La escritora porteña con una sensibilidad afín a las provincias argentinas.
Por Diego Puig |
En el 2018, cuando se publicó mi primer libro de cuentos, recibí por Facebook un mensaje de una mujer que, sin conocernos, me preguntaba cómo podía conseguir una copia. Unos meses más tarde, nos abrazamos durante la presentación del librito en la Ciudad de Buenos Aires, mientras una de esas lluvias torrenciales de diciembre dejaba un saldo de público de no más de cinco personas. Una de ellas era Élida Saidler, la escritora, poeta y médica porteña, que a diferencia de la mayoría de sus colegas, es una activa promotora de los imaginarios del interior y de Capital, de sus literaturas y sus autores.
En mi opinión, la mirada de Élida sobre el centro-capitalino argentino como un omelette con migrantes de provincias ilumina facetas y matices de la literatura argentina contemporánea que, a menudo y con facilidad, se ignoran; esa participación anónima o implícita que el interior tiene en Buenos Aires, el rol que juega en la vasta identidad –
literaria y más allá– porteña:
“Nunca viví fuera de la capital y tengo una imagen idealizada de la vida en la provincia. Los relatos de mi familia eran y son de pueblo y de campo. Pero no puedo decir que sé lo que es vivir en un pueblo ni en el campo.
Esos relatos familiares quedan anclados en la infancia y desde ahí crecen en romanticismo más que en realidad. Al mismo tiempo mis familias han sufrido el encontronazo del provinciano que llega a la Capital y sufre el desarraigo y también los pequeños excesos del porteño. También crecí oyendo eso.”
Y agrega: “Me pasa que salir de Buenos Aires lo vivo como volver a mi lugar. Mis raíces están allá afuera, en alguna parte.”
Por esta sensibilidad tan particular que se despliega en su obra, en sus ideas y en sus acciones, La Papa conversó, por videoconferencia y por correo electrónico, con Élida Saidler sobre literatura, identidades y oportunidades, sobre su proyecto narrativo y su rol como puente entre las distintas literaturas argentinas.
Hace poco más de un año, quizá un año y medio ya, editaste tu novela Cien palomas muertas. Publicar en el contexto de la crisis editorial que azota a la Argentina desde hace varios años puede ser un privilegio, un honor, el hecho de que apuesten por el libro de uno. Pero también es un momento muy hostil para los libros, su circulación y la lectura en general. ¿Vos cómo viviste este tiempo desde la publicación de la novela?
La publicación de Cien palomas muertas en 2019 fue un sueño cumplido. Yo quería ser de Editorial Conejos. Quería estar en el catálogo de una editorial que es cuidadosa del material intelectual pero también amorosa con los escritores. El proceso de edición fue muy enriquecedor. Todo lo que vino después de la publicación se resume en un excelente trabajo editorial y cuidado del libro y el autor. Cien palomas ha estado en todas las ferias del libro existentes en 2019, tiene distribución a través de La Coop a todo el país, este año ha estado en las ferias virtuales. Estoy feliz.
Creo que los libros tienen un tiempo y como dice el maestro Bermani los libros encuentran sus lectores. El tiempo de un libro no se mide en días humanos. Hay que ser paciente y optimista. Lo que no creo es en el material en el cajón o en la PC. Mi escritura se completa en la lectura del otre. Y el material, es sano que circule. Dónde y cómo sea. Editorial grande o pequeña, independiente, fanzine, ebook o blog del autor. Lo que se escribe necesita volar. Que una persona se emocione con tu texto es ya una alegría inmensa.
Cien palomas muertas transcurre en Dos Ceibos, un pueblo imaginario del litoral pampeano argentino, también en Rosario y algunos personajes viven en Chubut; hay pocas referencias a Buenos Aires. Vos que sos de Buenos Aires, ¿por qué elegiste narrar una historia en la que el interior tiene ese protagonismo inusual?
