Entre cañas de azúcar y asambleas
Por Romina Rosciano Fantino |
Algunes habrán percibido en el título la cita a una obra icónica del arte pop británico, ese collage de Richard Hamilton que habla críticamente de las casas y del modo de vida acomodaticio de la clase media que le siguió al mundo de occidente tras la Segunda Guerra Mundial. No importa que este collage esté hecho con recortes de periódicos y revistas de los años ’50 y muestre la comida enlatada, el televisor, los electrodomésticos y la variedad de muebles de esos años como novedades. Las interpretaciones que provoca mucho tienen que decir de los modos de vida actuales, porque aunque hayan cambiado las tecnologías y las estéticas, por el contrario, el hábito del consumo no ha hecho más que crecer e instalarse.
El consumo masivo y sostenido es en sí mismo un modo de vida, es una manera de ser en este mundo, y esa manera de ser puede brillar en diferentes matices según el poder adquisitivo del sujeto consumidor. Una amiga que trabaja en un local de ropa de marca, que casi exclusivamente vende a clientxs de muy alto poder adquisitivo, me ha revelado que durante la cuarentena su local ha vendido millones de pesos –no es una hipérbole -, mientras que en una reunión nacional de artistas visuales una colega entrerriana contó que estuvieron armado bolsones de víveres para un par de artistas que se habían quedado sin comida. El contraste. Vivimos en un mundo ridículo, lleno de absurdos. Es absurdo que se sigan manufacturando productos en masividad sólo a los efectos de obtener altas ganancias. La contracara de este absurdo son los recursos naturales que se agotan y un alto porcentaje de seres vivos que no pueden alimentarse a diario o se quedan sin hábitat. Es ridículo, pero así funciona todo. Hamilton no sabía hace setenta años que en el 2020 habría una pandemia que pararía el planeta ni exactamente la cantidad de absurdo que sostendría simbólicamente un sistema que hace crisis por todos lados, pero ya sabía del absurdo.
Curiosamente, la virtualidad nos ha vuelto más expeditivos. Al primer brote de Covid-19 le siguió un segundo brote de organización laboral en muchos países de América Latina, y en nuestro país la organización que hace años se venía intentando conseguir finalmente echó raíces en la tierra del encierro. “La pandemia agudizó las problemáticas que sufre nuestro sector desde siempre, poniendo en evidencia y al límite las condiciones de precarización laboral”, se viene repitiendo desde TAViT. Esta organización de Trabajadorxs de las Artes Visuales de Tucumán se terminó de conformar en mayo. La gran pregunta es ¿de qué viven lxs artistas visuales? Muchxs obtienen sus ingresos de los talleres que dictan y de encargos esporádicos, otrxs ejercen la docencia, que es una de las opciones más estables, y hay que contar lxs pocxs que acceden a un puesto fijo en el Estado. Lo que sigue es totalmente obvio, pero en un mundo estructurado en el absurdo a veces el esfuerzo por lo literal y explicativo resulta imperativo: lxs trabajadorxs de las artes visuales no tienen obra social, no tienen aportes, no tienen sueldo fijo. Su trabajo es entendido como un extra o un hobbie, es la romantización de una práctica propia de un mundo entre postindustrial y preglobalizado. Es un trabajo que, como característica esencial, significa un doble esfuerzo de lo siempre original y de la constante búsqueda de inserción de su producto artístico o de sus actividades en torno a él.
En las asambleas nacionales que se vienen organizando desde mayo se han discutido todas estas problemáticas ya demasiado conocidas por lxs artistas y trabajadorxs de las artes visuales. Así también surgió la agrupación de Artistas visuales autoconvocades Argentina (AVAA), que se terminó de consolidar al sumar artistas y trabajadorxs de todas las provincias en una fuerza verdaderamente colectiva y con mucho empuje por la federalización. Hoy la salida es lo colectivo y la articulación. Fuera de eso queda el fracaso de todxs o el beneficio de pocxs.
#emergencia cultural. #cultura precarizada. #la salida es colectiva.
