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ISSN 2684-0626

 

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Freud en Famaillá

Por Valentín J. Monroy |

        Manuscrito Ñ

(Carta dirigida a Wilhelm Fliess)

Amigo:

Habremos de suponer que existe cierto proceso por el cual el placer, producto de la satisfacción, queda transformado en displacer -lo abordo exhaustivamente en mi trabajo “Más allá del principio del placer”-. Esto no es sino lo mismo que comerse una empanada, ya sea esta de carne, mondongo, verduras, queso, cebolla, caprese, pollo o humita. Porque en términos generales podría yo aquí afirmar, sin más dilaciones y sin escatimar rigurosidad científica y culinaria, que cuando quiero las mejores empanadas: ¡voy a Famaillá! Capital nacional de la empanada, paisano, visite Famaillá y coma las mejores empanadas, invita el Sr. Intendente Don Mellizo Orellana.

Retomando el hilo de Ariadna, pido antes que tenga a bien considerar, querido amigo, que mi mudanza a la República Argentina no fue sin vicisitudes, en tanto que los riesgos calculados dieran como resultado que yo me viera impelido a las proezas para sostener mi familia, la transferencia, y a mí mismo. Así es que, como habrá notado, tuve que vender espacios publicitarios dentro de mis notas, manuscritos, investigaciones y hasta cartas personales, ya que, según parece, todos estos documentos, más allá de su carácter científico, poseen una extravagante importancia, aún desconocida para mí. Este es un tema, que poco desdeñable, voy a tratar en otro sitio.

Por otra parte, debo decir que en este país mi palabra es muy respetada. Incluso he llegado a conocer gente que dice saber más de mí y mis teorías de lo que yo mismo pudiera atisbar, quizás lo más curioso de todo esto es que no basta con lo que yo digo y dije, cierto franchute* petulante, vino a hacer las veces de nexo lógico entre mis descubrimientos y los nuevos vientos filosóficos, ajenos a mi leal saber y entender. La infatuación de este memo subnormal de escaso mérito por parte de los argentinos es digna de mi más sincera preocupación. El meollo de la cuestión es que no puedo hacerme cargo de tanta elucubración en torno a mi trabajo y mi persona.

Pero aquí, a un mar de distancia, no todas son buenas nuevas. Habiendo arribado ya al país en compañía de los míos hube de sufrir la alteración desmesurada de mi identidad. El dependiente de migraciones que me inscribió en actas argentinas cometió aquello que en términos psicoanalíticos yo llamo un desplazamiento, a “Freud” le cambió de lugar la “e” quedando así “Frude”, mas luego, ante mi exaltación corrigió agregando una “a” donde anteriormente se hallaba la “e”, quedando el desplazamiento en la secuencia Freud-Frude-Fraude, ante esto sólo atiné a interrogarlo por la relación con su padre- lo cuál resultó infructuoso debido a que yo hablo alemán y los argentinos un dialecto ligeramente parecido al español con entonación italiana, vale decir, la llanura enloquecida de Cervantes extendiéndose a través de los círculos infernales de Dante-. En un principio la resignación fue mi respuesta ante el error, de hecho grosero, más luego al interiorizarme de lo que la inscripción que le sigue a mi nombre significa, comprendí la gravedad del hecho y también que de ahí en más no sería tarea fácil instalar la transferencia, y mucho menos la rotisería con la que soñaba cuando llegué, ni ningún otro negocio.

Decía yo al comienzo de la presente epístola, que existe cierto proceso por el cual el placer, producto de la satisfacción, queda transformado en displacer. Proceso análogo al de engullir una empanada (empanangunwelt), y es aquí donde debo poner un tope a la rigurosidad del presente escrito. Querido amigo, no me sorprendería que estés preguntando aterrado: ¿Qué es esa tal empanada de la que Freud me está narrando?, tranquilo pescao*, pues claro, sería osado de mi parte la pretensión de que la cuestión de la empanada estuviera al alcance de tus conocimientos mundanos. Daré un rodeo, habiéndome instalado ya en la ciudad de Villa 9 de Julio, a escasos minutos de la Capital de Tucumán, fui invitado por un caballero, de nombre Mellizo, a degustar empanadas en las carpas de Famaillá, decidí ir de tertulia y por supuesto acepté la invitación de este señor cuya estampa y estatura moral lo confunden con el mismísimo Sancho Panza. Estando ya en F, ordené la tan bien ponderada empanada.

Camarada sería una tarea harto intrincada describir aquella conjunción de sabores que mis papilas degustaron en percepciones ondas, casi extasiantes. Mas luego fui postergando el momento de sentirme orondo, llegué a ingerir catorce empanadas sin ningún tipo de miramientos, ya lo dice el encumbrado poeta el hambre no es tonto*.

