«Creo que los libros fundacionales, aquellos que se anclan en el fondo de tu alma, los reescribís siempre”
Por Diego Puig |
Hablar con Jorge Consiglio es una experiencia exuberante. No exuberante como bailar con Lia Crucet o como adentrarse a pie en el Amazonas. Es más bien una exuberancia propia de la urgencia con la que Jorge habla: rápido, intenso, lindo. Corre esa urgencia en la manera en que Jorge responde y no tiene que ver con el tiempo: tiene que ver con la cantidad de cosas –ideas, anécdotas, definiciones, emociones– que quiere compartir; todas las cosas que piensa y dice y que nunca son pocas ni ligeras. Este maximalismo está también presente en la forma de ser de Jorge: generoso, entusiasta, expansivo; eso siempre sumado a un inmenso cariño por sus entornos, incluso los pasajeros, los triviales o los más recientes.
Hablar con Jorge Consiglio es un placer justamente por esto: porque Jorge es profuso, pensante y efusivo. Igual que su literatura. Intentar contar de qué va su última novela, Sodio, es casi imposible: uno podría arriesgar que esta hermosa novela tiene y tendrá tantas interpretaciones como lectores. Y de eso se trata, un poco, en parte, la magia de Consiglio: la belleza como exceso, pero un exceso amable, excitado pero no demasiado, nunca hostil. ¿Diferente a lo que uno espera de un escritor porteño? Tal vez sí, tal vez no, porque Jorge, con su Villa del Parque natal y su Colegiales actual, es sumamente porteño. Pero es acaso él un porteño afectuoso; el porteño amable.
¿Cómo encaja Sodio, tu última novela, en tu proyecto narrativo, en tu autopercepción como autor?
Desde hace bastante tiempo, vengo pensando en los límites del realismo. La mayoría de las ficciones que escribí se corresponden con este género, pero en cada una de ellas intenté que la escritura —la sintaxis, el orden oracional, el trabajo con las imágenes— multiplicara los sentidos del relato. Me parece que en Sodio doy un paso más en este camino. Quiebro el realismo y permito que ingrese el elemento fantástico. Como contrapeso, para soportar el verosímil de este desborde, trabajé con un hiperrealismo pormenorizado: marcas comerciales, trabajo con los detalles, descripción de escena. Creo que, en el sistema del texto, estos dispositivos narrativos, sirven, además, para engrosar a los personajes, para darles entidad; en otras palabras, para volverlos tridimensionales. En Sodio, como en todo lo que llevo escrito, aparece el tema de la animalidad, de lo salvaje, de la identidad y de la alteridad como misterio indispensable para nutrir los vínculos. Pero en esta novela, con la irrupción de lo imposible —esa figura híbrida que nada entre las olas— se suma el asunto de la pasión, que termina de llevar al protagonista/narrador al límite de sí mismo o, mejor, al borde de su propio entendimiento
¿Cómo venís pensando los límites del realismo? ¿Cuáles son esos límites para vos?
Esta cuestión de escapar del realismo no es nueva. Por supuesto que este debate ya empieza en los 60 y de alguna manera tiene que ver con una especie de contrapunto que se da entre el realismo socialista y las vanguardias, el arte pop, y todas las proyecciones de las vanguardias, sobre todo en gente de la Revista Sur, por pensar algún antecedente. Pero lo que yo de alguna manera intento es otro modo de hacer realismo y que escape de la pura representación. En realidad, no es abandonar el realismo sino extremarlo. Hibridizarlo o mezclarlo con recursos que por ahí fueron utilizados por las vanguardias o hibridado con otros géneros. Cada uno encuentra su manera de hacerlo, ¿no? Y con esa mezcla, lo que se hace es escapar de la pura representación, porque justamente con la representación pura, el realismo se acerca al naturalismo y ahí se aplana un poco, la cosa se vuelva denotativa. Esto, en los 60, tipos fuertes del realismo como Daniel Moyano, como Haroldo Conti incluso o Rozenmacher se lo plantearon y cada uno encontró su alternativa para amplificar el realismo, que no tiene que ver con negarlo sino con mezclarlo o potenciarlo, con volverlo más dinámico o poroso.
