Por Gabriel Gómez Saavedra |
No se puede tener recuerdos sin haber sido niña o niño, y alimentado los sentidos y el monte del espíritu para la decodificación del mundo que llega con la adultez. Mundo que nunca termina de gotear el cúmulo de significaciones con que se aclaran los ojos.
Ohuanta Salazar desgrana una voz vitalista que parte y sueña desde su niñez, y la introduce a un mapa lírico poblado de espejos, donde cada imagen trae un golpe de conciencia, ataviado de personajes, climas y esencias desaparecidas. Todos estos golpes son contundentes, a tal punto que se les podría otorgar nombres propios pero, además, tienen la capacidad de salirse del intimismo de la autora e interpelar la construcción de la propia historia del lector.
El yo poético nos hace oír las voces sobre voces que forman la cáscara del fruto de la memoria, pero sin caer en la dispersión o en un coro cantando al unísono, sino dándoles a todas su razón de ser para exponer los lugares que la sociedad y sus estructuras le imponen a sus portadoras y portadores: “Normita y el camino, / tabacales de un lado y del otro, / allá al fondo, su casa. / Ella limpia otra y cuida / otros hijos, lejos y casi nunca / habla de los suyos. Tengo cinco, / me los cría la abuela en El Carmen / pero nunca les falto / para los cumpleaños”. Toda esa música de la memoria traída por Salazar cabalga en un bote donde la rítmica es depurada a tal punto, que el viaje que ofrece se hace tan cercano como el de nuestra propia sangre.
RANDAS
La Randa es un tejido artesanal de punto que se realiza en Monteros, Tucumán.
Su enseñanza se trasmite de generación en generación.
Manos de abuela
enseñan, enlazan
hilos en la barra.
Paciencia, la malla
la abuela explica
será una flor
hilo a hilo
en el bastidor, extendida
como rosa de los vientos.
Esta hebra por arriba.
Hija de hija
se hace nudo
y la abuela desanuda.
Esta hebra por debajo
porque sí,
desde siempre se hizo así.
Abuela, patrona del bastidor
sumisa de su hombre
padre de padre,
nieto de nieto
sometedor de hembras y diaguitas
interrumpe.
Y ella, mujer, acude
la nieta, hilo pendiente,
nudo ansioso.
Paciencia, la trama
la abuela explica
también es nieta de nietas
tejedoras del primer Tucumán
obligadas colonas de estos valles
porque siempre así
se formaron las flores.
Este hilo por debajo.
Bajo el mismo algarrobal
mansas confidencias
que el río Tejar se lleva.
Este hilo arriba.
Pétalo a pétalo
entretejidas
abuela y nieta.
(Inédito)
BESOS Y PELLIZCOS
El ómnibus la deja en la ruta,
Normita y el camino,
tabacales de un lado y del otro,
allá al fondo, su casa.
Ella limpia otra y cuida
otros hijos, lejos y casi nunca
habla de los suyos. Tengo cinco,
me los cría la abuela en El Carmen
pero nunca les falto
para los cumpleaños.
Este mes los visita y anda
hablando y juntando cositas.
El más grande, no sé de cómo,
me ha salío inteligente,
la más chica, viera usté, de bonita.
A veces, plancha y llora
con la telenovela.
Normita camina, sol, tierra y perros
apura el paso, cuidando
sus bolsas: ropitas usadas,
autito sin puerta,
muñeca pelo anudado y cinco alfajores
nuevos.
Se alegra, llegando.
¡La mama ha vuelto, la mama ha vuelto!
Gritan y corren, brazos abiertos
y ella, cubriendo sus bolsas
me las van a tirar, changuitos
y cinco besos y cinco
pellizcos.
Desde el fondo, abuela, distingue
vidriosos los ojos, casi sonríe,
pucha, otro plato.
Y agüita
para waschar el guiso.
(Inédito)
MIS ABUELAS
Una de mis abuelas tiene
fotos de Evita y de La Difunta Correa,
me gusta mirarlas.
Ella le cuelga flores o medallitas
y dice que eran santas.
