Sobre Casas remotas. Narradoras contemporáneas del NOA (Falta Envido Ediciones, 2021)
Por Pablo Campos |
Los textos que integran esta antología llevan la firma de 12 escritoras. Menciono, como ya lo hizo Liliana Massara en el Prólogo, el valor de la contemporaneidad y el de la pertenencia geográfica de las autoras: el N.O.A. Mi mención pretende advertir que, tal vez sin que nos demos cuenta, somos afectados por un factor común a aquellos dos vectores: la cercanía, la cercanía espacial y temporal. De ahí la efectividad con que es narrado el amor, el desamor, el cuerpo, la violencia, la lealtad, la muerte, la identidad, el habla, el hastío. Entre otras, estas son algunas de las cuestiones que emergen literariamente en estas ficciones breves. Tomo algunas de ellas para esta reseña.
En Cervecería artesanal, de María Soledad Bustos, la narradora logra que escuchemos los decibeles del fastidio, registro anímico que suena como un riff solitario que dará como resultado la felicidad literaria. No encuentro mejor manera de describir lo que depara la lectura de este rabioso/melancólico y vital cuento. El tono dominante es el de una diatriba enunciada como monólogo interior, como discurso signado por la empatía que genera una pregunta asombrosamente común, exacta e incontestable: “¿En qué momento pasó todo?”.
Si el cuento El valor de los buenos amigos fuera una montaña rusa (rectifico: este cuento es una intensa montaña rusa) su recorrido no partiría del llano sino desde una suerte de pico o cima. “Nunca imaginé que fuera tan fácil matar a un hombre”, gatilla la primera frase, palabras que explotan con la carga de dos hechos ominosos. Uno: el narrador cometió un asesinato; dos: matar, para el autor del crimen, no sólo parece haber sido fácil, sino muy fácil. Tan temprano, tan pronto, las alarmas del lector son advertidas por esa confesión en la que rechina un incómodo interrogante: ¿cómo es (la experiencia de) matar a otro? Ese contundente párrafo se cierra con una reflexión escueta y dolorosamente indudable: “Ahora todo pasó y pienso en el trazo finito que separa la muerte de todas las cosas”. La vileza de la acción, aquí, no excluye la posibilidad del pensamiento operando sobre los escombros de la situación límite. El narrador se obstina en enrarecer la trama -lo logra presto- y esa rareza genera un suspenso que no declina.
Diesel, de Paula Bustos Paz, trabaja la concepción de una voz. Mientras vamos leyendo emergen, inequívocas, las coloraturas de un habla que se empeña en describir todo desde una emoción particular: el entusiasmo. Hacia el final del cuento la tonalidad de esa voz pícara mutará de modo sorprendente.
El título (el título por sí mismo) Un hueco con piel desgajada, de Pamela Zamora Bevacqua, tiene la virtud de imponer una representación inmediata. Es curioso que los sustantivos hueco y piel no sean los que otorgan fuerza expresiva a la imagen, sino el adjetivo desgajada. El hueco aporta el ingrediente abstracto, abstracción que a medida que leemos se transforma en otra cosa que no es sino concreta, violenta, dolorosa.
Cantos de despedida y reencuentros, de Lourdes Albornoz, conjuga dos elementos, uno de orden natural y otro de orden eminentemente cultural: la muerte y el velorio. Es notable el carácter híbrido del relato: la anécdota, cargada de afectividad, ofrece minuciosas descripciones de corte antropológico. Sumidos en ese entramado íntimo, la inquietud nos atraviesa: ¿quién concentra -quién protagoniza- ese hecho tan particular que llamamos velorio: ¿el difunto, los deudos, u otra cosa (acaso inasible por el lenguaje) que ocurre entre ambos? Finalizada la lectura, es recomendable volver al título, y en esa vuelta reflexiva redescubrir, como en espejo, la hondura y la belleza de todo el relato.
Un día de diez mil personas de Melisa Ortiz, cierra el libro. En poco más de dos páginas, la autora nos hace participar de una marcha obrero-estudiantil. Los fragores de la protesta, el bullicio típico, los cantos furiosos de las consignas, todas expresiones de la pasión política, rodean el encuentro entre una mujer y un hombre. Es inevitable y efectiva la distinción entre un hecho y otro: la marcha es un acto esencialmente colectivo, voluntario, intencional. Dentro de esos márgenes previsibles, ocurre un acontecimiento de orden azaroso: ella y él cruzan miradas y algunas palabras que nunca sabremos a dónde los conducen.
La edición de Falta Envido es impecable, tanto en los textos como en los retratos de las autoras (sugestivo trabajo fotográfico que acompaña cada cuento). Las consideraciones de Liliana Massara, a cargo del Prólogo, son una excelente presentación de lo que nos aguarda en estas Casas Remotas.
Estudiante moroso de la carrera de filosofía en la UNT. Integra el Dpto. de Artes Visuales y Literatura de la Dirección de Cultura de la Municipalidad de S. M. de Tucumán.