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ISSN 2684-0626

 

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Una patada en el objeto del poema

A un siglo de la publicación de Penúltimo poema del Fútbol, de Bernardo Canal Feijóo

Por Gabriel Hoyos Izurieta |

Estamos ante un artefacto textual extraño. Un breve libro que a pesar de haber sido publicado hace un siglo, aún en estos días, es capaz de producir una variedad de significados e interrogantes. Ya desde el título: Penúltimo poema del Fútbol, su autor, Bernardo Canal Feijóo, quizá no se planteó lo que otros nos seguimos preguntando con su obra en manos: ¿Por qué penúltimo? Y sobre todo ¿Por qué el Fútbol? Decía Paul Valéry, en Cuadernos, que el sentido de un poema, como el de un objeto, es tarea del lector.

Publicado en 1924, siete años antes de que se jugara el primer torneo profesional de Primera División en el país, aún cuando los clubes más populares transitaban su infancia institucional, un joven abogado santiagueño de 27 años lanzaba, desde su tierra natal, un poemario que tenía al fútbol como objeto. Estamos hablando de un deporte que no era tan masivo en ese entonces como hoy lo conocemos, y mucho menos en una provincia tan alejada del centro neurálgico de nuestra nación. Con una agudeza metafórica y un espíritu profético, Canal, desde una inusitada potencia anticipatoria, no solo logra instalarse como un precursor del vanguardismo en el sur del continente, sino también consigue lo que no muchos poetas llegaron a hacer: inventar un futuro, llenarlo de significado. Expresaba Lacan, refiriéndose al extraordinario Rimbaud, en Seminario 2, que los poetas que no saben lo que dicen, sin embargo siempre dicen las cosas antes que los demás.

Continuaba afirmando Valéry, en el texto antes mencionado, que la tarea del poeta es construir una especie de cuerpo verbal que tenga la solidez, pero también la ambigüedad, de un objeto, “la experiencia enseña que un poema demasiado simple (por ejemplo, abstracto) es insuficiente y se agota en la primera lectura. Ya ni siquiera es un poema. La capacidad de ser retomado y reabsorbido depende del número de interpretaciones compatibles con el texto y este número depende por su parte de una nitidez que impone la obligación de interpretar y de una indeterminación que la rechaza”. Es entonces el poemario de Canal, un cuerpo poético cargado de metáforas sobre el fútbol, un deporte que, mucho tiempo después, sus cultores evocarán, con cierta nostalgia y anhelo, como fútbol lírico. En este sentido, Octavio Paz en El arco y la lira, sostenía que la metáfora es el principal instrumento de la poesía, “ya que por medio de la imagen —que acerca y hace semejantes a los objetos distantes u opuestos— el poeta puede decir que esto sea parecido a aquello”.

Siguiendo la fórmula metafísica del antes apuntado Rimbaud: Je est un autre (yo es otro), estamos ante un poemario en donde el sujeto se funde en su objeto mismo, habla sobre él y desde él, lo crea y recrea, siempre desde un tiempo pasado, como una crónica pintoresca, metafórica y gráfica de lo que ha sido. ¿Acaso es el fútbol una excusa para la objetivación de ese sujeto desde una necesidad intrínseca del poeta? Aquí no hay un manifiesto traspaso de fuerzas, sino que el sujeto ya se presenta extrapolado en su voz poética. Afirmaba J. Monteleone que en el poema que se vuelve acto en la desaparición elocutoria del poeta, “la poesía misma se interrumpe bajo la forma de un abandono, de una desaparición, de una locura, de un silencio. Precisamente como acto entra a la vida y se vuelve acción pura, extrema, extremada, a tal punto que incluso puede arrancar al propio sujeto de la vida”.

Vale tener en cuenta lo que Octavio Paz agrega en el mismo texto citado, “el lenguaje indica, representa; el poema no explica ni representa: presenta. No alude a la realidad; pretende —y a veces lo logra— recrearla. Por tanto, la poesía es un penetrar, un estar o ser en la realidad”, Canal habita esa realidad desde su escritura poniendo al lenguaje en tensión. 

Lo penúltimo

Pareciera una intención tanto irónica como modesta, aunque sin dudas deliberada, el uso de la palabra penúltimo. Es decir, algo que no es lo último, un objeto acabado, una poesía total. Hay una gran carga de significado en el uso de esta palabra porque, con el diario del lunes, sabemos que el fútbol es un deporte que tiene revancha, es decir, el fútbol no es un poema final, por el contrario, es una disputa continua en un campo de significados. Sin embargo, aquello que es penúltimo, también da lugar a una idea de derrota en un deporte que aspira a tener vencedores y vencidos. 

La patada

Hay en el poemario del autor santiagueño una metáfora dotada de una gran dimensión simbólica y que recorre el texto en su extensión poética: la patada.

Esta idea de patada, aparece ya de forma expresa en los primeros versos del libro. En Paréntesis, el poeta escribe: “Está ya dicho que en el principio fue la acción, no el verbo, y hay que agregar que la acción inicial fue indudablemente la patada, según se induce del modo como andan las cosas.” En el prólogo de la edición de El Suri Porfiado (2007), C. J. Aldazábal dice que la patada de Canal Feijóo constituye una fórmula creativa que anticipa el cross arltiano y se muestra como una novedad impertinente.

Para J. A. Rivas, la patada es el eje del libro: “Al comienzo sospechamos que esa palabra representaba el acto gratuito que seducía a los dadaístas. Pero su lectura nos muestra que, por el contrario, la patada aparece como un acto lleno de sentido que responde a un profundo deseo de afirmación de la voluntad individual”.