Mi otra abuela, no
porque no le gusta Evita
y dice que de santa no tenía nada
pero que yo soy muy chiquita
para escuchar por qué.
Ella tiene cuadros hermosos
de los que no cuelga nada
y ojos azules,
anda peinada y pintada
porque es maestra.
Mi otra abuela, ojos marrones,
usa ruleros y un pañuelo
por la mugre de la casa
y me hace mate cocido.
La otra, leche con chocolate.
Mis dos abuelas son igualitas
cuando se tapan con crema la cara
antes de dormir
y en la mesa, calladas siempre
que el abuelo habla.
(Inédito)
ALOJITA CANTADA
La aloja es una bebida dulce y fresca hecha con vainas de algarrobo. Bebíamos la versión sin alcohol cuando éramos chicos.
En ese algarrobo sabía haber un pajarito
dele cantar y cantar,decía abuela.
Las vainas en el agua y ella
revolvía contándole cosas
que no escuchaban el abuelo ni la suegra,
después endulzaba y así alojaba
su aloja riquísima,
frescura en las siestas.
La mejor ¿quenó?, preguntaba
es la música de las semillas,
aloja cantada, decía.
Ahora abuela en cama olvida
los días, los nombres
pero recuerda hacer su aloja.
Los hijos le traen vainas y abuela
ojitos nublados mira sin ver,
las acerca y escucha,
estas semillas no están entonadas, se enoja
y grita palabras que nunca dijo antes.
Nadie le avisa de la pacha vendida
ni del cerco ni del dueño del algarrobo.
Los nietos, ladrones en la siesta
le traemos las semillas.
Abuela las escucha y sonríe.
Entonces mueve los brazos, imagina
y revuelve una olla invisible
le canta, le cuenta en voz baja y endulza
su alojita cantada.
(Inédito)
MI MAMÁ NIÑA
I. LOS CHOCLOS DE LA ABUELA PETRONA
La abuela de mi mamá parecía
vieja desde siempre y era bajita, bajita,
tenía cara triste y muchos santos
que vestía con ropa limpia.
En la mesa, antes del primer bocado,
nombraba a algún muerto de la familia:
“hoy es el aniversario de la muerte
del abuelo del tío abuelo Secundino,
Dios quiera y diosito también,
lo tengan donde lo tengan”.
A veces el cuarto de la abuela Petrona parecía
llenarse de choclos y desde la cama,
llamaba a los nietos para cosecharlos.
Cerca de la ventana estaban los choclos morados,
en el ropero los amarillos
y los blancos gorditos, favoritos de la abuela,
estaban por todos lados.
Mi mamá niña y sus primos llevaban
una bolsa, grande, grande
y a veces dos, cuando la cosecha era abundante.
“Allá debajo de la cómoda” y mi mamá niña
estiraba el bracito hasta encontrarlo y llevaba
el choclo a la bolsa que dos primos sostenían
abierta.
Los más altos acercaban el sillón
para juntar los que colgaban de la araña
o arriba del ropero,
“se están dejando unos ahí, changuitos”,
mi tío Emito-niño siempre encontraba
los choclos difíciles.
“Muy bien, ya está”, decía Petrona
y terminaba la cosecha.
Mi mamá niña y sus primos
se acercaban a la cama y esperaban
que su abuela les acariciara
el cabello a cada uno
y que prometiera, justito antes
de cerrar los ojos,
que al día siguiente se iba a levantar
tempranito, tempranito
a rallarlos para la humita.
(Inédito)
CICLOS DE COYUYA
Creciendo rompe su piel
se muda de amores
camisa de miel,
coyuya.
Aún frágil y blanda
despide su cáscara
transparente.
Sueña el azul del Aconquija
pero el macho cantor
la hechiza.
No chirria ni canta
da sus ninfas a la pacha
y muere enamorada.
(de la antología Autores de Pilar)
TETA
I
Mi hermano era bebé y pedía
teta cada tres horas pero
a mamá y a papá
se los habían llevado en un camión
y cada vez que él lloraba, mi abuela Porota
le cantaba “arrorró changuito,
mamá vuelve en un ratito, mamá vuelve en un ratito”.
