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ISSN 2684-0626

 

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«está comprobado que una comunidad que apoya su literatura tira menos papeles en el piso»

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Poemas de Guillermo Siles

Por Gabriel Gómez Saavedra |

¿Se podrá recordar el desierto como una instantánea?, es la pregunta que flota en estos poemas de Guillermo Siles. La voluntad de los ojos recubre las imágenes con envoltorios de seda que, al abrirse, siempre descubren una rajadura que ha dolido en silencio sobre las superficies: “nadie como vos en la risa hambrienta / de lo bajo / ni en la majestad de nombrar / lo atroz y su belleza / las cosas que la arena / de este indómito desierto / va borrando”.

Designio

¿No ves

la hierba crece al amparo de tus ojos?

¿Por qué mirar

hacia otro lado?

Los campesinos

piden agua y pasto tierno

pronto

habrán de morir

los animales

el campo estará seco.

¿Dónde buscar el reflejo de otros ojos

nacidos de la lluvia?

(de El sabor de la fruta)

*

Los recuerdos y las cosas

No es verdad

que recuerdes,

haces que recuerdas

para alterar sin culpa

el orden estatuido

de las cosas o

el moroso acontecer

de un tiempo que huye

repartido en otras nadas.

No es verdad

que recuerdes

la piel de los duraznos

o el color de las uvas

de sol tenue

protegidas por sus hojas

la voz

de una mujer sabia

sin saberes

los cuartos de una casa

en la que ya

no habita nadie.

No es verdad

que recuerdes,

haces que recuerdas

para dar pruebas de fe

sobre la caducidad

de los inviernos 

la frágil condición

de la experiencia

y su memoria.

(de El sabor de la fruta)

*

El elefante

                                                                      a Cecilia Molina

En el corazón de África

septentrional he visto

a un elefante pintar un elefante.

Han dispuesto lienzo y caballete

para que el animal trabaje

con paciencia

como un pintor

de la plaza en Montmartre.

En cada trazo delicado

recibe auxilio de su domadora

que le coloca los pinceles

en la trompa y lo acaricia;

con fina motricidad

e infalible memoria

él recuerda las líneas

que darán forma a su silueta.

Mientras el público aplaude

cada avance de la obra

el paquidermo mira de frente

y saluda

con alegría bonachona,

al tiempo que mueve
la trompa y las orejas
como si no oyera el estruendo
del instinto mudo
ni quisiera abandonar
su condición de artista.

Nunca sabremos si adquirió
aptitudes para soportar la fama
que quizás lo hacen sentirse amado
entre la gente,
nunca sabremos por qué
no se rebela ni regresa
al interior de la selva
para unirse a la manada.
Pero aunque mi elefante
salude con orgullo
o acotada alegría
tiene los ojos apenados de un niño
que ha perdido todas las batallas.

(Inédito)

*


Dicen que puedo ver tu herida
pero no puedo sentir tu dolor
que no es posible caminar sobre la cuerda
floja del lenguaje
si ajusta el hambre en la garganta
porque el dolor no sólo se resiste
al lenguaje
sino que además lo destruye.
No conocemos
ni siquiera imaginamos
la áspera textura de la soga
sobre el cuello de un niño
las puntas de la nada
que aprietan su estómago.
No importan las edades
el número
o la etnia.
En la radio
en la TV
en las redes dijeron
que han muerto niños
en un paraíso sin árboles,
sin frutos ni animales
arrasado por topadoras
y agrotóxicos

Para esos niños no existió Adán
tampoco Eva
ni el relato de un mesías.

No habrá redención
para los que
seguimos vivos
contemplando

sin dios.

(Inédito)

*

El muro

Leopoldo Brizuela in memoriam

dulce gracia del día

no te escondas

posteando la mañana va

mientras recorro muros virtuales

para hallarte

y no hay ninguna lucecita verde

en tu perfil que conecte a la vida

no hay

quién dirá ahora la frase mordaz

o soltará la risa cruel que iluminaba

el cerco de las horas

la punzante ironía

del “no me cites maldito”,

“mi erudita de Burruyacú”,

“mi sabio de Rumi Punco”

te divertían esos “títulos de nobleza”

te gustaban los topónimos indianos

el Norte con su gracia

coplera, los aires de la zamba

y del gato

nadie como vos para alterar

los géneros y hundirme al son

de un fado con saudade

en el lomo visible de Inglaterra o Lisboa

nadie como vos seguirá el hilo musical

la letra de una canción amada

que se ahoga

una ristra de recuerdos

de chat, los de una vieja

vendedora de remedios

y de ropa en Los Zazos

te reías del cartel fotografiado:

“botiqin y butic”

no era un invento

nadie como vos en la risa hambrienta

de lo bajo

ni en la majestad de nombrar

lo atroz y su belleza

las cosas que la arena

de este indómito desierto

va borrando.

(de El cauce y la costumbre)

*

En el golfo de Nápoles

En un barco cuyo nombre

no recuerdo

cruzamos de Sicilia al continente

una noche duró la travesía

de Palermo a Nápoles

sobre el oleaje

de aquel golfo inocente

nos acompañaban una chica española

y otra griega

tocadas por la vara de la perfección

que a veces roza y huye.

Todavía asoma intacto el rostro,

los modales retraídos de la griega

hablaba poco y para animarla

entre la diversión de música

y de tragos, le digo:

“si tuviese tu belleza

dejaría el turismo por el cine”.