Cien palomas no trata sobre aves, aunque el protagonista sea fotógrafo de rapaces, sino que es una novela sobre la violencia. La pequeña violencia. Me interesaba desarrollar la vida de personajes en el transcurso de la última dictadura que ejercieran el exceso de poder a una escala menor pero no por eso menos deletérea. El padre de Manuel Pedroza, el protagonista, es intendente de un pueblo, tiene un ladero, el Comisario, y ejercen un tipo de maldad cotidiana, de esa que casi no se ve. Era adecuado a la historia que transcurriera en un pueblo como escenario acotado, limitado y asible.
De todas maneras, no lo pienso demasiado. Espontáneamente mis cuentos y después mi novela transcurren fuera de Buenos Aires, con alguna excepción.
¿Cuál es tu relación con el interior de la Argentina?
Soy porteña porque nací acá, en Capital Federal como se decía antes, pero crecí en una familia venida del interior. Papá con infancia en Formosa y familia en Entre Ríos. Mamá nacida y criada en Colonia Montefiore (Santa Fe) y familia en Entre Ríos. Cuando me recibí de médica decidí irme al Sur. Pero lo pospuse porque pensé que en Buenos Aires iba a tener un entrenamiento más intensivo. Después los afectos me anclaron a la ciudad.
Pero me pasa que salir de Buenos Aires lo vivo como volver a mi lugar. Mis raíces están allá afuera, en alguna parte.
¿Cómo pensás la dicotomía, si es que pensás que existe una dicotomía, entre Buenos Aires y las provincias: centro-periferia, capital-interior? ¿Qué tiene de particular cada bando y cómo crees que se relacionan o se podrían relacionar mejor?
¿Existe una dicotomía? Creo que todos somos un centro y una periferia. Es un concepto sensorial. El centro como lo que más se ve, mejor se muestra, o también lo que más desarrollamos. La periferia como lo que se aleja, se dificulta para aprehender. Mi centro es la escritura y mi ser médica o jardinera, mi periferia es dibujar. Esto mismo se replica en cada área que habitamos. En Buenos Aires hay un centro y hay una periferia, como mi barrio, Villa del Parque. A mi me cuesta tiempo ir a cualquier actividad, trabajo o atención de salud en el centro (vivo a 40 minutos del Obelisco). Cada ciudad del conurbano o de las provincias tiene su propio centro y su periferia que puede ser rural. No es un tema Capital-Interior. También centro periferia es un concepto socioeconómico, de acceso. Si estás en medio del campo pero con toda la tecnología y los medios, estás en el centro o la periferia? Y en un barrio carenciado de una ciudad, dónde estás ubicado?
En lo que a Literatura se refiere, es lógico pensar que en Buenos Aires se genera más contenido y más demanda de ese contenido. Hay más población. Pero más no es sinónimo de mejor. En todos lados existe inquietud, calidad, excelencia. Acá y allá. Lo que falla es la difusión, el alcance real de ese material. Este año, la pandemia y la necesidad de pasar las actividades a forma virtual, permitió ver a los que vivimos en Buenos Aires la variedad y calidad de actividades y material literario que se produce fuera de Buenos Aires. También la venta online permitió saltear ese obstáculo que es leer lo que llega a la capital o lo que se consigue. Ahora es un click y de alguna forma (incluso ebook) lo tenés para leer. Le debemos a este virus inoportuno el despliegue de las actividades federales. En un zoom, en las redes, no hay distancia geográfica.
Sos muy activa y generosa en las redes sociales, comentando y recomendando los libros de tus colegas, ¿por qué lo hacés y cómo lo vivís? ¿Cómo ves la camaradería dentro del circuito literario porteño-argentino?
Activa, sí. Creo que la vida adquiere sentido en el servicio. Y además no se puede disfrutar del propio regocijo si no es entre pares que también están felices. Mi profesión es de servicio y ¿por qué debería ser distinto en el arte? Que todes lean a ese escritore que admirás, que una editorial que trabaja con pasión y mucho esfuerzo sea difundida es parte de mi lógica. Si le sumamos que me gusta vincular personas, construir puentes (para eso soy Leo con ascendente en Acuario) ahí me tenés posteando cosas lindas.