“Donde el número mata el espíritu, la patada consagra la voluntad individual y caprichosa con el único gesto atendible”, escribe Canal en Paréntesis.

En este mismo poema en prosa, el segundo del poemario, el autor hace una diferenciación de la patada con el puñetazo:

“En un paralelo sereno, la patada arrolla al puñetazo. El puñetazo es insensato y cruel, es ofuscado y congestivo. Por el contrario, la patada es curada y experiente, es específica y variada. El puñetazo no excede nunca a la fuerza del brazo motor. La patada, en cambio, puede ostentar, aún sobre el último impulso, la sonrisa del escarnio, como la sonrisa confiada y experta del aviador después de la acrobacia…El puñetazo es débil y vengativo: quiere siempre otro. La patada, en cambio, es perfecta y cancelatoria”.

En esta oda a la patada, el autor le atribuye una potencia irrefutable y superadora. Por otro lado, le otorga un valor ético y noble emparentado con las estilizaciones del deporte, y a un don olímpico. Rivas considera que la patada es una metáfora de la creación artística: “De ese modo la furia del acto creativo, que él reivindica, se ve limitada por la retórica del discurso oficial”. Cabe considerar el contexto de aquella época. Penúltimo poema del fútbol fue publicado un año después que Fervor de Buenos Aires (1923) de Borges, y dos años después de Veinte poemas para ser leídos en el tranvía (1922) de Girondo. La patada es, quizás, una posibilidad de diálogo con aquella época, desde un espíritu martinfierrista que el autor compartía desde su habitual vínculo con lo que pasaba en Buenos Aires. Este guiño del poeta con sus contemporáneos, aparece ya, con sospechada carga irónica, en la frase del epígrafe: “Aburridor como un sport”, que pertenece al poema La Recoleta del aquel primer libro de Borges.

Hay que decir que Penúltimo poema del fútbol, se lee con una clara sospecha de que el poeta utiliza su objeto que es el fútbol para hablar además sobre otras cosas. Por ejemplo, desde la metáfora de la patada se arrima al terreno político:

“La patada es hija de la democracia igualitaria moderna, fundente y permeable, y hermana del sufragio universal. Pero su sanción reivindica la dignidad substantiva del hombre. Y es su única reivindicación.”

Y en el poema Patas habla de una “bota autoritaria e infundiosa, imbuida de una falaz jerarquía, política y convencional. La antipática bota que se supone la fusta prepotente y arbitraria que la encona” (…) “porque no hay ser más ofuscado que el que la calza”.

En este otro caso, el autor desde su objeto alude a una idea de ser nacional:

“La tarde engalanada, se había prendido el sol en el pecho, como la escarapela de la patriotería deportiva”.

Es la patada para Canal Feijóo un choque de fuerzas pero también una liberación de la pasión y el deseo. Es la patada el despliegue de una energía vital en un campo de fútbol que es también un campo donde se disputa la significación. La patada es una potencia que patea el objeto del poema, lo arrastra como una pelota al ras de la tierra. Sin embargo, cuando la pelota se va afuera del campo, el poeta dice: “La pelota no ha nacido para ave de corral…”

La sublimación del objeto

Este particular poeta de la inteligencia, denominado así en ensayos por autores coterráneos como Moisés Carol y Julio Horacio Urtubey, hace un uso reiterado y expreso de una idea de violencia y de lo sexual que se desprende como algo constitutivo del objeto en su acción.  De nuevo en el primer poema, Invocación, dice:

“Violatorio, el mediodía desnudó las espaldas del cielo, y en su carne espejada se refleja el estadio supremamente”.

Por otra parte, en los últimos poemas estas metáforas se intensifican, el lenguaje entra en una disputa, la pulsión descarnada del objeto llega a un clímax poético en este libro que transita el antes, durante y después de un partido.

Al arco!

El Gol del Triunfo!

El foco!  ̶  El sexo!

La tarde violada

En plena fragilidad!

Podemos pensar que en esta sublimación del objeto, Canal encuentra una belleza que estaba buscando, una salida para aquellos enfrentamientos de patadas a lo largo del juego. Escribe en Paréntesis: “Tras el minuto de embriaguez, toda cosa gozada merece, más o menos, la patada… Una patada es siempre algo que abre una puerta a un más allá insospechado.”  

Fútbol de mujeres

Bernardo Canal Feijóo, intelectual prolífico y polifacético, que luego de este debut vanguardista eligió una estética más conservadora desde su posterior producción ensayística e interés académico, escribió en Penúltimo poema del fútbol, un siglo atrás, sobre el fútbol femenino.

En Fútbol de mujeres, casualmente el penúltimo de los poemas de esta obra, el autor sexualiza, de una manera irónica y gráfica, un fútbol femenino que perturba la moral conservadora de su época. Pero en realidad estaría hablando de una opresión y de un deseo reprimido:

“Y los choques trababan a las jugadoras en un abrazo lésbico inaceptable…” “La muchedumbre se agolpaba en sus propios ojos, como al ojo de la cerradura, para fisgar el holocausto orgiástico…”

Lo que en el momento de su publicación pasó ciertamente desapercibido, y con el correr de los años dio numerosos motivos para el análisis, hoy puede leerse como un objeto que le habla al presente, porque la poesía tiene ese poder y hace un siglo Canal Feijóo le estaba escribiendo a sus contemporáneos del futuro, los que aún no habían nacido.

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