Por Diego Puig |
Si algune desprevenide se acercara a un estante con el título de “Literatura tucumana actual”, ¿Qué encontraría? Una mini encuesta sobre lo que hay, lo que sobra y lo que falta para una identidad de la letras tucumana hoy.
Un año atrás, en la última edición del Festival Internacional de Literatura de Tucumán, la fantástica Carolina Orloff –toda alta, peliroja y dulce– contaba a un auditorio entusiasta los motivos para crear Charco Press, su multipremiada editorial, con sede en Edimburgo, dedicada a la publicación de narrativa latinoamericana contemporánea traducida al inglés: “Quería mostrarle al mundo que hay mucho más que el realismo mágico y los viejos nombres conocidos”. Noble empresa y, sin embargo, la pregunta sobre identidades literarias en este presente goblalizado no tardaría en llegar: Si quitamos los viejos marcadores que nos distinguen, ¿qué queda? ¿qué nos hace diferentes al resto? Para Carolina, los escritores latinoaméricanos hoy trabajan como nadie el tema de la violencia y sus consecuencias. No solo la violencia criminal, si no también, y aun más importante, la que surge de deshumanizar al otro, cualquier otro; una violencia más difusa y normalizada y que se relaciona con la invizibilización o la falta de reconocimiento de la humanidad ajena. Esto y una serie de preguntas certeras, muchas relacionadas a esa tensión agresiva, son la marca de lo que Carolina percibe como una identidad.
Es un tema que me fascina. ¿Qué esperará una persona al acercarse a un conjunto de libros de literatura tucumana? ¿Qué cabe esperar y qué no? Son preguntas que generan suspicacias (¿se puede o se debe generalizar?), vértigo (¿tenemos lo que hace falta?) o entusiasmo (¡está todo por hacerse!). Ser algo es serlo en la práctica y también en potencia. Una identidad está hecha de todo lo escrito, de lo que nunca se va a escribir y también de omisiones y posibilidades. Ausencias notorias, oportunidades desaprovechadas, coyunturales, temporales. En escencia, ¿cómo difieren las narrativas latinoamericanas de la rioplatense de la tucumana?
Un ensayo de septiembre de 2019 del escritor y docente Fabián Soberón propone equiparar las posibilidades de la narrativa tucumana a la naturaleza del gótico sureño norteamericano (de Faulkner a Flannery O’Connor hasta Cormac McCarthy). Allá, hace cien años, florecía una literatura compretida con las consecuencias de la pobreza, el racismo, los sueños rotos, la cultura conservadora heredera de Lo que el viento se llevó y que añora por siempre un esplendor pérdido. “Se podría pensar en la posible producción literaria basada en la experiencia siniestra de la cultura dictatorial, autoritaria, racista y católica del norte argentino”, proponía para Tucumán, Soberón. Y agregaba: “En todo caso, el contraste entre belleza natural y espuria acción moral refuerza la idea del gótico norteño”, para también aclarar que proponía esto como una posibilidad más que como mandato: “una oportunidad de análisis”.
El planteo, quiero ser franco, me resulta un poco ajeno porque a mí personalmente me interesan más las virtudes. Como dice el crítico literario y escritor porteño Hernan Vanoli, para denuncias, lecturas apocalípticas de la realidad y distopías ya están las ciencias sociales… y el periodismo. Que el arte y la literatura se ocupen de pensar los mejores mundos posibles; que piensen utopías. ¿Quién, si no, va a hacerlo? Es por esto que si yo tuviera que hablar de las ausencias notorias y las posibilidades desaprovechadas de la literatura tucumana hablaría de nuestras virtudes, de los valores positivos que infunden a nuestra identidad, a nuestra cultura, de vida y de alegría.
Para ayudarme a pensar en mayor profundidad estas cuestiones, le pedí a un grupo de lectores, docentes, escritores o miembros destacados del ecosistema literario en Tucumán que compartieran sus ideas al respecto. ¿De qué se ocupan los autores tucumanos cuando escriben? ¿Qué temas e historias exploran? ¿Cómo trabajan, si es que trabajan, las marcas identitarias de la provincia? Y para mirar el vasto campo de nuestras jóvenes posibilidades: ¿hay ausencias notorias en la producción literaria tucumana? ¿hay temas e historias que no están siendo aprovechadas? ¿Tiene la literatura alguna obligación –¿ética? ¿moral? ¿trascendental?– con ciertos temas y tramas?
