Por Guillermo Siles |
Kohl, vocablo que da título a este libro de poemas, es el nombre de una limadura mineral utilizada por las mujeres orientales; se la aplicaban alrededor de los ojos protegiéndolos de las enfermedades y del sol. Además, existe la creencia de que, por sus propiedades curativas, es un antídoto eficaz contra el mal de ojo en criaturas recién nacidas. No es azarosa la elección de este título que señala un origen, una pertenencia. Remite asimismo a una escena primaria: la disputa de roles entre una madre de ascendencia europea y una abuela libanesa, en la que triunfa la madre, aunque no del todo, con la decisión de no aplicar kohl sobre el rostro de la niña. A Gabriela Duguech le gusta imaginar que ese relato familiar cifra su destino y da origen a su escritura: el kohl ausente de su rostro ha permutado en la tinta del sosiego con la que traza sus versos, sin maquillaje ni imposturas. La poeta abandona la espera y se atreve a ensayar un modo de escritura despojado, a veces, de los recursos retóricos de la poesía, arriesgándose a usar un lenguaje transparente, sin metáforas y abierto a la significación. De este modo, el lector no tiene necesidad de buscar o encontrar en los poemas algo misterioso atrapado en una red que no acaba de expandirse.
Con insistencia los versos reflexionan sobre el poder de las palabras que a veces se olvidan, no se encuentran o pierden su peso al estar cristalizadas por el uso. Ellas, además, tienen el poder de salir a la calle, de denunciar, de abrir puertas y escuchar el dolor junto a la capacidad de sanar. Tal vez, por esta innegable potencialidad del verbo, la autora elige la poesía y comprende que su arte consiste en expresar aquello que no puede decirse y sin embargo se dice. Poetizar es tomar la palabra que se hace presente/sin que sepamos de antemano/lo que nos quiere decir.
La voz que habla en estos poemas atestigua la indagación en el interior de sí misma para expresarse desde la madurez de la experiencia. Apropiándose de un lugar de enunciación ecuánime y templado, se deja “sorprender”, “acariciar”, “fertilizar” por las palabras que conceden ritmo a la escritura. Son esas palabras tardías que llegan para deshacerel silencio congelado de la espera, el silencio que, a veces, de igual modo dice y nada más hace falta; el mutismo frente a la contemplación que inspira y luego se aparta para abrirse al movimiento o replegarse hacia lo íntimo, pero sin dejar de mirar alrededor. La capacidad de observación hace que la mirada de la poeta esté atenta a la vegetación del jardín, al cambio de estaciones, a las manos del asador que saben acariciar y dedicarle un poema de amor memorable –tal vez el más logrado del libro–. Asimismo, la mirada se detiene a observar la migración de los pirpintos porque se sabe que quien los ve/se inspira y levanta vuelo/ se enamora de lo que hace/ y no conoce fatigas/ ni excusas su corazón.
Cuando la voz autobiográfica desplaza su visión hacia el territorio seguro y despreocupado de la infancia, recuerda una escena feliz en la que baila apoyando sus pies en los zapatos del padre; se concentra en la descripción de un juego de niños con dos piedras en movimiento que atraen con su roce la distante luz de las estrellas. Así el poema trae ramas, hojas secas para dar vida al fuego inextinguible de la poesía que todavía ofrece su calor sobre las páginas de este libro.
Es doctor en Letras y se desempeña como profesor de Literatura argentina contemporánea. Publicó artículos en revistas y compilaciones nacionales y extranjeras. Es autor de El microrrelato Hispanoamericano. La formación de un género en el siglo XX (Corregidor, 2007). Compiló volúmenes de crítica: La pequeña voz del mundo y otros ensayos de poesía (2007), con María Eugenia Bestani y Representaciones de la poesía argentina contemporánea (2011), entre otros. Editó y prologó Obra Poética, de Hugo Foguet (2010). Fue becario posdoctoral del DAAD en la Universidad de Potsdam (Alemania, 2012); dictó cursos y conferencias en universidades de Inglaterra, Francia, Alemania y España. Dirigió volúmenes especiales de RILL N° 21 y N° 22: Poética, poesía y escrituras íntimas (2016 y 2018). Es co-editor de Poesía sin música (2017), que reúne poemas del compositor Pepe Núñez. Publicó El sabor de la fruta en 2008 (poemas). Integra las antologías Poesía Joven del Noroeste argentino, de Santiago Sylvester y Poetas Siglo XXI, de Fernando Sabido Sánchez. Una selección de sus poemas apareció en la revista Hablar de poesía N° 12 (2006).
Conmovida aun por esta sutil y poética reseña que hiciste de Kohl Guillermo que espero merecer y me siento honrada de leer, te envío mi agradecimiento y también a revista la Papa que la publicó.
Abrazo!
Gracias Gabi. Hermosos tus poemas. Ha sido un gusto leerlos. Abrazo