Sobre Casos abiertos, de Hernán Carbonel
Por Lucas Cosci |
Escrito con las técnicas y recursos de un narrador de ficciones, el libro Casos abiertos, de Hernán Carbonel compone algo más que una versión ampliada y revisada de El caso Arroyo Dulce, edición anterior con palabras de Antonio Dal Masetto y de Sergio Pujol. Conocida primero en edición de autor y luego por Ediciones Galmort, en el año 2009. Al cabo de una década nos encontramos con un nuevo título, esta vez publicado por Nido de Vacas Ediciones, con facsímiles de prensa y fotografías que forman parte de su narrativa y del esquema probatorio de la investigación periodística.
¿Cuáles son los límites entre la narrativa-ficción y la no ficción? ¿Cuál es la distancia entre el Walsh de Operación Masacre y el de Variaciones en rojo?
Antes que en la sintaxis del relato, antes que en ciertos usos del lenguaje, antes incluso que en su estructura interna, las diferencias están en los supuestos que sostienen el vínculo de texto y lector, en el acuerdo que precede a la lectura. En una crónica el lector presupone de antemano una pretensión veritativa del texto, puesta en suspenso cuando se trata de ficción.
El libro presenta delitos y catástrofes acontecidos en la Pampa húmeda bonaerense, en las cercanías de la ciudad de Salto, lugar de residencia del autor. Este escenario rural es un eje que articula lo narrado.
Historias de delitos irresueltos, son casos cuyas preguntas fundamentales siguen flotando sin respuestas; preguntas que retumban en la llanura sin ecos de resolución; expedientes judiciales infectos de silencios.
Labradas con los materiales y las herramientas de un escritor de ficciones, en estas crónicas rurales encontramos intrigas, hay personajes de perfiles novelescos, hay reproducción de testimonios con la frescura de los diálogos de ficción, hay un relato que se sostiene en una prosa impecable y austera. Encontramos, además, la seducción del juego entre lo dicho y lo no dicho, entre las alusiones y las elusiones; tensiones que no se descargan sino hacia el final y aún persisten con su poder interpelante.
La crónica hace una minuciosa reconstrucción a partir de archivos, testimonios, bibliografía y siempre la memoria que juega sus apuestas. El resultado es un relato subyugante.
¿Qué cuentan estas crónicas? “El caso Arroyo Dulce”, un doble robo al Banco de Crédito Rural por parte de un grupo comando, primero en Julio, después en diciembre del año 1971; “El crimen Perfecto”, el asesinato confuso y nunca esclarecido de Ángel Enrique Palacios en la localidad bonaerense de Marcelino Ugarte en 2005; “Pomar, veinticuatro días después”, relato que reproduce la conocida tragedia de la familia Pomar, cuyos cuerpos fueron encontrados a la vera de la ruta 31, veinticuatro días después de su desaparición; “El agua”, la histórica inundación del Rio Salto en el año 2015 y sus consecuencias sociales y políticas; y, por último, “Las migraciones internas. Una crónica de Juan Oscar Guzmán Illianes”, un músico que en la cárcel deviene escritor, condenado a prisión por el mero estigma de ser boliviano.
Además de su condición de irresueltos, ¿qué convergencias encontramos en estos “casos”?
En primer lugar, la combinación infrecuente de ruralidad y violencia. Presentan una inscripción geocultural poco habitual en la literatura del género. Suceden en la tranquilidad del ambiente rural de provincia, y llevan la impronta de su idiosincrasia, de su horizonte de símbolos y representaciones propias. La cultura local atraviesa los testimonios y las voces que el texto reconstruye: prejuicios, miedos, cordialidades, miradas territoriales. “Escribir desde el interior” es el título de uno de los textos de otro libro de Carbonel, Sedimentos. Casos abiertos es un escrito “desde el interior”, de la primera a la última línea. El horizonte rural bonaerense es un lugar de enunciación, que esparce sentido sobre las cosas.
