Por Santiago Garmendia |
La expresión cómoda puede referirse tanto a un mobiliaro como a una forma de estar en el mundo del ser humano donde la economía de esfuerzo es el valor señero. En un ejemplo de esa weltanschaug busco la palabra en google, copio y pego:
*Cómoda:
(sust.) Mueble ancho con cajones, de mediana altura, con un tablero horizontal en la parte superior, suele estar en los dormitorios y se utiliza generalmente para guardar ropa
(adj.) Que se hace, maneja, obtiene, lleva, etc. con agrado o facilidad y con poco esfuerzo, molestia o inconveniencia.
Vamos al sentido que más interesa filosóficamente, el sustantivo que refiere al mueble. Planteo el asunto con cierta urgencia, ya que todo indica que están en peligro de extinción. A los perros pila los desplazó la bolsa de agua caliente, mientras que el predador de la cómoda es el famoso vestidor. La muerte de todos los cajones con patas. Si no me equivoco, todos los lectores que tienen una, se trata de un mueble que no ha sido adquirido por voluntad sino que es una pieza heredada que cuando se rompa no tendrá descendencia, sólo hijos bastardos de melamina blanca o de yeso. Sólo son un “por ahora” hasta llegar al sueño del vestidor. Es que el pobre mueble tiene una contradicción en sus entrañas: es un lujosoy pretencioso hogar para ropa innoble.
Asi es; los cambios sociales, políticos y estéticos han sido hostiles con ellas. El problema principal son justamente las patas, otrora su virtud: ocupan el preciado espacio que escasea en los departamentitos modernos, o estorban en las casas grandes que tienen una pieza para la ropa (el sueño de toda familia) . Nadie toma en cuenta que las patas han cumplido la función de alejar las prendas de la tierra y de las alimañas en los crueles pisos de hace unos siglos. No había placard ni nada que se le parezca, sólo la cómoda y un eventual baúl . Me contó un anticuario que los cofres de ropa eran de alcanfor para repeler toda amenaza. Ahora ha caído sobre estos vigilantes de madera la plaga de los años, aquel insecto del que hablaba el gran poeta granadino:
Os comprendo y me dejo
Arrumbado en la cómoda
Al insecto del tiempo
García Lorca no podía preveer que ese baúl con cajones, muchas veces improvisado escritorio, desaparecería de la faz del dormitorio. El poema será incomprensible en un par de décadas: nadie va a caminar hasta el vestidor para “arrumbar el insecto del tiempo”, es algo que se hace cerca del lecho, por así decirlo.
Ni qué hablar de la sugerente connotación de la palabra inglesa para el caso, chest of drawers, “Cofre de cajones”. Esta llevó a Oliver Goldsmith en su bucólico poema La aldea desierta a jugar con sus sentidos: /The chest contrived a double debt to pay, / A bed by night, a chest of drawers by day/, todo un ejemplo de la dificultad de traducir la poesia, porque sugiere un horrendo: El cofre una doble deuda a pagar/ una cama de noche, una cómoda de día/. (“Chest” también es “pecho”, una metáfora muerta pero que late en el poema).
De cualquier forma, la deuda de los cofres de ser cómodas de día parece haber sido finalmente pagada o ignorada por nuestra época. Con este pequeño homenaje me permito ajustar algún saldo.
Es doctor en Filosofía, docente e investigador de Filosofía del Lenguaje en la Universidad Nacional de Tucumán y la Universidad Nacional de Salta. Integra el colectivo “Dudas Razonables”, desde el cual se producen contenidos de radio, teatro y talleres de Filosofía. Su primera obra de ficción fue la novela La religión de los dioses (Culiquitaca, 2015). Publicó Mal de muchos (y otros cuentos de libros) (Lago Editora, 2016). Nació en 1976 en San Miguel Tucumán, ciudad en la que reside.