El futuro llega el día en que la madre de un amigo del colegio se viraliza en las redes sociales.
Por Maximiliano Cárdenas |
—¡Hola!
La voz llega chispeante desde un Tucumán más lejano que nunca, joven y cantarina como siempre aunque insinuando su nota de inteligencia y sarcasmo, de maldad contenida y risueña. Es la voz que hace casi treinta años nos despertaba a los gritos desde la planta baja a la hora del almuerzo, al cabo de noches en vela preparando materias para no quedar de curso en diciembre, en marzo o en el turno de previas, y que una siesta de verano al calor del infierno, parados en la vereda de su casa de entonces, nos dijo a Juan Vera y a mí que esperaba no volver a vernos por el resto de su vida, en momentos en que le entregábamos los despojos del mayor de sus hijos varones caído en combate, descerebrado del pedo.
—Pelusa, tanto tiempo. Te habla el Pájaro, desde Córdoba.
—¿Pájaro? ¡Primera vez que mi celular funciona con tu número!
—¿Cómo? —me dejo enroscar.
—¡Que hasta esta tarde maravillosa no he recibido nunca una llamada tuya! —dice, y la chispa vuelve a arder.
Pelusa, “la Pelu”, es la madre de Leo, uno de mis mejores amigos. Una lástima no poder llamarlo por su nombre real ni a él ni a sus hermanos —son cinco—, cada uno bautizado con elegancia hasta en sus apodos familiares, todos bien elegidos y puestos, lo que sin dudas se relaciona con la sensibilidad artística de su mamá, que desde jovencita escribe teatro, poesía y cuento. Sobre todo ahora que le sobra tiempo por haber dejado de enseñar Literatura después de una vida de hacerlo en la ciudad en la que todavía reside, no ya en esa casa de dos pisos sino en un edificio en el Barrio Norte de San Miguel, al que se mudó cuando los chicos terminaron de irse.
Tampoco a Leo lo llamo seguido, ni nos vemos por causa de la distancia —él vive en Río Cuarto—. Estamos, eso sí, en permanente contacto en un tumultuoso grupo de WhatsApp de amigos de la adolescencia en el que desde hace unos años, y de forma creciente durante la pandemia, compartimos una y otra vez el vademécum de anécdotas que hacen que nos riamos solos como estúpidos al leernos y que siempre devuelven a la vida. Pero también contrapuntos políticos, los debates con frecuencia agresivos de medio centenar de varones y algunas mujeres, todos queridos y entrañables pero que en su afán de castigar al oponente no dudan en escarbar en lo peor del pasado, en los placares llenos de calzoncillos sucios de la época del secundario. Rencillas ideológicas que derivan en verdaderos duelos de cuchillo entre los dientes, ricos en descalificaciones y agravios que arrancan al alba, con las noticias infectas de la agenda de redes y medios puestas a rodar por los primeros que se levantan para ir al trabajo. Peleas que habitualmente duran hasta la noche y que pese a todo no han podido lastimar los términos generales del cariño que sustenta esos vínculos. El tipo de discusiones que por estos meses se reproducen en todas las pantallas y en las que el ganador, faltaba más, suele ser el que comparte los mejores stickers.
No fue en ese grupo, sino por privado, donde el 30 de agosto Leo me pasó un audio reenviado que acompañaba de la siguiente aclaración:
Esto me lo manda Juan suponiendo que es la Pelu.
Efectivamente, es ella.
Juan es Vera, el otro amigo que mencioné al comienzo. Y el audio de Pelusa al que aludía su hijo es uno —hipócrita lector— que a esta hora probablemente haya llegado a tus oídos, quizás en tus propios grupos de WhatsApp o en alguna de las plataformas y redes en las que malbaratas tu precioso tiempo. Es el mensaje de 22 segundos en el que una Pelu montada en cólera ruge inconfundible, dejando inferir que sus destinatarios son los vecinos del departamento que habita en soledad hoy que está jubilada.
En ese registro con vocación de hit se la escucha gritar (oremos):
—Hola. Regando mis plantitas del 3ro “C” me he encontrado un preservativo de algún culiao que tira los preservativos por cualquier lado. ¡Yo lo llego a encontrar al hijo de puta y se lo hago tragar! ¡Vayan co… —el rencor le atora la garganta— comunicándole, porque si a mí me pasan un dato de quién ha sido, yo se lo voy a hacer tragar! ¡Sucio ´i mierda!
Acá pido disculpas por no resistirme a la tentación de señalar un acierto propio, pero es que todos conocemos a alguien que estudió Comunicación Social. Porque es verdad que predije lo inevitable, lo que acabaría ocurriendo, al contestarle a mi amigo:
Exagerado, con erratas atribuibles al predictivo del teléfono, pero se la canté: solo cuatro días más tarde, con fecha 3 de septiembre, el actor Andrés Pomiro canonizaba el ultimátum de la Pelu en el video de Instagram que incrusto acá abajo, post que al momento de escribirse estas líneas contabiliza casi 1800 comentarios de un público de Argentina y otros países.
—¿Cómo te trata la fama? —le pregunto en un pobre intento de estar a la altura de su acidez, ahora que Leo me pasó su número.