Alejandra Lauría (escritora, docente y gestora cultural)
Utopías para rebeldes: En Tucumán lo único más escaso que el dinero son las oportunidades, esto nos agudizó la mirada para reconocerlas y nos templó el carácter para generarlas. Se han abordado gran diversidad de temas, donde las particularidades regionales se muestran unas veces de forma directa, otras un poco más veladas, con el pesimismo más descarnado en algunas obras y otras con toques de un humor tragicómico propio del tucumano, que si algo sabe hacer con lo que le pasa, es putear y reírse. Tampoco hemos quedado afuera de la ola verde que ha posicionado a las mujeres tucumanas no sólo como escritoras sino también como editoras.
Hemos asistido a un proceso de tucumanización de la escritura que busca que nuestra tonada se lea fuerte y clara y de algún modo vengarse de los absurdos esfuerzos que hacemos por entrenarnos en el pretérito perfecto simple. Don Palabras es un buen ejemplo: hace que nos escuchemos tan lindo al leerlo que nos convence de abrazar la tonada como herramienta de rebeldía. En la poesía se han hecho cosas muy interesantes, donde la descripción de paisajes, situaciones y personajes norteños encuentran en la melancolía y la denuncia un modo de enfrentar el abandono y el olvido. Y aunque el paisaje norteño, su flora y fauna al igual que sus mitos hayan sido abordados otras veces, nunca serán suficientes para derrotar los engranajes oficiales del olvido. Y es que estas tierras tienen dueños, algunos ancestrales y legítimos y otros feudales y legales.
Creo que no es momento de pensarnos tucumanos, ni siquiera Argentinos, hubo momentos para eso y lo hicimos lo mejor que pudimos, pero hoy nos encontramos en medio de una crisis económica colosal y rebeliones populares que se extienden por el mundo (hasta en las barbas de tío Sam). Pienso que debemos generar las utopías necesarias que permitan imaginar un mundo mejor y las distopías urgentes que adviertan posibles riesgos. He leído cosas muy interesantes que cumplen esa hermosa misión de la literatura que es hacernos reflexionar y develar que quizá haya cosas que no estén del todo bien.
Sebastián Vaca (artista plástico, lector, papá entre muchas otras ocupaciones y facetas)
Más realidad, menos realeza e intelectualismo: Hay un déficit de coordenadas geográficas comunes; faltan referencias urbanas, territoriales o espaciales específicas que hagan que el lector se identifique y habite, junto con los personajes, esquinas de la ciudad, por ejemplo. Faltan historias que dejen esa cosa en el pecho, como cuando uno baldea el corazón. Sentirse identificado. Veo que muchos quieren escribir como si fueran escritores de Anagrama. Hay mucho snobismo. Y está bueno que no se pierda cómo habla el tucumano, hay ausencias de historias periféricas, que ayuden a conectar. Se escribe para los otros que escriben. La mayoría de los autores son muy clásicos, muy éticos, moralistas, muy fachos. Casi nunca encuentro historias mundanas o algo más podrido. Todo lo que encuentro es un poco forzado, algunos escritores de 50 o 60 años flashean escritores del siglo XIX, flashean aburrimiento, o muy preocupados por mostrar que son intelecuales y que leen. Y los más jovenes están muy Instagram: especie de estrellitas de rock, medio en pose. Todavía no encuentro una tucumaneidad, pese a que hay que escritores piolas, son más bien casos aislados. Hay que soltar la idea de que somos reyes o doctores. Relajar con el título universitario. Me gustarían historias y temas más democráticos. Y hoy todo entra por los ojos, quizá esto depende de cómo las editoriales manejan la estética de los libros.
