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ISSN 2684-0626

 

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Inesperadas Convergencias. Dalmiro Coronel Lugones y Cesare Pavese

Por Lucas Cosci |

Extraña convergencia. En 1951, en Italia, se publica un poema que da título a un libro póstumo. El autor es un piamontés que el año anterior se había suicidado. En una fecha cercana pero sin precisiones, a once mil kilómetros de distancia, en otro continente y en otro hemisferio, en otro idioma y en otro paisaje, un poeta bandeño, de hábitos bohemios y de estilo folklórico, escribe un poema con casi las mismas palabras de aquel piamontés. El primero escribe en italiano Verrà la morte e avrà i tuoi occhi. El segundo escribe en español “Elegía a tu muerte poeta”. Estoy hablando de Cesare Pavese y de Dalmiro Coronel Lugones. A pesar de la distancia, a pesar de los idiomas, a pesar de muchas diferencias insoslayables, no produce menos que asombro la coincidencia en la elección y combinación de las palabras, entre los dos poemas  póstumos.

Sorprende todavía más que en el poema de Dalmiro Coronel Lugones encontramos una voz alejada de la poesía costumbrista, folklórica, que venía escribiendo. Esta elegía, en cambio, evoca la mejor tradición lírica hispanoamericana y universal.

El bandeño de las tardes amarillas había publicado en vida solo dos libros. Romancero del Canto Nativo, en 1965. Y Tiempo de Zamba y Malambo, en 1970. Los títulos por sí mismos nos hablan de la naturaleza folklórica de su poética. Así lo hemos conocido no solo a través de sus poemarios, sino a través de al menos doce composiciones musicales con letras registradas a su nombre. En el año 2016 –a cuarenta y cinco años de su fallecimiento–  la Subsecretaría de Cultura de la Provincia de Santiago del Estero publica un libro con el título Obra reunida, ´que incluye algunos textos inéditos,  cuyo último poema es la elegía extraordinaria que hemos rescatado.

En ella no solo se aparta del costumbrismo de su poética conocida. En lo formal, encontramos aquí una voz que abandona el verso octosilábico de la copla y el romance, y se temporaliza en endecasílabos al estilo de los sonetos, sin llegar a ser una pieza de este sub-género.

Como el César Vallejo del “París con aguacero” de un día jueves, como el Cesare Pavese del vizio assurdo, nuestro Dalmiro va a hablar de la inminencia de la muerte como una “presencia de la impresencia”. Una profecía poética sobre lo que “vendrá”, a tono con los sentimientos expresados en dos de sus composiciones sobre la chacarera.

Ya no el pasado, ni la leyenda, ni paisaje. Ahora lo poetizado es una experiencia humana universal. Extrañamos la mención de los jumes y de las jarillas. De lo que se habla es de la muerte, quizás el tema más recurrente de la poesía de culto.

Desde Quevedo a Borges, pasando por  recordado Cesar Vallejo, Pablo Neruda y hasta Rául Gonzalez Tuñon con sus versos en torno a “El poeta murió al amanecer”, la muerte del poeta es un clásico de la mejor poesía.

En especial quisiera destacar ciertas coincidencias de este texto con aquel Cesare Pavese que decía: “Vendrá la muerte y tendrá tus ojos”. En Dalmiro leemos: “Vendrá la muerte y crecerá en tu rostro / un blanco interrogante de azucenas”. Para el italiano, la muerte es la expoliación de la mirada (“avrà i tuoi occhi”- “tendrá tus ojos”); para el santiagueño es el brote de una incertidumbre final que se vuelve color de “azucenas” en el rostro. Decimos coincidencias porque es casi nula la posibilidad de que el bandeño haya conocido el texto del Piamontés. No hay forma de saberlo, ni viene al caso. Lo cierto es que para ese entonces, la obra del Pavese casi no estaba traducida ni editada en español; la traducción de Goytisolo –uno de los primeros en llevar al español estos versos– corresponde al año de fallecimiento del autor de la elegía. Sin embargo, las coincidencias asombran.

Los dos poemas empiezan con las mismas palabras, si consideramos las equivalencias idiomáticas (“Vendrá la muerte” – “Verrà la morte”). Los dos se dirigen a un interlocutor en segunda persona. Los dos anuncian la muerte y la ausencia que vienen a marcarnos en los ojos. Los dos están escritos en futuro. Los dos invocan el silencio. El sentido, sin embargo, es diferente: La elegía lo nombra como negación: “pero tu muerte no será el silencio”. Los versos del italiano como afirmación: “I tuoi occhi / saranno una vana parola, / un grido taciuto, un silenzio (“Tus ojos / serán una vana palabra / un grito callado, un silencio”); y así creo podríamos reconocer algunas otras coincidencias. Hablo de coincidencias. El poema de Cesare Pavece se publica en italiano en el año 1951. Desconozco la fecha de su primera edición en español, como tampoco la fecha del texto de Dalmiro, que se ha conocido post mortem.[1] Pero en cualquier caso está claro que se trata de poemas singulares, con proximidades y lejanías, en idiomas diferentes, que se encuentran entre sí en la superposición de algunos temas y de palabras equivalentes. Milagro de la poesía: un encuentro verbal entre dos poetas en la distancia y en la ausencia.

