Por Hernán Carbonel |
Primera etapa: Salto – Cerro Colorado (Córdoba)
Cuarenta y dos horas de viaje. Once días. Seis provincias. Casi tres mil kilómetros. Eso es a lo que nos jugábamos.
Hotel en Cerro Colorado. El cerro ahí nomás, al otro lado de la ventana, con su porte y su coloración, su omnipresencia. Recordamos la visita de 2015: bañarse en el arroyito, las pinturas rupestres, la casa de Don Ata, la tierra que habla con su silencio.
Volvemos a por unas empanadas a la Peña La Salamanca, donde alguna vez conocimos a un guitarrista español –de los buenos– llamado Manolo, cercano a los setenta años, el pelo largo y canoso, que mixturaba folclore con flamenco y solía templar guitarras ajenas.
–Se fue –nos dice la dueña–, estuvo unos meses y se fue.
Dónde andará Manolo.
Escalamos. Vemos el pueblo allá abajo, lejano, pequeño, casi inexistente en el paisaje, como una metáfora de los tiempos pasados, cuando el genocida hispánico aun no llegaba.
A la mañana siguiente, al salir, mi hijo que dice: “¿viste, algo pasó volando por el parabrisas?”. Comprobar que no era un pájaro, sino mis anteojos de sol que habían quedado sobre el techo y se deslizaron al doblar.
Segunda etapa: Cerro colorado – Yerba buena (SMT)
Camino a Santiago (no de Compostela). Villa Ojo de agua. Villa de María del Río Seco. Loreto. Esa geografía: la soledad de las cosas quietas, la recortada presencia del hombre, el viento de la nada que sopla con su persistencia. La nada, entonces, como una persistencia. El sol que parece aplastarlo todo –piedras, árboles, ranchos, ganado– contra la tierra. Busqued, entonces: todo bajo ese sol tremendo.
Música afín: Jaime Torres en versión electrónica, Tonolec.
Llegar a Tucumán, la exigua cartelería, la falta de indicaciones. Qué sencillo es perderse en lugares desconocidos, nada que no se relacione con la existencia humana en cualquiera de sus aspectos y en cualquiera de sus latitudes.
Yerba buena. El paisaje anonadante de las yungas. Subir a las nubes de San Javier y Villa Nogues.
Un asado literario-periodístico-familiar donde se habla de literatura, de literatura, de historia argentina, de política, de periodismo, de edición, de literatura.
Charla colectiva junto a Lucas Cosci y María Lobo organizada por Guillermo Siles. Cada uno con su libro: Cincuenta pastillas, San Miguel, Sedimentos. La charla deriva en las rendijas y los recovecos en los que se entreveran las diferentes versiones del habla, la lengua, la oralidad, la escritura, el origen, la geografía literaria, la pertenencia, las voces.
Cena donde se cuenta sobre La Escuelita de Famaillá, la dictadura, las desapariciones, los cuerpos sin identificar, la necesidad de conservar La Memoria.
Tercera etapa: Yerba buena – Amaicha del Valle
La ruta a los Valles Calchaquíes: sinuosa, como si se exagerara la dimensión de un caminito de hormigas o como si un psicótico hubiese enredado y desenredado un hilo de asfalto hasta darle forma para él solo, para él definitiva. Repetirse es decir geografía imponente.
Nilda, de baja estatura y pelo oscuro; Nilda, agente socio-sanitario; Nilda y su casita de adobe; Nilda, su bondad y predisposición. La ropa de abrigo que nunca usaremos por el veranito de San Juan. Pedir una escalera en un almacén para bajar la pelota que ha quedado suspendida en un árbol de la plaza.
La Cascada El Remate, las comunidades que subsisten en las alturas, comprar orégano, cedrón como el que usaba la abuela para preparar sus tés. Santa María de Yokavil. Ruinas de los Quilmes: no sólo los eliminaron, también los desterraron. Repetirse es decir la fuerza de los pueblos originarios que aun gravita en el aire.
Leo un libro relacionado con la crónica que estoy escribiendo. Leo Jugo de Pablo Donzelli y Edgardo H. Berg de Fabián Soberón.
Dialogo con Pablo:
-Tengo como cinco novelas empezadas y no termino ninguna. (Indecisión. Duda. Falta de confianza. Incapacidad para planificar a largo plazo. Pero no lo digo.)
-Escribí una novela de alguien que siempre escribe los primeros capítulos de las novelas.
-Debería. No me acuerdo cuánto hace que pensé eso.
-Podrías probar escribir un capítulo final.
-En el que el autor desaparece.
-Ya solo te faltaría lo del medio
Primeros apuntes para este diario.
Cuarta etapa: Amaicha del Valle – San Miguel de Tucumán
Bajar con temperatura al borde de los cero grados. Pasar el infiernillo ya no es una metáfora: altura, sinuosidad, llovizna, atravesar las nubes. La incomodidad de la mano de la belleza.
Tucumán City, mientras el país se descuajeringa una vez más, y van. Tucumán City, el caos e irrespeto en el tránsito. Visita a la Casa Histórica de la Independencia, comprobar cómo desde hace más de un siglo se menosprecia el patrimonio arquitectónico.
