Entrevista a Maira Rivainera, poeta
Por Pablo Toblli |
– La primera pregunta es una formalidad, pero me interesa: ¿De dónde surge tu interés por cierta estética surrealista que atraviesa gran parte del poemario Cielo, verde, agua? Te pregunto, porque es un tanto inusual en las y los poetas jóvenes el uso de ciertos destellos emanados de un creacionismo más hermético, por decirlo así. ¿Cuáles son esos autores que te habilitaron tales incumbencias de escritura? ¿En qué momento vital compusiste estos poemas o responden a variadas épocas?
– Entiendo que estética surrealista te habrá parecido a hacer cosas o imágenes que son difíciles de encontrar en la realidad. A mí me gusta el surrealismo como concepto. Entiendo que es un proyecto para escribir, pero no todo lo surreal termina teniendo la misma forma; entonces, la noción del surrealismo que yo tomé es el método de dejar salir sin censura y después acomodar la frase. Por otro lado, surrealismo quiere decir algo por encima de la realidad, el prefijo “sur” daría cuenta de algo, que no diría superior, pero sí que está por encima de la realidad. Y como, en ese libro, no fui metafísica, por encima de la realidad es explorar los límites de las quimeras, para mí. Por lo tanto, lo que termina tomando ese ambiente extraño en el poema es un trabajo lúdico: presentar juntas cosas que en la realidad no se encuentran juntas. Lo que también puede parecer surrealista es que tiene un tono “oniroide”, con un paisaje que crea una atmósfera de colores.
Pensando en los límites que podemos transgredir de la realidad, traté de dibujar un lugar que me gustaría vivir que no existe. Escritores surrealistas puedo nombrar a Aldo Pellegrini que es el único autor surrealista que leí. En realidad, un poema de James Joyce -Música de cámara- , me inspiró la primera parte de mi libro, Ópera Bufa. En el poema de Joyce hay jinetes del apocalipsis aproximándose desde las olas. Entonces, lo que yo había imaginado es que James Joyce estaba viendo las olas romperse y, en esa espuma, había visto los caballos del apocalipsis, y me gustó mucho porque a mí me interesan los lugares de la realidad donde se toman las imágenes. Por lo tanto, haberme imaginado ese ambiente creador me resultó pregnante y también el ambiente de playa, aunque en Joyce su playa es mugrosa y la mía tiene caramelos, piedras preciosas: todo es muy lindo, muy vistoso y colorido.
Con respecto al momento vital de escritura de este libro, en 2019, creo tenía algunos poemas y pensé que estaba pasando algo, entonces, continué. La unidad temática tiene que ver con un afecto y una manera de exorcizar, y tras varias noches de mucho fastidio mental y mucha imposibilidad de encontrar la palabra exacta, quedó.
– Un recurso de tu poesía e incluso de tu ensayística es el gran trabajo que hacés por extrañar la frase, creo que esto es un poco propio del surrealismo pero, en tu caso, matizás cierto lenguaje que se engalana en brillos y artilugios líricos con giros de la lengua más frescos y ligados a la oralidad, o a la poesía más de la última hora. Digo, conviven armónicamente imágenes como: “La oquedad del silencio, un secreto de seda”; “un pájaro azul que dibuja el cielo aletea hasta encontrar sal con los ojos”; “la tontería cósmica de no colisionar en el movimiento del reposo universal las piedras nocturnas” o “eso de amar a los pibes trasnochados del balcón”.
– La frase que no es la sintaxis acostumbrada del habla sí es algo que trabajé, pero en realidad no quería desarmar la sintaxis sino producir un tipo de sonido que sucedía a partir de desordenar las palabras un poco. El orden de esas palabras está hecho de consonantes y pocas vocales y, por ahí, en la leída ultima, lo que busqué era que tuviera algún tipo de ritmo. Me gustaba que demore la pronunciación un poco y, por momentos, que haya descanso. Quizá eso es lo que se ve como un lenguaje muy articulado y como pinceladas de oralidad que también es algo que me gusta. Creo que los extremos me interesan, como en la música, que hay altos y bajos; pienso que eso le da una organicidad que me gusta, me entretiene. Igualmente, no está tan decidido cuando nace, sino que nace de una forma y lo voy corrigiendo. Supongamos que el poema me aparezca en lenguaje formal y después lo voy matizando. Luego, pasó que había mucha necesidad de fabricar la imagen exacta, por eso las palabras están como comprimidas y, cuando no hay imagen, el texto se suelta; pero me parece que todo es parte de una imagen que está muy direccionada.
