Por Cecilia Vega |
Sobre Inmanencia, de Luis María Lontoya
El segundo episodio de la muestra territorio(s) posible(s) en la galería Fulana estaba dedicado al artista Luis María Lontoya. Bajo el título de Inmanencia, la pieza consistía en dos telas blancas, casi transparentes ubicadas una detrás de otra en el hall de la galería. Al leer el título, pienso simplemente que la inmanencia se opone a la trascendencia, refiriéndose a algo inherente a un ser o que se encuentra unido de una manera inseparable a su esencia.
La primera de las telas estaba pintada con moho de naranjas en descomposición, sobre el moho el artista colocó dorado a la hoja formando una composición casi imperceptible cuya sombra se proyectaba en la segunda tela. Las dos telas formaban una instalación que podía ser recorrida por el espectador. En esta obra de Luis vemos repetirse elementos que son comunes a muchos de sus trabajos: el dorado a la hoja y lo orgánico, dos cuestiones que son características de los bodegones o naturalezas muertas, género que surge en el barroco y es resignificado por el artista.
Inmanencia implicó para Luis una vuelta al soporte tradicional y a procedimientos como pintar en tela. En obras anteriores aparecían frutas pintadas de dorado, presentando una naturaleza muerta que se descomponía con el transcurrir del tiempo, mostrando la transición de la vida a la muerte y poniendo en tensión la belleza del dorado con lo desagradable de la putrefacción. Esta presencia de la muerte está vinculada con el vanitas, un tipo de naturaleza muerta que denota lo efímero y lo perecedero, la misma palabra hace referencia a lo vacío, a lo fugaz de la vida terrenal; el paso del tiempo y la conciencia de lo efímero están presentes en la obra en forma del moho de naranjas que eventualmente se desprenderá de la tela junto con el dorado, cambiando constantemente la composición original.
El barraco fue una época de progresos científicos donde se vivieron grandes trasformaciones, entre ellas, el desarrollo y la expansión de las teorías de Copérnico, cuya concepción del universo infinito pero unitario llevó a una visión inmanentista del mundo y a un cambio en la manera de percibir la vida y la muerte. Los bodegones y el vanitas representan la fragilidad de la existencia, fragilidad que está presente en la obra de Luis y en la incertidumbre del mundo contemporáneo.
Hablando con Rocío Rivadeneira, la curadora de la muestra, hizo énfasis sobre el desafío que implicó organizar todo durante el aislamiento obligatorio y las estrategias a las que recurrió para trabajar con lxs artistas a distancia; lo que le interesaba sobre todo era mantener una visión optimista y resaltar como estos momentos de incertidumbre y confusión pueden empujarnos a realizar cambios que en el ámbito del arte pueden reflejarse en un visión más federal buscando potenciar y visibilizar la escena local.
La obra de Luis María toma conceptos y formas de percibir la vida del barroco, resignificándolos en un presente lleno de confusión donde palabras como efímero y pasajero surgen con nuevas connotaciones. En este sentido, esta pieza también nos recuerda que al aumentar el temor ante la muerte puede aflorar el amor a la vida.
Nació en San Miguel de Tucumán el 24 de junio de 1994. Es Licenciada en Artes Plásticas por la Facultad de Artes de la UNT y forma parte del grupo de investigación en artes independiente Linde Contemporánea. También realizó talleres de poesía y participó de las últimas ediciones del FILT (Festival Internacional de Literatura de Tucumán).