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ISSN 2684-0626

 

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Los bultos o de cómo se transforma la mirada

Por Susana A.C. Rodríguez |

Un poco de historia

Llegué a Salta en 1978. Excluyo datos personales porque el centro de estas reflexiones lo constituye un escritor, mejor dicho, uno de sus cuentos aparecidos en El intransigente, un diario que desarrolló una agenda cultural que confrontaba con la hegemónica de El Tribuno. Pueden leer el texto que escribió Raquel Guzmán en Periodismo y Literatura. El campo cultural salteño del ’60 al 2000, titulado “El Intransigente o el sueño de la revolución”, para tener una perspectiva mayor de lo que significó dicha página cultural.

Uno de esos días en que hojeaba diarios para conocer algunos aspectos de la ciudad y provincia donde elegí vivir, me encontré con “Los bultos”. Poco conocía de la narrativa del noroeste, a decir verdad, tenía referencias por mi compañero de facultad en Córdoba, Alejandro Finzi, de que Salta era “tierra de poetas” y de que la narrativa adolecía de cierto regionalismo que, en verdad, no había traspasado las barreras del realismo costumbrista. Cuando leí el cuento de Aparicio, quedé deslumbrada. Recordé mis viajes a Jujuy, a Calilegua, a Mina Pirquitas, los rostros de gente que revelaba en sus rasgos otra cultura, costumbres tan diversas que en mi adolescencia califiqué como ajenas a mi mundo, al estrecho caudal de experiencia de vida que me ofrecía Córdoba. Me puse a investigar sobre el autor y descubrí que Carlos Hugo Aparicio nació en 1935 en La Quiaca (murió en Salta en 2015). En 1974 publicó este cuento que constituye, a mi juicio, una bisagra en la narrativa breve del noroeste y que lo pone en relación con la narrativa de otros tres escritores que marcaron su zona de manera definitiva, me refiero a Daniel Moyano (nacido en Buenos Aires en 1930, su infancia la pasó en Córdoba y se radicó en La Rioja donde fue encarcelado en la última dictadura cívico militar argentina, liberado, se radicó en España donde murió en 1992), a Juan José Hernández (nacido en Tucumán en 1931 y radicado en Buenos Aires, donde murió en 2007) y a Héctor Tizón (Yala, Jujuy, 1929, quien vivió en Salta donde publicó sus primeros cuentos también en el diario El Intransigente; en 1949 se radicó en La Plata, fue diplomático hasta 1962 y en 1976 se exilió en España. Murió en San Salvador de Jujuy en 2012). Rememoro estos nombres para provocar en el lector la búsqueda de la obra de estos tres escritores y así reconstruir los lazos que los unen a nuestro Carlos Hugo Aparicio.

Hasta la publicación de este relato, “Los bultos”, en el año 1974, la narrativa de Salta estaba marcada, como ya dije, por el regionalismo costumbrista. La exploración de la zona visual de la escritura, de las voces que circulan en la región y el surgimiento de una poética narrativa que nos ha llevado a señalar como el escritor mayor de Latinoamérica a Juan Rulfo, están ahí en esos relatos de “Los bultos” que después, un crítico inteligente como Jorge Lafforgue, ayudó a reunir para la editorial Legasa en Sombra del fondo.

De la voz a la mirada

Un narrador en primera persona viaja desde la frontera de Bolivia a Salta. Sus observaciones sobre quien lo acompañará en el viaje en tren están teñidas de ajenidad, califica desde el inicio a su compañero como “este tipo”, a su familia como “bien nativa”, y sus sensaciones de asco por los hábitos alimenticios del hombre que carga cinco bultos mal entrazados se acentúan hasta arrepentirse de no haber sacado un boleto en primera clase y así liberarse de una cháchara que, sin embargo, oye y reproduce dando cuenta de las inflexiones de esa otra voz que el escritor escande en la página, sin guiones, para que el lector visualice un espacio diferente que se insinúa como la transformación de la mirada del narrador (y la nuestra propia).

El conflicto se desata cuando en una de las paradas en que, de manera recurrente, el hombrecito que contrabandea ropa para sostener a su familia no regresa al tren y su compañero de viaje comienza a desesperar porque, como dice el narrador “se me está haciendo simpático, ya no me importa tenerlo al frente; y miro en él al pequeño de mechón rebelde, inmóvil de su mano como mimetizado por el afecto o el miedo”. Recrea la desesperación del hombre que ha perdido el tren, recuerda a su hijito, se angustia por cómo pasará la frontera con esos cinco bultos y en la experiencia inédita de una revisación que lo dejará liberado por un guiño cómplice pero que, al mismo tiempo, lo ancla en la preservación de esos bultos que ya son su responsabilidad, que ahora siente cómo gimen, cómo surgen esas otras voces antes negadas, ese dolor de quienes, por obra de esa transformación de la mirada que es la escucha del otro, ahora quiere consolar.

De la celebración del paisaje a las rutinas del hombre común

Mucho se ha escrito sobre la construcción de la oralidad y la representación de las orillas en la narrativa de Aparicio, que se condensan en una novela que reescribió por consejo de un amigo poeta, y es considerada un hito en el ámbito tan restringido de la novelística salteña de los años ochenta, me refiero a Trenes del sur.

A mí me interesa en este momento destacar la emergencia de una narrativa que construye una mirada diferente sobre la ciudad y su gente, sin el empaque del provincialismo pequeño burgués o seudo aristocrático; en sus cuentos, poemas y novela Aparicio recorre los barrios, los bares, las peripecias de los desprotegidos, la ausencia de solidaridad de los vecinos, la ternura de las aventuras infantiles, la violencia que sufre la mujer en una sociedad machista.

Por esto y mucho más, que recomiendo busquen en su obra, Aparicio permanece en mi memoria lectora como ese escritor que de una vez y para siempre me dio a conocer el norte, esta otra región y amarla en sus diferencias, a través de la elaboración de una escritura que confraterniza con las mejores de Argentina y de Latinoamérica.

Una respuesta a “Los bultos o de cómo se transforma la mirada”

  1. tito lizarraga dice:

    Que alegría leer sobre Aparicio (y de una manera tan linda). Que maravilla esta revista y que bien que le hace a la literatura. Gracias por su enorme contribución

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