Por Santiago Garmendia |
“Freud y Wittgenstein se parecen más de lo que usted cree“ me dijo una tarde el Profesor Rojo, cascabeleando el dedo índice en el pasaje de los naranjos dulces, cuando caminábamos de vuelta a su casa. Respeté la acusación que era de lo más retórica -se sonreía con picardía por el recurso. Si yo no podía tener en mi cabeza ni a uno de esos genios, menos iba a concebir ambos a la vez y encima otra entidad, una relación entre ellos. Se detuvo para soltar la frase «Para ambos, la negación no existe».
Después de mucho tiempo me dedique en efecto a uno de ellos, a Wittgenstein, o a una parte de él, lo que se llama el primer Wittgenstein que tiene su expresión más clara en el Tractatus Logico Philosophicus. De este libro se cumplieron cien años de su publicación en dos mil veintiuno y una furia editorial académica hizo de nosotros, los tractarianos -he aquí el nombre para una civilización perdida- un bien escaso. Sentimos un poco lo que los historiadores tucumanos sienten todos los años para el día de la independencia.
Cuando me llamó hace dos meses el Dr. Peruzzo de Curitiba para que le dé el título de mi charla sobre el Tractatus, me hizo repetirlo varias veces -pensaba él que se perdía algo en la traducción-: “La negación no existe“ le dije despacio y fuerte, algo molesto. Antes de cortar se preocupó por mi salud mental, con un «¿Você está bem?» No.
La negación no existe
Tal como me lo planteara el Prof. Rojo, no hay pensamiento más fundamental en el Tractatus que su negación de la negación. “La proposicioìn “~~p” no trata de la negacioìn como de un objeto, sino que la posibilidad de su negacioìn estaì ya prejuzgada en la afirmacioìn. Y si existiese un objeto llamado “~”, entonces ~~p deberiìa decir algo distinto de p (5.41)“. Estos complejos asuntos lógicos no quieren decir más que la negación es tan íntima a toda expresión que no es una entidad más, sino simplemente la posibilidad de que la expresión sea falsa. Se opone de esta manera a cualquier juicio que sea necesario, todo lo que decimos debe poder ser falso. “No hay enigma, si se puede plantear una cuestión, también se la puede responder porque la duda sólo puede existir donde hay preguntas, una pregunta sólo cuando hay una respuesta, y sólo se puede afirmar o negar lo que podría ser de otro modo (6.5), (6.51), (5.6346) (mis cursivas).“
Con este aparato lógico, Wittgenstein impugna toda filosofía que reclame para sí el absoluto.
¿Quenó?
No podía el vienés en ese entonces conocer la manía tucumana por la negación. Somos un pueblo lleno de lítotes –“no es grande“, en vez de decir chico, “nada mal“, por bien- doble negación -no creo que no…-. Pero es en el terreno de las preguntas donde se da la más sorprendente de nuestras piruetas lógicas. ¿No es cierto? ¿No vamos a negarlo, verdad? ¿Nos entendemos igual, no? Sí, No.
Es doctor en Filosofía, docente e investigador de Filosofía del Lenguaje en la Universidad Nacional de Tucumán y la Universidad Nacional de Salta. Integra el colectivo “Dudas Razonables”, desde el cual se producen contenidos de radio, teatro y talleres de Filosofía. Su primera obra de ficción fue la novela La religión de los dioses (Culiquitaca, 2015). Publicó Mal de muchos (y otros cuentos de libros) (Lago Editora, 2016). Nació en 1976 en San Miguel Tucumán, ciudad en la que reside.
Lo felicito Santiago por su particular humor lógico. Debo decirle que en honor al querido profesor Rojo y no a su nombre, el origen del «quéno», esa particular simbiosis de preguntafirmanegación, es originaria de Santiago del Estero, los pagos del querido profesor. Su trabajo abre las puertas para seguir pensando «La negación » como recurso psíquico en la propuesta freudiana y la relación con el pensamiento de Wittgenstein…
gracias! vamos por las investigaciones filosóficas bandeeeñas ! gracias en serio, el profe siempre ponderaba el santiagueño respecto a varias cuestiones, recuerdo que se enfrentó a una linguista por no mencionar el voseo santiagueño!!