Sobre, Detrás de las imágenes, de Daniel Medina (Ed. Nuditsa)
Por Fabían Soberón |
Un profesor de la Universidad de Barcelona, sube videos a youtube. El objetivo primordial es analizar estéticamente las producciones de Juan López, empleado de una empresa que genera contenidos audiovisuales. El que habla, el que graba los videos, sube los videos de López y los detiene (en el video/en el texto) para introducir demoradas reflexiones técnicas. Los textos que brindan los análisis son interrumpidos por textos que transcriben otros videos sobre la realidad en Buenos Aires. De este modo, la cinenovela de Daniel Medina está hecha de textos sobre videos y de videos que reflexionan sobre los videos. Es decir, Detrás de las imágenes es Banda de Moebius novela-audiovisual: una novela audiovisual y un cine escrito. La realidad se ha vuelto audiovisual y los videos son la materia de los sueños, como diría “Guille Sheskpier”. Los capítulos contienen videos de López, videos-textos que analizan películas bizarras o extrañas, videos de situaciones cotidianas en la ciudad de Salta, y un diccionario “humorístico” que desgrana el vocabulario de los salteños.
Ahora bien, en los diversos videos se leen y se ven múltiples asuntos. La novela arranca con una declaración por parte del youtuber que analiza los videos de López: el crucial manifiesto sostiene que López ha dejado el mejor testimonio del Apocalipsis zombi. La realidad cotidiana no solo se ha vuelto audiovisual sino que se ha convertido en una telaraña difusa y desangelada. Los empleados cancheros que viven en Buenos Aires y los ciudadanos de Salta (y sospechamos de otras ciudades de Argentina) son los últimos sobrevivientes de un desastre irreversible. En este sentido, podríamos decir que la novela de Medina parte de un principio: la tragedia. La escena trágica desencadena la trama y supone un mundo fisurado, atravesado por el desconcierto y la turbación. El lector asiste, entonces, a un universo regido por el desasosiego y plagado de miseria en el que se busca, como si se tratara de un laberinto, el hilo que explique cuál fue el origen del holocausto zombi. Es decir, en el inicio de la novela está el fin de la humanidad. A partir de la certeza del fin, empieza la búsqueda del origen. Detrás de las imágenes es una novela sobre el fin y sobre el principio: una novela griega que une fin y principio en un círculo infinito (quizás, si Aristóteles hubiera vivido habría incluido la novela de Medina en un utópico análisis).
Detrás de las imágenes cuenta con una diversidad de registros verbales y conceptuales. Uno de esos registros está dado por los empleados cancheros que hablan en un argot porteño que progresivamente se contamina con la jerga salteña. A su vez, el profesor que analiza los videos de López (el héroe posible y también el responsable del fin) dota al libro de un tono sesudo, intelectual y cinéfilo. El diccionario confeccionado con términos y expresiones salteñas no solo es preciso y soez sino también jocoso. Hay cuatro capítulos que reseñan versiones zombis de películas reconocibles: los textos abundan en citas y en bromas sobre una zona cinéfila. Estos relatos proponen una variedad de tonos que, a su vez, muestran conflictos políticos y culturales entre la metrópoli y la provincia. El dilema civilización y barbarie hace su aparición en el espejo zombi.
Medina reescribe en su novela el problema del mal, el conflicto cultural entre sectores sociales y el enfrentamiento entre centro y periferia. Asimismo, Detrás de las imágenes propone en clave virtual el dilema ontológico: “la realidad se ha vuelto irreconocible”; “es una ficción construida sobre las ruinas de lo real”. De este modo, Medina alterna historias sobre zombis con análisis teóricos sobre el cine y sobre el mundo. También pone en boca de los personajes discusiones y chanzas sobre sexo, violencia y crueldad. La clave para entender esta propuesta es el montaje paralelo. Es decir, Medina se vale de un recurso audiovisual para editar el flujo heteróclito de materiales narrativos. Cuando terminé de leer la novela pensé en qué hubiera hecho un discípulo de Faulkner con una historia de zombis ambientada en un futuro cercano, en la era de “la tiranía de los youtubers”. Mi respuesta surgió cuando empecé a escribir esta reseña.
Entre los sentenciosos relatos de la Biblia y los efectos de la tecnología, entre el poder seductor de la palabra apocalipsis y la jerga bufona de los youtubers, Daniel Medina ha escrito una novela sobre zombis, colegialas y sacerdotes que hablan y piensan frente a las pantallas como si el mundo ya hubiera terminado. El sobreviviente, López, y un lector-crítico de López, dan testimonio de la era futura: nuestro tiempo. Para decirlo con una paráfrasis de Mallarmé: en la novela de Medina el mundo existe para convertirse en un audiovisual en tiempos de zombis. Y el futuro decadente y anónimo es el pliegue insospechado del presente.
Nació en Tucumán, Argentina. Es Licenciado en Artes Plásticas y Técnico en Sonorización. Se desempeña como Profesor en Teoría y Estética del Cine y Comunicación Audiovisual en la UNT. En 2014 obtuvo la Beca Nacional de Creación otorgada por el Fondo Nacional de las Artes. Colaboraciones suyas se difunden en publicaciones nacionales e internacionales. Integra las antologías Poesía Joven del Noroeste Argentino (compilada por Santiago Sylvester, FNA, 2008), Narradores de Tucumán (compilada por Jorge Estrella, ET, 2015) y Nuestra última Navidad (compilada por Cristina Civale, Milena Caserola, 2017), así como el diccionario monográfico La cultura en el Tucumán del Bicentenario, de Roberto Espinosa (2017). Fue traducido parcialmente al portugués, al francés y al inglés. Libros publicados: la novela La conferencia de Einstein (1ª edición en 2006; 2ª edición en 2013); en el género relatos: Vidas breves (1° edición en 2007; 2° edición en 2019) y El instante (2011); en el género crónicas: Mamá. Vida breve de Soledad H. Rodríguez (2013), Ciudades escritas (2015) y Cosmópolis. Retratos de Nueva York (2017); y el volumen 30 entrevistas (2017). Como director de cine, realizó los documentales Hugo Foguet. El latido de una ausencia (2007), Ezequiel Linares (2008), Luna en llamas. Sobre la poeta Inés Aráoz (2018), Alas. Sobre el poeta Jacobo Regen (2019) y GROPPA. Un poeta en la ciudad (2020). Con los músicos Fito Soberón y Agustín Espinosa, editó el disco Pasillos azules (AERI Records, 2019).