Entrevista a María Belén Corso
Por Pablo Toblli |
—Para empezar, contanos sobre el proceso de escritura de tu nuevo libro Desperté y fue verano, publicado recientemente por Gerania Editora. Se pueden observar algunas recurrencias con tu anterior poemario Pétalo Nocturno (Alción, 2020), esto es, ciertas correspondencias con los procesos de la naturaleza y una persistencia en una lengua poética. ¿Coincidís? Comentanos, además, qué significó para vos la salida de este nuevo libro.
Existe la jardinería mental -como diría Jorge Leónidas Escudero- y escribo así porque somos una misma cosa. Pétalo nocturno atraviesa la noche, es un pétalo compañero que pasa por seis momentos (Nombre propio, Ciclo erótico, Después de lo ocurrido, Ensoñación, La casa húmeda y La huida) confiando que alcanzará la luz. En Desperté y fue verano también uso la estructura de capítulos y retomo algunos temas a través de cuatro sueños. Aparece la fantasía de ese tiempo suspendido donde el calor hace estragos con nuestra imaginación sudorosa. A medida que avanza el libro, es como si abriera cada vez más los ojos hasta encontrar -a plena luz del día- un mundo tangible que también es maravilloso. En Pétalo nocturno empiezo diciendo que siento a mi jardín en el cuerpo anunciando que ésa es la clave de lectura; Desperté y fue verano está dedicado a mi mamá maestra, comienza con una cita de Sueño de una noche de verano de Shakespeare, acto seguido la conversación con mi sobrina Olivia donde ella pregunta por sus sueños -la anécdota es que el librito donde están sus sueños son las rimas de Bécquer, un pequeñísimo objeto de tapa rosa que ya tomó como suyo-; y luego aparece una declaración de por qué escribo poemas con un epígrafe de Wislawa Szymborska. Es como un zaguán tripartito donde dejar ‘lo pesado’.
La salida de un libro siempre es belleza y felicidad, más en estos tiempos donde parece que las cosas buenas son inalcanzables.
—En tu nuevo libro me dio la impresión de un sujeto poético que intenta despojarse, que busca redimirse en significantes de la infancia o en esa atención de los brotes nimios de lo natural: sus insectos coloridos, casi inadvertidos de otro modo, es decir, toda esa poética que podríamos agrupar como «lo sutil», «lo leve», «lo volátil», una instancia que supieron cultivar poetas como Diana Bellessi en su «pequeña voz del mundo». En un poema escribís: “Dos rosas rojas avanzan sobre el pasto / son las mismas que envidio desde que se abren, juntas”. Contanos sobre estas licencias poéticas, ¿te consideras dentro de eso que la crítica llama “poetas visuales”? Y por otro lado, ¿simbolizan algo más para vos estos trazos en los poemas, es decir, desbordan el mero hecho literario y funcionan como tu cosmovisión de mundo, tus anhelos de realidad?
Pienso el terreno de lo poético como un lugar de aprendizaje, lo mismo ocurre con el jardín; podría decir que en el zaguán me desvisto de prejuicios para recordar cómo fue ser niña, cómo descubrí el mundo, Olivia me llevó a ese lugar. Las metáforas existen, el conjunto de imágenes aquí narradas como si se tratase de una fábula explican cómo es mi relación con el universo, qué espero de él, qué creo que espera él de mí. Respecto a definirse como “poeta visual”, prefiero que lo haga otra persona, puedo decir que sí trabajo con imágenes, sí trabajo con la palabra y sí me gusta construir imágenes con palabras. La elección del lenguaje es algo que se da de manera espontánea, el hecho artístico encuentra su cauce si tomamos conciencia de que estamos haciendo algo que va más allá de la experiencia personal, que somos capaces de construir un universo propio y ese universo puede ser recorrido por otras personas. Cuando era estudiante en el IUNA una profesora de Lenguaje Visual me llamaba ‘Belén sutil’ a raíz de un libro de artista que había hecho sobre ‘El amor y otros demonios’ de Gabo, reconozco que me gustaba esa adjetivación de mi hacer.
—Creo que existe en tus textos un alejamiento -pero muy fino- de algunos papeles tediosos que el yo debe ensayar para incluirse en el devenir social más estandarizado: dejar de esperar un correo, volver al jardín, suspender el intelecto, los libros, asumir que la poesía está entre el agua, en lo inmemorial, en una mancha del cuerpo. Bachelard dijo que el tiempo del poema es un tiempo vertical, suspendido, como decías más arriba, en donde se valoriza algo puntual y se dejan de lado muchas cosas, distinto al tiempo con mayor extensión de la prosa que por oposición le llama horizontal. ¿Considerás que tu poesía brota en esos instantes de aligeramiento de los roles más estándares?
Cuando me siento viva, brota el poema. Claro que es abstracto y puede sonar pretencioso esto que digo pero tiene que ver con estar presente. Y esa situación, estar presente en el mundo, puede darse incluso en la vorágine del hacer cotidiano. De todos modos, sí hay una suspensión del tiempo ordinario -pienso en Gadamer y el tiempo de la fiesta en relación al tiempo de la obra- como si una pudiera salirse del enajenamiento y volverse a un sitio tranquilo donde la prisa por escribir te dice ‘que no se disuelva esto que estás pensando’. Te comparto un poema que no está en el libro pero sí tiene que ver con tu pregunta.