Natalia Viola (librera, lectora y gestora cultural)
De géneros y de lectores: Sin ser una experta en el tema, creo que lo que está faltando son novelas, narrativa, relatos con trama, tramas complejas, ficción. Hay muy buenas producciones de cuentos, hay una camada joven que escribe poesía, y ya de por sí hay una tradicción de historiadores e investigadores que escriben libros muy valiosos.
Con respecto a los temas, es una cuestión generacional, me parece. Autores con trayectorias, como Mercedes Cheneaut, han aprovechado todo lo que tiene que ver con las historias familiares, los recuerdos, lo que te cuentan, lo que trasciende en las familias, que uno nunca sabe bien si es mito o leyenda o verdad. En la actualidad, hay relatos que tienen que ver más con lo cotidiano, situaciones que le pueden pasar a cualquiera. No encuentro un tema que falte o que esté desaprovechado propio de nuestra cosmovisión. Pero se me ocurre algo más amplio, como el género fanstástico que no está desarrollado. Y también algo que le falta a la producción tucumana –y mucho– es la literatura infantil, libros para chicos. Ni hablar de infanto-juvenil, algo que por lo menos no ha llegado a mis manos y falta un montón. Y dentro de un proyecto narrativo infantil se prodrían aprovechar un montón de cosas locales. Ahí sí veo una muy buena veta para escribir sobre cuestiones que tienen que ver con nuestras costumbres.
Alejandro Salustiano Alvarado (escritor y docente)
Belleza y Democracia: Creo que no hay tema que la literatura actual tucumana no haya tocado (me refiero a lo largo de un siglo y en especial de los últimos veinte años). Se produce literatura contemporánea tucumana con temas que quizás en el clima urbano de San Miguel de Tucumán no circulan o no se visibilizan, lo que no quiere decir que no existan, y tampoco conozco toda esa producción. Quizás, más por inclinación que por ausencia, me gustaría que el tema de la belleza en todas sus manifestaciones sea más protagonista en la literatura actual.
Creo que si algo se ausenta es porque o no quiere aparecer o no interesa que aparezca. Las ausencias no son corregidas sino ocupadas por otras presencias. El deber ser en literatura o en cualquier disciplina artística no tiene lugar. Nuestro sistema literario tucumano es heterogéneo y cada vez más democrático.
Marcela Canelada (escritora y antropóloga)
Círulos predeterminados y un color local que conmueva: De una manera más bien especulativa, pienso que si bien existe una globalidad que se expresa en temas comunes que no tienen un topos que los caracterice siempre hay un color local, algo que sí es propio de un espacio geográfico, de un entramado cultural de seres habitando, moviéndose, vinculándose, sufriendo situaciones en común, percibiendo los mismos olores de ríos nauseabundos, de ingenios en movimiento; levantando la mirada, y viendo los mismos cerros y atardeceres. Eso, creería, se inscribe tradicionalmente en una literatura más costumbrista de la que –también presumo- nuestros actuales escritores buscan despegarse. Hay también, costumbres que están asociadas a algo de las peñas, (nuestra música y la danza) y de la bohemia. De ese modo entiendo que el ámbito literario con sus talleres y nuestros festivales anuales, tambíen generan círculos, conversaciones, códigos, saberes, modos de decir específicos.
Yo no entiendo un deber ser en los proyectos, creo que la gente escribe acerca de lo que lo conmueve. Pero, creo también, que están siempre presentes en el horizonte de los escritores ciertos prejuicios respecto de qué temas merecerían ser abordados o cuáles pertenecen a otras tradiciones literarias y también una preocupación por el tiempo en que se inscriben. En Aire tan dulce de Elvira Orpheé y en Pretérito Perfecto de Hugo Foguet hay una presencia absoluta del ambiente, de tramas afectivas y culturales que pueden ser percibidas y reconocidas en su peculiaridad y su territorialidad: “su tucumaneidad”. No sé si esto es así de tangible en nuestra literatura actual y sí me parece sumamente interesante que pueda ser plasmado en la producción literaria. No reemplazado por la imagen, por una nota o por una crónica. Aquí tal vez opere un prejuicio que jerarquice géneros: una producción narrativa que procure dotar de sentido y belleza a las imágenes locales.
