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ISSN 2684-0626

 

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Serie autores a contrapelo IX

Autoras a contrapelo

Por Gonzalo Roncedo |

El último miércoles de noviembre del año pasado, mientras caminaba para ir a la oficina donde trabajo se me acercó una poeta lectora de esta serie muy amiga mía, y me preguntó cuándo habría autoras a contrapelo. Para responder esa pregunta, este texto.

Dos autoras en particular he elegido: Virginia Weiss y Gabriela Agüero. Ambas han sacado libros en pandemia; ambas juegan una conversación a voces por resolver; cada una expresa su propia cosmovisión.

Vicky emerge un humor, podríamos decir, contra lucreciano, no anti lucreciano, sino paródico del epicureísmo: deseo pese al desvío. Gaby ha logrado en su obra última un homenaje a Eros, como un quiasmo redivivo que camina entre dos que se aman (perdonemos la expresión transitada: hay que resumir, a veces, tanta originalidad con matices preconfigurados). Fuera de estos paralelismos, vayamos a cada libro.

Como una virgen sin gloria, de Virginia Weiss (Inflorescencia editorial), recorta una vida cotidiana en la cual hay un otro presente, otro que junto al yo que escribe, corroen, como la propia autora afirma, «tal como la gota en la cabeza cayendo poco a poco».

Me gusta sobre todo el poema 13, en el que ambos van al mercado y se produce un canon musical de voces que deja leer otra cosa. ¿Acaso no es el mismo tedio que habrá sentido Mary al salir al mercado con su marido, Shelley, cuando las cosas empezaban a tener olor? Se me ocurre ahora que son estas muestras las que manifiestan lo mejor de la poesía de hoy. Esa ternura que sin embargo no deja de perder su doble femineidad (poemas 9, 46, 4, 21, 23, 6, 7, por citar una cifra aleatoria que recoja el carácter descripto) que teje o tijeretea pensamientos o vestidos (poema) al mismo tiempo que muestra un lado maternal, otro marital, otro eventual, objetivando o subjetivando agentes del poema que se estrían o son parte del golpe, pero al mismo tiempo se mantienen a la distancia según cómo se produzca el efecto de la lectura, como si cada lado pudiera desdoblarse hasta dar con el todo final: todo vitalismo busca su extinción.

Cabe aclarar que Vicky es Técnica en Psicóloga Social, y esto explica el “vos inmediato” que entra o sale de los textos. Claro, si hubiera que dar contextos (pero no hay nada más achacable y ruin) plantearíamos una relación, un tira y afloje de soga, pero ¿puede acotarse solamente a eso? No: ¿y si el “vos inmediato” fuera un otros? El yo lírico de los poemas, entonces, es una constante autoafirmación frente a la deriva, por lo que cada poema también tiene su costado político, y puede ser leído también bajo esas coordenadas. Una tercera lectura es la contra-epicúrea o contra-lucreciana: a pesar de todo, tiendo al deseo, quiero (como bien señala en el prólogo la profesora Vero Juliano).

poema 17

pensaba que la convivencia

complementaría nuestras vidas

y solo desveló nuestras miserias

no entiendo por qué

todo se da

como debe ser

en una familia cristiana

y sin embargo

siento el ruido del pecado

en mi cabeza

poema 8

como si bastara

dejo caer mis labios

que se desvanecen

repitiendo monosílabos

como en una canción

poema 21

soy una sombra

que corre tras tu imagen

aunque en otras

me haya fundido

camino en suave línea

acaricio mi pelo al costado

mordiendo mis labios

jugando a la inocencia

tus cristales no me ven

poema 46

camino tijereteando el pensamiento

dando forma y lugar

a las intenciones

ya no me preocupo

si la falda se frunce

o vuela

La mordedura, de Gabriela Agüero (Puerta roja ediciones)  juega varios registros pero, a diferencia del libro anterior, precisa de una lectura más erótica, no tanto lucreciana o contra-lucreciana.  “Un hambre sexual nunca insaciable”. Así define la autora al libro, ese vacío existencial humano que hace de dos una sola entidad, tema que retomaré después. Ecolecuá. Es el éxtasis, el placer, pero también sedimentos luego de pasarle una o dos lecturas, como bien asocia Gabriel Gómez Saavedra en su contratapa. No sé, eso sí, si la ficción rusa es una traspolación de un yo lírico que proyecta en nombres puntuales (a diferencia del libro anterior en el que había una voz que chocaba con otra) no solamente esa historia sino su propio sentir: los poemas que más me gustan son los que muestran el erotismo de Gaby, lejos por suerte de la literatura millennial que cree que el dios de la vida se encuentra en imágenes porno: Gabhira, en cambio, extrapola dulzura, pasión, locura, extinción, todos los espectros de aquel “nirvana” que se consumen en el fuego compartido, lo cual conecta con ese “crisol de loca” del que habla Gabriel Gómez Saavedra en la contratapa.

