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ISSN 2684-0626

 

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La alucinante mirada de los centennialls en el año de la muerte

Por Mónica Cazón |

Comenzamos el 2021 con una expectativa enorme, salir del estado de aislamiento social y sanitario, vencer un virus que puso al mundo de rodillas. Con esperanza abrimos este texto que dejará un testimonio de un concurso ocurrido a fines del año pasado.

¿Pensamos, en medio de la locura que vivíamos los adultos, qué pasaba por la cabeza y los sentimientos de los niños y adolescentes durante este proceso de miedo, muerte, aislamiento, soledad y enfermedad?  

Las niñas, niños y adolescentes son las víctimas ocultas del coronavirus. No tenemos idea -y no la tendremos de manera inmediata- hasta dónde la pandemia del COVID-19, y las medidas para disminuir su propagación, han alterado la vida de los hogares y han generado cambios en los hábitos y rutinas de las personas.

Hay un conjunto de efectos que impactan especialmente en la niñez, en dimensiones como educación, nutrición, salud física y mental, ocio y recreación, protección, entre otras. Las niñas y niños se encuentran expuestos en mayor medida a situaciones de violencia, maltrato, abuso o explotación. Esto mismo sucede con las mujeres, que además se ven enfrentadas a una mayor carga de las tareas y cuidados en el hogar. Esto por mencionar algunos de los efectos.

Diario de una pandemia 

Lo cierto es que, desde la Escuela Secundaria Tafí Viejo, de Tafí Viejo, Tucumán  se realizó, a partir del segundo cuatrimestre del año 2020, el Concurso Diario de una Pandemia, al que fui invitada a participar por Máximo Olmos, docente sensible, idóneo, que trabajó sin descanso para sus alumnos.

Máximo Olmos planteó como eje de este concurso el valor de la afectividad. Este año se trataba de eso, de los aprendizajes logrados a través de la atención de nuestros afectos, como un aporte para el cuidado de la salud integral. Desarrollar la inteligencia emocional fue el objetivo buscado.

El año que nunca esperamos

El antiguo mito afirma que la sabiduría no surge como Atenea de la cabeza de Zeus; se va formando poco a poco y progresivamente desde los orígenes más irracionales. Solamente en la edad adulta podemos obtener una comprensión inteligente del sentido de la propia existencia en este mundo contradictorio, a partir de nuestra experiencia en él.

De pronto, en este 2020, la enfermedad nos interpeló, habitó nuestros espacios, nuestras vidas, se puso a jugar al arroz con leche en nuestros patios. Las escuelas se quedaron vacías, en los bares se dejó de resolver el mundo, mamá y papá pasaban más tiempo en casa, la profe aparecía en el celular, en la compu, y las actividades diarias se llenaron de nuevas palabras, modos, maneras, juegos, entretenimientos. Dejamos de ver a nuestros abuelos, a los primos, a los compañeros y alguien dijo coronavirus, muerte, neumonía, no respirar, oxímetro, azitromicina, tomografía, aislamiento, quietud, fiebre. Empezamos a esquivar a las personas, a tenerles miedo. Eso, el 2020 fue el año del miedo.        

Desgraciadamente, demasiados padres exigieron que las mentes de sus hijos funcionen como las suyas, como si la comprensión madura de nosotros mismos y del mundo, así como nuestras ideas sobre el sentido de la vida, se desarrollaran igual en niños y adolescentes.

Actualmente, como en otros tiempos, la tarea más importante y, al mismo tiempo, la más difícil en la educación de un niño o un adolescente es la de ayudarle a encontrar sentido a la vida, atrapar sus capacidades y lograr que las reconozca y las explore. Se necesitan numerosas experiencias durante el crecimiento para alcanzar este sentido. El adolescente, mientras crece, debe aprender, paso a paso, a comprenderse mejor; así se hace capaz de comprender a los otros y de relacionarse con ellos de un modo mutuamente satisfactorio y lleno de significado.

Es tiempo de incertidumbre, quién puede dudarlo. Es tiempo también de toma de decisiones, de vivir o morir, de seguir o detenernos y quedarnos paralizados en el camino.

