Por Ana Cecilia Herrera Jotta |
Publicado en 2016, este trabajo recopilatorio se propone rescatar la figura del santiagueño Francisco René Santucho, como uno de los intelectuales más activos de la provincia durante la segunda mitad del siglo XX.
La obra es resultado del equipo editor compuesto por Facundo Burgos, César Gómez, Raúl Juan, Mario Lavaisse, Ignacio Ratier, Gilda Roldán, Francisco Santucho (h), Elimina Santucho, Alberto Tasso, Pablo Tasso y Matías Vicente. Si alguno de estos nombres resulta conocido a los ojos del lector, procedemos a darles la tranquilidad de que sí, ello es posible. La comunidad cultural del NOA sabrá identificar en todos –o al menos en la mayoría de- ellos un factor común: el encanto por los esteros de la llanura norteña.
Y es este mismo motor el que motivó a Francisco Santucho a promover, patrocinar y teorizar sobre la realidad en la que estuvo inmerso durante los 49 años que duró su vida. En esencia, en este libro se recopila el testimonio escrito por Santucho entre 1953 y 1971, algunos de ellos sin fecha precisa, pero todos ellos transparente muestra de lo icónico, lo arriesgado, lo polémico y lo provocativo de su tarea.
Un estudio preliminar a cargo de César Gómez denuncia que la figura de Santucho fue escasamente abordada desde la historia general, así como desde la historia intelectual en particular y en esto coincidimos: hasta antes de que este libro fuera publicado, las jóvenes generaciones teníamos acceso a Francisco René a través del testimonio de sus contemporáneos, mayormente. En ese sentido, Gómez nos adelanta que en la lectura de la obra de Francisco René encontraremos el tratamiento del panorama intelectual en Santiago del Estero, el originario de la provincia, la revista Dimensión frente a la puja interior-Buenos Aires, y la unidad indoamericana.
También se abordan la tarea cultural de la dinamización del campo, el proletariado rural como su estadio superior y la revolución, al igual que sus profundas reflexiones sobre la lengua durante el exilio de Francisco René. Para Gómez, el recorrido lineal y cronológico de este libro no se agota en su lectura si no, más bien, invita al debate sobre la figura intelectual considerando “(…) los dispositivos de construcción históricos de la memoria y las del olvido”.
Como decimos, la obra plantea una lectura lineal y cronológica de las obras de Santucho, las cuales creemos se pueden erigir en los tres ejes que describimos a continuación.
PROMOCIÓN CULTURAL: LA OCUPACIÓN DE UN ESPACIO VACANTE
Las notas al margen de los editores nos permiten conocer que las inclinaciones y aspiraciones intelectuales de Santucho comienzan a manifestarse en su más tierna juventud; el contexto familiar y social se muestra decisorio para los caminos que decidirá transitar en su vida. En el año 1951 instalará la librería Aymara, espacio que acondicionará para convocar a distintas actividades literarias y políticas, donde se conoce transitaron intelectuales destacados de la época.
Sin embargo, la madurez intelectual de Santucho se manifestará con Dimensión; el mismo nombre llevará una revista de cultura y crítica de carácter bimestral, la cual servirá como reflejo de las amplias redes a nivel regional e internacional que tejieron los Santucho como clan, y cuyo envión vital será la Revolución Cubana de 1959.
Santucho manifestará que las revistas, los libros y expresiones similares, son una prolongación más o menos fiel de la personalidad de sus autores. Producirlas es de carácter vital en toda comunidad medianamente desarrollada, y Dimensión venía a llenar ese espacio vacante en la sociedad santiagueña para pasar a significar el decir de un regionalismo que no tenía representantes en el escenario nacional.
¿Qué entendía Santucho por dimensión? Lo que pretendía era una reflexión desde su ser y desde su estar, pero no una reflexión entendida desde la sola figura de Francisco René, sino más bien desde la comunidad en la cual estaba inmerso, y de la cual era parte. En palabras del autor, Dimensión como proyecto conllevaba el permitirse a sí mismos el intento de recuperar la perspectiva propia a partir de la subjetividad, también propia, con la intención de que el pensamiento alcanzara el vuelo natural y verdadero.
Para Santucho la cuestión de la cultura esgrimía varios inconvenientes a resolver. Primero, la ausencia de un registro sobre la producción bibliográfica santiagueña, la cual se encontraba dispersa y pocas veces puesta en valor. En ese sentido, caracterizaba a la empresa de publicar libros la ausencia de imprentas y de financiación para su promoción, lo que provocaba que la tarea se desenvolviera de manera sufrida y modesta, casi silenciosa y a cuenta gotas.