Sin embargo el trabajo sostenido en el tiempo y con convicción rinde, nunca falla. Desde AVAA, la primera medida nacional en respuesta a la pandemia fue la circulación de un “Recursero”. Le siguió el lanzamiento del “Primer Autocenso” que, diseñado con el fin de poner en números la precarización laboral y las problemáticas del sector, fue realizado por artistas para artistas y trabajadorxs, y estará disponible hasta el 20 de agosto para completarlo. En Tucumán, TAViT lanzó la “Bolsa de trabajo” donde lxs trabajadorxs del sector pueden anunciar sin costo sus servicios o productos. Mientras tanto, sus miembros están discutiendo y diseñando respuestas precisas a problemáticas generales y particulares, y dialogando con distintxs referentes del Estado para, finalmente, aplicar soluciones concretas a la precarización laboral y a las carencias del sector, considerando las especificidades locales.
Hay una representación de Tucumán que juega con un elemento identitario de la provincia. Hablar de la misma por fuera de ella muchas veces significa figurar el azúcar, la caña. La historia más o menos reciente de la provincia está anegada de narraciones y hechos sucedidos alrededor de los ingenios azucareros y de sus montes. Muchos de los episodios más crudos y desgarradores de esta historia nos hacen viajar al cañaveral.
Caña. Zafra. Onganía. Migración de 100.000 tucumanes. Pilas de fardos de azúcar. FOTIA. Tucumán arde.
Las identidades llevan tiempo y procesos complejos para construirse y, aunque el concepto guarda una fuerte relación con lo rígido, las identidades también se van transformando. Néstor Domingo Rosciano creció en el pueblo de Santa Lucía, allá por los años ‘50. Vivía frente al ingenio azucarero. Su tío trabajaba en el ingenio, los padres de sus amigos eran operarios del ingenio o en el campo alrededor del pueblo. El Club Social, la escuela, la capilla, todo giraba alrededor del ingenio. Mi padre me transmitió el espíritu de su vida en un pueblo azucarero y de alguna manera siento que me identifica y que pertenezco, aunque jamás viví allí. Algo igualmente curioso sucede con el episodio de “Tucumán arde”. Aparece una identificación que sucede a través del relato de una intervención artística realizada por artistas porteñxs y rosarinxs, y que habla sobre la crisis socioeconómica que vivía la provincia en 1968, posterior al cierre de once ingenios [1]. No participó ni fue convocadx artista tucumanx algunx, sin embargo, este hito del arte argentino habla de lo propio, lleva en su nombre el lugar al que pertenezco. Así se forman las identidades, con mezclas poco claras entre relatos, representaciones, testimonios, amores y odios. Lejanías y cercanías.
Por eso Adrián Sosa decide construir su casa en el cañaveral. En su video “CASA: el abrasar del cerco”[2], obra ganadora del segundo premio adquisición del Premio Itaú Artes Visuales 2020, lo primero que se ve es esto: el trabajo en el cañaveral. Su mundo es el campo, el azúcar y el limón. Las identidades también hacen crisis, sufren sacudones tan fuertes como la economía argentina. Un día el mundo era de una forma y al día siguiente esa idea se quebró y hay que empezar a construir otra. Un día él era un estudiante de la Licenciatura en Artes Plásticas y al otro día era padre a sus veintidós años. El trabajo que él conocía era en el campo, la zafra. “Vas a ser padre. Tenés que ir a la caña, al limón ¡Hacer plata! ¿Cuánto tiempo vas a estar con nosotros tus papás?, tenés que hacer tu casa”. Los mandatos y las responsabilidades juegan un papel complejo en la formación de un individuo y sus decisiones.
