Por Guillermo Siles |
El autor de Siesta se apropia de las tradiciones poéticas y busca trascenderlas en el mejor sentido. Elige el poema en prosa al estilo de las escenas y cuadros citadinos de El spleen París, de Charles Baudelaire. A la vez, recupera la riqueza de la poesía del Noroeste –gesto evidenciado en citas y dedicatorias–, acaso con el deseo de confraternizar con sus contemporáneos y rendir tributo a sus antecesores. Mi reino es de este mundo/ pero también del vacío brillante, se lee en los versos del tucumano Mario Romero, que sirven de epígrafe a este libro de inquietantes y luminosos poemas. Entre los nombres están los de los mayores: Leopoldo Castilla, Santiago Sylvester, Víctor Redondo; asimismo los poetas y amigos del ambiente poético local: Candelaria Rojas Paz, Dardo Solórzano, Javier Foguet, Mario Melnik, Camilo Ramos Gatti, Pablo Dumit.
Una voz consolidada despliega en Siesta su lenguaje personalísimo, que no idealiza el paisaje y vuelve omnipresente el espacio urbano, observado por un ojo atento que es capaz de mirar a su alrededor y captar el prodigio de un instante inesperado o de sentir estupor frente a oscuras historias de pueblo. La voz que habla en los poemas comprende con madurez el castigo o el don, recibido del duende, que condena al poeta a desplegar su canto a veces sombrío, a mostrar el horror y lo sublime, a evocar el tiempo ido y su herida con hilos de nostalgia: pero esta herida viene hasta hoy conmigo, salando la carne desde todos los flancos y condenándome a ejercer un canto de gallo nocturno hasta el último de mis días.
El pasado pueblerino, el mundo rural apenas esbozado se expanden a la ciudad en donde se registran sucesos de la época y hábitos de su gente. El libro en dos secciones –“Flora y fauna” y “Sensación térmica”– reelabora enaltecida el habla de una lengua actual y diseña un espacio imaginario, extrayendo de la realidad pequeñas historias de personajes anónimos: el achilatero, el escobero y su alargado pregón, la vendedora de sandía evocada con ternura como “budita del agua dulce”. Y en ese contexto de inagotable belleza y temible precariedad conviven pájaros, árboles, techos de chapa; el borracho derrumbado en su miseria; la presencia de lo ominoso –el cuerpo sin vida de Paulina Lebbos bajo un cielo impune–. Todos los seres y las cosas que se nombran sostienen con delicadeza y perplejidad el significado perdurable de este libro. Como afirma Santiago Sylvester: “Tucumán da vueltas por estos poemas y se muestra como realidad y como mito”.
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Imagen: Siesta de Gabriel Gómez Saavedra, Último Reino, 2018.
Es doctor en Letras y se desempeña como profesor de Literatura argentina contemporánea. Publicó artículos en revistas y compilaciones nacionales y extranjeras. Es autor de El microrrelato Hispanoamericano. La formación de un género en el siglo XX (Corregidor, 2007). Compiló volúmenes de crítica: La pequeña voz del mundo y otros ensayos de poesía (2007), con María Eugenia Bestani y Representaciones de la poesía argentina contemporánea (2011), entre otros. Editó y prologó Obra Poética, de Hugo Foguet (2010). Fue becario posdoctoral del DAAD en la Universidad de Potsdam (Alemania, 2012); dictó cursos y conferencias en universidades de Inglaterra, Francia, Alemania y España. Dirigió volúmenes especiales de RILL N° 21 y N° 22: Poética, poesía y escrituras íntimas (2016 y 2018). Es co-editor de Poesía sin música (2017), que reúne poemas del compositor Pepe Núñez. Publicó El sabor de la fruta en 2008 (poemas). Integra las antologías Poesía Joven del Noroeste argentino, de Santiago Sylvester y Poetas Siglo XXI, de Fernando Sabido Sánchez. Una selección de sus poemas apareció en la revista Hablar de poesía N° 12 (2006).