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ISSN 2684-0626

 

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Reseña del libro de cuentos Los paisajes interiores, de Martín Goitea: Propiedad privada y comunidad para una literatura jujeña siglo XXI

Por Diego Puig |

Leo la contratapa de Los paisajes interiores (Gerania Editora, 2021) del escritor jujeño Martín Goitea (Ledesma, 1974) donde se destacan dos de sus seis cuentos y me entusiasmo. No conozco a Goitea y sí el trabajo del editor Diego Font y de la cabeza que dirige la editorial: Nacho Jurao. Esto me da confianza pero en ya en las primeras líneas de Suvenir, el relato que abre el libro, me siento un poco intranquilo. ¿Y si esto es medio “herque, charango y bombo carnavalito para bailar”? Empieza: “El pueblito tiene una sola calle, con casas a ambos lados cada treinta o cuarenta metros, de mucho terreno baldío y construcciones pequeñas, de adobe algunas, otras de piedra”. No me considero un lector prejuicioso, pero leo con hipótesis. Una hipótesis no tiene que ser verdadera, solo interesante. Después se corrobora o se refuta. Es una estrategia tentativa, pragmática, carente de verdades absolutas, solo para que me lleve de un lado a otro. Al lugar a donde necesito llegar.

Quizá mi hipótesis inmediata de lectura sea prejuiciosa: no quiero leer literatura jujeña o del norte con corte naturalista o costumbrista y menos escrita con la afectación de Raymond Carver. El texto continúa: “La mayoría de las propiedades están delimitadas por pircas rotas y bajas”. Pircas rotas: suena bien, la imagen es poderosa, la melodía de las Rs que se repiten, la presencia de las pircas me resulta realista y poética a la vez, pero que estén rotas potencia ambas sensaciones: verdad y poesía.

Muy rápidamente, el texto adquiere una cualidad atlética, que de alguna manera se corresponde con el universo masculino que se narra. El ritmo y el lenguaje son atléticos y también lo son la estructura, los personajes, la trama: Raúl y Thomas vadean un río para llegar a destino. Bajar y subir, nadar y mojarse, pisar yuyos y piedras: Todo me resulta atlético. El compromiso de Martín Goitea es menos con Daniel Moyano o Héctor Tizón y más con Jonathan Franzen, pienso (obvio, esto es una hipótesis personal). Goitea narra, narra, narra, nunca se cansa de narrar. La voluntad narrativa es inmensa. Menos reflexión, menos descripción, más acción. Esto necesita la literatura jujeña, pienso. Un naturalismo Siglo XXI, un relato eficaz y eficiente, que se mantiene en un margen cuidadoso, una orilla ancha, sólida, cómoda, bien plantada. El texto me hace despreciar un poco, por un momento, mientras lo leo, las pirotecnias narrativas actuales. Es decir, me seduce y me convence para que me quede y acepte sus principios. Puedo hacerlo, con gusto.  

Nuevas hipótesis 

Dos hipótesis nuevas aparecen a medida que avanzo en la lectura de Los paisajes interiores. Propiedad privada y comunidad, dos ejes temáticos que sirven como claves de lectura o como temas que destellan y parpadean de distintas maneras en los seis relatos. Goitea demuestra una enorme astucia y valentía al versar sobre estos temas. Capitalismo y Corrupción son dos de las grandes mitologías argentinas contemporáneas y la lucidez con que se despliegan aquí es llamativa y digna de ser celebrada.

En Souvenir hay algo de policial, de ladrón inesperado, de tráfico, de menudeo de objetos robados y también la sensación de que siempre somos sospechosos de haber robado, sea eso cierto o no. Una especie de paranoia que nos acompaña y nos atosiga, mientras nos vemos a nosotros mismos con los ojos de los demás. En La caverna, el segundo relato, el protagonista por un momento sospecha que su abuelo le quiere robar. El abuelo dice “a veces es mejor no porfiar contra el monte”. Toda una definición en geografías arrasadas por la lógica extractivista del capitalismo. El mismo héroe del cuento Pasajero, un ingeniero taciturno y solidario, sopesa robar y hasta se aproxima a su presa en un hermoso momento de tensión que delata el allure de tomar lo que es de otro, ya sea por necesidad, como pedido de amor o justicia poética.

