Por Cecilia Vega|
Vi mi dibujo del perro muerto hecho con carbón en la pared del fondo, borrarse a través de los años.
Vi las bolsas de 40 x 30 que tiramos por día.
Vi la escena de american beauty y el guión de Allan Ball.
Vi todo ese polietileno empaquetando el mundo objetual.
Vi las obras de arte de todos los siglos en fotocopias de mala calidad, algunas casi imperceptibles.
Vi esos carteles publicitarios destrozados por el público acorazado de la ciudad, dejando preciosos restos volantes.
Vi las marcas de pintura en la pared después de hacer una bambalina en tela.
Vi el rastro carbónico de mi autorretrato después de dibujarlo en ese mantel viejo que clavé sobre el muro.
Vi la fusión entre la pintura vieja, el yeso y la pastina fraguarse en un bidón de plástico cortado, cuando le incrusté fibras para escribir sin tinta.
Vi el retrato de Wittgenstein en el lienzo transformarse en cenizas.
Vi la pintura negra derramada en una bolsa blanca no biodegradable.
Vi los agujeros e hilachas de los pasacalles en las marchas.
Vi carteles de protesta en cartones de cajas de jabón, cortadas a mano.
Vi el revoque antes de ser cubierto de maquillaje fino.
Vi las rajaduras del piso de cemento.
Vi esos eco ladrillos de botellas rellenas con otras porquerías.
Vi la humedad descender del techo.
Vi a las pelusas girar en un rayo de luz azul eléctrica.
Vi películas con bajo contraste y debajo de toda norma legal.
Vi fotografías borrosas, desenfocadas, oscuras, brillantes, veladas, pegadas entre sí, con moho.
Vi las pantallas con errores en la reproducción.
Vi el parlante deshaciendo el sonido hasta hacerlo estallar.
Vi macro virus, pixeles aumentados, glitch y 404.
Vi como el audio que descargué se transformó en códigos inentendibles.
Vi la televisión con radiación de fondo de microondas.
Vi los escombros después del bombardeo.
Vi los cartuchos después del tiroteo.
Vi al barro seco dejar manchas.
Vi al hollín pintar la ropa tendida.
Vi el día después de la fiesta.
Vi los vidrios después del accidente.
Vi la sangre sobre el colchón.
Vi la piel muerta de mí cuerpo.
Vi los restos que dejamos desaparecer.
“Los Restos” Carla Florencia Juárez
El esbozo de una pintura en la pared: muchos colores y formas poco distinguibles, del lado opuesto un lienzo colgado desinteresadamente; en el medio un video del proceso. La artista con ayuda de amigxs pintó la tela pegada a la pared, a medida que pintaba la arrancaba dejando huellas, restos de la pintura que quedaron expuestos momentáneamente para después volver al blanco.
La pintura abandona el deseo de inmortalidad, de ser preservada, resguardada del paso del tiempo. La obra nos muestra la eventual degradación y desaparición de las cosas que nos rodean pero también nos lleva a dejar de lado el sueño de belleza ideal y a poder encontrarla en algo tan simple como las marcas de humedad que descienden del techo, escombros y dibujos borrados a través de los años, entre otras cosas que enumera la artista en un poema impreso en papel sulfito:»vi esos carteles publicitarios destrozados por el público acorazado de la ciudad, dejando preciosos restos volantes.»
Me detengo a reflexionar sobre el efecto del tiempo en las cosas cotidianas, pienso en mis álbumes familiares llenos de fotos amarillentas de personas que ya nadie reconoce, en mi antigua casa que alberga vestigios de todos los años que vivimos ahí, muebles viejos y paredes descascaradas. Boris Groys en La reología del arte señala que el arte contemporáneo parece contradecir el propósito original del arte: detener el fluir del tiempo, ya no buscamos contemplar imágenes con pretensiones de eternidad, el arte contemporáneo nos muestra el carácter transitorio del presente con acciones efímeras que nos recuerdan que todo lo que nos rodea está en proceso de degradación; es este proceso el que le interesa a la artista, lo podemos apreciar en el video que se proyecta en loop editado digitalmente donde la vemos armar los colores y pintar pero también vemos personas caminando, un bastidor quemarse, un gato, entre otras cosas que se funden con su pincelada; todas sujetas al paso del tiempo y sus consecuencias. A través del arte nos conectamos con el presente, con nuestro ser-en-el-tiempo. Una pintura formada por restos, por huellas generadas por presión que simulan el desgaste, vemos contornos borrosos y colores que no logran cubrir el blanco de la pared, sentimos el tiempo degradar las formas, nos sentimos dentro del acontecer de esta pintura que momentos después va a ser cubierta por la propia artista y desaparecer.
En algún lado leí que hay una ausencia en el corazón de la presencia y al mirar esta obra y leer el poema que la acompaña sentí nostalgia anticipada por todo lo que me rodea: «Vi mi dibujo del perro muerto hecho con carbón en la pared del fondo borrarse a través de los años». La obra se adelanta a la desaparición, nos enfrenta con el carácter caduco del presente: ese dibujo que hacemos hoy en la pared del fondo va a borrarse y el perro se va a morir, van a quedar restos, recuerdos y marcas de carbonilla en la pared.
Imagen: Cecilia Vega
Nació en San Miguel de Tucumán el 24 de junio de 1994. Es Licenciada en Artes Plásticas por la Facultad de Artes de la UNT y forma parte del grupo de investigación en artes independiente Linde Contemporánea. También realizó talleres de poesía y participó de las últimas ediciones del FILT (Festival Internacional de Literatura de Tucumán).