.
Dos poemas inéditos de Gabriel Gómez Saavedra
Mario Romero cuenta una revelación
Dios atajó mi camino
y me dijo:
“Sólo vos sos capaz
de darle vida
a estampas tan terribles.
Yo lo intenté infructuosamente
y no sé si quedé
hecho de infinito
o de ácido”.
Luego, se sentó a temblar
bajo el bosquecito de quebrachos,
y una brisa débil llegó
para aliviar y engañar
a la siesta del verano.
Árbol heredado
—Papá,
el árbol
nunca reverdeció
y el aire es
cada vez más hostil;
no dio flores
y los ojos van
perdiendo vigor;
no tiene hambre de cielo,
y tu nieto crece
y crece
sobre la sombra de tu muerte.
—Hijo,
paciencia,
ahí llega
un pájaro a posarse.
De Oyente (en proceso)
Comentario de Sylvina a propósito de los poemas de Gabriel
Querido Gabriel:
Todo intercambio entre escritores me conmueve siempre. Mucho más cuando el intercambio es entre poetas. Mucho más en este caso, en el que ambos estamos en un espacio literario generado en la ciudad que habitamos por personas que aman, promueven y hacen literatura.
La lectura de tus poemas siempre me ha llevado a un estado contemplativo y eso no ha fallado esta vez. Escribirte ahora me lleva a años atrás, cuando escuché tu nombre en boca de otros poetas sin conocerte aún, y cuando más tarde te leí entendí a qué se referían cuando decían que eras un excelente poeta. Ahora te entiendo más desde la forma poética, los años nos dan ese aprendizaje.
¡Los dos poemas me han parecido fabulosos! Identifico entre los dos el recurso de voces masculinas que se abren espacio constituyendo la realidad en su decir.
Mi sugerencia respecto del primer poema es simplemente una: cambiar un verso.
bajo el bosquecito de quebrachos por bajo los quebrachos.
El plural de quebracho en sí mismo contiene implícitamente la imagen del bosque, y además siento que quitar el diminutivo da fuerza al poema. Creo que la vulnerabilidad de Dios ya aparece en la duda que expresa sobre sí mismo, en el verbo temblar y en el adjetivo débil. También siento que la imagen de este Dios vacilante ante un ser humano cobra una dimensión mayor si ese lugar en el que se sentó a temblar es un espacio más sólido. Esto generaría un contraste más fuerte en la divinidad dudosa de sí misma y la potencia del hombre ante el que se revela.
Debo confesarte que no sabía quién era Mario Romero, que lo investigué, y que viniendo de vos sabía que iba a encontrarme con alguien interesante (esto ya lo sabía por los epígrafes y las dedicatorias de tus poemas). Descubrí, y lo comparto con quienes nos leen, que Mario fue un poeta y dramaturgo nacido en Las Cejas, autor de una extensa obra (la cual buscaré, por cierto) quien debió exiliarse en Suecia como refugiado político, donde vivió hasta 1998. Encontré una frase de él en una nota reciente de Roberto Espinosa, que tal vez podrías haber dicho vos desde la humildad que te caracteriza: Escribo como quiero, o mejor dicho, como puedo. Gracias por haber traído a este autor y su semblanza. También encontré en él una referencia tuya, una de las palabras con las que finaliza tu poema, la cual da título a un excelente libro tuyo, y que nombró a una editorial que Mario Romero fundó: siesta. Me encantaría hacerte preguntas en este sentido que tal vez no puedan responderse en este espacio pero que sí merezcan otros escritos tuyos: ¿tenías algún vínculo con él?, ¿las coincidencias han surgido sin querer o han surgido de una identificación consciente que te llevó a hacer este homenaje para él?
De este poema me gusta principalmente el tono solemne. Me gusta cómo la revelación no es la clave de un misterio de la vida, sino del misterio de la poesía (darle vida a estampas tan terribles), el dolor que se transforma en poema, lo tremendo que deviene en hecho estético. Una pequeña referencia a quién fue Mario Romero en un pie de página enriquecería y contextualizaría al poema.
Una sugerencia que se me ocurre en relación a los dos poemas es disminuir el uso de la conjunción “y”.
Te propondría reducir su uso principalmente en el segundo para que no corte el ritmo poético, excepto en los versos en los que dice y tu nieto crece/ y crece ya que en ese caso está utilizado como recurso enfático más que como conjunción.
Entre los dos poemas mi preferido es Árbol Heredado. Lo primero que encuentro es que compartimos algunos temas esenciales:
- La sensación del amparo paterno.