Mi hermano Seba se dormía
con canciones inventadas
y agua de mazamorra.
II
Mamá debajo de la capucha no entendía
dónde estaba y tampoco sabía
responder preguntas a golpes
pero pudo contar el tiempo con la leche
que le brotaba del pecho cada tres horas.
Cuando hubo silencio escuchó coyuyos
y no entendía si soñaba o era cierto,
raros coyuyos en otoño que cantaban
en una noche estrellada y mi hermanito
acunado en ese canto mientras la luna
hermosa y redonda daba la teta.
III
Los tiraron en la ruta,
les sacaron las capuchas
pero la noche cerrada los dejó
igual de ciegos, ni luna ni estrellas
esparaban su regreso.
La oscuridad no terminaba nunca,
caminaron cansados, adivinando
cañaverales cerca o cerros a lo lejos
y por fin vieron lucecitas, dos faros
del primer ómnibus del día aún
sin pasajeros. Mis papás corrieron
esperanzados y el chofer se apuró a arrancar
porque esa zona era sospechosa
pero reconoció a mi mamá y los alzó
sin preguntar nada ni cobrar boleto,
quizá recordó a mi abuela Porota
guiando su mano de niño, enseñándole
sus primeras letras y llevando
la Sabín Oral en sulky hasta su rancho
donde no llegaba ningún médico.
(Inédito)
NIÑOS DEL BANDO VENCIDO
Los niños que nacimos en el bando vencido
del lado vencido del mundo
necesitamos una tía María Rosa
que se tome muy en serio la alegría
porque los padres del bando vencido
están ocupados con la tristeza.
La tristeza de este bando
siempre tiene razón.
Pero los niños del lado vencido del mundo
también queremos armar trincheras
aunque nunca podamos repetir esa palabra
ni en el colegio ni en la plaza ni con los vecinos
y saber dónde queda ese lugar “exilio”,
o qué magia hizo desaparecer al tío, desaparecido,
aunque nunca nunca podamos repetir esas palabras
ni en el colegio ni en la plaza ni con los vecinos.
Cuando los niños del bando vencido
crecemos con estos adultos tristes
del bando triste y del lado triste del mundo,
requetenecesitamos una tía María Rosa
que nos enseñe a guardar esas palabras tristes
que no hay que repetir nunca nunca re mil nunca
en el fondo triste del canasto de los juguetes
y nos lleve en los días soleados
a chupar cañas de azúcar y a comer uvas de la parra
aunque comer frutas sin lavar esté prohibido
y en los días lluviosos
a escondernos en trincheras de almohadas
y cantar palabras contentas de María Elena
Walsh aunque también estén prohibidas.
Todos los niños que nacimos en el bando vencido
del lado vencido del mundo
requetemilnecesitamos una tía María Rosa
para nunca nunca tener miedo
a la oscuridad
o a las palabras
ni en el colegio ni en la plaza ni con los vecinos
y ser por un rato niños del bando feliz
del lado feliz de la tristeza del mundo.
(de la antología Bardos y Desbordes II, 2019)
DIMINUTIVOS I
Yo tenía 13 años, Normita 16 y me llamaba
“doñita” como a mi mamá aunque ella
también era madre.
Me contaba de cuando iba a la escuela
pero había tenido que dejar porque
el hijo del patrón la visitaba y entonces
Normita se puso con la panza y su tata
la llevó con la abuela que era muy buena
porque no le pegaba.
Como esa vez que la maestra
mandó una nota y su mamá
que no sabía leer pero entendía
que era algo malo, la castigó con la ojota,
“changuita opa”.
Todo porque Normita dijo
“Maestra tengo que í al baño” y se orinó.
La abuela le enseñó a hablar bien
“permisito pa’í al baño”
y por suerte Normita aprendió
a pedir chiquito.
(Inédito)
GORDA
Mi cuerpo engordó
y no es mío.
Es de los tipos de la esquina
“¡Goordaa dejá los postres!”,
deciden, gritan, se quejan.