– Una recurrencia del poemario es el tópico del vacío, sin embargo, éste es tratado de una manera muy madura ya que no cae en una estética depresiva sino que construís materialidades, mundos nuevos a expensas de ese vacío, como si esa sujeto poético necesitara el recomienzo de un vacío total para idear el mundo que quiere, es decir, un vacío corporizado que deviene en formas inacabadas. En un poema te preguntás: “¿Sé medir sin reglas lo que no pesa? ¿Sé vivir sin objeto los sentidos? Y vos no le temés a eso, lo vas respondiendo con sutileza y cuerpos poéticos a lo largo del libro. ¿Coincidís con esta lectura? ¿Con esta aceptación de la incompletitud como motor?
Creo que lo que lees como tratamiento del vacío es que yo intentaba quedarme sin ninguna cosa y tratar de ver si el lenguaje podía seguir existiendo. Por eso, el ¿sé vivir sin objeto los sentidos? En este punto, creo que es la pregunta lo que se ha cristalizado mejor, realmente es eso un gusto por tocar el vacío. No es que yo estuviera en presencia de… Igualmente, el vacío que siempre me figuro es el vacío estelar, por eso no tiene esa melancolía de sentirse vacío y toda esa cuestión más existencial. Coincido con esa lectura porque los he pensado en composición a los poemas, en una secuencia y en un desarrollo en la medida que el registro de lo poético me permite el tratamiento del tema.
Figúrate que ese acto de recortar frases del libro que hiciste es como yo escribo: interrumpiendo el suceder de imágenes, aclarándome que ese depósito de fotogramas se agota, por eso lo que me pasó es que encontraba un límite para pensar la imagen porque el método era ajustarme a la realidad, extraer de ahí las imágenes y cierto lenguaje. Es así que hay poemas que no son metáforas, sino literales; por esto encontré el límite, porque trataba de no salir, de no salirme de la realidad, que no fuese algo metafísico. Yo quería explorar, pero poniéndome un límite en algunas cosas, como lo tangible.
– Claro, ese vacío es empujado a una epifanía de una sujeto que se esfuerza por hacer coincidir eso que descubrió en la entrevisión poética con la realidad más mundana. Creo que esto es por la propuesta material/visual de tus textos, alejándote de una poesía más de las ideas, de la abstracción. En un poema escribís: “Más allá de la realidad pero todavía en la vida, figurar tiene un límite que con soñar no se halla. Libertad, corazón, habitar el desborde plácido de terror”. Por otro lado, ese vacío surge de desamores, que sazona a algunos poemas con cierto romanticismo, pero sin exagerar, en frases como: “La que te mira, la que te adora, la que olvidaré a condición de extrañarte no tanto”; ”cortar los hilos del amor nunca fue mi especialidad”. En estos pasajes ponés en suspenso el surrealismo, para dejar ver ciertas marcas de una persona que vive día a día, que sufre cosas que nos atraviesan a todos por igual…
– Si puede ser que el vacío esté desencadenado por un desamor, pero no cae en el romanticismo, precisamente, quizá, porque en lugar de irme al vacío de lo que queda después de un amor, me iba al absurdo: el sentimiento del absurdo reconozco como más familiar en mi experiencia interior, más que “el vacío de la vida”. Para mí, el vacío está asociado al sentido en mi vida. Si alguien me dice vacío pienso en el vacío estelar, como te dije, o en el vacío místico de los zen.
– Hablando de los sujetos que construís en el poema, aparece una “chica dark” que retorna en varios textos. ¿Ella sos vos, es una joven antaña tuya? Y si sos vos, ¿ya la despediste del todo?