Problematizar la propiedad privada, el robo, lo propio y lo ajeno es uno de los grandes desafíos del siglo XXI a medida que las mentiras del capitalismo se revelan y la criminal distribución de la riqueza actual nos obliga a enfrentarnos al colapso del sistema tal como nos lo enseñaron y lo creímos hasta convertirlo en un artículo de fe. El ladrón de Suvenir me recuerda el escándalo de la Volkswagen en Estados Unidos en el año 2015: https://www.bbc.com/mundo/noticias-44014908. El capitalismo es un sistema de poder, donde el más fuerte siempre intenta sacar ventaja. ¿Entonces, robarle a un ladrón, acaso de verdad, tiene cien años de perdón? ¿Es ese el futuro de la propiedad privada? Goitea hace bien en subvertir, con delicadeza, y revelar la identidad de los verdaderos ladrones.  

Fratelli Tutti

En La cura, uno de los cuatro relatos que no se menciona en la contratapa, se cuenta la historia de una amistad, de un debut sexual y un tratamiento mágico. Es nebuloso al principio, pero el cuento rápidamente se beneficia con la seguridad, el aplomo narrativo de Goitea: la acción, esa pasión atlética del autor, siempre paga jugosos dividendos. Aquí el estilo a veces es parco, otras dulce, barroco, otras de una simpleza arrolladora y por momentos un tanto cursi. El cocoliche funciona: “Cuando sintió que desde lo más profundo de su ser llegaba un torrente, arañó el tapizado del asiento y empujó como si hubiera querido porfiar él solo un scrum de rugby. Entonces ella volvió a besarlo y su lengua la sintió fría, como un palito helado, aunque más bien como un cubito de hielo porque no tenía sabor”.

Así va surgiendo claramente el segundo hilo temático del libro: la comunidad. Ya sea con amigos, a partir de encuentros fortuitos, con trabajadores de un pueblo o fantástica e imaginaria, Goitea le da protagonismo a la necesidad humana de pertenecer a un grupo, a vivir en conjunto con otras personas, a los lazos que nos constituyen tanto como nuestra individualidad. La dualidad del ser humano, en tanto individuo y ser social, atraviesa todos los relatos, dibujando con variantes y desde distintos ángulos (y con disímiles resultados), la noción de comunidad. En “Habitantes del umbral del mundo”, esta faceta humana se desarrolla a través de lo mental, parecido a la reciente película The Father. En “Hugo Omar”, quizá el relato menos redondo, se narra una sospecha, una investigación, una redada a cargo de ciudadanos, un allanamiento policial, una desaparición y un hueco, sin que todo llegue a sentirse orgánico y el cuento cierre satisfactoriamente.

Pero es, justamente, en “Pasajero”, donde Goitea se toma su tiempo para deambular por los laberintos y entramados de la idea de comunidad. Es decir, de comunión con el Otro. Junto con Souvenir, son los dos cuentos más largos, más trabajados, y se destacan del resto no solo por su extensión sino por el trabajo narrativo. Mientras uno es atlético y vivaz, el otro es moroso y serpenteante. Pasajero, el cuarto relato y el segundo que se menciona en la contratapa, tiene puntos de contactos (o me recuerda) el cuento de Fogwill: Camino, campo, lo que sucede, gente. Una idea pre y poscapitalista a la vez, superadora. La naturaleza y la comunidad conviven con el trabajo, la cultura y sus repartijas, ciudad y campo revueltos en una danza propia del norte argentino. La comunidad en torno a y respetuosa de la naturaleza.