En segundo lugar, señalaba la gran ausencia del estado provincial en materia de cultura que, aunque existente en la letra, se encontraba inactiva en la práctica. Significaba el colmo de la situación el hecho de que el área de cultura estatal estuviese dirigido por personajes a quienes Santucho consideraba nada preparados para la función. Y esto tiene que ver con la completa decepción que el autor tenía con la clase dirigente local, la cual estaba atravesada por una crisis moral que la corrompía e incluso la incapacitaba para la función pública.
A su vez, es evidente en Santucho el desaire hacia la moda positivista de la época bajo la cual la producción literaria no iba más allá de la documentación. Ello propiciaba a que el autor clasificara la producción intelectual santiagueña no sólo de acuerdo a las épocas de redacción o a los temas abordados, también hacía una especial diferenciación entre los trabajos de índole meramente descriptiva y los de crítica, siendo esto último identificado con la metodización, conceptuación, quizá ciencia, pero por sobre todo con compromiso del escritor con su propia circunstancia.
LA TRAGEDIA INDOAMERICANA
El hombre originario fue objeto central en la obra de Santucho, resumido en lo que el entendía como la cuestión del indio y su proyección continental. Cabe aclarar que el autor prefería la noción de indoamericano a latinoamericano o hispanoamericano[1], en consonancia con los apristas[2] peruanos que consideraban este modo definía mejor la identidad y la espiritualidad hemisféricas del momento.
En ese sentido, nos veremos inmersos en un recorrido histórico que incluye los diferentes grupos originarios que habitaron la actual Santiago del Estero, el paralelismo entre los incaicos y los guaraníes y la entrada del español. Son estos temas los que generan el marco introductorio suficiente para analizar lo que el autor señala como desquicios de la penetración occidental y el daño que esto produjo en la psique del indio.
Afirma Santucho a modo de ley natural: los españoles se han afincado en los asentamientos de indios que contaban con un número considerable de miembros, y cuyo sistema económico y productivo se encontraba medianamente estabilizado producto del sedentarismo y de su relativo avance tecnológico. A partir de ello, explicará el uso de mecanismos coloniales como la mita, la encomienda y/o las mercedes como herramientas institucionales de sometimiento, sobre los cuales se erigirá un sistema comercial basado en la esclavitud del indio, y cuyas repercusiones se evidenciaban al momento de la escritura de estas reflexiones por parte del autor.
Uno de los aspectos en donde más se percibió la crueldad occidental, fue en la imposibilidad del goce del derecho de los originarios a utilizar su propia lengua. De hecho, durante su exilio en Bolivia y bajo el seudónimo de Fernando J. Suárez, Santucho aprovechó su convivencia con el proceso de oficialización de las lenguas quechua y el aymara para colocar la discusión en una escala continental. A su vez, toda esta actividad propicia que Dimensión divulgue un curso de quichua boliviano de 29 clases, las cuales son incluidas en este libro.
Durante toda la reflexión sobre el indio y su ser y estar renace, cada tanto, la cuestión de la universalidad del hombre. Pareciera que para Santucho lo universal chocara con elementos como la particularidad del indio frente a otros grupos, o incluso las diferentes comunidades de indios a lo largo y a lo ancho de América Latina (término que sí llega a utilizar por pura convencionalidad). Esta discusión se resuelve –para Santucho– cuando se comprende que los términos universales tienen que ver con enunciados formales como la felicidad, la moral y sus respectivos cuestionamientos, pero que lo fundamental radica en el modo en el que cada cual interpreta y percibe esos enunciados.
Por último, reconoce en el momento en que escribe la hora de la acción del hombre indoamericano, a la vez que advierte que el marco legal para las manifestaciones es muy limitado. Con el correr del tiempo se podrá dilucidar cuáles serán las vías de acción política escogidas por Santucho. Mientras tanto, afirmaba con certeza que los hombres tenían que actuar, tenían que hacer algo por su futuro político, y que América Latina tenía todos los elementos teóricos necesarios para ese hacer: “Después discutiremos lo universal con los universalisantes, pero por si acaso no dejemos de ser nosotros mismos”.
