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ISSN 2684-0626

 

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El olvido, Pablo Dumit

La excepción del olvido

Entrevista a Pablo Dumit, poeta

Por Alejandro Llanes |

*Te propongo que empecemos con esto: tirame nombres de poetas que vos escuchás que la gente nombra y que a vos también te gustan…

Yo soy medio particular para eso. Salvo en encuentros de poetas donde la conversación sobre poetas se impone, no suelo conversar mucho sobre nombres. Siempre voy absorbiendo la poesía a partir de instancias de vida y comparto con mis interlocutores -amigos, conocidos, colegas-, conversaciones más bien en esa perspectiva, sobre experiencias poéticas y vivenciales, no tanto sobre autores. Dicho esto, claro que puedo divisar más o menos qué nombres sobrevuelan los diferentes círculos y vamos desde Mario Benedetti hasta Idea Vilariño con escala en Gelman, Boccanera, Pizarnik, Dalton, Bellesi, León Felipe, Pessoa, Teuco Castilla, podés cambiar los apellidos de los aeropuertos y de las escalas si querés, no hay un orden, son sólo un puñado de aquellos que gustan y que como mínimo nadie se atreve a ignorar. Por supuesto que me estoy olvidando de decenas y obviando mencionar a los cercanos y amigos porque quizá alguna otra inquietud me lo demande.

*Perfecto… De esos poetas, elegí dos o tres y contanos por qué te gustan…

¡Ah, venía con emboscada la primera pregunta! Voy a remitirme a lo que ya dije para elegir: Gelman, Dalton, Castilla, porque si leerlos ha sido indagarlos, hurgarlos, puedo sospechar que nos parecemos, en relación a una u otra obsesión existencial y que como tal cosa completan mis ausencias, mis huecos, mis trayectos sin trazo…

*¿Te acordás de tus poemas, los sabés de memoria, o te acordás de los primeros o de los últimos? ¿Sabés de otras poetas?

Por una característica de mi forma de haber encarado mi trabajo o mi camino en la escritura, me he visto seducido por la interpretación de los poemas sin leerlos, diciéndolos, recordándolos, no digo “de memoria” porque me remite a aprender textos escolares de memoria, y esto es una interpretación de algo que está en la memoria y que hasta puede salir con una versión diferente. Y decía lo de una  característica y ésta es que he trabajado mucho con músicos, haciendo canciones y presentando nuestros trabajos en recitales, mezclando las canciones con los versos libres de los poemas y esta escenificación a veces demandó no leerlos; aunque de un tiempo a esta parte he incorporado la lectura, el libro en mano en los escenarios como una reivindicación de ella. Además del vértigo que viene con los años…

Y de otros poetas recuerdo suavemente pasajes de poemas que me identifican o me emocionan: algún que otro poema corto completo de Dalton o de Gelman o de León Felipe, más bien pasajes muy emblemáticos de sus escrituras o de mi experiencia con ellas.

*¿Tenés referentes o escritores a los que volvés seguido?

Tengo referentes a los que vuelvo y tengo no referentes a los que también vuelvo, porque en realidad soy un espectador en el 98% de mi lectura, entonces vuelvo a buscar la emoción, la identificación, el cross, no la referencia…

Muchos de los que tomo algunas cosas y no sólo literarias sino también actitudes, conceptos, son mis contemporáneos cercanos, de mi generación o de generaciones que me preceden ahí cerquita, y hasta de las generaciones siguientes. Podría nombrar a Pancho Galíndez, Oscar Quiroga, Roberto Reynoso, Mario Melnik, Daniel Quintero, Alejandro Carrizo, Inés Araoz, Alvaro Cormenzana, Sergio Rigazio, Aldo Novelli, Gabriel Gómez Saavedra, Denise León, Gabriela Olivé, Luis Alex, entre muchxs más…

*¿Le das bola a las “corrientes literarias” o las generaciones o cuestiones relacionadas con lo que escribe la crítica literaria?

De reojo, muy de reojo, en lo personal no me gustaría quedarme dormido o quieto y que me lleve puesto una corriente. Visto de afuera seguramente podrán encajarme en alguna. Lo generacional seguramente sobrevuela lo que uno escribe porque se mira con el tiempo que nos tocó en gracia y cuando uno se sale de uno para escribir lo que pasa por la vereda, es permeable a ritmos y voces comunes con la generación a la que pertenece. No embolsaría todo eso para ponerlo dentro de una corriente.

Gabriel (Gómez Saavedra) dice que soy un poeta de la generación del 90’ pero que a la hora de escribir me meto con otros asuntos que esa generación casi no se mete.

* Justamente Gómez Saavedra escribió en una nota de esta revista que tus poemas “se ponen frente al olvido…” y lo hacen familiar, y luego insiste sobre la figura paterna allí presente… ¿esa mirada coincide con la tuya?

