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ISSN 2684-0626

 

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«está comprobado que una comunidad que apoya su literatura tira menos papeles en el piso»

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Lanzamiento: Obsidiana, de Verónica Barbero

Obsidiana (Gerania Editora) es una novela de la escritora tucumana Verónica Barbero. Se trata de la segunda publicación de la autora, quien previamente ha publicado la colección de relatos titulada Aquí se restauran niños y vírgenes por el sello Minibus en 2018. Este año la editorial Gerania de Tucumán ha decidido no sólo recuperar este primer volumen de cuentos de Barbero sino también editar esta nueva novela que saldrá a la venta en los primeros días del mes de Julio.
La novela será presentada en la VIII° edición del Festival Internacional de Literatura de Tucumán, en día y horario a confirmar. Durante la charla Barbero estará acompañada de las escritoras y docentes tucumanas Silvia Camuña y Verónica Juliano.

A continuación, la autora nos adelanta en exclusiva fragmentos de Obsidiana para lectores de La Papa:

Fragmento 1

En las esquinas de una ciudad hay algo que siempre acecha, tal vez estén pensadas para eso. Hoy lo encuentro a Chuchú después de tanto tiempo, son esos instantes que por razones que pertenecen a ese único momento condicionan nuestra vida para siempre.

Las circunstancias que motivan ese instante desaparecen y jamás vuelven a presentarse, todo cambia, todo va quedando atrás y aquel momento, en esa esquina, sigue a nuestro lado, como si lo llevara de la mano, preguntándole cosas: ¿por qué subí al auto, por qué no seguí caminando?

Su cuerpo macizo de cuello corto, el cuerpo imperfecto de Chuchú ahora es superado por un nuevo elemento, su auto. Creo que tengo el poder de invocar autos blancos y traerlos a donde estoy, con alguien que los maneje a la manera de papá. El viaje con Chuchú, nada especial. Voy y vuelvo con él del sanatorio, por primera vez, a bordo de su rural Ford Falcon que maneja como si llevara un timón, bamboleándose de un lado para el otro con su exclusiva risa de hiena que ocupa todo el habitáculo. Hoy le da a un auto con la cola de la rural sacándolo un poco del carril. El tipo queda a las puteadas. Es grandote, huimos de la escena a las carcajadas cuando se pone en verde el semáforo. En la avenida aprieta el freno varias veces para hacerme cabecear, lo que le provoca risa de nuevo. A mí no me hace gracia, tengo el desayuno que va y vuelve cuando me deja en la puerta del sanatorio. Me planta un beso, se aleja chirriando las gomas y en la esquina hace como un intento de trompo. Toca bocina, es un alivio cuando desaparece.

Fragmento 2

Los dedos de mis pies están sucios de tierra. Me siento un viento, casi invisible, que visita kioscos, minimercaditos y almacenes; también moteles, los de mi zona son de mala muerte, las chicas que limpian me hacen esperar en un cuartucho en medio de sábanas usadas. Siempre puede haber un trabajo peor. El mío no me parece tan malo, se trata de caminar. Habito mientras camino, habito cada pedazo de tierra donde apoyo mi pie. Habito sin estar en ningún lado. Sin aferrarme a nada. Es también un constante despedirme, de esa piedra, de esa vecina de la esquina. No tengo casa ni otra posesión. Mi vida se ha convertido en este habitar en ninguna parte. El mundo alrededor es el mismo en cuanto al contenido, pero es mucho más ligero. Esto me parece amable; que no haya una estrechez de un interior, una administración doméstica. El mundo es una casa abierta.

Fragmento 3

Me cuesta abrir el candado oxidado que cuelga de una cadena en el portón. Del manojo de llaves sólo una abre, está demostrado: siempre es la del último intento. ¿Cómo se tasa una casa con un hueco enorme en el techo? Pondré en factores que se tuvieron en cuenta al momento de la tasación: cuando se abre un boquete en el techo, cuando el techo se cae, cuando lo único que queda sobre nuestras cabezas es apenas un medio techo, entonces es posible ver hacia afuera, esa bandada de tordos por ejemplo, pero también hacia adentro. Esto es lo que queda cuando el techo se abre al cielo y el cielo se abre a la noche. La diferencia entre el amparo y la intemperie es esa línea delgada. Es agradable quedarme aquí bajo este medio cielo haciéndome preguntas: si existo aún y en caso de no existir, cuando dejé de existir y en caso de existir, cuánto tiempo voy a durar aquí. Cuánto falta para que vengan por mí y de nuevo percibo esa necesidad de huir como sea, saltar a la cola de algún cometa.

Fragmento 4

Saca un frasco con pastillas de la guantera, toma tres, las apura con un trago de agua. Suena su celular, “Sí, sí mi amor, prepará algo para esta noche voy con Bob”. Hay una esposa. Se seca las gotas de transpiración que se deslizan por su cara, aunque hoy no hace calor. En una esquina nos espera Adela y dos chicas más. Somos las chicas de Joe Vitale lo que significa que los jefes de recursos humanos de varias empresas nos dejan pasar hasta el comedor a la hora del almuerzo. Las de otros bancos quedan en la portería, me hice amiga de muchas de ellas, descubrí un patrón común: todas con piernas en condiciones para la minifalda y todas divorciadas. ¿Será que la flamante ley de divorcio tiene la segunda intención de proveer mano de obra barata y desesperada a las grandes empresas?

Fragmento 5

¿Qué hay después del horizonte que ahora se incendia? Nada. ¿No hay nada que le muestre a Emma dónde empieza el lugar de la nada? Puede haber allí una línea delgada alrededor de las palabras y después un muro. Un muro en la boca de Óskar, su padre. Le dijo algo al salir de la casa, siente rabia por no entender esa lengua que nadie se ocupó de enseñarle. Eso piensa mientras camina hacia el establo, la noche de bodas, junto a Filipín. Croan los sapos en la chacra. La lluvia hunde el tiempo en un pantano.

Fragmento 6

Dicen que Emma quería una nena, después del varón viene la nena. Vino Robertito. Igual le decoró el cuarto con muñecas y como ya tenía las cintas y todo eso, lo peinaba con moñitos. Tal vez por eso se hizo puto, no sé, como que vino a cumplir el sueño de Emma. Una drag queen de piernas interminables. Un revolucionario o un gran simulador, un elemento peligroso según el director del colegio de curas que, lisa y llanamente, pidió que lo expulsaran, así sin explicaciones, con las peores recomendaciones. Estaba tranquila y satisfecha su conciencia, dijo el cura y su palabra fue inapelable. “Echado a perder” fue la justificación que le dio a Emma, aunque Robertito siempre conservó como un tesoro, el anillo que el cura le regaló a escondidas para despedirse, uno con una enorme piedra azul.

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