- La continuidad entre las generaciones.
- La fuerza del lugar de ser hijo frente a un padre, la fuerza de ser padre ante un hijo que pregunta.
- La aridez de la vida que se transforma en naturaleza fértil.
- La imagen del árbol.
- Condensar todo esto en el poema.
De este poema me encanta que sea despojado, siento que no hay ninguna palabra que sobre. El recurso dialógico genera intimidad, el uso del espacio en la respuesta del padre transmite una pausa en el tiempo del hijo. La imagen del pájaro llegando a posarse es poderosa, introduce un elemento ausente pero que está al llegar. Como recurso poético me encanta porque dentro de la brevedad del poema abre un telón hacia lo que viene. El padre responde al llamado, la vida se abre camino. Sólo desde lo lúdico te invitaría a introducir la voz del nieto, hablando a su padre o a su abuelo, o relatando esto que sucede entre sus antecesores bajo el árbol. ¿Sería su sensación la misma que la de su padre? ¿Intuiría el niño la llegada inminente del pájaro? Esto podría completar una secuencia de una herencia transgeneracional que se intuye pero está en silencio y que podría ser divergente entre el padre y el hijo. El final es contundente, logrado, y la imagen que nos queda, aun cuando parte desde la desolación, es de calidez.
Está claro que lo que nutre tu poesía es la vida misma, y que el mensaje que nos queda es la trascendencia de lo simple, la dimensión existencial en lo cotidiano, el compromiso del poeta con la humanidad y consigo mismo, desde su propia tierra.
Respuesta de Gabriel a los comentario de Sylvina
Estimada Syl:
Antes que nada, agradezco mucho por contar con tu generosa atención para con estos poemas. Es un gusto recibir tu sensibilidad y tus percepciones certeras.
Con respecto al verso “bajo el bosquecito de quebrachos”, admito que el diminutivo imprime una carga extra a la vulnerabilidad del personaje de dios, y que usar “bosque” ayudaría a reducir esa condición, pero el uso de esta imagen es un empleo casi literal de un fragmento del poema “Pala del sueño” de Mario Romero, de cuyo clima emocional parto para ensayar una continuidad a través del mío. “Pala del sueño”, en su primer verso, dice: “Entré a un bosquecito de quebracho y olvido: dios estaba muerto”. Nobleza obliga, tanto este poema como otros que voy escribiendo en esa dirección, nacen de un “robo” fundado en mi admiración por la obra de Francisco Madariaga quien, en algunos de sus poemas, convierte a poetas como Góngora, Rimbaud, D. H. Lawrence, etc., en personajes y visitantes de su bioma poético: “¿Te acuerdas, Lawrence, / cuando volvíamos del tropear / salvaje en el alba / paulatina ?” (de “Canciones para D. H. Lawrence”, del libro Llegada de un jaguar a la tranquera).
Gracias por reparar en la figura de Romero, considero que es uno de los poetas más singulares que dio Tucumán, y dueño de un expresionismo exquisito. No tuve la oportunidad de conocerlo personalmente, sólo a través de testimonios de amigos suyos, como Horacio Elsinger, Santiago Sylvester y Roberto Espinosa. Así que mi conexión con la poderosa dimensión de su obra, llegó del encuentro fortuito que tuve con dos de sus libros: Pintura ciega (1982) y la antología La otra lanza (1984), en la librería Los primos; a partir de ahí se volvió un hito al que regreso permanentemente en mis caminos de lectura. Ojalá nuevos lectores se encuentren con sus poemas; lamentablemente, sus libros, hoy, son inhallables, sin embargo, hace poco me enteré por intermedio del “Teuco” Castilla que se editará su poesía reunida de la mano de la editorial Nudista, y eso debe ser motivo de celebración, celebración que hago propia.
Qué lindo eso que escribiste: “la revelación no es la clave de un misterio de la vida”. Porque siento que la poesía no está condenada a definir la verdad, ella revela el misterio que impulsa hacia el camino a la verdad (se llegue o no a ella), y lo vuelve enunciable.
Sobre tu observación de sumar una referencia sobre Romero al poema, me parece acertada. Sólo me preocupa que lo informativo invada al poema. A su vez, con respecto al uso de la conjunción “y”, es algo que voy a revisar para evitar que los poemas caigan en un ritmo cíclico que los perjudique.
