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ISSN 2684-0626

 

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«está comprobado que una comunidad que apoya su literatura tira menos papeles en el piso»

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Para La Papa

Por Victor Redondo |

El primer contacto que tuve con la poesía tucumana fue en septiembre de 1986 en un encuentro o congreso nacional. Entre los invitados de Buenos Aires estaban Edgar Bayley, Francisco Madariaga, Arturo Carrera y yo. Todas las actividades se hacían en el Virla. En ese encuentro conocí a varios pesos pesados de la poesía joven tucumana (¡estoy hablando de hace 34 años!) que habían organizado todo: Rogelio Ramos Signes, Ricardo Gandolfo y Manuel Augusto Martínez Novillo, entre otros. Ese fue mi primer contacto, y no recuerdo mucho más. No recuerdo, por ejemplo, si ahí conocí a la gran poeta que es Inés Aráoz. Sí conocí a muchas y muchos poetas tucumanos cuyos nombres, por supuesto dada la cantidad de años, no recuerdo. Veinte años después Manuel Martínez Novillo (hijo), que naciera dos años después de ese encuentro, fue el poeta más joven editado por Ediciones Último Reino. Tenía 18 años.

Y conocí también a la que hoy es mi mujer y motivo de mi residencia en esta provincia, Adela Seguí.

Para tirarme de la lengua, La Papa me propuso una pregunta más o menos así: “¿Qué pasos nos faltan para que un escritor que vive aquí pueda vivir de la literatura?” Lamento informarles, si es que queda algún ingenuo que lo ignore, que no les falta ningún paso. No conozco ninguna y ningún escritor argentino (salvo escasas excepciones, y en general ya muertos que viven de nada) que viva de la narrativa, menos que menos que viva de la poesía. En vida de Alejandra Pizarnik, las tiradas de sus últimos libros no superaban los 500 ó mil ejemplares. Lo mismo para Olga Orozco y el resto de los grandes poetas. El mercado editorial y el público lector argentino es pequeño, muy pequeño para la literatura ‘made in casa’. Saliendo de la Argentina, escritores norteamericanos y europeos tienen que tener varios libros publicados muy buenos que atraviesen sus fronteras. Quizás el mercado norteamericano sea el único que pueda darle de comer a un escritor con las ventas en el mercado nacional. Los europeos tienen que tener una buena editorial, superar las barreras de sus países y ser traducidos. Como vemos, ni en Tucumán ni en Argentina ni en toda Latinoamérica se dan las condiciones para vivir de la literatura. Ni César Aira, por nombrar a un escritor prolífico y famoso, vive de la venta de su centenar de libros publicados, sino de las traducciones. Habrá vivido Julio Cortázar de sus libros, aunque dudo sobre Borges. Bioy Casares seguro que no.

–¿Por qué los tucumanos apenas conocen que hay tucumanos que escriben y generalmente tienen un preconcepto negativo?

O podría ser un preconcepto de escritores tucumanos. La buena literatura trasciende, se sabe, se trasmite, aunque no venda un libro y viva en Los Ralos. El lugar de nacimiento y residencia no creo que tenga mucho que ver. Si no, los escritores ingleses deberían haber nacido y vivir en Londres, los franceses en París, los norteamericanos en Nueva York, los rusos en Moscú, y bien sabemos que no es así. Pero reconozco que las capitales son las que ponen la cucarda. En nuestro caso Buenos Aires, sede de la mayor cantidad de editoriales y librerías y suplementos literarios.

En nuestro país subdesarrollado, con un mercado editorial y público lector pequeños, con una educación pública que cae en picada desde hace mucho tiempo, los problemas se agravan. Y se agravan especialmente porque el Estado nacional y los provinciales deberían ejecutar políticas que incentiven la escritura, la lectura, la edición y la difusión de sus escritores, política que a todas luces no realizan.

Desde el llamado “interior” tienen una visión idílica de lo que sucede con la poesía y la narrativa en Buenos Aires. Los problemas que hay en las provincias son los mismos que en la cabeza de Goliat: lograr el tiempo y la disposición física y anímica para sentarse y escribir; conseguir una editorial aunque sea pagando la edición; que ese libro publicado se distribuya, que los libreros lo muestren; que alguien lo compre; en fin, los problemas son los mismos, con el agravante de que vivir en Buenos Aires es más caro. Yo viví en la Ciudad de Buenos Aires toda mi vida, soy un porteño de cabo a rabo, edité mil libros durante 30 años… y a Buenos Aires no vuelvo ni muerto y el mundo editorial comercial me repugna.

Ahora bien: el universo poético que descubrí en Tucumán –y en Salta y Jujuy– tiene pocos parangones con lo que sucede en todo el país. La cantidad y vitalidad de poetas es sorprendente, admirable. Todo hecho en base a talento y “a pata y pulmón”. Faltaría quizás una editorial ´grande’ que canalice toda esta creatividad poética, pero el reguero de pequeñas editoriales se esfuerza en cubrir esa falta y lo logra, aunque dificulta llegar a esos libros. Una larga tradición poética que tuvo quizás en el grupo “La Carpa” su máxima expresión, encuentra en las y los jóvenes poetas una continuación notable.

Una respuesta a “Para La Papa”

  1. Liliana Massara dice:

    Coincido complemente.
    Es más, lo escuché muy auténtico.
    Da para seguir.

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