Por Ezequiel Nacusse |
En 1909 el filósofo estonio Jakob von Uexküll formulaba un concepto que golpearía la teoría evolucionista darwiniana preponderante de la época hasta derribarla. Umwelt o ‘mundo circundante’ es el núcleo de una serie de proposiciones ético-políticas que entienden toda forma de vida en términos no ya de competencia y jerarquías, sino más bien de armonía, en los sentidos de proporción y correspondencia. No existe un único mundo universal –antropomórfico- que sea igual para todas las especies. Más bien lo que hay son una serie de mundos construidos por leyes de afinidad, donde la Naturaleza opera a través de sinfonías compuestas por infinitas melodías e infinitos ejecutantes.
Sesenta y dos años después, en el extremo opuesto del mundo, en una ciudad cuyo calor brilla en las gotitas de transpiración de los cuellos de las camisas, Inés Aráoz entra a la poesía para siempre. El primer verso de Inés parece una risa: “¡Uy, señores!” invoca para fundar su lugar como poeta. “Enhebrar” escribe “he ahí un verbo”. Desde ese momento hasta hoy transcurre casi medio siglo. Inés se mantiene fiel a su proposición inicial. Sus poemas buscan –y muchas veces encuentran- el hilo finísimo que ordena la vida y el arte, el intersticio donde aparece la voz de la poesía que la poeta mira como una luz que ilumina su alrededor. La poesía de Inés Aráoz surge de las líneas diminutas que surcan las piedras, de los cauces débiles de los arroyos, de las junturas de cerámicas reparadas, de lo que une la vida con la muerte del amado. Una poesía que es el hilo de oro del kintsugi, esa técnica japonesa que a la vez que repara inventa un objeto nuevo y le da brillo.
En la Casa-Barco es un libro de poesía y muchos libros de poesía a la vez. “El libro gordo”, como le gusta decirle a Inés, mezcla géneros y formatos como la crónica de viaje, los aforismos, la narración poética, la autobiografía, el diario íntimo, las traducciones, las citas y el verso libre. Pero sobre todo, En la Casa-Barco es un texto de navegación. Al modo de von Uexküll, Inés construye una partitura musical hecha de infinitas correspondencias, afinidades entre la palabra y el mundo que la poeta tiene el deber de mostrar. Estas correspondencias se resuelven en la Gracia de lo que no puede ser dicho: “Y ante estos ojos -¡oh misterio- se alza el árbol en consonancia con su nombre”; la poeta entiende que el poema, como acontecimiento, trasciende la página escrita: “¿Es el poema un texto acaso?”.
Von Uekxull creía que el único consuelo para el hombre “ante el azote de la naturaleza” era volver a encontrar su mundo circundante. En estos días de confinamiento por la propagación del COVID-19, los versos de Inés Aráoz, escritos en los márgenes del sistema poético argentino, se muestran atentos a la hora de recordarnos la idea del hogar.
Leer la Obra Reunida de Inés es recorrer los pasillos y habitaciones de la casa que construyó con sus propias manos. No hay metáfora. La casa es un barco y un puerto, inmóvil y a la vez vagabundo, en el que la Naturaleza se convierte en un tesoro, en objetos que son reparados, custodiados, cuidados. Cada poema contiene un objeto-naturaleza y una historia. Entrar a la casa de Inés es leer el poema en colores, en texturas. Inés sube las escaleras de peldaños diminutos como los de las embarcaciones agarrada a una cuerda gruesa, como si hubiera nacido en altamar, entonces leo: “En esta misma casa/ de cuya navegación me ufano”; un árbol centenario atraviesa la habitación delantera y crece hacia lo alto, imponente: “Sentados en los mosaicos azules del cuarto de estar de una casa que se movía como un barco —la atravesaba un mástil de madera elástica, una araucaria erizada de duras y verdes hojitas, antena desafiadora de los rayos y la tempestad”; cinco galgos corren por el jardín en una estampida grácil al escuchar el timbre: “Y yo ascendía hacia la casa repitiéndome Es el puerto, es el puerto. Y se largaron a correr los galgos y los caballos también corrieron hacia mí, que los esperaba a todos”; o Inés recuerda su relación amorosa con el escritor Hugo Foguet: “Vine a ser tu casa/Bien en claro lo tenías/ Tu errancia por el mundo”.
La casa de Inés Aráoz es el lenguaje con el que navega en sus poemas, como si uno pudiera ver que los poemas que Inés escribió ya estaban ahí, en las paredes, en la corteza centenaria de la araucaria, en la corrida de los perros, en los intersticios de los fósiles y las cerámicas que repara, y todo lo que hubiera hecho ella fuera escuchar ese diálogo secreto. Ese diálogo que también es el fundamento del amor.
Monvieux. El amado recibe distintos nombres: Hugo Foguet, HF, monvieux, extranjero, el interlocutor distante. La intensidad de esa conversación se mide en la capacidad de dirigirse al interlocutor y de recibir su respuesta incluso cuando se encuentran separados por la muerte. En el diseño perfecto de la Naturaleza y ¿por qué no? de la Poesía, el amor encuentra un lugar trascendental, de Dos en Uno: “Lo que quise saber de ti/ No estaba ya en ti/ Estaba en mí/ Cuando tu arco se tensó/ Y desde tus ojos te miraba/ En mí, samurái/ Y desde mi centro/ Partimos juntos en la flecha / Al vacío infinito”. Como centro potencial de esta escritura, el amor transforma al texto, lo eleva, se vuelve una “Radiación traviesa en el poema” y, como ley de afinidad, es el intersticio más relevante que convierte a la casa en navío y une los extremos irrencociliables.
Los poemas de Inés Aráoz
tienen la luz de un barco en la niebla y, en la fuerza de la tormenta, se
despojan de lo innecesario para traernos calma y sensatez. La poesía es una
casa en movimiento, un caballo que galopa, “simbiosis de lo alto y de lo
extenso”. La tarea del poeta consiste en correr el velo
para mostrar el vínculo secreto que existe entre la palabra y la vida, entre el
lenguaje y la Naturaleza. Una correspondencia que es el sueño de todo
científico, pero que solo habita en el mundo circundante del poema. Como
cualquier gran escritor, Inés hace de su casa el mundo de sus poemas, y del
mundo de sus poemas un mar en el que navegar.
Imagen 1: S/t (2002) Inés Aráoz
Imagen 2: En la Casa – Barco. Obra reunida, Edunt, 2020.
Imagen 3: S/t, Inés Aráoz
Ezequiel Nacusse (1990). Es Licenciado en Letras. Integra las antologías de poesía 30.30: poesía argentina del siglo XXI (EMR, 2013), Les poetas (Gog&Magog 2019) y la antología de narrativa breve 40° Narrativa tucumana contemporánea (Blatt&Ríos, 2015), entre otras. Fue becario del Centro de Estudios Latinoamericanos, Universidad de Colonia (Alemania 2015/2016) y participó de las residencias para artistas FILBA-Centro Cultural Recoleta 2016 y Enciende Bienal 2017. En 2013 publicó Primera Persona (Culiquitaca Ediciones). Es organizador del Festival Internacional de Literatura Tucumán.
Uauuuu! Desde la Casa-Barco, abracisimo, Ezequiel!!!