Diego Font (escritor y editor)
Del lenguaje y las imposturas: Generalmente no me engancho con lo que se escribe hoy por los temas que se tratan, sino por la forma en que están expresados, por su trabajo con el lenguaje. Percibo dos formas de expresión. Una que apuesta a representar de forma mimética la realidad y utiliza un tono (micro)autobiográfico que frena el fluir de la acción y el lenguaje. Esta forma se queda siempre en la superficie, naufraga en la monotonía del presente y es prácticamente estática. A veces parece experimentar con el lenguaje, pero siempre lo hace con la intención de domesticarlo. Es una literatura de gestos vacíos, se subrayan los sentidos hasta que ya no significan, sino que solo bajan líneas y guiños para un par de amigxs que en algún momento se cansaran de aplaudir o poner “me gusta”. La otra forma es la que propone un trabajo profundo con el lenguaje, la que explora los límites de su propia expresión. Al superar lo autoreferencial, esa literatura potencia sus posibilidades e inventa su lógica propia, en diálogo con la realidad, pero no sometida. Es en esta segunda forma donde se manifiesta con mayor libertad y originalidad una diversidad de temas, estilos, voces y tonos.
No creo que se puedan o deban corregir ausencias a conciencia, eso generaría imposturas propias de una literatura mimética. Hay temas que al no estar también significan. Tampoco creo que a quienes trabajan verdaderamente con el lenguaje, y con las posibilidades e imposibilidades de este, se les deba sugerir qué temas son importantes para nuestra literatura. Esto no significa que no se pueda hacer crítica, debate o polémica sobre la literatura tucumana actual, de hecho esa es la ausencia que más me preocupa.
Priscilla Hill (escritora, editora, docente e investigadora)
Tiempos, espacios y procesos: La corrección política no deja de ser una pose que funciona como un obstaculizador no reconocido de la creatividad: escribir algo en función de un agenda. Me pasa eso con la categoría de los feminismos. Soy feminista pero no pienso a mis poemas como feministas, son poemas. Esa es una manera de vaciar de contenido a la literatura y obligarla a ser algo determinado. Es lo más antilibertad que se me ocurre. No todos tenemos que estar hablando y opininando de todo. La obligación de referir a ciertas temáticas mata a la literatura.
Las redes sociales, que han funcionado como una plataforma de democratización y socialización maravillosa, han empezado a generar trampas: cualquier cosa que se publique en Facebook o en alguna red social no es literatura. Que esas expresiones culturales laterales o periféricas existan ya no es una novedad. Las redes lo han hecho visible y la gente produce y consume eso. Pero no significa que sea un trabajo literario. No se trata de una cuestión de gustos sino de trabajo y de proyectos sostenidos en el tiempo. Democratizar las prácticas culturales no significa que todas las personas ocupamos los mismos lugares, eso es matar los procesos y la diversidad. Y también está la cuestión de degollar todo lo que ya se ha hecho, propia de estos tiempos tan vertiginosos. Tenemos que salir del estado ansioso por publicar, del mandato de escribir para agradar y darnos tiempos para nuestros procesos de escritura y así poder explorar nuevos intereses o desde otros lugares. Ahí quizá se cae el deber ser de la literatura y explica en parte por qué hay o no determinadas cosas.
Además, en Tucumán se produce más poesía que narrativa, un poco por tradicción, que me parece el argumento más fácil de desandar, y porque los costos de la narrativa son más caros. En la provincia carecemos de imprentas o tienen costos muy altos. Y la mayoría de las editoriales están centradas temáticamente en publicar poesía. Ese pronuncianmiento ideológico como espacios con foco en determinados tipos de textos, que puede ser válido en campos culturales más consolidados o con dinámicas más aceitadas y con más diversidad, aquí es limitante. Nuestra literatura tiene que disputarle el canon al Río de la Plata y, además, debe ingresar a la escuela.
