Por Sofía López Fleming |
Esta vez no tuve que salir a buscar sobre qué escribir. Llegue a casa y ahí estaba envuelta en un papel madera con mi nombre. Abrí. Un collage bien rockanrolero de Agustina Rodríguez de portada, editada y enviada por la editorial tucumana Gerania: De Cara al Sol, la primera novela de Leticia Martínez. vino a mí.
El título de la novela esta traído de una canción de Callejeros: Morir. A mí nunca me gustó esa banda ni me sentí identificada con la cosa rollinga, por eso estoy llena de prejuicios a la hora de comenzar la lectura y pongo distancias. Aun así, desde la primera página la historia me agarra el cuerpo. La escritura de Leticia es física y al encontrarse con ella no hay opción, hay que poner la propia carne al servicio de la lectura. Un compromiso material con la palabra exige un compromiso material para recogerla, dejarse atravesar los tejidos y dejarse arrastrar por los surcos que la narradora traza en el dolor a fuerza de blandura.
Pero el viaje no es solo hacia adentro, la voz que nos guía mira adentro y afuera en un mismo movimiento. No hay “tensiones entre lo personal y lo colectivo” lo que hay es un abismo de pedazos. Pedazos de felicidad conquistada entre amigas con birra, canciones de hinchada, recitales, merca, con lo que haga falta y con la plata que no alcanza. Pedazos de libertad robada a la calle. Pedazos de vidas secuestradas a la muerte.
La necesidad de entender quién se es, recorre el territorio de intensidades que fuimos con otros para inventar el territorio propio. En de Cara al Sol la protagonista entiende que ser es un verbo situado y por eso de pronto somos con ella la adolescencia en los noventas, un barrio de Capital Federal y el cemento minado de alegrías peligrosas. Pero también somos la honestidad severa y lucida de la escritura que encuentra entre los pedazos el alma de lo vivido y somos también la promesa de la ternura que espera del otro lado.
La novela es intensa y veloz, basta con dejarse olfatear para ser devorados y notar de pronto que lo suyo con nosotros ya está hecho. Es cierto, estamos solos otra vez. Pero el cuerpo sigue agarrado, las imágenes que Leticia nos ha soltado adentro contaminan nuestro presente, discuten entre sí, despiertan otras imágenes que ya traíamos, se ponen a hablar con lo que han y hemos hecho de nosotros e interpelan el vínculo con eso que llamamos realidad. La realidad no es lo real, es la convención que construimos con otros para protegernos de lo real, porque lo real es insoportable y eso nos queda claro después de esta lectura. Que no nos gane el espanto, la narradora ha ido a ese encuentro con lo real por nosotros y ha construido, con la crudeza del amor, un camino de vuelta para contarlo. Cuando nos deje quedaremos solos no frente a nosotros mismos (Acá no hay un mirarse desde afuera, la cosa no va de juicios, ni castigos y menos aún de condescendencias o justificaciones.) Quedaremos parados en un cuerpo que ya no es el mismo que el que abrió el libro por primera vez. Algo se abra movido, habremos sido tocados. Hay regiones insondables en el cuerpo de cada uno, a veces notamos que están ahí porque sentimos el eco de la voz que ha tenido el tono preciso para llegar. La de Leticia es una de esas voces, lo suficientemente honda para llegar y lo suficientemente precisa para abrirse paso.
Datos del libro comentado: De cara al sol (Gerania Editora, 2021) https://www.facebook.com/gerania.editora
Psicóloga, autora y performer.
Extranjera en todos los territorios y disciplinas, habita siempre en los bordes. Obsesionada por la emergencia de lo real. Empujada por el punk rock.
Bailó con Blick (Córdoba). Participó del Prostíbulo Poético Barcelona, publicó su primer cuento con el concurso de Nueva narrativa salteña y Lo Poco que me Importa, libro de Poesía con Gerania editora. Escribió y protagonizo el collage escénico Si te Viera Tu Padre.
Actualmente vive en Salta, trabaja como psicóloga e integra Escandalo: secuencia de acciones para no morir.