¿El trabajo con un hiperrealismo sería una de las estrategias para evitar o para ampliar los límites del realismo?
Bueno, cuando hablo de hiperrealismo a veces pienso en Conti por ejemplo y sus descripciones exhaustivas. Eso cosa de acercar el foco -y esto es una teoría mía, eh- y cuando vos acercás mucho el foco, de alguna manera, distorsionás, pero sin salirte del realismo. Pienso en las descripciones de Conti, nada más que en eso, en esas descripciones pormenorizadas, exhaustivas, hasta exasperantes, minuciosas. Esa es la manera que él encuentra de trabajar el realismo, sin abandonarlo porque el realismo era algo que consideraba muy válido.
¿Tenés una ética como escritor?¿Hay cosas sobre las que nunca escribirías por una cuestión ética?
Tengo una ética como escritor, pero no está relacionada con las cosas que incluiría o excluiría en mi ficción. Mi ética tiene que ver con escribir sobre lo que me interpela. Y lo que me interpela es muy misterioso, pero, supone la mayor sinceridad posible para con uno y para con los demás. A la hora de escribir, intento liberar mi deseo de cualquier especulación o imperativo que no sea el más puro antojo. Eso, me parece, es un factor clave en el gesto artístico. Este fundamento que llamamos “ética” —y que, creo, tiene que ver con la libertad en el sentido más estricto— se manifiesta en el texto como un sonido: en cada decisión narrativa, aunque en apariencia resulte nimia, está presente. Si el autor no es consecuente con la propia ética, el texto lo canta. Se escucha el fingimiento: el artificio toma absoluto protagonismo y el relato cruje, se queja.
¿Qué significa para vos ser un escritor argentino? ¿porteño? ¿Cómo es tu relación con la literatura argentina de provincias?
Me cuesta pensarme dentro de cualquier marco y esta cuestión también involucra al de la escritura. Estoy demasiado cerca de mí mismo —no me quiero hacer el gracioso con esta afirmación— como para tener alguna claridad acerca del contexto que me comprende. Escribo en un departamento de Colegiales con todo lo que traigo a cuestas: mis lecturas, mi carrera, mis trabajos, mis prejuicios, mis malos entendidos y mis buenos entendidos. Es una condición de producción como cualquier otra, con sus pros y con sus contras. En cuanto a lxs escritorxs de las provincias, tengo relación con varixs. En muchos casos, tienen dificultad para hacer circular sus obras. Es una redundancia decirlo: nuestro país no es para nada federal. Esto responde a una cuestión política general que, por supuesto, incluye a lo cultural. Lo notable es que este asunto no tiene demasiada visibilidad y, según mi experiencia, no está tematizada en ninguno de los eventos nacionales o provinciales vinculados con la literatura.
¿Creés en que hay una diferencia estética o narrativa entre el interior y Buenos Aires?
Creo que en el caso de la escritura, la diferencia la hacen lxs autorxs más que las geografías. En todo caso, un autor procesa —recrea— la zona y, de ese punto de vista, nacen las poéticas. Pienso en el río de Barrandeguy o en las piedras sanjuaninas de Escudero. Sinceramente, me cuesta imaginar una generalización. Afirmar que en la producción literaria de Buenos Aires existen características que la distinguen de los textos que se producen en las provincias es discutible; aunque esto no quiere decir que los espacios en los que los textos tomaron forma no pervivan en ellos como un eco. Esa resonancia, justamente, es la que los vuelve auténticos.
¿A quienes leés solo para vos y a quienes leés y luego recomendás?
