Por Gonzalo Roncedo |
Espacio interior: sueño y poesía o el ya-no-asesino
O, en palabras más sencillas, ¿qué fue primero, el sueño o la poesía? Los criptonautas viajan entre sueños porque el primer bastión de lo oculto, se sobreentiende, está inmerso allí, no por algo todo el psicoanálisis, el arte universal y las vanguardias del siglo XX los evocan.
La poesía es otra criptonáutica, digámoslo así, porque el lenguaje es otra vía para que el inconsciente hable, y con ambas podríamos suponer que una manifestación inconsciente podría cambiar, o está modificando, en cada momento, una subjetividad, pero dejemos en paz a Jacques Lacan y vayamos a los hechos. Tome por caso de lo que afirmo la siguiente evidencia. Una vez, mediante sueño compartido, entré a la mente de un asesino: el escenario del trance se volvió una especie de abismo sin espacios. Su sueño era decapitar al compañero de su novia porque la vio dándole abrazos prolongados y compartiéndole ingenios. En el onírico deseo del asesino, no bastaba con golpearlo, sino que la voluntad necesitaba someter a su novia para posteriormente abandonarla. La autoayuda de turno seguro definiría al dueño de aquella pesadilla como tóxico, una enfermiza perpetuación de deseos inseguros y machistas. Por suerte para su novia, deconstruí el sueño metiéndole ruido: comencé a arañar las paredes de la pesadilla que, por repetitivo cliché de los sueños de asesinos, estaba hecha de noche. La luz entró ni bien el tipo había corporalizado al amigo de su novia y zás, hete aquí un tulpa deshecho. Lynch tiene razón: si la logia negra o blanca son aquellas dimensiones astrales donde desdoblamos nuestros sentimientos, el imaginario inconsciente colectivo puede moldearse con luminancia y palabras. Sostuve mentalmente una sola palabra: sociedad, porque un asesino así siempre mantiene dos palabras capciosas, de múltiples significados, y comodines para cualquier asesinato: libertad y albedrío. El sueño se deshizo; supe, porque con esfuerzo físico pude retener la representación órfica unos minutos más, que algo había cambiado en la mente del asesino. La criptonáutica de viajar por su pesadilla me permitió modificarlo: se había vuelto menos dominante, más permisivo, le había implantado en su psiquis una palabra que nunca había considerado siquiera. Me escapé de la pesadilla cuando el ya-no-asesino, porque ya no lo era, logró ese lugar común de las clases de Cívica de sexto/ séptimo grado que nunca logró entender, porque con seguridad se escapaba del curso para ir al centro a fumar o a perseguir chicas en la Plaza Urquiza.
La criptonáutica puede, entonces, modificar una personalidad de un actante, en un sueño, si otro actante, criptonauta consumado o no, decide compartir sus propias ideas. Con la poesía pasa lo mismo. ¿Cuántos suicidas, criminales, personas arruinadas o tristes, o ajenas al mundo sensible, leen una idea, un sentimiento, una alegoría, una imagen, y su vida cambia para siempre? No tengo tantas pruebas en este segundo caso: hay muchos testimonios de personas que leen poesía y se vuelven otras, pero solamente repetiría encuestas y muestras estadísticas vagas, sin pruebas fehacientes. El caso del sueño del ya-no-asesino, mirando para atrás, lo viví, posee mi propia experiencia.
Como este relato, usted, leyendo estas palabras, puede experimentar viajar a través de los materiales que nos permiten llegar a lo oculto: el lenguaje, los sueños, las imágenes o, para ponerlo en términos reduccionistas, la poesía o la criptonáutica. Después de todo, ¿importa si fue primero el sueño, o la poesía? Lo importante es vivir la experiencia y dejarse llevar.
PD. Quien escribe considera autor al ya-no-asesino, pues su pesadilla era una novela total de su deseo inconsciente no manifiesto. No lo leerá en papel o en una pantalla con procesadores de texto de letras serifadas o no serifadas, pero el propio lenguaje áureo de los sueños suscribe autores órficos. Consideremos, también, que se sigue bajo la órbita de que me refiero a «autores del interior», género de machaque pues, ¿solamente puedo hablar de una zona o acaso también puedo hablar de autores del espacio interior, del interior del alma, del espacio oculto de los sueños? De todas maneras, el siguiente texto de la serie volverá a retomar los autores tucumanos de la realidad carnal geográfica, porque debo confesar que es muy riesgoso viajar entre sueños compartidos para dar testimonios con frecuencia.