—¿Vos has visto lo que puede un forro? Pájaro, decime una cosita, ¿es cierto que tiene muchas, cómo dicen, visualizaciones? —me devuelve y comprendo que ella no usa IG.
—175 mil y contando.
Se ríe con ganas, pero con nostalgia.
—Yo, que he vivido escribiendo sin ganar nunca un triste premio, me vengo a hacer famosa con una puteada a un vecino —ironiza—. ¿Vos no eras periodista, algo de eso? Escribilo si querés, yo te autorizo. Si alguien llega a hacer plata con esto prefiero que seas vos.
No le digo que las cosas no son tan así, ni que la literatura es un gremio de gente que le vendería el alma al diablo y daría la vuelta olímpica en pelotas por cien o doscientos roñosos Me gusta. Más modestamente, me permito sugerirle que tal vez pueda capitalizar el éxito procurando al menos que el mensaje cumpla con su cometido inicial, esto es llamar la atención del consorcio sobre el binomio higiene-salud.
Tarde. Me responde que los vecinos no solo la apoyan desde el minuto cero, sino que no han dejado de solidarizarse con ella hoy que su voz viaja a toda mecha por la red 4G.
—Incluso hay uno que lo quiere hacer cagar al que ha revoleado el forro, que parece que es el mismo que después filtró el audio. Pero yo les digo que no. Ahora, cuando cortemos, escribime y te reenvío los mensajes del grupo del edificio.
Tal vez la historia podría narrarse con solo reproducir esa cadena de textos, emojis y memes. Una primavera de “Abachitos”, “¿Cómo está la gente bella?”, deseos de un “Feliz y bendecido finde” y motivaciones del tipo “Eres amor, eres luz, tienes derecho a brillar”. Intervenciones de gente cuyas identidades solo podemos imaginar, porque en mi chat con la Pelu llevan apenas la indicación “Reenviado”.
AL COBARDE O LA COBARDE QUE FILTRÓ EL AUDIO DE PELUSA PARA ENCIMA DE TIRAR SUS MUGRES EN SU MACETA BURLARSE DE ELLA, LE DIGO QUE ES UNA MIERDA!!!
Pelusa sos lo más, te banco a morir 🙌🏻♥️
SORETE CAGON/A, MIERDA DE PERSONA SOS. TAN MIERDA QUE NO TENES PRURITO DE BURLARTE DE UNA SEÑORA Y FESTEJAS QUE LE TIREN FORROS
Pelusita: no la conozco, pero para lo que necesite puede contar conmigo y mi hijo. La gente mala y roñosa no cambia. Más allá de eso, estamos con usted!!!
Hola! Alguien tendrá un taladro que me preste?
También nacen nuevas relaciones:
Nunca hemos hablado, Walter… pero te felicito por ser tan caballero… eres un verdadero hombre al defender a Pelusa, una vecina ejemplar
Querida Pelu, con todo el respeto del mundo no sé quién habrá filtrado el audio, aunque el video es muy bueno jaja. No puedo entender cómo a alguien se le ocurre tirar un preservativo por la ventana o el balcón, pero hay que tomarse las cosas con calma. El video del actor es gracioso!
Sos famosa!! 👏🏼 No te olvides de nosotros 😂😂😂
Mucho de esto, junto con otros audios de una Pelusa con proyección política que no han tomado estado público, aunque tenían las de ganar. Un ejemplo:
—Chicos. Voy a pedirles, como tengo ese forro ahí, que ante cualquier otro que caiga o donde sea que ustedes encuentren uno, pongamos entre todos para hacer el ADN. Y que aquella persona que resulte ser la dueña pague, aparte del estudio, una sanción en plata para todo el edificio. Todos nos vemos perjudicados, en el sentido de que estamos en pandemia, fijándonos quién lleva tapabocas, quién se lava las manos o no y van y tiran un preservativo al balcón. Esa gente está atentando contra el bienestar general. Tal vez podamos hacer una denuncia ante la Policía, la Dirección de Ambiente o lo que sea.
Me cuenta que de la bronca le salieron dos poemas de terror. Son los que acaba de presentar al no menos polémico certamen del Fondo de las Artes.
—Hay uno en el que lo asesino al tipo y termino sepultando el cadáver y el “forrango” en el espacio común del consorcio, pero todos los días un perro los vuelve a desenterrar. Eso lo podés poner, aunque por ahí mejor no, porque el fallo del concurso es en noviembre. Quién te dice si no me lo gano.
Me pide que subraye que como autora nunca hubieran llegado a conocerla, “y eso que escribo de todo”. Ahora se acuerda de una obra de teatro por la que conserva especial aprecio, intitulada “En el huerto, mandarines”. Inédita de momento, de fina trama oriental, narra el drama de una pareja de amantes que sortean vicisitudes hasta encontrarse en el huerto de flores donde aguarda la felicidad.
-Le puse así, con coma: “En el huerto, mandarines”. Y al final me terminó saliendo “Un preservativo en la maceta”.
Nació en San Miguel de Tucumán. Trabaja como editor, redactor y periodista. Su novela «Fotos del carnaval» fue distinguida con un premio Tejeda en 2014 y publicada al año siguiente por la Editorial Municipal de la ciudad de Córdoba. Fue guionista y director del documental «Magallanes, recién tibia. Una muestra de Daniel Rivadeo», sobre el artista plástico fallecido el 2015.