La música y las risas llegan

al hueso de la noche, el ritmo

cada vez más zafado invita

a seguir algún compás

no sé si ella o yo

quien lo dijo primero

pero ya estamos en el centro

de la escena contagiando

a los viajeros

entre conversaciones y tragos

para fumar salimos a cubierta

mientras el mar nos mira

de pronto divisamos

un faro entre rocas pequeñas

y una constelación de estrellas,

a lo lejos, lo hermanan en la luz.

Arroja el humo al aire

y me habla con simpleza:

gracias por los halagos

el momento de alegría

primera vez que bailo

después de largo tiempo

estoy de duelo

mi hermana y su novio ya no están

tuvieron un accidente

iban en motocicleta

fue en la ruta

muy cerca de Atenas.

(de El cauce y la costumbre)

*

Cielo de sol

Te mostré cómo es un cielo

entre montañas

la ascensión del humo

hasta las cumbres

cuando agita el tiempo de la zafra.

Te hablé de cómo ruge el viento

y la voz se apaga ondeando lejos

cuando agosto enciende el valle

y la maloja pende

sobre la costra llagada de la tierra.

Una tarde te enseñé

los tarcos en el parque,

cómo caen las flores

sobre el intenso verde

y sus veladuras lilas

enturbian el color

después de un aguacero.

Pero aquel valle no era tu valle

ni las montañas tus montañas.

Adentro de tus ojos

adentro de tu boca

no se había posado aún

la riqueza de lo visto

ni la dulzura de nombrar

lo que sucede

con la complacencia

del invierno.

En la ciudad

espero con urgencia

el día en que las palabras

vuelvan a rozar

la superficie de las cosas

bajo un cielo de sol

un camino sin sombra.

(de El cauce y la costumbre)

*

El desamor

En la luz de un verano

dijo que no me amaba.

Sus palabras tuvieron

la eficacia del rayo

que cayó dos veces

en el mismo sitio.

Primero

fulminó un tarco,

la cerca de ligustro,

el pasto circundante.

Después midió

la magnitud del daño

y se deshizo

en un ligero resplandor

sin estruendos ni luces.

Dijo que no me amaba,

en otra estación del año,

y le creí.

La vegetación del jardín

ha reverdecido

desde entonces

no volví a verlo.

(de El cauce y la costumbre)

*

Razones

mi amigo el negro

pega gritos cuando habla

y él entiende que es algo inevitable:

trabajó en una fábrica

a un nivel extremo de ruido

a esta razón le opongo otra

y quiero imaginar que así sea

nació entre montañas de fuego

donde el viento ruge sin cuartel

y no da tregua al silencio

ese hecho tal vez justifique

la costumbre de hablar

en voz alta

para escuchar el sonido

de las palabras sacudidas

por la intensidad

del viento.

(de El cauce y la costumbre)

*

El arte de perder el tiempo

perder el tiempo

es un arte como todo

nadie sabe como vos

cultivar con precisión

el arte de perder el tiempo

tardes como el rayo,

noche y día

nada hay que no se escape

entre tus manos

o en las falanges de las horas.

Las uñas del minuto

pulverizan

filosas

amores en segundos.

Tarde escuchaste el latido

de otro corazón

que ruge a puma,

frente al río

una bomba estalla

a cada rato y vuelan

en milimétricas partículas

cronómetros, relojes

todas las formas de medir

arena

en tu desierto.

(de El cauce y la costumbre)

*


Guillermo Siles
(San Miguel de Tucumán, 1967)

Es doctor en Letras y profesor de Literatura argentina contemporánea. Publicó artículos en revistas y compilaciones nacionales y extranjeras. Es autor de El microrrelato Hispanoamericano. La formación de un género en el siglo XX (2007). Compiló volúmenes de crítica: La pequeña voz del mundo y otros ensayos de poesía (2007), con María Eugenia Bestani y Representaciones de la poesía argentina contemporánea (2011), entre otros. Editó y prologó Obra Poética, de Hugo Foguet (2010). Dirigió volúmenes especiales de RILL N° 21 y N° 22: Poética, poesía y escrituras íntimas (2016 y 2018). Es co-editor de Poesía sin música (2017), que reúne poemas del compositor Pepe Núñez. En poesía publicó El sabor de la fruta (2008) y El cauce y la costumbre (2020). Integra las antologías Poesía Joven del Noroeste argentino, de Santiago Sylvester y Poetas Siglo XXI, de Fernando Sabido SánchezUna selección de sus poemas apareció en la revista Hablar de poesía N° 12 (2006). 

*

Imagen: S/t [197?] (colección privada de Florencia Lencina), de Carlos Alberto Lencina

Carlos Alberto Lencina (Provincia de Tucumán, 1936 – 2016)

Técnico electricista y fotógrafo aficionado. Se crío en el sur de la provincia para luego instalarse en San Miguel de Tucumán. Fue miembro de la Marina Argentina donde aprendió el oficio de electricista. Al regresar del servicio militar obligatorio terminó sus estudios y se dedicó a la reparación de aparatos electrónicos, principalmente de radios y televisores.

Hace unos años, su hija Florencia logró rescatar del archivo familiar diferentes fotos que fueron, en su mayoría, tomadas con una Mamiya 48 mm.

5 respuestas a “Poemas de Guillermo Siles”

  1. La levedad de los pequeños instantes
    atraviesa raudo el pensamiento.

  2. Liliana Massara dice:

    Muy buena seleccion Gabriel.
    Buenos poemas de Guillermo que conducen a las cosas y estados simples y no tanto de la vida.
    Willy sabe hacerlo.

  3. […] Poemas de Guillermo Siles […]

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