Soy apasionado de los libros. Y cuando descubro algo que me gusta lo recomiendo siempre. Ya se trate de películas, libros o música. Cuando doy con un hallazgo, lo comparto en todos los casos. No me guardo nada. Descubrir un libro que te rompa la cabeza es casi tan fuerte como escribir algo que te satisfaga. De hecho, creo que los libros fundacionales, aquellos que se anclan en el fondo de tu alma, los reescribís siempre. La literatura se nutre de literatura, antes que de cualquier otra cosa. También amo que me recomienden libros. Tengo un grupo de amiguxs con lxs que nos pasamos data con fervor, casi con ansia.
Te leí y escuché un par de veces recomendar y mencionar a El desierto de los tártaros de Buzzati como un libro significativo para vos. ¿Nos contarías qué “leés” o encontrás en ese libro?
La obra de Dino Buzzati, en general, y El desierto de los tártaros, en particular, manifiestan la incertidumbre de una manera extraordinaria. Disfruto mucho de esa especie de fantástico italiano. Al que se suma Calvino, también. Pero en El desierto… me deslumbra todo el planteo del vacío como espacio interior y exterior, la reflexión sobre lo fantasmático y el empleo del miedo personal para la fabricación de enemigos. En otro orden, siempre me convocaron las ficciones de claustros, de fronteras y de exilios. Un poco arbitrariamente asocio las escenas del teniente Drogo cuando llega a esa zona muerta con flashes de la película Stalker, de Tarkovsky. Las dos obras se unen en el mapeo escenográfico de la soledad y en el tratamiento de la espera como planteo existencial, algo parecido a lo que ocurre en Zama, de Di Benedetto. Los protagonistas, sojuzgados por los avatares que les toca vivir, se preguntan en cada cuadro qué acto justifica sus vidas y, distraídos por esa interrogación, no advierten que el tiempo se les fuga.
Sos un escritor muy querido, muy respetado. También sos un ser humano cálido, amable y generoso ¿cómo es eso parte de tu proyecto de escritura, de tu obra?
No sé bien cómo responder esta pregunta. Obviamente, me hace muy feliz sentirme querido y valorado. Como es sabido, la escritura se practica en soledad y este aislamiento hace que nunca se sepa verdaderamente si lo que uno está produciendo es bueno o una porquería. En este sentido, el tramado afectivo resulta fundamental para mantenerse a flote. Además, la valoración de los lectores y la crítica te sirve para seguir intentando. La inseguridad constante y la incertidumbre son los pilares básicos en los que se asienta la escritura, por eso el cariño y las opiniones favorables, ayudan enormemente a seguir con los intentos.
¿Es importante una literatura argentina más federal? ¿Para qué? ¿Por qué?
Definitivamente, pero no por una cuestión demagógica, sino por un imperativo democrático. Una mirada federal supone apuntar a una pluralidad de voces; en otras palabras, garantizar la diversidad de poéticas, establecer una mirada crítica sobre los criterios estéticos centrales, ponerlos en crisis. Para eso resulta indispensable una mirada federal. En arte, cualquier restricción supone pérdida, carencia, pobreza.
Enseñaste Semiología en Letras de la UBA, ¿Juegan la semiología o la docencia algún papel en tu obra o en tu proceso de escritura?
Entiendo que no de una manera directa, pero por supuesto que todo lo que supone reflexión sobre el lenguaje queda alojado en algún lugar de mi cabeza y eso, quiérase o no, se juega a la hora de tomar decisiones narrativas
¿Cuál fue tu experiencia más significativa dando o participando de un taller de escritura?
Creo que lo más significativo que ocurre en los talleres tiene que ver con la posibilidad de darle nombre, de manera colectiva, a los elementos que favorecen o discuten con el sistema narrativo que los contiene, hasta donde el misterio del texto lo permite. Ese es un ejercicio del carajo, que no solo es gratificante sino absolutamente enriquecedor. A veces se da y otras no, pero cuando ocurre, todos los participantes del encuentro salimos ganando
¿Qué es lo que más orgullo te ha dado de toda tu obra? ¿Qué ha sido lo más desafiante o frustrante o vergonzante de tu escritura y de tu obra?