Los chicos y el diario de la pandemia

Por todo lo expuesto, leer los trabajos del Concurso Diario de una pandemia de los alumnos de escuelas tucumanas, provocó en mí un antes y un después. El quiebre que significó comprender los sentimientos y razones de los adolescentes. El impacto que se transformó en un dilema cotidiano, en la pregunta íntima que transitó por pasillos poco ortodoxos.

En un esfuerzo por llegar a comprender por qué estas historias tienen tanto éxito y enriquecieron mi vida y la vida de cada uno de los participantes. Advertí que escribir este diario fue un acto mucho más profundo que cualquier otro material de lectura, porque precisamente, es allí donde comenzaron a   encontrarse con su ser emocional.

Los textos hablan de los fuertes impulsos íntimos que libraron los adolescentes en la pandemia -sin quitar importancia a las graves luchas internas que comporta el crecimiento- y escribieron trabajos con soluciones, temporales y permanentes, a las dificultades apremiantes.

Gracias al diario de una pandemia, idea genial porque transformó en encuentro, un concurso en espacio de reflexión, pudimos entender las contribuciones de la que fueron y son capaces nuestros alumnos. El adolescente indiferente, el que siempre está con los auriculares (cuando los tiene) el que calla, el que mira y calla, o ese que grita en silencio para no merecer un golpe. El que pega un portazo, o se sumerge en algún cielo infinito capaz de tocar las estrellas, pero incapaz de decirlo. O, en el peor de los casos, ese que se refugia en el porro que le ofrecen los que destruyen vidas.

Tengo la certeza de que este tipo de experiencia, escribir, expresarse a través del arte, interpelar e interpelarse, contribuyó a superar “el año terrible”. Algunos perdieron su quinto año, la cena de egresados, un viaje tal vez, la ilusión del encuentro; otros perdieron vidas, afectos. Para todos, absolutamente todos, fue el año del miedo y la pérdida, pero desde ese lugar, los chicos fueron resilientes. Se construyeron un búnker y apostaron a la esperanza.

Fue un año intenso, creativo, doloroso, diferente.

Fue un año que les dejó aprendizajes alucinantes.

Citaré para terminar testimonios tajantes y crudos.

Dice la alumna Lydia Micaela Pacheco en su trabajo Érase una vez 2020. A fin de cuentas, nadie se esperaba vivir estas circunstancias, pero hay que tener presente que la noche más oscura es justo en el momento antes de empezar a amanecer, pronto todo acabara y el sol volverá a brillar. Además, está visto que no hay mal que por bien no venga, no todo es trágico, siempre aparece un rayo de sol que nos ilumina. Mirando el lado positivo de esta situación comprendimos que, como dice una propaganda, nadie se salva solo, que no somos seres aislados y necesitamos de los demás. Juan Carlos Sánchez, titula a su trabajo Desde mi encierro, con dos frases contundentes: Tareas que parecen jeroglíficos, y Mi mamá no entiende que, si no voy al colegio, mi mente sigue de vacaciones.

Johana Galarza, confecciona un diario cual Ana Frank, para manifestar su angustia y desencanto ante lo virtual, una centennials apegada a la tecnología, que sin embargo sufre con este nuevo modo de conectarnos.

Hay alumnos que dejaron sus huellas no solo en los escritos, sino en el corazón de sus compañeros, es el caso de Constanza Acosta, así lo manifestó orgullosa y feliz Johana ¡Qué inmenso gesto de parte de ambas!

Lissandro Devvanni: cargo con mis conflictos, los cuales sé manejar, pero es así, no es fácil lidiar con los problemas si estamos encerrados

Me conmocionó el rap de Santiago Penseroli:

Mi testimonio

No sé por dónde voy a empezar,

no sé por dónde voy a relatar;

así que Dj Agus voy lanzar

sin parar.

Yo me imaginaba que le podía pasar hasta el vecino

pero que me iba a tocar a mí,

ese pensamiento nunca se me vino.

No hay que ser un adivino para saber el futuro

quedate en casa y deja de ser tan duro.

Este es mi testimonio de esa maldita enfermedad,

cuando me levantaba a las 5 AM

porque no podía respirar más.

Tenía miedo de acostarme, porque se me venía el pensamiento

que no me iba a levantar jamás.

Tenía miedo de tocar las cosas,

tenía miedo de contagiar a mi mamá.

A cualquier le toca, no importa si tu tienes un arsenal;

este es como una guerra espiritual.