Mi culo desbordó los asientos
y es del pibe de la butaca de al lado
“gorrda”, codea, se enoja
Mi cuerpo con pañuelos,
verdes, “gooorrda abortista”
deciden, gritan, se quejan.
Pero a Él le gusta
que no le quepa en las manos
estruja, cachetea y festeja
el movimiento mientras se hunde,
“culo rico”, gordita, gorda.
(Inédito)
VIA CRUCIS
¿Quién fue?
Preguntaba mi maestra
levantando el dedo
recorriendo las caritas del aula
como cuando dictaba prueba,
sólo su taco y el lápiz.
El dedo era el miedo de todos.
Ella sabía de miedos.
¿Quién fue?
Preguntaba mi papá
cerrando el puño.
¿Quién fue?
Pregunta mi jefe.
¿Quién fue?
Pregunta Dios
y ya lo sabe
pero igual disfruta.
(Inédito)
MANZANA
Jamás fue
una manzana
la de Adán, la de Newton, la de Turing.
Sí fue una manzana
la de Magritte, que supo
que el manzano sabe:
el hombre nunca cae lejos de él.
(de la antología Bardos y Desbordes II, 2019)
Imágenes: Evi Tártari
*
Ohuanta Salazar (San Miguel de Tucumán, 1975)
Publicó el libro de relatos Patios de Obanta (2017). Participó de las antologías poéticas: Homenaje a Nicanor Parra (2018), Bardos y Desbordes II y Autores de Pilar (2019).
*
Evi Tártari (Tucumán, 1990)
Se especializa en el campo de la fotografía y las artes visuales. Es Licenciada en Artes Plásticas y Técnica Universitaria en Fotografía por la Universidad Nacional de Tucumán.
Trabajó en gestiones culturales como Ibatina, Encuentra, Casa Managua, Charco (espacio experimental de artes visuales), Taller C de la Facultad de Artes de la U.N.T.
Participó en instancias de formación y exhibición individuales y colectivas, como la Feria Virtual “Otra Feria de Arte” (Bs. As.), “Mercado de Arte” ( Tucumán), «Residencia de creación escénica NOA TUC» (Jujuy), «Sistemática y Seductora» Residencia de investigación sobre Bienales de Latinoamérica (Brasil).
Entre otras distinciones, recibió el primer premio en el XLIII Salón para el Ámbito Nacional Fotografía en el Museo Provincial Timoteo Eduardo Navarro y el primer Premio en el Salón XIX Carlos María Navarro en la categoría fotografía.
Se formó con referentes locales y nacionales como Carlota Beltrame, Geli González, Marcos Figueroa, Gabriel Varsayi, Claudia Fontes, Guillermina Bustos, Jorge Sepúlveda, Valeria Junquera y Solana Peña.
Realizó publicaciones en torno a la fotografía en revistas como DIXIT (Tucumán), Revista Bex (Bariloche) y Gran Angular: Antología de producción fotográfica en Tucumán.
Actualmente integra como jurado el proyecto “Anuario Fotográfico” de la agencia APA: prensa alternativa (Tucumán), y se desempeña como asistente técnica audiovisual y docente de fotografía para el Ministerio de Educación de Tucumán.
https://eviconstanza.wixsite.com
Concepción, prov. de Tucumán, 1980. Publicó la plaqueta Huecos (Ediciones Del Té, 2010), y los libros Escorial (Editorial Huesos de Jibia, 2013), Siesta (Ediciones Último Reino, 2018) y Era (Falta Envido Ediciones, 2021). Entre otras distinciones, ganó el Premio Municipal de Literatura San Miguel de Tucumán – Género Poesía (Región N.O.A.) y fue seleccionado por el Fondo Nacional de las Artes como becario del programa Pertenencia: puesta en valor de la diversidad cultural argentina.
Excelentes!!!!
Muchas gracias por tu lectura, María Celia.
Que hermosa prosa Ohuanta Salazar, que nada detenga tu mano escritora, tu luz creadora y el deseo por las letras.
Gracias 🙂
Ohuanta! Toda ella y su poesía, qué lindo leerla