Empero el último bocado resultó drástico, tormentoso destino el de aquel que se empache con empanadas tucumanas. Llegado a este punto es donde se vislumbra aquello a lo que hice referencia en lo precedente, valga la analogía de la empanangunwelt, vale decir, algo que en un principio produjo placer (comer empanadas- descarga satisfactoria) mediante otro proceso (comer desmesuradamente- represión) se torna displacentero (indigestión por empanadas- síntoma neurótico).

Mi estimado Fliess, estas son las nuevas conjeturas que han poblado mi entendimiento en estas últimas semanas, mi estadía aquí en Tucumán me ha abierto la cabeza y el alma a una cultura rica en desvaríos y penurias arrabaleras donde la felicidad es un inquilino moroso que se aleja de la pensión para perderse en los parques y plazas públicas entre palomas e indigentes, creo que esta tierra es un edén para el futuro del psicoanálisis.

Ya me imagino a mis detractores surgiendo desde el averno para desprestigiarme, diciendo: ahora el loco Freud se aprovecha de la ignorancia sudaca para vender sus humedades, pues invito a estos señores a que en vez de fatigarme con sus agravios, buceen más en su vida conyugal, visto que todas sus mujeres pasaron por mi diván. Cito al excelso poeta: hay que darle de comer al ganso*.

Concluyo querido amigo, no sin antes hacerte la advertencia de que pronto tendrás novedades mías, voy a seguir ahondando en la cuestión de la empanada ya que infiero vastos desplazamientos de índole sexual a partir de este peculiar alimento, y aunque estoy convencido de que todo lo anteriormente expuesto es valedero, aun no dispongo (como siempre) de elementos probatorios.

Suyo.

Sigm. Fraude


* N. del E.: Fraude hace alusión como franchute al psicoanalista Jacques Lacan, reconocido como el reinventor del psicoanálisis. Uno de los más grandes disgustos que hubo de llevarse Fraude (o Freud) al arribar a tierras argentinas, fue sin duda alguna la irrupción de Lacan en el ambiente psicoanalítico del país. Según Jorge Achucarro (1999; Pág. 3458), vocalista de la banda de cumbia villera Asalto Fallido y biógrafo de Fraude en la Argentina, el padre del psicoanálisis profesaba un odio demencial hacia Lacan, a quien consideraba un “impostor sublime y canalla, mercenario del psiquismo, sofista desarraigado, drogadicto y maricón” (Op.cit.). Agrega también el biógrafo, que Fraude solía amenazar que lo único que iba a reinventar Lacan iba a ser su rostro, “si en el destino está escrito, que paseando ufano por  la peatonal Muñecas, hubiera de encontrarme, por mero azar, al impostor habría de desfigurarlo a golpes de puño” solía expresar. Los libros de Achucarro, Biografía del Fraude y Soy hincha de Morón y me psicoanalizo con Freud, abundan en detalles sobre ésta riña histórica aunque, es preciso decir, que se ha puesto en duda la validez de muchas anécdotas que cuenta el autor (por ejemplo: que Fraude solía ir a la cancha de Morón, su debilidad por la música de Gilda o sus numerosas entradas en comisarías. Se estima que todos estos datos pertenecían, en realidad, al propio Achucarro y no a Fraude). Podríamos agregar que, finalmente, a la pulseada la ganó el maestro vienés (de Viena, capital de la salchicha). Cuenta Marcos Soria, vecino de Fraude en Villa 9 de Julio, que “cuando Fraude consiguió que el gobierno promocionara su programa de televisión Psicoanálisis para todos, su popularidad se acrecentó tanto, que un domingo, en el que jugaban por el torneo doméstico San Martín contra Atlético Tucumán, desde las plateas del monumental bajaron los gritos ´olele, olala, Lacan se la come, Fraude se la da´, aquel día Sigmund, emocionado y agradecido, comprendió que había derrotado a Lacan” (nota publicada en el diario La Gaceta, “Villa 9 de Julio: Cuna del fenómeno aclamado en las canchas”). Para más información sobre éste pleito se sugiere consultar tanto a los libros de Achucarro, con las debidas precauciones, como a las cartas y demás escritos de Fraude que constan en el presente volumen.   

*El poeta al que hace referencia Fraude es el fundador de la poesía soez, Roque Chichilo Barrionuevo. El maestro vienés se refería a éste artista del medio local como el Goethe tucumano. Las frases citadas pertenecen a obras cumbres del autor como ser: “La banana no tiene carozo”, “Diatribas concupiscentes y el hedor de tus ojotas”, “De mecánicos y engranajes”, “Oda al guiso de garbanzo”, “Chancho limpio nunca engorda”, “Me has calado como sandía”, su novela best seller “Panchita, la de los talones blancos”, llevada al cine por Juan José Campanella y la obra eminentemente filosófica “Grandes pensamientos en palabras menesterosas”.

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