Adrián avanza con el zafrero por sobre el mar de fibra sacarífera. El machete corta la verticalidad de cada tallo y tumba esos metros de flora cultivada. El mar se va achicando y aplastando, pero en el centro va quedando un cuadrante en pie. Adrián ahora se ocupa de construir su casa. Un cubo forman las paredes y su interior y arriba va apareciendo el techo a dos aguas. Apela a esa representación tan abstracta y común de una casa que se les enseña a lxs niñxs y que usan para hablar de su familia, de su barrio, de su identidad. “Soy Romina, en mi casa vivo con mi mamá, mi papá y mis hermanos”. Eso que soy es también una casa hecha de caña, es también una construcción simbólica que encierra uno o varios significados y que nos permiten ser con el mundo y con lxs otrxs. La ridícula casa de caña, que no sirve para albergar una familia, criar lxs hijxs y protegerles del frío, la lluvia o el sol, puede ser imagen del absurdo que soporta al mundo, llevada a un extremo. Es la exageración del absurdo pero es también la pregunta por él. La obviedad de su no-función como hogar es una interrogante por el mundo, el que está en pandemia y el de Adrián, el mismo que conocieron su padre, su hermano y sus amigos. Ese cañaveral que se ofrece como sustento económico del zafrero y su familia es a la vez el que dicta su condena. “A familiares o amigos les llegaba una oferta de trabajo con muchas ventajas y poco riesgo y decidían quedarse en la caña y en el limón, y así ya suman veinticinco años de zafra y de limón. Y no vas a crecer, no salís de ahí”. El cañaveral abrasa, calcina los años del zafrero entre una paga inconstante pero jugosa y los vicios que derivan de él. Otra esposa que se ocupa del trabajo de la casa y de la crianza de lxs hijxs, que crecen casi sin padre y que luego repetirán el ciclo de este.
“No salís de ahí”.
Pero el mundo de Adrián
también es el mundo del arte. Él sabe algo que sus amigos, su padre o tío no
saben. Lo simbólico tiene capacidad de poner en evidencia el absurdo de ese
mundo que se nos aparece tan dado y determinado. Terminar su casa de caña y
entrar a ella es el último gesto de reflexión que permite, en la espesura del
cerco[3],
mirar su propio mundo y su identidad. Le posibilita, tal vez, pensar una
alternativa a ese absurdo y a ese destino que las generaciones del campo parecen
estar condenadas a perpetuar. Quizás entre por última vez en esa profundidad
para poder salir de forma definitiva del cerco abrasador.
[1] Acerca de esta obra, se puede consultar Del Di Tella a ‘Tucumán arde’. Vanguardia artística y política en el ‘68 argentino de Ana Longoni y Mariano Mestman (2010), el estudio más exhaustivo del trabajo de este grupo de artistas y de la experiencia de “Tucumán arde”.
[2] La obra puede verse en el canal de Youtube de la Fundación Itaú: https://youtu.be/mwffnp5hTCI
[3] “Cerco” se le llama a la porción del cañaveral que será cortado.
Adrián Sosa
Nació en 1994 en la ciudad de Monteros, Tucumán. Es Licenciado en Artes Plásticas por la UNT, artista visual y docente. Cursó la Diplomatura en Gestión Cultural de la USPT, seminarios y talleres con artistas como Agustín González Goytía, Verónica Meloni, entre otros. En 2017 fue parte de la residencia El Pasaje, en el 2020 de la residencia Casa de Piedra (Catamarca) y fue seleccionado para la residencia Bandera de Agua II (Entre Ríos). Participó de la feria MAC (Córdoba) en 2019 a través de la Galería Le Pasaje. En 2018 expuso en Las Preguntas del Paisaje en Espacio Tucumán (CABA), muestra curada por Belén Romero Gunset. Participó de numerosas exposiciones colectivas e individuales.
Nació en San Miguel de Tucumán en 1986. Es artista visual, Licenciada en Artes Plásticas por la UNT, investigadora independiente y docente de nivel secundario y superior. Fue becaria en diferentes oportunidades del FNA y del CIN, su obra artística fue premiada en salones y concursos. La misma se pregunta –e intenta responder- por lo social y su contexto, desde una perspectiva crítica y analítica. Fundó las JEIA (2015), el CEPAC (2017), es miembro de sensotucuman.com y es Co-directora de Linde Contemporánea. Cuenta con artículos en publicaciones locales y nacionales. Es fan de Seinfeld y The office.
Me encantó este artículo. Muestra la pata local de los impacto que ha sufrido la provincia años atrás con secuelas vistas hasta hoy. Las palabras que me resuenan de este escrito son «consumo» «absurdo» «ridículo»… Tal cual el mundo en que vivimos donde muchos niegan la historia, o se dejan estafar por lo que ha venido proponiendo el sistema.. Siempre ganan los mismos, queda la pregunta de que pasará con el modelo que bien decís hace crisis y cuales serán los nuevos planteos.