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ISSN 2684-0626

 

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«La poesía me va a cambiar el estado de humor pobre en el que estoy»

Entrevista a Manuel Martínez Novillo

Por Pablo Toblli |

Este cuestionario fue realizado originalmente (en 2020) como insumo para mi tesis de licenciatura en Letras que trata sobre la poesía tucumana escrita entre 2000 y 2020. Manuel Martínez Novillo (Tucumán, 1988) publicó sus libros en esos años. A la última pregunta la agregué ahora y le pedí a Manuel que la responda para esta publicación en La Papa.

¿Cómo te encontraste con la poesía?

Mi padre es poeta y ha publicado cinco libros de poemas hasta hoy. Mi madre es, además, lectora de poesía. Cuando se separaron, y mi padre se mudó, quedó en nuestra casa una parte importante de esa biblioteca de poesía. Según los recuerdo ahora, mis primeros encuentros verdaderos con la poesía fueron a través de los libros de traducciones de poetas franceses y de Borges.

¿A qué escritores admirás?

En cualquier ranking de poetas no tengo otra posibilidad que poner en el primer lugar a Borges. No estoy seguro de sí es el mejor poeta, pero es siempre al que vuelvo cuando tengo un sentimiento o un pensamiento que no entiendo y quiero convertirlo en algo más. Luego de él, probablemente están Walt Whitman y William Wordsworth.

¿Adherís a alguna corriente estética de la poesía?

No. Leo a cada poeta como una persona intentando comunicar algo. Y escribo de la  misma manera.

¿Existe alguna poesía que no te guste?

Es una pregunta compleja. Una respuesta posible es que no me gusta la poesía que creo que es mala. Pero esa respuesta sería circular.

Hay un tipo de poesía que me gusta mucho y que -con mucha suerte y trabajo- intento escribir. Intento escribir poemas que me gustaría leer y esos poemas serían los que te hacen terminar de entender un sentimiento o pensamiento que te daba vueltas en la cabeza, pero no terminabas de entender. Eso me pasa con la poesía de los poetas que nombré antes. Sus poemas parecen decir mi mundo interior mucho mejor que yo mismo.

Puede ser que los poetas que no se acercan en nada a eso no me gustan. Pero a su vez, pienso, que nadie quiere escribir poesía mala intencionalmente.

¿Qué cuestiones, estados de percepción, objetos o temáticas te disparan a escribir?

Principalmente ese estado de ansiedad que me produce no entender algo que ronda en mi cabeza. Escribo un poema para terminar de entender esos estados. Leer también me ayuda en esos momentos, pero quizás de manera menos potente que escribir. A esos estados los producen muchas cosas que desafían la sensibilidad y el entendimiento. Leer poesía potente, por ejemplo, también produce una ansiedad que puede llevarte a escribir (como dice Harold Bloom).

¿Qué lugar creés que ocupa tu obra dentro de la poesía de Tucumán?

No tengo respuesta para esta pregunta. Sólo puedo decir que me alegro cuando alguien me dice que leyó un poema y le gustó. Ese es el único lugar que me puedo imaginar.

¿Buscás cambiar alguna cuestión existencial personal o del mundo en general cuando escribís poesía?

Intento entender algo que me pasa. Cuando siento la ansiedad de no entender alguna sensación que tengo, la mejor forma de salir de ese estado de una forma positiva es escribiendo. A veces no escribo y me arrepiento después. Esa es mi mayor pelea con la escritura de poesía: escribir cuando estoy con ansiedad y no dejar que se vaya solo el estado. Me siento mejor cuando escribo que cuando no lo hago.

¿Qué opinás del panorama histórico y contemporáneo de la poesía de Tucumán? ¿Te gustan algunos poetas tucumanos?

Me gustan algunos poetas tucumanos y muchos no. Pero podría decir eso de la poesía de todos los lugares del globo que conozco. Ricardo Gandolfo, Inés Aráoz y Javier Foguet son los poetas tucumanos que yo más admiro.

¿Pensás que la poesía es solamente un género literario o algo más?

No creo que sea un género literario solamente. Yo percibo el fenómeno poético como ese algo al que me he estado refiriendo en otras respuestas: eso que te hace entender un sentimiento o pensamiento que tenías en tu cabeza y no terminabas de entender. Eso puede pasar en otros géneros literarios (y artísticos). Sobre todo, en la novela y el teatro: tengo la sensación de que los personajes son, muchas veces, como poemas que caminan.

¿Buscás algún tipo de trascendencia cuando escribís?

No creo que trascendencia sería la palabra, pero sí tengo una fe en la poesía; la fe en que la poesía me va a cambiar el estado de humor pobre en el que estoy. Cuando eso ocurre, cuando la poesía cumple, siento que es una compañera muy poderosa.

A lo largo de la historia, de acuerdo a las modas estéticas, fueron apareciendo distintos imaginarios de lo que debe ser la poesía. En este sentido, ¿qué opinás de las siguientes frases?

La poesía es el lenguaje de lo inefable.

La poesía es el entendimiento con lo sagrado.

La poesía es un estado de conciencia alterado.

La poesía es la alerta por lo humano a punto de perderse.