La actualidad de lo bello
Las palabras son víctimas de un pensamiento vivo
se mueven pájaros en mi nervadura, hay electricidad
tomo una pastillita para no convulsionar.
Mi mente es un gran corazón -el órgano-
llena de sangre, con glóbulos blancos y todo
así, se acerca al peligro y fabrica plumas
cuando el vértigo es grande.
Quiero cambiar la historia
en la pausa que rima el poema
hasta que alces los ojos
y veas.
—¿Cómo caracterizarías tu lengua poética? Aprovechemos aquí para conversar sobre tus influencias y escritores admirados. En el libro hay algunas pistas en los epígrafes, sobre todo de poetas, que utilizan una lengua “aplacada”, sin tanto giro recargado, como Alberto Szpunberg, Estela Figueroa, entre muchos.
El poemario surge en verano ’21 cuando compartimos habitación con la abuela Queca y tuve la dicha de conocer la poesía de Estela Figueroa en un taller de Bossi, de hecho ellas aparecen juntas en un mismo poema donde juego con la venida de las hadas al jardín de casa. Creo que esa situación, compartir la estación estival con mi abuela y mamá maestras, hizo que quiera citar en este libro a poetas que también me enseñaron. Denise Levertov es fabulosa por donde la leas, provocó el corte de verso así como Alfonsina motivó hace años el propio ¿Dónde estará lo que persigo ciega?/ -Jardines encantados, mundos de oro- / Todo lo que me cerca es incoloro. / Hay otra vida. Allí, ¿Cómo se llega? Tengo internalizados versos de María Emilia Cornejo, Mary Oliver, Manuel Bandeira, Antonio Gala Velasco, Juana de Ibaorborou, Pizarnik e incluso Miguel Hernández, que los voy recitando cuando voy de acá para allá. La lengua que una construye está dotada de un diccionario antropófago si se quiere, la primera de todas las influencias es María Elena Walsh. Podría nombrar a cantautores como Pablo Milanés o Spinetta que también son parte del diccionario porque toda película tiene su propia banda sonora así como esta respuesta no le hace juicio a todas las voces que llevo conmigo.
—¿Te sentís dentro o cercana a un grupo de escritores con el que tengas afinidad estética? ¿Quiénes lo integrarían, o con qué obra de poetas contemporáneos te sentís identificada?
Me siento cercana a un grupo de escritores que también son hacedores de encuentros de poesía y fomentan la federalización de los espacios. Preguntás obra con la que te sientas identificada y pienso en el jardín de Diana Bellesi.
—Para cerrar, ¿qué significó para vos el hecho de vivir en Buenos Aires y publicar con una editorial de Tucumán?
Una belleza, realmente. Fui a Tucumán en el primer viaje de mochilera a los 19, nos tomamos el tren con mi amiga Flor y llegamos con mucha ilusión por toda la aventura que nos esperaba. En 2021 recibí un mensaje de Nacho Jurao al WhatsApp diciendo que habían leído el libro y querían publicarlo, desde ese momento reviví la ilusión de febrero 2014. Las videollamadas, el mensajearnos en pequeños ratos robados a otros trabajos, aprovechar las venidas de Nacho a Buenos Aires para compartir un café o una birra hicieron de la salida del libro una verdadera hazaña. La primera vez que nos encontramos fue en la FED, recuerdo que caminamos bastante hasta sentarnos en una cafetería y me preguntó qué pensaba de César Vallejo, creo que recité parte de ‘Los heraldos negros’ porque es un poemón y dije para adentro ‘qué bueno que Nacho va a editarme’. El diseño de tapa de Xime Foguet es precioso, Patricia Verón en la presentación que hicimos en la UNLaM habló de la voz poética y cómo se manifiesta una mujer dentro de otra mujer, esa imagen la captó perfectamente Xime.
Estoy contenta de que la editorial sea de otra provincia porque pienso en un país hermoso y grande como es Argentina, habitado por personas trabajadoras que aún no se conocen y son capaces de construir algo juntas.
María Belén Corso es Licenciada en Artes Visuales por la Universidad Nacional de las Artes, a su vez, se desempeña como docente en la misma institución. Coordina el ciclo de Letras en la Universidad Nacional de La Matanza, donde dicta clases de narración oral para adultos mayores. Publicó Pétalo Nocturno Alción, 2020) y Desperté y fue verano (Gerania Editora, 2023).
Es Licenciado en Letras por la UNT. Publicó los libros de poemas Nace en lo próximo (Ediciones Magna, 2015), Lucero de ruinas (Ediciones Último Reino, 2017) y el libro de ensayo Una lectura del imaginario poético de Tucumán (2000-2020) (Fundación Artes Tucumán, 2022). Es editor de La Papa Revista y redactor en Indie Hoy. Nació en Tucumán, en 1987. Su e-mail es pablotoblli@gmail.com, por cualquier contacto.