En segundo lugar, sus relaciones con la literatura. Hay un juego de espejos entre los hechos narrados y ciertas obras literarias que se referencian. Siempre es difícil volver a casa de Antonio Dal Masetto, de la que se hizo la película homónima; Plata quemada de Piglia; el Tomo 2 de las crónicas de La Voluntad, “El cielo por asalto”, de Eduardo Anguita y Martín Caparrós; Asesinato perfecto en el pueblo de los infieles de Hugo López Carribero; el libro de cuentos Sobre un escenario improvisado de Juan Oscar Guzmán Illanes, hacen un juego de refracciones y de efectos recíprocos entre literatura y realidad, que hipnotiza. ¿Es la literatura una copia de la realidad o la realidad resulta ser un efecto antojadizo de cierta literatura?
En tercer lugar, la oscura complicidad entre lo policial y lo político. En la cadencia de la crónica se desliza de manera sigilosa, pero inevitable lo político como dimensión inherente a todo acto de ruptura de la ley. Actos cuyo sentido no se revela del todo sino en relación a un contexto de luchas y antagonismos, que de un modo u otro han gravitado para su realización. ¿Hay algún propósito político detrás del asalto al Banco de Crédito Rural de Arroyo Dulce? ¿”Revolución armada o delincuencia común”? ¿Qué conspiración de poderes ha oscurecido la investigación sobre la muerte de Ángel Enrique Palacios de un disparo en la cabeza? ¿Por qué un artista boliviano es a priori condenado a prisión? En este sentido, podemos decir con “Los Redondos” que “todo preso es político”. Así lo expresa el Comisario Silva de la novela de Ricardo Piglia, quien afirma –y Carbonel convalida con la cita en su libro–: “la hipótesis era que todos los crímenes tenían un signo político. Se acabó la delincuencia común. Los criminales ahora son ideológicos. Es la resaca que dejó el peronismo”.
Porque los hechos llevan encriptada una ambigüedad interpretativa, la tensión entre “Revolución armada o delincuencia común”, en la medida en que sus actores pertenecían a una Organización. De ahí que “Muchos de los testimonios recogidos crean una disyuntiva acerca del segundo asalto al Banco de Arroyo Dulce: si fue la acción clandestina de un grupo armado que buscaba reproducir la Revolución Cubana en Argentina o que bregaban por el regreso de Perón; o –su antítesis– el simple agite de un grupo de malhechores comunes aprovechándose de las circunstancias”.
Otro ingrediente que suma es la participación de Aníbal Gordon, personaje nefasto de nuestra historia, que jugó de los dos lados de la contienda: como jefe subversivo, primero, y como represor, después; “doble juego” o “cambio de bando” que destaca Antonio Dal Masetto en sus palabras previas.
Una consideración aparte merece el capítulo sobre Juan Oscar Guzmán Illanes, en el que el autor deja expandir sus inquietudes como escritor y desarrolla una serie de reflexiones en torno a las condiciones de origen de la creación literaria. La siguiente cita expresa una de las ideas maravillosas de este segmento, y es una transcripción de las propias palabras de Guzmán Illianes en la “Introducción” de su libro: “La narración es esencial para la humanidad, y así también lo ha sido en mi vida (…). Desde los pueblos primitivos reunidos en torno a la fogata para escuchar a la anciana contar de un origen del mundo a causa de un bostezo de un dios vengativo, hasta nuestras familias reunidas en torno a unas papas fritas para escuchar al abuelo revivir sus hazañas y dolores, contar es parte nuestra como humanidad”. Una joyita que el libro nos regala.
De manera oblicua, evanescente, Casos abiertos refleja las inconsistencias, fragilidades y contradicciones que nos afectan como sociedad en los márgenes.
Vive en la provincia de Santiago del Estero. Es doctor en Filosofía por La Universidad Nacional de Córdoba. Docente e investigador en la UNSE y en la UNT. Autor de libros de ficción, entre los que se encuentran Faustino (novela, 2011), La memoria del viento (cuentos, 2012), 1958, estación Gombrowicz (novela, 2015), Ciudad sin Sombras (Novela, 2018); y del ensayo El telar de la Trama. Orestes Di Lullo, narrativa e identidad (2015). Es autor del blog El cuaderno de Asterión, en línea desde el año 2009, donde publica artículos literarios y de actualidad política