También está claro que esta elegía nos revela que una parte de la poética de Dalmiro se desacopla de los motivos folklóricos y regionales, para encontrar sintonía con problemas relativos a la condición humana universal.

La elegía invoca la tierra con cinco menciones, pero en ningún caso con el sentido de tierra “nativa”, como lo había hecho en el Romancero…, sino en todo caso con el de terra mortis: “Parábola del árbol tu destino / la tierra, el cielo y otra vez la tierra”; o como el lugar de sobrevivencia e inmortalidad de la palabra: “pero tu canto quedará en la tierra”. Esta es una de las diferencias respecto de la lírica folklórica que hasta ahora había llevado adelante.

El Dalmiro con que nos encontramos a la hora de su muerte ha dejado en suspenso los formatos folklóricos y las resonancias de la tradición oral, para reinscribirse en el cauce de la lírica clásica. Vemos entonces desplazamientos hacia otro sistema de referencias: del regionalismo al universalismo, de la tierra nativa a la terra mortis, del verso octosilábico de extracción oral al endecasílabo de tradición sonetista. Abandona el dinamismo de la oralidad, pero gana en estabilidad, en perdurabilidad, en trascendencia. Su poesía ha encontrado refugio fuera del mundo del folklore.

Entonces hay folklore y hay también algo más que folklore, en la poesía dalmireana. Este texto, y su comparación con el italiano, nos han permitido visualizar el juego de cercanías/lejanías que podemos reconocer con claridad, que hace las veces de patio de salida de su obra y de su vida, un adiós impensado que se cierne sobre aquel pueblo nativo de su canto. 

Los dos poetas, Dalmiro Coronel Lugones y Cesare Pavese, han tenido una visión profética. Han conjugado esa visión en sendos poemas póstumos. Finalmente, han encontrado una muerte trágica, inmediata, precipitada, como –misteriosamente– lo habían anticipado sus versos.

Cesare Pavece, se suicida el día 27 de agosto del año 1950 desgarrado de amor por la actriz norteamericana Constance Dowling. En su Diario El oficio de vivir en fecha 18 de agosto del mismo año escribió aquellas líneas memorables que preludian su fin: “Todo esto da asco. Basta de palabras. Tan solo un gesto. No escribiré más”.

Igual que Pavese, Dalmiro Coronel Lugones presentía y –acaso sin saberlo– buscaba su propia muerte. Hay llamativas alusiones, tanto en su poesía como en su epistolario, en las que destella un anuncio.

Con casi las mismas palabras de la elegía, le escribe a Eduardo Ávila en una carta: “Algún día, no sé desde dónde, me traerán en el sueño definitivo de la muerte. Y volverán mis huesos a morder la tierra donde he nacido. Quizás entonces comprendan muchos mi canto y mi mensaje. . . Pero ya será tarde…” [2]

En efecto, Dalmiro Coronel Lugones va a tener una muerte trágica, misteriosa, inesperada. Hay datos desconcertantes. Porque según el testimonio de uno de sus amigos, un par de años antes le había escrito una carta enigmática, de signo premonitorio, fechada el 20 de septiembre de 1969, en la que le decía: “Yo quedaré tan solo como un recuerdo lejano. Me hundiré en el silencio”. Y sigue la carta con una extendida confesión de ese oscuro presentimiento, con datos muy precisos. [3]

Así fue como un 20 de septiembre, pero de 1971, apenas dos años después, su muerte de azucena tres veces anunciada, vendría al fin a poner su tono interrogante en el rostro de quien le diera color a la tarde santiagueña. Los signos entonces se volverían destino. La muerte tres veces anunciada vendría encaramada sobre el filo de un cuchillo. Intento de asalto, según crónicas de la época. Su cuerpo apareció sin vida arrojado en las márgenes de una vía. Con todo, nunca se han conocido con claridad las circunstancias de esa muerte, lo que la ha rodeado de rumores velados.  Nadie lo sabe, pero todos sospechan un episodio truculento. La única certeza es que su vida se troncha de manera intempestiva como el ritmo de una chacarera trunca. Tenía cincuenta y dos años y una producción inédita desbordante.

Cesare Pavese y Dalmiro Coronel Lugones, a once mil kilómetros de distancia, sin saberlo, conectan sus destinos en la conjunción de algunas palabras inmortales. Dos vidas, dos poemas, dos muertes. Convergencias, coincidencias, misterios de la poesía.


[1] Según la edición de la Subsecretaría de Cultura, la “Elegía para tu muerte, poeta”, habría sido escrita el 17 de octubre de 1967.

[2] Carta fechada el 5 de noviembre de 1966, http://vocesdelapatriagrande.blogspot.com/2011/12/eduardo-avila-masmasmas.html

[3] Carta fechada el 20 de septiembre de 1969, https://brevetta.blogspot.com/2016/02/la-ultima-carta-de-dalmiro-coronel.html

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