Me siento orgulloso de mi persistencia. Escribir me hace feliz y me justifica, pero doy muchas vueltas para sentarme a hacerlo. Parece una contradicción, pero es así. Cuando termino un poema, un cuento o una novela, no puedo creer que llegué al final. Entonces, celebro. Me siento orgulloso de haber arribado a puerto. Y sé que ese acontecimiento —para mí fundacional, casi identitario— tiene relación directa con mi tenacidad. Ahí encuentro un valor. Y me lo destaco. Trato de incorporarlo a mi memoria emocional, pero no tengo demasiado éxito; de modo que cada nuevo proyecto escritural que emprendo, tengo que lidiar con el desaliento inicial.
En cuanto al desafío, creo que el más grande fue la escritura de El bien, mi primera novela. No contaba con nada, ni siquiera con el amparo incierto que ofrece la experiencia. Empecé a avanzar a ciegas en un relato que me resultaba infinito. Además, en ese momento, trabajaba muchas horas en un laboratorio medicinal. Escribía en las grietas, cuando podía. En esos años, vi con claridad que escribir no solo era el momento de narrar una historia sino, sobre todo, el tiempo que usaba para pensar en la propia escritura.
Tenés una prosa de una belleza superlativa, muy superior a la prosa de la mayoría de los escritores que están escribiendo hoy. ¿Cómo la trabajás?
Muchas gracias. Trabajo la prosa desde el ritmo y el tono. Me fijo también en las relaciones que existen entre una oración y otra, en las bisagras. Hay un movimiento en el lenguaje que tiene que ver con lo sintáctico y lo semántico, pero también con una cosa de otra índole. Ese movimiento traduce el deseo, un poco al modo Barthes. Voy por ese lado. Es intuición y laburo. Laburo e intuición.
Jorge Consiglio
Nació en Buenos Aires en 1962. Creció en el barrio de Villa del Parque y es un lector desesperado desde siempre. Varios factores lo acercaron a los libros: “Las revistas subterráneas ‒en su mayoría centradas en el rock‒ fueron uno; la pasión de mi viejo por su biblioteca ‒una colección de clásicos universales y unos pocos libros sueltos‒, otro; el tercero fue la devoción con que un preceptor de la secundaria leía novelas larguísimas del siglo XIX.” En sus propias palabras, Jorge hizo la licenciatura en Letras de la UBA “sin pena ni gloria”. Lo primero que escribió fue poesía. Luego se pasó a la prosa, aunque considera que en sus relatos “pervive una mirada poética”. Acaba de publicar su sexta novela, Sodio (Las otras son: El bien, Gramática de la sombra, Pequeñas intenciones, Hospital Posadas y Tres monedas). Tiene publicados tres libros de relatos (Marrakech, El otro lado y Villa del Parque), cinco de poesía (Indicio de lo otro, Las frutas y los días, La velocidad de la tierra, Intemperie y Plaza Sinclair) y uno de miscelánea (Las Cajas). Ha sido traducido al inglés y al turco.
Enlace para ver la entrevista en formato audiovisual en nuestro canal de YouTube:
Nació en Tucumán en 1982, pero se siente más o menos tucumano porque vivió gran parte de su vida fuera de la provincia. Es autor de la novelas Nadar sin luz (Ed. Milena Caserola, 2013) e It girl (Gerania Editora, 2020) y de los libros de cuentos Vírgenes infinitas (Ed. Mulita, 2018) y El problema de la luz (Gerania Editora, 2022). Actualmente sus escritores favoritos incluyen a Jhumpa Lahiri, John Cheever, Federico Falco, María Gainza, Rafael Pinedo, Hebe Uhart, Fogwill, Mavis Gallant, Lucia Berlin y Magalí Etchebarne. Dicta talleres de escritura y de lectura (con ¿excesivo? entusiasmo) online.