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ISSN 2684-0626

 

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La distancia de lo real

Sobre El libro de Simona, de Mariana Salvatore (La Cascotiada, Tucumán, 2023)

Por Ana Saade |

Es una operación algo inútil pensar una sola palabra para definir textos literarios. Inútil tanto porque parece una operación imposible, y a la vez porque la misma implica contrarrestar potencia de sentidos que emanan de un texto literario. Sin embargo, hacerlo también podría implicar una vecindad entre aquella palabra que resuena al finalizar un conjunto de relatos, con otras, contrarias, vecinas, cercanas o lejanas. Pienso en la palabra desertar. Los relatos de El Libro de Simona se crean a partir de maneras de desertar. Maneras poco comunes si pensamos en las formas clásicas en las que se utiliza la palabra (se es desertor del ejército, de la guerra, de algún disciplinamiento estatal, etc). La función social de desertar en este caso está expresada en una nueva forma de entender lo que disciplina y también lo que se busca obtener a partir de la deserción. ¿Qué es lo que se modifica? En estos relatos, desertar más que implicar un castigo, funciona como puntapié de la búsqueda, un abandono feliz, por ende, una potencia. En este sentido, se conforma como el eje de la narración, como si antes de ese momento el personaje no pudiera haber existido, o existiera a medias. De toda forma no podemos saberlo porque los mismos se constituyen como seres desprovistos de la linealidad de la historia. Algún lector “correcto” podría temer por estos personajes, entender por ello que se están enfrentando a la locura y al delirio, donde en realidad se trata de darle corazón y cuerpo a esa materia.

El relato no se esboza como un argumento, sino que se propone como una forma nueva, un modo de vida singular y personal, lejos del asfixiante sentido común. En ese quiebre es donde los personajes se revelan. Una rebelión que nace en el lenguaje, basta con decirlo y pensarlo: “por primera vez en la vida pude decirle no a Roberta Elveth”. No renuncian para volverse “mejores” o por un sentido profundo de existencia, más bien implica batallar ante esa obligatoriedad de existir dentro de un sistema de pensamiento funcional. La imaginación llena entonces la ausencia de ese pensamiento obvio y brinda un nuevo horizonte donde lo que se destaca son nuevos acontecimientos, nuevos cuerpos, nuevas historicidades. Donde lo nuevo debe entenderse como distinto. Es allí donde los personajes me recuerdan a aquellos personajes marinos, en el sentido que deben abandonar el destino manifestado por lo obvio.

Pienso en Robinson Crusoe: “desde muy pequeño me pasaba la vida divagando” o “Durante todo ese tiempo me mantuve obstinadamente sordo a cualquier proposición encaminada a que me asentara” o en Moby dick, donde los pies se mueven de la tierra para ponerlos en agua. “Llamadme Ismael. Hace unos años —no importa cuánto hace exactamente—, teniendo poco o ningún dinero en el bolsillo, y nada en particular que me interesara en tierra, pensé que me iría a navegar un poco por ahí, para ver la parte acuática del mundo”. La empresa que en estos ejemplos es inmensa (internarse en el mar); en los relatos de Mariana el abandono ante el mundo establecido aparece como un pequeño hecho contundente de la imaginación, un exabrupto, casi como un tropiezo: enfermarse, decir no, ser amonestadx, expulsadx, saltar al vacío. Y de allí, de ese tropiezo, se desprende un mundo minúsculo y vibrante en los personajes. “No hay nada tan dulce y espiralado como reír en medio del cosmos, ser un cometa, rozar las esferas celestes, regar de majestad el poroso desierto de las noches”. Este movimiento imprevisto está dominado ante todo por el placer de la imaginación. Entonces, ¿Hay alguna razón concreta para ser un ser definido y acabado?

El juego de la narración presenta la búsqueda del lado del estar y no del ser. Se encierra en una historia mínima, como una microhistoria de insectos, un acto de mucha plenitud y gozo. “Estuve con gripe hace unos días y me puse contenta”. Este hecho narrativo nos parece extravagante y desviado, se entiende que los personajes no pueden moverse de manera lógica o la que normalmente se denomina sentido común, porque manejan otros registros y modos de estar en aquel mundo narrativo, construyendo una distancia de lo real. ¿A qué se debe? A desorientar, al tropiezo de lo imprevisto frente al sentido común, pienso en el poema de Rimbaud “Un golpe de tu dedo en el tambor descarga todos los sonidos e inaugura la nueva armonía”. Una nueva armonía: la imaginación. Y la imaginación, la distancia de lo real. El mecanismo es desorientar lo orientado, historias de fantasmas que vuelven al mundo, pero no a través del dolor sino con humor, placer, ejercicio, deseo. Individuos sin cuerpo que escapan a la lógica de lo humano: “mi papá es un espíritu, se eleva del piso a gusto y paladar”. No hay que buscar una nación, una edad (¡un padre que usa Brackets hace décadas!), un pasado o futuro. Los personajes que componen los relatos están atravesados por otra lógica, la del no-sujeto. De allí su parentesco con fantasmas, espíritus, sirenas e insectos, y pulpas que pueblan el libro. La historia de los mismos implica pelarse desde adentro: “ella se iba sacando las cáscaras y las iba dejando en el piso hasta formar un caminito”. Implica un ejercicio, y aquí es donde todo en la narración es una toma de conciencia sobre el deseo, sobre ese clic que el tropiezo les provocó.

Comienza entonces la práctica que implica un salto al abismo, implica ensayo, implica ceder existencia. “Se que ceder existencia es literalmente existir de tal modo que lo otro exista con más fuerza”. En estos relatos no se puede pensar de otra forma a los personajes que como inacabados, no como error sino como una conciencia. Un padre que nunca es padre: “luego regresa con una sonrisa jamás vista durante mi crianza” y será quien enseñe a saltar al vacío a su hijo. Aquí el resultado de ejercitarse funciona como un cerebro sin cuerpo, hablante. Y en el parloteo una enseñanza apócrifa para el mundo en el que habitamos. Pienso en la palabra desertar, y con ella inacabado, fantasmas, microorganismos, deseo, placer, humor, otredad y sobre todo, ceder existencia.

Una respuesta a “La distancia de lo real

  1. Iso dice:

    Muy buena reseña. Definitivamente debo leer este libro

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