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Entrevista a Daniel Medina

Por Fabián Soberón |

En Detrás de las imágenes, Medina ha delineado un subgénero en el que se unen la Biblia y Youtube, el tono místico y el futuro zombi. Ese mundo sangriento y delirante no le disgustaría a Robert Rodríguez.

¿Podría decirse que Detrás de las imágenes es una cinenovela?

Sí, “cinenovela” es un buen término, porque el libro homenajea al séptimo arte tanto en lo que tematiza como en su forma híbrida, que parasita del guión. Me gusta además esa hibridez, también inevitable en un texto que pretende trabajar con imágenes y reflexionar sobre cómo se confeccionan las historias que se nos ofrecen en las pantallas.

¿Cómo se inserta Detrás de las imágenes en tu biblioteca o videoteca como cinéfilo? ¿Cuánto del Daniel Medina cinéfilo se cuela en la novela?

El cine es una de mis grandes pasiones. Además de espectador, hice talleres de crítica, de guión, vi documentales sobre cómo se hicieron películas, filmé cortometrajes. Toda esa pasión atraviesa la novela.

Ha habido en la historia del cine y en la historia de la literatura un cierto desprecio por los considerados géneros populares: el policial, el terror, el subgénero de zombies, etc. Se habló, incluso, de literatura menor. ¿Cómo te llevas con esas etiquetas?

Yo no creo en una división de géneros menores o prestigiosos. Para mí sólo existen las historias bien contadas. Y en ese sentido puedo encontrar chispas de genialidad  en una publicidad o un dibujito animado, más que en algo que pretende ser “serio”, más en Salta, donde la seriedad se confunde con la solemnidad.

Además, gran parte de mis películas favoritas vienen de géneros populares: historias bien contadas, con pocos recursos económicos. Por lo general, en el cine, mientras menor es el presupuesto, mayor es el ingenio.

¿Por qué incluiste cierto argot salteño en la construcción lingüística y simbólica de la novela? ¿Qué debe hacer un escritor con el referente geográfico o con el entorno más inmediato? ¿Te interesa la solución realista (la búsqueda de representación mimética de lo real)? ¿Qué puede hacer un escritor con su zona?

Hace muchos años, un noticiero porteño presentó un informe sobre la provincia. Entrevistaron a un salteño y cada vez que hablaba aparecían subtítulos. Recuerdo que el salteño dijo la palabra “aca” y en el subtítulo pusieron “mierda”. Yo era niño o adolescente, pero me impresionó ese desfasaje con el idioma, dentro del mismo país y la violencia que había en esa idea de subtitular a otro. Cuando empecé a escribir la novela me di cuenta que el lenguaje también podía ser una barrera y un instrumento de horror: decidí que mis zombis debían hablar y que lo harían con un español que marcara una distancia y una imposibilidad.

Incluir este argot tan salteño fue una estrategia que me sirvió para esta novela, pero que no necesariamente me sirve para otros textos. Cada libro, por suerte, presenta sus propios problemas.

No sé cómo debe relacionarse un escritor con el referente geográfico o con el entorno más inmediato. Sé que esta provincia atraviesa mis historias, pero es una obsesión personal que otras personas no tienen por qué compartir. Al mismo tiempo, yo siento más conexión con escritores del sur norteamericano o de México, que con  algunos vecinos. Una vez escribí un pequeño ensayo tratando de explicar por qué la serie Seinfeld había influenciado más mi literatura que Dávalos, prócer literario salteño y si bien ese texto tenía algo de provocación, también era absolutamente sincero. No sé cómo harán otros escritores porque ahora, más en pandemia, todos hemos desarrollado una vida virtual que puede ser más vital que la que sobrellevamos desconectados, encerrados en nuestras casas.

Si bien Detrás de las imágenes tiene algo de Ciencia Ficción y además está plagada de zombies, el realismo me da herramientas para contar mejor esa historia. De todos modos, ese realismo siempre está atravesado por el grotesco, porque la realidad es Salta es grotesca.

¿Cuál pensás que es tu zona en términos simbólicos y ficcionales?

Yo no me imagino fuera de Salta, pero tengo en claro que Salta es una versión macabra de la Springfield simpsoniana. Me gusta mostrar eso. Supongo que lo mejor que puede hacer un escritor con la zona donde le tocó nacer o donde le toca vivir, es apropiársela para transformarla.

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