Repito la intertextualidad obvia entre los dos libros, para describirla con énfasis. Lo interesante del libro de Gaby es que, como el de Vicky (nuevo punto en común que surgió sin que quien escribe hubiera elegido parámetros ni patrones la primera vez que terminé de leer ambos) juega entre dos cuerpos: si bien el de Vicky notaba un yo lírico y un vos/tú lírico, el de Gabhira juega entre primera o tercera voz, mueve como movía Vargas Llosa los puntos de vista de la narración desde poesía y prosa poética. Fiódor y Malenka buscan el orgánico sentir de todo: sus calles, el resto lejano al quiasmo de unidad (otra vez también San Juan de la Cruz, “amada en el amado transformada”, etcétera), y en consecuencia la primera lectura está tentada de pensar que esa polifonía es de alguien cercano a Dostoievsky, ¿por qué no? No se le conoce al autor, que yo sepa, Malenka alguna pero en fin. La autora señala: “No, es una licencia poética, me salió ruso; ese Fiódor no es Dosto. Podrían haber sido Juana y Simón, cualquier otra cosa”. Pero lo dice y yo no siento fuga, ni embole, sino ficción, puede ser o puede que no. Quién sabe. Entonces se puede pensar en Grushenka, libro anónimo ruso de original erotismo, más allá de algunos vaivenes que, repítase ya tres veces, la hermanan con Como una virgen sin gloria, pero  juegan una versatilidad como la que expresó magistralmente Dostoievsky en sus mejores exposiciones del realismo psicológico (Svidrigáilov sobre todo, acaso la antítesis de Raskólnikov en Crimen y Castigo),  o incluso buscan llegar al erotismo de Clarice Lispector. Recuerdo que hay un poema de hormigas de Lorenzo Verdasco que logra este erotismo, y Gaby sin ser discípula suya logra eso en, por ejemplo:

LXX

A donde esté,

un pequeño motivo te trae,

como si fueran migas de pan que si recojo

y sigo el camino

me llevarán a tu cuerpo desnudo.

Pero también usa las hormigas sin expresar tan directamente como Verdasco la alusión al vehículo de la metáfora-orgasmo:

LIV

Si las hormigas suben por el bambú,

el bosque no pierde su calma.

No importa lo que pase,

la tranquilidad,

la paciencia

lo mantienen intacto

para los ojos de quien lo atraviesa.

Podrán negarme esta relación de textos: alguien más dirá que hay más de haiku ahí. Puede ser. Matsuo Bashō también se habrá mambeado de la forma más erótica que pudo cuando salió a caminar sus poemas hace miles de años.  Luego, en otra sintonía, pero al mismo tiempo con erotismo, sostiene:

LX

Allá el mundo

se derrite en un grito.

Su hilito ha creado una tela de araña sobre las cabezas.

Nosotros usamos esa tela para desnudarnos

y hamacarnos en nuestras pelvis.

Esto no amerita que otra voz epifánica también pueda alzarse (¿ironía? ¿queja? ¿denuncia? ¿otro espectro sexual que, como el clítoris, puede llegar al punto extatico únicamente con práctica?) como es el caso de:

LXXIV

Pienso

que si el colchón me tragara

no sería una muerte tan dolorosa.