EL SANTUCHO POLÍTICO E INTELECTUAL
Este trabajo de recopilación comienza con un texto que Santucho escribe en el año 1953, con motivo de las celebraciones del IV Centenario de la ciudad de Santiago del Estero. En esa participación que ya se evidencia alternativa, se evidencia el desencanto del autor respecto del acontecer político, social y económico de su ciudad; un ambiente de desasosiego, pobreza, la gente se va de la provincia, los gobernantes se mantienen en el poder como si se tratase de una carrera profesional. Santucho se siente desahuciado, poco acompañado, perdido en la miseria moral y ética. Llega a escribirle una carta abierta al recién electo presidente Arturo Frondizi, solicitándole mirar políticamente al interior nacional y pareciera que –en el fondo– siente que poco puede hacer esa misiva.
En un principio se conoce que Santucho no se encontraba afiliado a ninguna agrupación política, lo que no quita que su ideología lo haya conducido por sendas culturalmente riquísimas. A partir de 1961, y con la fundación del Frente Revolucionario Indoamericanista y Popular (FRIP), comienza una puntillosa acción comunicativa del autor bajo una impronta nacionalista y antiimperialista, entendido el imperialismo como un factor externo de dominación y no como una fase del desarrollo capitalista. Además, el grupo tampoco se manifestaba de izquierda, teniendo en cuenta que consideraban la tradición soviética como occidental y funcional al capitalismo, a la vez que desconocedora de las particularidades de los pueblos indoamericanos y de su autonomía.
Sobre esta nueva formación es que encuentran lugar algunas demandas locales irresueltas como la dicotomía interior-Buenos Aires, el éxodo rural y urbano a la capital del país, la falta de oportunidades en el norte argentino y la falta de valoración de las comunidades que históricamente fueron la base para la configuración de lo que posteriormente fue la Argentina. La hora de la revolución había llegado.
Es a través del FRIP que se elabora una línea político-estratégica, como primer paso, para la fusión con la revolución, la cual sería protagonizada por dos grupos fundamentales: la clase obrera y el campesinado. En ese sentido, son algunas de las tesis del grupo que la Argentina es un país semicolonial y seudoindustrializado, que la burguesía nacional es incompatible con la revolución y que sólo la pequeña y la mediana burguesía industrial podrían ser aliados circunstanciales del proletariado.
También afirmaban que la seudoindustrialización acentuaba los desniveles regionales, que la burocracia sindical porteña era el principal obstáculo para el proletariado y que había que enfrentarla, que el proletariado rural y azucarero era el detonante de la revolución argentina a la vez que enemigo irreconciliable del imperialismo. También que todo ello no significaba un desmerecimiento al proletariado urbano, a la vez que el campesinado –por su naturaleza familiar y local– sería fácilmente incorporado a la formación.
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El libro pretende culminar con un repaso biográfico por parte de Alberto Tasso, seguido por un variado anexo fotográfico, la invocación de un recuerdo por Carlos Virgilio Zurita, y un epílogo, de nuevo, por Alberto Tasso.
Lo cierto es que detrás de la gran figura intelectual que significó Francisco René Santucho, resulta muy interesante indagar en la familia del autor, la cual tuvo participación activa en las actividades culturales y políticas, que para los Santucho eran una misma cosa. La historia de lo que significó un verdadero clan en la sociedad cultural argentina del momento, incluidas sus hazañas, tragedias, las violaciones a sus derechos más básicos y la persecución política durante tanto años, parecen elevar las anécdotas que se respiran en las calles santiagueñas sobre Francisco René, hasta enunciarlas en un tono de leyenda. Su hermana, Blanca Santucho supo escribir allá por 2009 que la figura de Francisco René esperaba aún su reivindicación como intelectual y escritor. Creemos que el trabajo recopilatorio realizado por el grupo editor de este libro logra ese cometido.
[1] Hispanoamérica llevaba consigo una idea de colonia, a la vez que Latinoamérica implicaba hacer énfasis en la independencia y en la república.
[2] Simpatizantes y/o militantes del APRA (Alianza Popular Revolucionaria Americana).
Imagen de portada: Francisco René Santucho. Obras completas (Coed. Colectivo Alcarajo, Indes, Dimensión, Barco y Umas).

Ana Cecilia Herrera Jotta nació en La Banda, Santiago del Estero, en 1994. Es estudiante avanzada de Relaciones Internacionales (UCSE), y su tarea central gira en torno al análisis internacional desde una perspectiva sudamericana. Es miembro del Grupo de Jóvenes Investigadores (GJI) del Instituto de Relaciones Internacionales (IRI) de la Universidad Nacional de La Plata (UNLP), y miembro del Centro de Estudios Latinoamericanos Manuel Ugarte (Santiago del Estero).
Excelente trabajo
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