El olvido es una cara de la memoria, es un dios de dios con otras funciones, es el negativo de la imagen. No olvidamos, ponemos la memoria en negativo. Esto en una de sus acepciones más existenciales, más propia.

Luego está la acepción del olvido en la conciencia colectiva, el olvido en tanto carpeta de la historia que se extravía en un tren.

Mi escritura conversa con las dos acepciones porque ambas me afectan. Nos afectan.

Respecto de la figura paterna no sé si es sólo como tal, es también la percepción y el sentido de haber crecido atravesado por la gestación de una obra artística enorme y universal, que además es la obra de mi padre[1], pero que lo trasciende en ese rol. Por lo general aquel artista aparece en mis asuntos como también aparece la sustancia de su obra.

Igualmente creo que Gabriel en esa nota es más certero que yo, yo no suelo estar en situación de poder analizar mi escritura fácilmente, además no sabría hacerlo, así que la respuesta sería que si él lo dice, será.

*Te tiro frases y que vos decime algo sobre ellas (que son cosas que se han dicho de tu escritura…):

  • “contar con la palabra para materializar lo perdido”
  • “el atajo del agradecimiento” dijo también, que es como cantar la existencia;
  • “el olvido”, encenderlo”, dice Gómez Saavedra… ¿concordás con eso?; ¿te gustaría ampliar?

La poesía es evocación, entre otras cosas, evocación en tanto la evocación es algo que repasa lo vivido y lo perdura… es olvido porque el olvido es también testimonio de la memoria y la poesía es testimonio. La memoria no es extensa. Uno a los 15 años no recuerda de forma directa el primer muñeco que tuvo al año y medio, uno recuerda un recuerdo que tuvo a los 5 sobre el primer muñeco que tuvo al año y medio; es decir, que la memoria es indirecta, necesita ser indirecta porque no es tan laxa, no puede estirarse más.

La poesía y las artes en general, cada una con su lenguaje, contribuyen a ese testimonio de la memoria y el olvido, sujetan los recuerdos sobre una superficie y los hacen rastreables, recuperables.

Cuando uno no tiene un recuerdo que le acerque el recuerdo de algo más lejano, ahí comienza a exprimir el olvido y viene la necesidad de expresarlo y la idea borrosa de aquello que intentamos traer a la memoria y la metáfora de uno mismo… y entonces la poesía…

La metáfora de uno mismo es el intento de traducción que hacemos de nosotros en la expresión artística… y esta idea quizá la estoy robando de la canción de Raimundo Wagner, “Traduzir-se”, pero me la banco (risas).

Como verás, y retomando el inicio de nuestra conversación, me inquietan más los elementos desencadenantes de la poesía, repasar la vida, que las cuestiones técnicas y los círculos de autores.

*¿Cómo son tus relaciones con la canción y la escritura de letras de canciones?

Mi relación con la canción es iniciática, fundacional… la poética me abordó desde la canción, en mis primeras aproximaciones… El Cancionero Latinoamericano, la obra de Tejada Gómez, el cancionero folclórico argentino, Manuel Castilla, Jaime Dávalos, La Trova Cubana, La Trova Rosarina, los poetas españoles musicalizados por Serrat, por Paco Ibañez, etc. etc.

Otra vertiente fue la pintura, pero no por mi búsqueda sino porque era lo que había en mi casa… De niño en mi casa la metáfora se personificaba en la obra de mi padre y algunas lecturas desde las que mi madre me lanzaba a rodar por el mundo y la imaginación del mundo.

Con el tiempo fui tomando en cuenta que el verso libre también podía ser poesía, que lo era, que la poética se manifestaba allí y en cuanta forma de escritura pudiera sostener la imaginación y el mundo de lo simbólico frente a un espectador, un lector…

Volviendo a la canción, las primeras canciones las hice con Lucho Hoyos, luego ya viviendo en Baires con Laura Vallacco, Claudio Sosa y Coqui Sosa y ahí nomás también con el Topo Encinar. Con el correr de los años, la gran mayoría de esas canciones fueron formando parte de los distintos trabajos discográficos de los mencionados coautores y de otros artistas.

Siempre digo que la escritura de canciones por poetas es muy necesaria pero que no es obligatoria y que es para muchos poetas una escritura menor (concepto que no comparto) y que por sobre todas las cosas deberíamos saber que es un trabajo diferente.

Si la canción como nave de la poética no ha formado parte de tu formación, es muy difícil luego pretender abordarla “de oficio”. No todo el que quiere puede o le sale y no todo el que puede quiere.