Sexta edición del Festival Internacional de Literatura de Tucumán. Chatear con Hernán Ronsino, que nosotros nos vamos antes que llegue su aéreo. Cruzarse un rato con Dolores Reyes, que cuente que quiere ir a la fiesta de la Pachamama que es en dos días, que cuente que le falta poco para terminar la continuación de su Cometierra.
Presentación de la Colección Trazos de La Papa junto a Manuel Rivas, Fabián Soberón, Facundo Iñíguez, Pablo Donzelli, autores nacidos en los setenta pre-dictadura con sus producciones atravesadas por la pandemia. Somos definitivamente hijos de nuestro tiempo.
Presencia en el 3×3 (tres libros preferidos de nuestra biblioteca, tres que quisiéramos tener pero no tenemos, tres que nunca tendríamos) del FILT junto a Paula Melano, Francisca Alarcón Irrazabal, Alvaro Astudillo y Laura de Arriba. Elijo al Borges de Ficciones y El Aleph (sus subrayados en diferentes colores producto de sucesivas lecturas), Respiración artificial (su magistral cruce entre ficción y ensayo y su inapelable teoría de que es Borges quien clausura el Siglo XIX y que es Arlt quien abre el Siglo XX) y La isla desierta de Jules Verne (la imperecedera capacidad de maravillarse frente a la aventura, ese comienzo tan político, el acto de fundar una nueva sociedad en medio de un terreno natural, la reaparición del Capitán Nemo). Me gustarían los cuentos completos de Carver (oh los norteamericanos del siglo XX, el mismo viejo ruido de si Carver sería Carver sin Gordon Lish), los Diarios de Kafka (¿por qué no lo compré, por qué siempre leyéndolo de ojo a los amigos?), El Aleph engordado de Pablo Katchadjian (porque Borges es una materia que nunca agota su tratamiento, pero también por el juicio ganado a María Kodama). No elegiría, más que títulos, géneros. No elegiría la novela histórico-romántica-erótica por su tendencia a la repetición. No elegiría la autoayuda (en el Código Decimal Universal para clasificación en bibliotecas, la filosofía lleva el 1; la psicología, el 159; la autoayuda, el 159.922.0: en esa degradación numérica está también la intelectual). No elegiría libros que justifiquen los delitos de lesa humanidad.
Quinta etapa: SMT – Córdoba capital
Imagen uno: un caballo encabeza la larga fila de autos en medio de la ruta de Tucumán a Santiago. Se adelanta a los autos como un líder desbocado guiando a la tropa. La irrupción del objeto extraño. “La poética”, me dice Valeria. Milei, le retruco. “Eso no es poesía”, me dice Valeria. Hablamos con un colectivero ventanilla mediante. “Está ciego”, me dice el colectivero. El caballo cruza de mano. Repito la imagen: un líder desbocado –y ciego, extraviado– guiando a la tropa.
Imagen dos: una mujer limpiando parabrisas en un semáforo de Río Hondo, su hijo en el cochecito, bajo el alero de la esquina, juega con un billete de diez pesos: se lo mete en la boca, refunfuña, lo saborea.
Se rompe el auto a la salida de Río Hondo. Tres canciones alusivas: Babasónicos, “¡Viva Satana!” (“No quedan caminos por recorrer / y nunca llegará a Córdoba”). El mato a un policía motorizado, “Amigo piedra” (Amigo piedra necesito que / me ayudes con mi auto otra vez / para viajar a ese lugar nuevo). Los Redondos, “Ella debe estar tan linda” (Conduje toda la noche / reventando los cambios / con mis ojos de durax lastimados).
Al fin, la ciudad desde las afueras. Un recuerdo de la niñez: yo duermo en la cucheta del camión, mi padre me despierta en la madrugada y me dice “mirá, esas luces, ahí abajo, son de Córdoba Capital”. Lo conté en una nouvelle juvenil que se llama “Una excursión a los comechingones” que está en el libro Antiguos dueños de la tierra. Contar es repetirse la historia. Repetirse es decir la fuerza de los pueblos originarios que aun gravita en el aire.
Sexta etapa: Córdoba capital – Salto
Cuarenta y dos horas de viaje. Once días. Seis provincias. Casi tres mil kilómetros. Eso es lo que nos salió.
Llegando a casa escucharnos una versión de “Los hermanos”, de Don Ata, por Hilda Lizarazu. “Yo tengo tantos hermanos / que no los puedo contar / y una novia muy hermosa / que se llama libertad”. Contar es repetirse la historia. Viajar es reversionarse.
Hernán Carbonel escribe para el suplemento literario de La Gaceta de Tucumán y la revista Acción. Es responsable de contenidos en Fundación La Balandra. Da talleres de lectura, produce y conduce programas de radio, y lleva adelante Coda, un club de lectura. Publicó los libros Antiguos dueños de la tierra (en conjunto con Mario Méndez y Jorge Grubissich, 2013), El chico que no crecía y otros cuentos (Galerna Infantil, 2014), la investigación periodística El caso Arroyo Dulce (con prólogos de Antonio Dal Masetto y Sergio Pujol) y Sedimentos (La papa, 2022).
Excelente relato
Se puede vivenciar todo