La poesía es el reverso de las cosas.

La poesía es el perfecto equilibrio de todas las cosas.

La poesía es resistencia de los órdenes hegemónicos.

Estas siete frases son, de alguna manera, formas de definir lo que la poesía esencialmente es. No tiendo a interesarme por ese tipo de definiciones acerca de nada, no sólo de la poesía. La poesía, como dije, a mí me ayuda a hacer algo, que es entenderme mejor a mí mismo y por ende entender mejor las cosas alrededor mío. Pero eso pienso que pueden lograrlo otras cosas también.

La poesía es evasión.

La poesía es comedia.

La poesía es libertad y levedad.

La poesía se escribe en la discontinuidad.

Para mí estas cuatro son mejores frases y más interesantes que las anteriores siete. Por sí solas no quieren decir nada, pero en contexto podrían ser algo. Podrían ser buenos eslóganes y hasta decentes versos de poemas.

La poesía nos hace sentirnos apartados del resto.

La poesía es para unos pocos.

Estas dos son simplemente falsas.

Tenés publicados dos libros de poemas hasta el momento: Las vidas del amanecer (Ediciones Último Reino, 2006) y Cómo llegar a donde estás (Culiquitaca Ediciones, 2015). Hay un gran período de tiempo sin publicar entre ambos libros, casi diez años. Esto quizá hizo que ambas obras tengan propuestas distintas.  ¿A qué se debe cierto viraje estético entre ellas, si es que considerás que existió tal cambio de dirección?

Creo que el cambio de criterio pasó antes y fue más bien lo que hizo que hubiera tanto tiempo entre mi primero y mi segundo libro. Después de Las vidas del amanecer escribí un libro entero que deseché. Era un libro malo, porque era un libro que yo nunca hubiera leído con gusto. Era un libro hecho para posar, un libro que quería formar parte de la literatura contemporánea, imitando a Arturo Carrera, Fogwill y Leónidas Lamborghini. Pero no tenía nada poético.

Entonces empecé a escribir poemas que yo querría leer. Resultó que esos eran mucho más difíciles de escribir y llevaron mucho tiempo más que los anteriores. Ahora creo que sigo escribiendo así. Creo no volví a cambiar, aunque quizás algunos temas cambiaron naturalmente porque uno sigue viviendo. Tengo un libro que va a salir el año que viene por Gerania Editora, con retraso también: ocho años después del último. Vos, que lo leíste, me dijiste que te sonaba en un estilo similar a Cómo llegar a dónde estás. Javier Foguet me dijo, acertadamente, que se nota que cada poema cuesta en salir (“que los peleás”).


Dos poemas inéditos:

Mi padre 

Estuve perdiendo el tiempo. 

Si me hubiera doctorado

cuando tenía que hacerlo, ahora podría 

estar casado y dedicado a enseñar. 

Pero me retrasé, me pasé la carrera 

fundando revistas o escribiendo poemas  

o enamorándome. Ahora van a pagarme  

para que vuelva a estudiar, pero tengo que irme del país.  

Mi novia, que quiere casarse conmigo, no puede ir. 

Va a quedarse, y dice que va a esperarme. 

Mi padre, por supuesto, seguirá acá también.

Cuando al fin le atendí el teléfono

luego de meses, me contó que estaba enfermo.

La cosa mejora, me dijo, pero estoy cansado. 

Yo le conté que lo mío iba bien,  

que en este tiempo había ganado la beca 

y que me iba afuera a seguir mis estudios, 

como él siempre había querido.  

Él se alegró y no agregó nada sobre el tema. 

No dijo que podría haberlo hecho antes,  

ni que me había retrasado con otras cosas,  

ni que había perdido el tiempo. 

Me habló del libro que le regalé. 

El enésimo de los libros que le doy 

(porque no sé qué otra cosa obsequiar) 

por cada Día del Padre, cumpleaños o Navidad. 

Libros que él lee puntualmente  

y sobre los que siempre  

tiene algo inteligente que comentar.

El arte  

Esto que sentís ahora se pasa. 

Lo que gira en tu cabeza 

y no terminás de dominar ni entender 

pero le ponés algo encima y lo tenés a mano.  

Las personas que andan afuera, apenas ahí,  

pero tan afuera, y tenés que traer 

adentro para tenerlas a mano.  

Esto es lo único que podés darle  

al arte de contar cosas acá, contar porque sí,  

por el aire y para el aire.  

La mujer que vendrá, la próxima,  

la que te entenderá y no tendrá permitido  

hacerte sentir celos ni miedo ni inseguridad. 

No te vayás, no te levantés de la mesa,  

quedate un rato más, porque esto que sentís se pasa. 

Esto es lo que vos le das a este arte tan pequeño, 

tan pequeño, apenas más grande que vos.


Manuel Martínez Novillo nació en Tucumán, en 1988. Es Licenciado en Filosofía por la Universidad Nacional de Tucumán y Máster en Ciencia Política por la Universidad de Nueva York. Ha publicado los libros de poemas Las vidas del amanecer (Ediciones Último Reino, 2006) y Cómo llegar a dónde estás (Culiquitaca Ediciones, 2015).

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