Hay un quiasmo, once more, como en la “Noche oscura del alma” de San Juan de la Cruz, que logra que dos sujeciones se tornen una (“amada en el amado transformada” decía el santo poeta en el siglo dieciséis, y esa figura sigue siendo actual en este libro). Quiasmo de unión, pero no místico sino carnal es el de este libro. Estamos en una época donde nuestro paraíso es un orgasmo compartido, acaso una armonía de placeres que necesita juegos, juegos, juegos. De nada sirve el amor sin juego, sin trasponer palabras, todo el etcétera que quieran, pero lo que es distinto al poema de 1578 es que hoy más que amor cortés o místico hay amor carnal. Tanto el descubrimiento del quiasmo como su extinción, su polaridad en emociones diversas, puede ser, al mismo tiempo, puro erotismo. Descubrir al ser amado, dejarse absorber por él, hastiarse o volver a su adicta práctica hasta el punto en que el placer se canse, y luego vuelva a renacer como fénix (en algún punto, la práctica de amor consumado entre dos que se aman logra ese círculo virtuoso: el duelo se reinventa en nuevo éxtasis):

LIX

Milenka camina desorientada.

No reconoce esta Rusia pelada de deseo,

no le importa si las calles están vacías,

si la gente está sin trabajo;

el olor del sexo húmedo está lejano.

(…)

¿Dónde está la locura que borbotea de tus cejas?

¿Será que si me acerco a un árbol

olerá al recinto de tu cuello?

Al leer la biopic de Gabriela en el libro, surge: «Profesora de piano. Diplomada en Gestión y Proyectos Culturales. Docente. Compositora. Arregladora musical. Investigadora». Quien no conoce  a Gabhira, sobreentiende entonces esta concepción múltiple del erotismo: solamente alguien que comulga con música, literatura y gestión cultural yergue tantas capas semánticas. Ahora volvamos con los poemas:

LIII

Volví a la casa vacía,

como quien viene de una guerra,

volví

con un miembro faltante;

sabiendo

que en esa casa no lo hallaré.

Creyendo, tal vez,

que si vuelvo al campo de batalla

te encuentre rondando

y te pida

que no me amputes tu presencia.

Disentiré con Lorenzo Verdasco, que presentó el libro, en la parte que exalta la parte rusa y el éxtasis que sale de un «embole en fuga». Más que la parte rusa, a mí dejame estos enfoques multiculturales de erotismo, los prefiero antes que al embole en fuga del que habla Verdasco, acaso porque jamás hubo embole: siento que el libro entreteje el espíritu de sociedades distintas, de tiempos, que son proyectables a universales: desde San Juan de la Cruz o Dosto a Lispector o Basho, por citar meramente los que ya nombré: el quiasmo es universal aunque lo practiquen tripejas, porque entonces serían tres que forman una sola entidad (hay un libro de Isaac Asimov, “Los propios dioses”, que narra una especie extradimensional que practicaba esta suerte de sexo). Así sean cuartetos, etc. El quiasmo como amor redivivo es una hermosa metáfora sin discriminación de sexo, identidad de género, expresión de género, fisiología, amén. No importa si hay una dualidad clásica, seminal:

XXXVI

Pienso en que hundir el cuchillo en la carne

es darle una muerte segura a la inercia,

al hermetismo de las leyes,

y cuando encuentro el tope,

cuando parece que no tiene más por atravesar

y el dolor se aparece,

imagino que mis entrañas explotan

y tu glande se convierte en algún héroe

que tendrá su estatua

en la plaza principal de mi útero.

¿Por qué no se puede reemplazar un falo por un consolador? Siempre que haya quiasmo, como en la “Noche oscura del alma”, vale lo mismo: pero debe haber juego entre ojos entreabiertos y entrecerrados, y a esto no lo pongo por hacerme el posmo ni por caer en fugas eróticas, tampoco lo puso Cortázar en ningún libro sino, creo, Marco Rossi, en algún poema que buscaba ese quiasmo/Eros también: es decir, hace falta dos (o más) personas que busquen un acto amatorio y unan sus cuerpos. Punto. Que cada quien sofrene o dispare con los voltajes que quiera todas esas imágenes si es que no son una única imagen que ha convertido el misticismo del siglo dieciséis en una fundamentación carnal del amor.

Resumiré diciendo que ambas autoras en estos libros emergen el pulso vital del deseo: una es la distancia irónica y la otra su consumación espesa. No caeré en finales borgeanos de dobles pero diré mejor que tanto el “deseo pese al desvío” de Vicki como el “quiasmo” erótico de Gaby pertenecen a una misma sustancia, sustanciaque es mucho más sutil de leerse en sensibilidades femeninas o de espectros contrarios a las escrituras cis hétero de varones (en general, pero tampoco es la regla si consideramos por ejemplo a Darío, para no caer en lógicas exterminadoras).

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