Por Gabriel Amos Bellos |
Se llamaron a sí mismos iconoclastas (del griego eikôn, imagen, y klastôs, romper o quebrar en partes) quienes fueron, en el octavo siglo de la era cristiana, los activos miembros de una rama herética ocupada en derribar y destruir a mazazos las imágenes religiosas paganas. Por afinidad ideológica o vocacional, el más antiguo iconoclasta del que exista registro escrito pudiera ser Abram, un joven caldeo nacido en Ur (S XIX a.C.), bastante conocido más tarde por el nombre de Abraham: el primer Patriarca semítico, padre de Ismael (hijo de Agar) e Israel (hijo de Sara).
Por extensión de sentido, el epíteto se aplica actualmente a quien no respeta convenciones, maneras, valores y –especialmente– autoridades tradicionales.
Las condiciones particulares en que se instaura el Complejo de Edipo en las actuales culturas occidentales, propician que los sujetos en ellas nacidos desarrollen marcadas tendencias hacia alguna clase de idolatría, tomadas siempre de entre las –solo al parecer– muchas y muy variadas que occidente ofrece… Dicho al pasar, que el Psicoanálisis desnude, explique y sea capaz de revertir los casos individuales de este rasgo cultural, es probablemente el motivo por el que ha sido, es, e indudablemente seguirá siendo rechazado, censurado, cuestionado y combatido (en fin, temido) con cualquier tipo de argumentos, por autoritarios y autoritarismos de todas las vertientes.
Si se ha llegado –en mi caso puede que por hebraica inspiración–, a considerar a la idolatría como el peor de los males de este mundo y sus alrededores, y se ha pensado dedicar (empezando por casa, pues nobleza obliga), la propia existencia a combatir su flagelo, a poco de emprender la puesta en obra se le habrá dado a notar la inconsistencia, flexibilidad, maleabilidad, insustancialidad, en fin, blandura de nuestros ídolos, sea cual fuere su especie y área de pertinencia.
Como es rápidamente evidente, tal casi completa carencia de solidez –lejos de fragilizarlos– convierte la tarea de quebrarlos en algo tan poco conducente como la célebre quijotada de los molinos: más que tener apenas los pies de barro como los más decentes ídolos de la antigüedad, los del presente parecen estar hechos de plastilina.
Iconoplastia –ya es posible imaginarlo– es un derivado de esa moderna condición: para construir mi neologismo, he reemplazado «clastia» por «plastia», en referencia a la plasticidad, cualidad que ciertos materiales poseen de ser moldeables bajo las condiciones adecuadas de temperatura y/o presión.
Para mí, desde entonces, el modo de sostener y validar mi anhelo de oposición o al menos resistencia a idolatrías y fanatismos –evitando así que mi vida perdiese el rumbo– ha sido transformarme lenta, suave, esforzada y cuidadosamente, de iconoclasta en iconoplasta, en la convicción de que, en tanto nuestros fetiches no sean lo suficientemente duros como para poder quebrarlos, siempre se los podrá amasar, moldeándolos a imagen y semejanza de lo que fuese que nos resulte amable.
Y en esa tarea prolongada, minuciosa, silente, vengo siendo.-
Gabriel Amos Bellos es hijo de una bibliotecaria colegial y un minúsculo industrial textil (Z”L), santafesinos afincados en Tucumán poco antes de la época del cierre de ingenios. Judío laico egresado de bachillerato comercial no tan laico, ex boy-scout jalutziano, aikidoka no muy esmerado, ambientalista poco convencido, antibelicista escéptico, anticolonialista resignado y humorista mal comprendido, ha devenido un licenciado en psicología ligeramente excéntrico, formado además en otras ciencias sociales, filosofía y psicoanálisis. Describe el clima tucumano como «subtropical semiárido», creyendo justificar así una actitud de amable cactácea. Investigador y docente universitario, amador del teatro y escritor casual desde su adolescencia (bastante inédito o escritorzuelo, según se mire), fue parte de varios ignotos grupos literarios y publicó esporádicamente en revistas de circulación local; apenas ha compartido su obra en uno que otro festival, y merecido algunas ínfimas menciones en tres o cinco olvidados certámenes de poesía, sin que ello baste para disuadirlo. Entre 2011 y 2014 fue asiduo colaborador de la Biblioteca Parlante Haroldo Conti, en cuyo marco fundó y codirigió Ediciones de La Eterna. Mejor destino ha tenido su dispersa ensayística, y entre sus publicaciones cuenta un libro de apotegmas, «Noccidental», agotado en papel pero descargable en línea. Tiene comprometida con Falta Envido Ediciones (del Colectivo Escuchara), la 2ª edición de su poemario «Diáspora» para 2021, mientras pergeña la reedición jujeña de «Refracciones», su dubitabundo tomo de microensayos.-
Libros de Gabriel Amos Bellos en La Tiendita de La Papa:
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