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ISSN 2684-0626

 

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Las tempestades psíquicas

Sobre La compulsión del doctor Héctor, de Rodolfo Martín Campero (La Papa Editorial-Libros Tucumán Ediciones, 2022)

Por Pablo Campos |

Grosso modo, se puede decir que una compulsión es un impulso irresistible que compele, de manera imperiosa, a ejecutar ciertas conductas. Es decir que se trata de un comportamiento, un acto, una manifestación concreta (1). En torno a este concepto, se van a  desarrollar los capítulos de la novela. La ilustración en tapa nos adelanta que la compulsión del título no alude a un “mero” trastorno obsesivo compulsivo (T.O.C), sino a otra cosa de mayor gramaje: cuando antes de abrir el libro miramos -y nos mira- la fotografía desdoblada del rostro de un hombre tallado de seriedad, pensamos de inmediato en Dr. Jekyll y Mr. Hyde, de Robert L. Stevenson. Pero esa relación casi arquetípica es sólo un marco o referencia literaria para el desarrollo de un personaje con señas propias.  

Héctor Di Fiori es un médico clínico que ejerce su profesión subido a la inercia de una vida tomada por la mediocridad: “Toda su existencia estuvo en un limbo, sin una misión única, nunca aquí y nunca allí” (pág. 9). Pronto nos quedará claro que la mente de Di Fiori sufre una afección grave: “Entrado en la edad provecta, después de entristecidos años, su perfil quedó compuesto en una unidad misteriosa, psicopática” (pág. 11). Esos caracteres son declarados de una forma, y luego de otras tantas, por un narrador que se empeña en explicitar la miseria esencial que habita en Di Fiori. Al final del primer capítulo, una frase lapidaria pinta la intimidad anímica del médico: “En síntesis, Héctor nunca estuvo feliz de estar vivo” (pág. 13). El hecho de guardar o reservar para más adelante los detalles del trastorno del médico, agrega expectativa a la lectura. Sabemos de la miseria existencial de Di Fiori pero todavía desconocemos qué especie de pulsiones se esconden -agazapadas entre los grises de la rutina- en esa miserabilidad. Anterior a ese núcleo nefasto hace su aparición en el relato el amor. Y con el amor, el calor de la pasión correspondida. Pero entre las celdas de esa correspondencia rondan, como lenguas de fuego vitales y violentas, los celos. Allí presentimos la aparición de la compulsión anunciada en el título, y acertamos con nuestro presentimiento. El procedimiento es tan directo como efectivo: de manera lineal, son encadenados los episodios que permiten dar cuenta de lo que realmente importa mostrar en todo su -oscuro- esplendor: la compulsión. Lejos de revelar aquí detalles vertebrales de la trama, señalaremos los momentos decisivos: Di Fiori vive asfixiado por la rutina (y entregado a ella), conoce la pasión amorosa y con ella los celos, adviene como una sombra cada vez más densa, la compulsión, finalmente descubre en ese ejercicio perverso una experiencia que se presenta como inédita: el goce superlativo. Al final del capítulo 5 leemos: “Tal goce no tenía techo ni fondo”.

Mirando en retrospectiva, concluimos que en la vida de Héctor hay un antes y hay un después del descubrimiento de su abyecto mundo interior, y que esas recámaras habían permanecido cerradas, o al menos entreabiertas, durante toda su vida. Di Fiori da el paso hacia su personal oscuridad, toca el fondo de un abismo que lo vitaliza y otorga sentido a su insignificante existencia. La ira y el deseo de venganza, tras años de maltrato por parte de sus colegas, serán el motivo de sus acciones, cada vez mejor planificadas.

Un elemento insospechado desplazará el eje y la intensidad del relato: la ambición, la ambición voraz. Hablamos aquí de un ansia o hambre de poder que, en una espiral interminable y vehemente, crece a medida que es satisfecha. Ese desplazamiento inesperado y vertiginoso exige el aporte lector de un mínimo grado extra de concesión a la verosimilitud. Pero esta última es una observación nimia dentro de este logrado retrato de las penumbras de la psiquis humana. Lo siniestro -parece decir la fotografía de la tapa del libro- forma parte también de lo humano, y la ficción es una buena manera de mostrarlo.  


Notas

No ingresaré aquí en pormenores reservados a entendidos en la materia. Baste

con señalar que la compulsión persigue dar alivio a la angustia producida por una idea fija: la obsesión.

2 respuestas a “Las tempestades psíquicas

  1. Susana dice:

    Nada puedo identificar o describir con tanta contundencia si al menos esa hendidura no me permitiera descubrir el río subterráneo en el que mi psiquis colapsa y rompe la secreta compuerta.
    La niña del espejo

    • Pablo Campos dice:

      Esa Niña del espejo debe convertirse en nouvelle. Posta.

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