*Contanos qué es el Ciclo “Letras del desmayo…” que organizás…

“Letras del desmayo” es un formato de ciclo literario con la idea de que en cada fecha un poeta se presente de la manera que le plazca usando todos los recursos que la Casa Dumit tiene, sean técnicos o espaciales. El móvil del ciclo fue intentar dejar expuesto que la poesía puede mostrarse de otros modos y en un horario y días centrales de un fin de semana. Hubo recitales poético-musicales, instalaciones sonoras, instalaciones multimedia, performances, lecturas clásicas, etc., etc…

El ciclo duró de corrido varios meses de varios años, entre el 2011 y el 2015, y continúa en los años siguientes a la manera de “especiales”, que fueron los recitales de algunos poetas que fueron acercándose a la Casa o pasando por la provincia. La idea es el año próximo volver con la frecuencia de un recital semana de por medio.

*¿A quiénes de los poetas que no vinieron traerías hoy o a cuál resucitarías para traerlo?

Traería al Teuco Castilla, que casi estuvo una vez y no se dio, entre otros muchos… Resucitaría a Álvaro Cormenzana que estuvo en el Festival del Esperancero[2] pero no en el Ciclo, y la verdad es que me hubiera gustado una noche para él solo en Casa Dumit…

*La última, Pablo: ¿qué es “la papa” de la literatura para tu vida?

Parafraseando un verso de otro poema mío[3], la papa de la literatura es «fastidiar a la muerte con una lapicera» y creo que también se expresa en este poema que podríamos calificar de “inédito” (si bien no es parte de un conjunto en un libro aún, forma parte de un anexo de poemas inéditos en una antología[4])- aunque lo he paseado por diversas lecturas y anda dando vuelta en algunos portales literarios-:

pertenencias


la poesía no es de los poetas…
por ejemplo
la noche en que tu cuerpo tragaba la luz del rayo
y mi cuerpo
repetía la lluvia
sobre tus caderas
o el rastro incandescente que dejaban tus besos /sobre mi dolor oscuro
o el viento impecable de tu voz sobre los techos vecinos
o quizá
la tarde en que escuchabas el granizo
sobre buenos aires
con una lumbre infantil entre los ojos
la piedra en pleno yocavil
qué sabe de nosotros
el agua que besó nuestros pies
estas cosas y otras tantas
de quién son
sin ir más lejos…
el fuego apagado de mi ausencia
el ritmo quebrado de tu silencio
el fantasma roído que vuela sobre mi cama
los pasos asimétricos de nuestro olvido
el cuarzo de tus ojos bellos
el tabaco seco de tu respiración
el carnaval que golpea mi caja con un nuevo amor

la chaya escondida de febrero
de quién son…

definitivamente
la poesía no es de los poetas/


Pablo Dumit nació en Tucumán (1969) y publicó los libros Poemas para andar despiertos (1991), Poemas para quitarse la muerte (1996), El sol sobre las cosas perdidas (2003), Tu cuerpo echa una sombra que cura la mirada (2011) y la antología Alavez: Antología intervenida (2015) con pinturas de Ernesto Dumit.  Realizó trabajos compositivos junto a diversos músicos argentinos, como el Topo Encinar, Coqui Sosa, Claudio Sosa y Laura Vallaco. Sus obras han sido grabadas por artistas de la talla de Mercedes Sosa, Chany Suárez, Teresa Parodi, Nerio González, María y Cosecha, entre otros muchos. Desde 2009 coordina el espacio cultural Casa Dumit donde se desarrolla, entre otras actividades, el mencionado ciclo literario “Letras del desmayo”.

Pueden escuchar un poema de Pablo y su propia voz y en este enlace:

Imágenes sobre el ciclo Letras del desmayo

[1]. Su padre fue el artista plástico tucumano Ernesto Dumit (1938-2007). Ernesto fue escenógrafo y muralista, formador de decenas de artistas de la región y una gran influencia para la escena de la plástica en la región. Hoy 1ro de octubre de 2020 se cumple un nuevo aniversario de la partida de Ernesto Dumit. Vaya esta entrevista como recuerdo y homenaje.

[2] El Festival de Poesía del Esperancero se concibió y se realizó con el fin de divulgar la poesía y fomentar la lectura de nuestros poetas, convocando a diversos artistas locales y de diferentes ciudades del país. El primer encuentro fue en el año 2016, en Tucumán 2016, y se realizó en las instalaciones de Casa Dumit, con entrada libre y gratuita.

[3] El poema al que hace referencia se titula “Tener poetas” y forma parte de “El sol sobre las cosas perdidas” (2003)

[4] En estos momentos Edunt (Ediciones de la Universidad Nacional de Tucumán) y UNDAV Ediciones (Editorial de la Universidad de Avellaneda, Bs. As.) están en la etapa final de una co-edición de Alavez. Antología intervenida (2015), que reúne una selección de poemas del autor de sus libros publicados, puesta en diálogo con la obra pictórica de su padre, Ernesto Dumit. Un libro que ya tuvo, en la editorial de la Universidad Nacional de Avellaneda una primera edición. Esta segunda edición, en la que interviene la UNT, pone a la obra en otra perspectiva como resultado de la unión de estas dos instituciones.


Fotografía 1: El olvido, Pablo Dumit

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