Yendo a “Árbol heredado”, pienso que todos los temas que enumerás, y que rondan en común nuestra escritura, no son más que manifestaciones de la fragilidad frente a la vida y, al mismo tiempo, de las armas con que le hacemos frente. Entonces, la poesía sería el órgano que le da un lenguaje a esas manifestaciones. Por otra parte, es muy interesante tu propuesta de sumar la voz del nieto al poema; abre una dimensión impensada para éste.
Para finalizar, agradezco tu lectura tan desmenuzada. Ese tipo de apropiaciones regeneran los textos y los resignifica, aportándoles una proyección más allá de los límites que me apresan como autor.
Preguntas de Sylvina para Gabriel
S: ¿Qué libro quisieras escribir que aún no esté escrito?
G: Por ahora, con ser capaz de terminar el libro en el que quiero incluir “Mario Romero cuenta una revelación” y “Árbol heredado”, y al que llamaría Oyente, me doy por satisfecho.
G: Supongo que la pulsión por darme goce estético a través de las pequeñas y poderosas cosas que contemplo desde la vida.
S: Después de la experiencia de terminar tus libros y que empiecen un viaje propio, ¿de qué manera han vuelto a vos o qué sorpresas te han dado?
G: Volvieron con indiferencia, valoraciones negativas o —como ya lo mencioné anteriormente— enriquecidos del sentido que aportan las lecturas que ven más allá de la miopía del autor.
S: ¿Cuáles considerás que son tres fortalezas de tu propia obra?
G: Bueno, pienso que este tipo de preguntas deberían ser respondidas por algún lector, pero, para no dejarte sin respuesta, se me ocurren éstas: 1. Tratar de sostener la palabra como una entidad sonora. 2. Que mis poemas, después de darlos por finalizados, me transmiten un sentimiento de incompletitud; de no haber logrado cubrir el sentido y el valor de la idea que los motivaron, pero que en esa falla radica la posibilidad de que el lector aporte nuevos sentidos totalmente inesperados. 3. Que la poesía es un lugar al que no sé por qué llegué y del que no sabré cómo irme.
Concepción, prov. de Tucumán, 1980. Publicó la plaqueta Huecos (Ediciones Del Té, 2010), y los libros Escorial (Editorial Huesos de Jibia, 2013), Siesta (Ediciones Último Reino, 2018) y Era (Falta Envido Ediciones, 2021). Entre otras distinciones, ganó el Premio Municipal de Literatura San Miguel de Tucumán – Género Poesía (Región N.O.A.) y fue seleccionado por el Fondo Nacional de las Artes como becario del programa Pertenencia: puesta en valor de la diversidad cultural argentina.
Sylvina Bach nació en Tucumán en 1975. Es Psicóloga y escritora, lugares desde los que aborda el conocimiento de la vida y la naturaleza humana.
Autora de los libros de poemas Cuadernos de Jonás (La Aguja del Buffon Ediciones, 2012), Niña de Humo (Ediciones en Danza, 2017) y La escena invencible (Gerania Editora, 2020). Integra numerosas antologías de poesía y microrrelatos.
Nació en Tucumán en 1982, pero se siente más o menos tucumano porque vivió gran parte de su vida fuera de la provincia. Es autor de la novelas Nadar sin luz (Ed. Milena Caserola, 2013) e It girl (Gerania Editora, 2020) y de los libros de cuentos Vírgenes infinitas (Ed. Mulita, 2018) y El problema de la luz (Gerania Editora, 2022). Actualmente sus escritores favoritos incluyen a Jhumpa Lahiri, John Cheever, Federico Falco, María Gainza, Rafael Pinedo, Hebe Uhart, Fogwill, Mavis Gallant, Lucia Berlin y Magalí Etchebarne. Dicta talleres de escritura y de lectura (con ¿excesivo? entusiasmo) online.
Quedé fascinada con este intercambio de ideas, aportes, palabra desmenuzada y que llega hasta la raíz. Tremendos poemas, tremendos poetas y tremendas sensibilidades en este cruce tan respetuoso y enriquecido por la poesía que nos trasciende!!!
UY!!! DIOS!!. TANTA RIQUEZA EN LOS VERSOS DE ÉSTOS QUE LEÍ. ME RECORRE UN ESTREMECIMIENTO POR MI CUERPO ,Y ME ADOMBRO Y ME CONVENZO DE CUÁNTO PUEDE ESA PALABRA QUE DICE MUCHO MÁS DE LA LECTURA. INMENSOS. PARTICULARMENTE,GABRIEL;,VOS Y TU PADRE,TU PADRE Y VOS….SIEMPRE.
Me gustó mucho leer este intercambo, dialogo…
Me enseña. Me enseña. Gracias