Todo libro de cuentos, este libro de cuentos

La contratapa de Los paisajes interiores es llamativa al centrarse en dos cuentos y no mencionar los otros cuatro, que son más cortos y quizá menos redondos o imponentes. Ya al leer el segundo relato, La cueva, la narración corta, de trama mínima y con destellos de fantástico, me incomoda. Es un secreto a voces que los libros de cuentos suelen tener dos o tres muy buenos textos y el resto es relleno. Por pereza o impericia, necesidad editorial o consideración económica, muchos cuentistas célebres e increíbles, desde Samanta Schweblin a James Salter, de Federico Falco a Agota Kristoff, con el aval de sus editores, publican libros de relatos con mucho o bastante relleno. Con lo que cuestan hoy los libros y el tiempo personal que les dedicamos, ¿no sería momento de pedir libros más consistentes, más acabados como un todo? Porque quizá sus autores solo necesiten más tiempo y sus productos, un poco más de trabajo. Las ideas están, pero a veces no se aprovechan del todo. Cuentos que más bien parecen ejercicios de escritura, un fogonazo y después textos más o menos inertes. Es raro encontrar libros que respeten al lector dándole un grupo homogéneo de buenos textos, buenas historias, cuando no geniales al menos entretenidos.

Algo de esto sucede en Los paisajes interiores y al mismo tiempo hay en todos los textos una sagacidad, a veces más delicada, otras más abrasiva, con la que se introducen los elementos narrativos importantes que vienen a cambiar el curso de las historias, pero no siempre la vida de sus personajes. Es interesante cómo emergen estos elementos narrativos ya sean una corona, una curandera, un doctor con pastillas en la guantera del auto o unos amigos invisibles. La muñeca de Goitea para administrar información valiosa y hacerla explotar es notable. Y su uso del lenguaje tiene suficiente encanto.

Otra peculiaridad del libro son los comienzos de los relatos, que en varios casos se sienten nebulosos, como un fuera de foco, o una imagen plana, una presencia silenciosa, misteriosa, escenas recortadas bastante descriptivas, pero con una cualidad de vaguedad hasta que en la segunda escena, el cuento adquiere cuerpo y ritmo. Esto requiere de una paciencia por parte del lector que supongo es adrede. En un mundo con tiempos cortos y emociones violentas, Goitea le pide tiempo a sus lectores. ¿Es un gesto anticapitalista, también? ¿Menos explosión y más piezas de un rompecabezas, fragmentación? Estos comienzos suelen ser más fríos, grises o tranquilos que el resto de las historias.  ¿Dice esto algo sobre la literatura? ¿Sobre cómo empezar a escribir un cuento o a leerlo? Parece ser un gesto que se rebela a las convenciones narrativas del gancho, de la tensión, del espectáculo. Pero también propone empezar por lo más débil, la contemplación, la pregunta. No siempre es cómodo o estético, pero como toda la experiencia de lectura de Los paisajes interiores eventualmente, digamos, paga ricos dividendos, como para usar una expresión capitalista, porque deconstruirnos es un proceso que va más allá de cuestiones de género: también es necesario en términos de política, economía y medioambiente.


Martín Goitea nació en 1974 en Pueblo Ledesma, provincia de Jujuy. Escribe desde los 20 años. Obtuvo distintos premios literarios de la Universidad Nacional de Jujuy y la Secretaría de Cultura de la provincia de Jujuy y una mención especial en 2017 de la Bienal Federal del Consejo de Inversiones, categoría novela corta. Sus cuentos fueron publicados en antologías y revistas literarias. Publicó los libros Habitantes (Tres Tercios Ediciones, 2015) y Las Terminales (Fondo Editorial de la Secretaría de Cultura de Jujuy, 2018). Dicta talleres de escritura y de lectura para alimentar la llama que lo ayuda a escribir.

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