Guillermo Monti (editor de La Gaceta, lector y escritor)
De dualismos y de maduración: Las ausencias nunca son absolutas, siempre hay excepciones. Además, la relevancia de los temas siempre es motivo de debate, ¿no? Ejemplo: me encantaría leer más sobre la pasión tucumana por el fútbol, pero es una cuestión que a muchos le parecerá irrelevante. Puesto a elegir un tema que representa todo un campo para explorar, me quedo con la dualidad que caracteriza a la sociedad tucumana en el marco de la historia contemporánea. La provincia que vota a Bussi y a la vez destapa el Pozo de Vargas. La provincia que se embandera con el celeste “próvida” y al mismo tiempo intenta mantener vivas banderas como la del Tucumanazo. Espero más abordajes sobre este Tucumán de hoy y desde un cruce de géneros que vayan más allá de la novela histórica.
Creo que se trata de búsquedas, que muchas veces dependen de tiempos de maduración. Tal vez esté todo demasiado fresco para intentar, por ejemplo, una novela sobre el Pozo de Vargas. O tal vez alguien la está escribiendo en este momento. En todo caso, son posibilidades que con el tiempo se aprovecharán. Pero no le pongamos urgencias ni deberes a la literatura, que obedece a sus propios mecanismos.
En esa danza incómoda entre lo presente y lo ausente parece jugarse la identidad de nuestra literatura. Esta conversación, las opiniones de distintos actores literarios, me entusiasma y me hace pensar en si se está escribiendo sobre el ser tucumano.¿Cómo se nos narra hoy? Con un poco más de reflexión encima, sé que me fascinaría leer una narrativa local que explore las características positivas, incluso nobles, de la identidad cultural tucumana. Somos mucho más que una sociedad regresiva, desigual, loca, desordenada, violenta, entrópica y enquilombizada. Y ahí están, para ser explorados y narrados, temas como la amistad de la manera que la entendemos aquí (¡incluídas sus tragedias!), la vida universitaria en contrapunto a la vida ordinaria, la masculinidad y la femenidad en la provincia. Pagaría por leer narrativa sobre el respeto á la tucumana y lo que significa aquí vivir en comunidad: nuestro contrato social tan particular, las formas de relacionarnos, de querernos y cómo interactuamos: adultos mayores, jovenes, niños, todes, conocidos y desconocidos. Me encantaría acceder también a textos sobre la experiencia del emprendedor tucumano, de un primer día en el trabajo, un primer trabajo, con limones o arándanos y la relación de los tucumanos con el mundo: chinos, árabes o africanos, escandinavos. Algo sobre la trascendencia, la espiritualidad tucumana hoy podría ser genial. Y alguna utopía política también, ¿por qué no?
Nació en Tucumán en 1982, pero se siente más o menos tucumano porque vivió gran parte de su vida fuera de la provincia. Es autor de la novelas Nadar sin luz (Ed. Milena Caserola, 2013) e It girl (Gerania Editora, 2020) y de los libros de cuentos Vírgenes infinitas (Ed. Mulita, 2018) y El problema de la luz (Gerania Editora, 2022). Actualmente sus escritores favoritos incluyen a Jhumpa Lahiri, John Cheever, Federico Falco, María Gainza, Rafael Pinedo, Hebe Uhart, Fogwill, Mavis Gallant, Lucia Berlin y Magalí Etchebarne. Dicta talleres de escritura y de lectura (con ¿excesivo? entusiasmo) online.
Es muy interesante el texto y un gran aporte. Más allá de los temas y formas de escribir, creo que otro problema que tiene la literatura tucumana y que impide que se desarrolle es que se trata de un ambiente bastante cerrado en cuanto a lo que se edita: Fulano tiene una editorial y edita el librito de su amigo Mengano. Mengano también tiene su editorial y edita a Fulano. Y ahí muere todo. Es muy endogámico, muy incesto de provincia. Eso habría que superarlo para que de verdad la cosa cambie.
Iluminador escrito! Cada estación abre la persiana a mirar , buscar y leer literatura tucumana, un mundo casi desconocido para aquelles que miramos por el rabillo. Gracias Diego
Me encanta leer de este nuevo siglo nuevas voces.aguate Tucumán siglo XXI.