Espacio exterior: El sol del sudeste
Retomo a los autores del espacio geográfico tucumano considerado «del interior», ya que en el texto anterior visité el interior del alma, el espacio surrealista de los sueños compartidos de los criptonautas y, bueno, tengo ganas de retomar autores físicos, que uno puede leer en esta aburridísima realidad de carne y hueso.
Octavio Paz dijo que el poema es su forma, pero que al mismo tiempo el fondo es algo inasible si quien hace poesía no encuentra complicidad en las personas que le leen. El medio (el lenguaje) es lo que lxs poetas usan para comunicar su epifanía; el entorno de su percepción apenas puede ser imaginada, pero es tan válido el poeta menor, la poeta menor, de cualquier género y variedad, que arriesga longevidad por alegorías menores que quien no se arriesga y copia siempre palimpsestos de autores de renombre. Agarrar escritos, compendios, para deconstruir la crítica fácil de que lo bueno es bueno y lo pésimo, pésimo, o lo sublime sublime, entonces, es una forma de recolectar la poesía surtida de cualquier azar y bazar. Si los escritores son críticos frustrados (y no al revés), es decir que los escritores «no críticos» jamás podrán disfrutar muchas operatorias de los críticos para proliferar sentidos de una lectura contrariando, acaso multiplicando, la comprensión de formas de ver, de pensar, o bien de un libro, entonces la crítica es el súper arte de abrir o desanexar ciertos sesgos canónicos. En fin. Critíqueseme, entonces, que «posando» de crítico busque proliferar sentidos rescatando a un autor olvidado que tiene regios versos desechables como «Bandera, te quiero»; también tiene, en su miscelánea, grandes méritos. Lea lo que tengo para decir y luego sí, si quiere me plantea lo que quiera.
El libro en cuestión, del cual el título de este texto es un homónimo, rescata la obra de René Molina. Molina es de San Miguel de Tucumán o estuvo muy buena parte del tiempo en este «no interior». Pero ya dirá Juan José Saer (el capo di tutti capi Fabián Soberón analiza esta alegoría en una selección de autores tucumanos de La Papa llamada «El puente» totalmente recomendable para quien quiera leer autores tucumanos de primera línea, con los cuales contrastar estos contrapelos) que una zona no es región, y que la relatividad geográfica es lo que subjetiviza esa poesía del pecho entre la tumba de Sartre y Babilonia, como si el observador fuera el que hace posible un fenómeno. Buena persona, el autor, un hombre de su tiempo que, llegando al olvido dejó los regulares buenos afectos y buenas relaciones, así también dejó el ansia grafológica en su poesía y en algunas líneas memorables. El título del libro en cuestión tiene méritos estéticos que trascienden el lugar común de los múltiplos de mesas, y nos hace pensar que un libro discutible también se puede permitir maravillas o sublimidades. Un título así de alegórico nos haría pensar en la novela de algún malandra, pero no. Es, antes bien, un libro menor que, eso sí, se permite bellezas inesperadas. Como muestra, lea lo siguiente: «Por las noches hasta el alba/ Muy porfiado el redomón» (…) «Como orillando la vía/ Entré sin pedir permiso / De siesta o de amanecida/ Y de alcohol andará el petiso». Seguro: como dice una poeta que ahora estará por Alemania, quizá las rimas no dicen un carajo, en este caso, pero sí hay un divertimento, un cuadro, una escena no pictórica, un sino que permite su exégesis. Así, sacado de contexto, suena a overo rosao, pero hay cierto baile ahí que quiere asir lo inasible, que refiere a (y prefiere) elementos que se pueden rellenar con la imaginación.
Despreocupado por tonterías como criticar la consonancia o la rima, más preocupado por rescatar microscopías que nuestra polis invisibiliza, zonas que pueden ser del mismo centro, de la misma capital y ser igual interior, es decir en la zona que se mueve entre la relatividad y el valor no considerado, o entre la despreocupación y la geografía de orillas, y por supuesto mucho más interesado en tales microscopías que en varias obras internacionales o cánones endogámicos, dejo esta muestra de un autor menor, pero no menos autor ni menos valioso para el intercambio de la literatura tucumana.
Imagen 1: Criptonautas, imagen original de Rodolfo Paz para «Los mundos de estas tierras», novela inédita del autor.
Imagen 2: Tapa de El sol del sudeste, de Rene Molina
Ingeniero, Analista, Empleado Judicial, fana de Batman, hincha del chocolate. Las menos veces, autor.
Hola Gonzalo. Tengo en en historial de mi vida la dicha de haber Sido su amiga. Amiga de René Molina. Lo conocí ahí. En el sudeste Santiagueño. De dónde nace este libro. Gran persona. Fuerte. Gran amigo. Casi hermano
Muchas gracias por leer