La camaradería no depende de una actividad sino de las personas. Yo recibo mucho cariño, manos abiertas, puertas abiertas y en eso me quedo. Estoy muy agradecida a una buena cantidad de personas. Postear, difundir es también una forma de agradecer. Nadie camina ni se salva solo.
¿Recordás cómo has empezado a leer escritores del interior del país? ¿Qué has sentido o pensado la primera vez que has tenido consciencia de que el autor que tenías en manos no era porteño?
No leo pensando si alguien es de acá o de allá. Me conecto con el texto. Soy simple, me gusta o no me gusta, me llega o no me llega. Los escritores no tenemos lectura ingenua así que no es fácil contentarme. Mis favorites son de todas partes.
Mi relación con la literatura del interior tiene probablemente como fecha inicial el día que Matías Aldaz relató la inundación de su ciudad, Federación, en el taller que compartíamos. Alicia Steinberg, 2007. Hubo algo en la pasión con que narró la historia de su familia y el abandono violento que tuvieron que hacer de sus hogares. Tanto me impresionó que fue el germen de La resistencia de los árboles, mi libro de cuentos. Aldaz ha escrito y muy bien sobre su ciudad en Bajante, en La ciudad perfecta y en su poemario Antes de cerrar la puerta. Yo tomé de esa historia la vertiente política del atropello, de hacer desaparecer una ciudad entera.
A partir de Bajante conocí Colección Mulita y a Mariano Quirós. Aldaz fue quién me abrió una puerta a la narrativa del Litoral y a poetas como Inchauspe. Siempre agradecida por eso. También en 2018 llegó mi encuentro con Franco Rivero, primero como lectora, después como escritora en su taller Takurú, a distancia y por esto mismo muy federal. La experiencia con Franco Rivero fue expansiva en creación y nació un poemario. Lo que siguió fue un despliegue guiado por mi curiosidad y mi alegría de conocer gente y textos. Ser curiosa, tener una mirada de pregunta constante me lleva a tirar de hilos y encontrar nuevas voces, otras escrituras.
¿Existe algo en particular qué te guste de la literatura de las provincias? ¿Y cómo se compara con la literatura rioplatense actual? ¿Le ves algún defecto también?
No me gusta nada en especial de la literatura de las provincias. Me gusta la buena literatura y en las provincias hay buenos y excelentes escritores como en todas partes. El problema es lograr el puente entre ese material y su lector. La distribución es un obstáculo. En Buenos Aires (Capital y Gran Buenos Aires) se leía lo que llegaba y se conseguía en las librerías, se escuchaba a quien leía en forma presencial y lo hacían quienes podían llegar hasta los lugares de lectura. Se hacía difícil para alguien del conurbano, imaginate para quien vivía más lejos. Hablo en pasado porque la pandemia derribó distancias. Ahora podés escuchar a escritores de todo el país, podés acceder a su material en redes y comprarlo online.
El paisaje nos incluye y nos marca. El agua tan presente por ejemplo en Aldaz o el monte en Quirós aunque no haya vivido en él. Franco Rivero es el río vivo con sus animales y su lenguaje. Somos el paisaje y somos el relato de ese paisaje transmitido por generaciones.
¿Qué escritores del interior te parecen indispensables y qué editoriales del interior tienen catálogos que recomendás mirar y seguir?
Cualquier lista o selección es por definición incompleta e injusta. No soy una referente y no me gusta dar consejos. Te cuento a quienes leo:
Leo a Mariano Quirós y a Claudia Masin de Chaco. También de Chaco a Germán Parmetler, Marina Coronel y a Juan Sola. Corrientes es Franco Rivero. De Entre Ríos Matías Aldaz tiene una escritura ascética que me resulta muy interesante, Washington Arencio y Ferny Kosiak. En Santa Fe, Francisco Bitar. Rosario tiene a Gabi De Cicco y Julieta Lopérgolo que además son difusores de la poesía en redes, aprendo día a día con elles También Belén Campero y Lila Gianelloni. De Jujuy a Sandro Rodríguez. De Córdoba leo a Elena Annibali y a Camila Vázquez, de Mendoza a Sabrina Barrego, de Calafate a Sebastián Grinberg y en Tierra del Fuego una poeta increíble Florencia Lobo. Florencia Lobo hace en el Sur lo que Franco Rivero en el Litoral y Sandro Rodríguez en el Norte. Incorporan y hacen cuerpo vivo la lengua y la cultura nativa. Disminuya velocidad de Rivero y Kunturi de Rodríguez traen la forma de ser y transcurrir de lo guaraní y lo diaguita, respectivamente. De Tucumán, te conozco a vos y a María Lobo.