El enemigo no es visual,

Tu sin darte cuenta,

te va poniendo tu final.

Yo estaba feliz

porque mi amigo el alta le estaban dando

para celebrarlo en casa todo estaba preparando,

ignorando que si tiempo de vida se estaba acabando

y es tan doloroso

Porque la gente te mira como un sapo de otro pozo.

Aquí lo llevan al cementerio,

en otros lugares lo tiran en un pozo.

En serio es tan doloroso

porque no te podés despedir

ni siquiera cuando está a punto de morir

se muere sin un velorio,

es un dolor que no se puede describir.

Es un dolor tan grande que ni el lápiz lo puede escribir

(Mensaje de fuerzas y conciencia)

Esta canción va dedicada a las personas

que no están en este mundo ya,

que están sufriendo por esta enfermedad.

Fuerzas si yo pude, ustedes también.

Gracias mi señor porque me dio el alma de un guerrero

y pude vencerla.

A pesar de que miles de personas me señalaban

mi señor me dio fuerzas para levantarme

y vencer a esta enfermedad.

La gente te mira y te señala

ignorantemente como si fuera que

ellos están salvos y nunca le va a pasar.

Gracias a las personas que me apoyaron

y a las que no también.

Los amo.

Dice Matías Navarro, muy preocupado por la situación económica que atraviesa el mundo. Nadie es más que nadie. Todos necesitamos de todos y cada uno de nosotros tenemos que cuidarnos y respetar las medidas establecidas para así poder salir adelante muy pronto.

La economía se puede recuperar, una vida no se recupera nunca.

Podemos advertir que los sentimientos de los chicos y chicas se bifurcan en todas direcciones. Nada les resulta indiferente, y se sienten impotentes porque suponen que es poco lo que pueden hacer…

¡Y un día…!

Y de pronto estoy enjaulado

¿me pregunto el por qué?

y solo hay incertidumbre

¿será que hice algo malo?

Santiago Thillois destaca la incertidumbre por la que atraviesa, y concluye:

El cuidate, el hasta pronto, ya nos juntaremos

me llenan el alma.

Ya no estoy enjaulado, solo estoy cuidando mis alas

cuando me abran la jaula

y volar a vivir nuevos sueños.

La metáfora que usa Santiago para expresarse es propia de un incipiente poeta: Ya no estoy enjaulado, solo estoy cuidando mis alas.

Fernanda Luciana Páez, escribió un cuento donde la abuela se convierte en el eje de la historia y asume que la afectividad es la clave para superar las crisis.

En Érase una vez 2020, Lydia Micaela Gutiérrez realiza una toma de conciencia de las situaciones extremas vividas durante el año, y se pone en el lugar del otro. Lydia Micaela, desde lo emocional, escribe con la madurez de un adulto. Su trabajo comienza: Para muchos el año empezó lleno de sueños e ilusiones que, con el pasar de los días, cada vez más se desvanecían. Para nosotros, los de la Promo 20, el año más esperado se convirtió en elmenos deseado.

 Y Termina:

… No puedo imaginar el dolor de esas familias que no pudieron dar el último adiós, que no pudieron estar acompañando a su ser querido en esa situación tan difícil; y sin mencionar que aquellas personas que fallecen por Covid-19 no pueden ser veladas, directamente son enterradas. Cabe mencionar también a aquellos héroes que perdieron su vida en la batalla, a los llamados “esenciales”, que dispusieron su vida al servicio de otras para combatir esta pandemia, aquellos a quienes aplaudíamos, por un lado, peroignorábamos por el otro; ellos se merecen más que un aplauso, se merecen respeto, reconocimiento, que realmente los escuchemos y sigamos sus consejos.

Recuerdo el comienzo de este texto, recuerdo los cuentos, relatos, diarios y canciones de todos y a cada uno de los participantes que trabajaron con una exquisita inteligencia y sensibilidad. No quiero ni puedo ignorar la realidad que se palpa desde que se desató la pandemia. Quizás debamos pelear contra molinos de viento, pero el intento vale.

A continuación, les comparto un video en donde los hacedores de Diario de una pandemia comentan su experiencia:

Gracias Máximo Olmos, equipo

y, sobre todo, a los alumnos que participaron.

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