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Lectores en la cárcel

Paz, Perrone, Santucho

Por Fabián Soberón |

El General Paz escribe en la cárcel. Cuenta su historia minuciosamente, las horas largas, los silencios campestres y el bullicio de la calle en Buenos Aires. Para Paz, la ciudad se ha convertido en una cárcel. Lee las Décadas, de Julio César, y en una noche hace el amor con su esposa, la joven Esmeralda. Entre el sexo y la letra, esculpe, milimétricos, los años en el encierro.

El escritor Eduardo Perrone anota frases en las múltiples celdas. Cuenta la injusta estadía en los pozos negros y sucios, narra una y otra vez las escenas procaces en la subida a los cerros tucumanos. En esa forma maniática de enumerar el pasado deja que el dolor ascienda a las nubes y anhela la recuperación de lo perdido. Cuenta las bromas de los policías, los engaños, el escarnio fácil, los pormenores de las peleas y las violaciones en la cárcel de Villa Urquiza, en Tucumán.

   Robi Santucho lee en las celdas de Villa Urquiza, Villa Quinteros y en Villa Devoto, en Buenos Aires. Le pide a su esposa, Sayo, que copie en una hoja de diario las Tesis sobre Feuerbach, de Karl Marx. Conjeturo que las repite en voz alta. Lee la letra de Sayo y piensa en su cuerpo. La letra es su cuerpo y es la letra de Marx; en la voz limpia y cariñosa de su mujer empeñosa entra la niebla lejana de la tradición alemana. En los muchos días en Villa Urquiza, Santucho lee dos veces la Fenomenología del espíritu. ¿Qué encuentra entre los fantasmas de Hegel? ¿Hay una respuesta para la lucha armada, la revolución, el dolor y el quincho en el monte? 

El santiagueño Robi Santucho, el tucumano Eduardo Perrone y el cordobés José María Paz hacen la guerra en el mutismo de la cárcel. Leen y hacen el amor en la imaginación. Auscultan la memoria de los otros e inventan el recuerdo de futuros lectores.

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