La Editorial Deacá es un proyecto que nace en Mercedes (San Luis) pero es de acá y de todos lados. Tiene un catálogo federal y de excelencia. En Córdoba, Postales Japonesas y Cartografías. Colección Mulita, de Chaco, es por contenido y diseño una joyita. En Rosario, Baltasara Editora. A esta lista incompleta le sumo todo lo que no conozco. Eso, lo que está para ser descubierto, es lo que más me atrae.
¿Cómo describirías para el lector que no te conoce tu universo narrativo, el imaginario con el que escribís y que atraviesa o constituye tu obra?
Mi universo narrativo está atravesado por agua, en todas sus formas, desde la naturaleza (mar, río, lluvia, charco) a la ducha. El agua que moja, resbala, contiene, transforma. De una forma u otra hay agua en todo lo que escribo. Y en lo que leo y me atrapa. El agua para observar, escuchar, beber. Amo estar en el agua y nadar.
Me interesan los aromas, los olores. Narrar una imagen desde lo olfativo. No es fácil y no sé si lo consigo pero es algo que tengo presente en el momento de escribir.
Y el ser humano en crisis vital, las pequeñas soledades, los amores, el deseo. Los vínculos. La relación con los animales. La identidad. La interioridad del ser humano es protagonista de mi escritura. Los paisajes íntimos.
¿En qué estás trabajando ahora o qué podemos esperar de tu producción literaria a futuro?
Estoy trabajando una novela que narra la interioridad –un paisaje árido y sediento– de una médica en crisis vital y con su profesión. Atraviesa un burn-out con la medicina y también con el amor. Me interesó poder volcar lo médico sin que sea una novela sobre enfermos y enfermedades. Eso pequeño, cotidiano, invisible de la medicina que vivimos los que somos médicos. La relación con el otre. También el deseo. Es una novela con una interesante carga erótica en diferentes formas. Algo nuevo en mi escritura que me divierte explorar.
En 2018, la poesía me atravesó. De casi no leer y no escribir pasé a la pasión. Con Osvaldo Bossi primero y después con Franco Rivero fueron mis primeras experiencias poéticas. Nació un poemario que espera hacerse tangible. Y sigo escribiendo. Tengo una novela infantil que espera ver la luz.
Sobre todo tengo deseo de escritura. Vivir esos otros mundos, esas otras vidas, es sinónimo de placer. Escribir es performativo.
Aquí podés disfrutar de la entrevista completa:
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BIO
ELIDA SAIDLER. Nací y vivo en la ciudad de Buenos Aires. Soy médica y escritora. Mis cuentos participaron de diversas antologías. El libro La resistencia de los árboles, obtuvo una Mención del Fondo Nacional de las Artes, en la categoría cuento, en 2012 y fue publicado en 2014 por la editorial Paradiso.
Mi novela Cien palomas muertas vio la luz en 2019 por Editorial Conejos.
Amo las aves y la jardinería..
Nació en Tucumán en 1982, pero se siente más o menos tucumano porque vivió gran parte de su vida fuera de la provincia. Es autor de la novelas Nadar sin luz (Ed. Milena Caserola, 2013) e It girl (Gerania Editora, 2020) y de los libros de cuentos Vírgenes infinitas (Ed. Mulita, 2018) y El problema de la luz (Gerania Editora, 2022). Actualmente sus escritores favoritos incluyen a Jhumpa Lahiri, John Cheever, Federico Falco, María Gainza, Rafael Pinedo, Hebe Uhart, Fogwill, Mavis Gallant, Lucia Berlin y Magalí Etchebarne. Dicta talleres de escritura y de lectura (con ¿excesivo? entusiasmo) online.