– Lo que hice fue tomar diferentes voces, aunque hay dos voces básicamente: una masculina y otra femenina, y lo que está en neutro es lo único que no es ninguna de esas dos voces. En realidad, la chica dark es una anécdota: una vez estaba comentando que un texto me pareció oscuro, que me había dejado en situación de tiniebla. Y me pareció muy bueno. Probablemente, no me haya despedido de la chica dark porque quizá no exista. De todos modos, sería bueno matar a los personajes de una vez. El arquetipo de chica dark es una tendencia a verlo todo oscuro, que es como el polo del ambiente del poemario, pero un personaje no es.
– En este programa de combinar estéticas en las que por momentos construís cuerpos más etéreos, más inasibles y, en otros, te detenés a reflexionar sobre el amor, las relaciones, lo social, se me vienen a la cabeza autores que cultivaron un surrealismo más crítico, más combativo, menos “afrancesado”, como Federico García Lorca. Digo, pareciera que nunca te descuidás de verter cierta crítica al sistema, a las relaciones…
– Sinceramente, no he leído a Lorca. Quizá sea un sacrilegio esta confesión, jaja. Creo que lo que escribo no es una crítica, sino que parte de una inconformidad personal que tengo con muchas cosas. En este sentido, hay palabras de un discurso más socialista; decidí que había que ponerlo así, porque no quería que me confundan como esa chica de una “torre de marfil”, no quiero ser de las bellas artes o bellas letras. Eso está decidido a propósito para evitar esas confusiones.
– Claro, si bien no leíste a Lorca, contestaste por intuición en esa dirección. Justamente, lo que Lorca hace en su libro Poeta en Nueva York es utilizar el surrealismo para hacer una crítica de ese mundo capitalista, deshumanizado y voraz. En ese sentido, Lorca da un paso más, distanciándose de ese primer grupo surrealista francés de Bretón y compañía, más “esteta”, que cultivaba más la forma por la forma.
– Entiendo. Cuando me preguntaste por los autores surrealistas, no incluí a Bretón porque no me parece tan importante. Si bien él hizo el manifiesto y se adjudicó el movimiento, Artaud, por ejemplo, tiene unos textos en donde critica ese surrealismo coagulado que hace Bretón porque coarta la libertad que quería la vanguardia. Bretón puso límites a lo que tendría que tener la forma surrealista, entonces, todo lo demás -que no tuviera esa forma- quedaba por fuera del surrealismo. Por eso lo que me interesa del surrealismo es la no censura, más que nada.
– La gran sorpresa del libro fue el final en el que volvés a matizar y a aquietar lo que vas construyendo. Me refiero a ese micropoema en el que desvalorizás el vacío, o empezás a descreer de él, quizá como una ventana a otra estética o simplemente como un recomenzar después de tanto que construiste y maduraste ese vacío: “Las caricias son importantes, un mundo vacío no”… ¿A dónde vamos ahora?
– Está puesto para que la experiencia que cada lector haya tenido con los poemas lo haga leer de un modo particular. Si yo tengo que decir lo que quise decir, realmente, diría: las caricias son importantes, un mundo vacío no.
– Gracias, May. Cielo, verde, agua fue uno de los libros de poesía que más disfruté leer.
Maira Rivainera reside en Salta. Ha publicado Cielo, verde, agua (Gerania Editora, 2019) La realidad es más intangible (poemario formato digital, Edición de autor, 2020. Disponible en tiendita de La Papa revista). Hace letradecarta.blogspot.com (blog de poemas).
Imágenes: Arte de tapa de Cielo, verde, agua, por Mariana Bravo Würschmidt (Gerania Editora, 2019).
Agradezco a Valentina Raya el espacio de lectura compartido de Cielo, verde, agua.
Es Licenciado en Letras por la UNT. Publicó los libros de poemas Nace en lo próximo (Ediciones Magna, 2015), Lucero de ruinas (Ediciones Último Reino, 2017) y el libro de ensayo Una lectura del imaginario poético de Tucumán (2000-2020) (Fundación Artes Tucumán, 2022). Es editor de La Papa Revista y redactor en Indie Hoy. Nació en Tucumán, en 1987. Su e-mail es pablotoblli@gmail.com, por cualquier contacto.